Oh, alma, si te vieses en libertad, un día,
de las cadenas de la carne vil,
¡con qué diáfana albura tu esencia irradiaría
entre las rosas blancas del místico pensil!
Sólo así fueras alma, en toda la pureza
de la gracia en su etérea plenitud,
y al firmamento irías de la inmortal belleza,
a ser la nueva Estrella, la estrella Excelsitud.
Ah, tan sólo una sombra la claridad velara
del halo de tu éxtasis astral:
Cuando el vago recuerdo a tu mente asomara
de los lejanos días de tu vida mortal.