EN LA MUERTE DE DOS SEÑORAS MOZAS

Sobre dos urnas de cristal labradas,
De vidrio en pedestales sostenidas,
Llorando está dos ninfas ya sin vidas,
El Betis en sus húmidas moradas,

Tanto por su hermosura dél amadas,
Que, aunque las demás ninfas doloridas
Se muestran, de su tierno fin sentidas,
Él, derramando lágrimas cansadas:

«Almas», les dice, «vuestro vuelo santo
Seguir pienso hasta aquesos sacros nidos,
Do el bien se goza sin temer contrario;

Que, vista esa belleza y mi gran llanto,
Por el cielo seremos convertidos,
En Géminis vosotras, yo en Acuario».

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EN LA MUERTE DE UN CABALLERO MOZO

Ave real de plumas tan desnuda,
Que aun de carne voló jamás vestida,
Cuya garra, no en miembros dividida,
Inexorable es guadaña aguda;

Lisonjera a los cielos o sañuda
Contra los elementos de una vida,
Florida en años, en beldad florida,
Cuál menos piedad árbitra lo duda,

No a deidad fabulosa hoy arrebata
Garzón, que en vez del venatorio acero
Cristal ministre impuro, si no alado

Espíritu que, en cítara de plata,
Al Júpiter dirige verdadero
Un dulce y otro cántico sagrado.

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EN LA MUERTE DE UNA SEÑORA

Fragoso monte, en cuyo basto seno
Duras cortezas de robustas plantas
Contienen aquel nombre en partes tantas
De quien pagó a la tierra lo terreno,

Así cubra de hoy más cielo sereno
La siempre verde cumbre que levantas,
Que me escondas aquellas letras santas
De que a pesar del tiempo has de estar lleno.

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En la verde orilla

Los rayos le cuenta al Sol
Con un peine de marfil
La bella Jacinta un día
Que por mi dicha la vi
En la verde orilla
De Guadalquivir.

La mano oscurece al peine;
Mas qué mucho, si el abril
La vio oscurecer los lilios
Que blancos suelen salir
En la verde orilla
De Guadalquivir.

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En los pinares de Júcar

En los pinares de Júcar
Vi bailar unas serranas,
Al son del agua en las piedras
Y al son del viento en las ramas.
No es blanco coro de ninfas
De las que aposentan el agua
O las que venera el bosque,
Seguidoras de Dïana:
Serranas eran de Cuenca,
Honor de aquella montaña,
Cuyo pie besan dos ríos
Por besar de ellas las plantas.

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EN UNA ENFERMEDAD DE DON ANTONIO DE PAZOS

Deste más que la nieve blanco toro,
Robusto honor de la vacada mía,
Y destas aves dos, que al nuevo día
Saludaban ayer con dulce lloro,

A ti, el más rubio dios del alto coro,
De sus entrañas hago ofrenda pía
Sobre este fuego, que vencido envía
Su humo al ámbar y su llama al oro,

Por que a tanta salud sea reducido
El nuestro sacro y docto pastor rico,
Que aun los que por nacer están le vean,

Ya que de tres coronas no ceñido,
Al menos mayoral del Tajo, y sean
Grana el gabán, armiños el pellico.

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Entre los sueltos caballos

Entre los sueltos caballos
De los vencidos Cenetes,
Que por el campo buscaban
Entre la sangre lo verde,

Aquel español de Orán
Un suelto caballo prende,
Por sus relinchos lozano,
Y por sus cernejas fuerte,

Para que le lleve a él,
Y a un moro cautivo lleve,
Un moro que ha cautivado,
Capitán de cien jinetes.

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Érase una vieja

Érase una vieja
De gloriosa fama,
Amiga de niñas,
De niñas que labran.

Para su contento
Alquiló una casa
Donde sus vecinas
Hagan sus coladas.

Con la sed de amor
Corren a la balsa
Cien mil sabandijas
De natura varia,

A que con sus manos,
Pues tiene tal gracia
Como el unicornio,
Bendiga las aguas.

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FÁBULA DE POLIFEMO Y GALATEA

Al Conde de Niebla

Estas que me dictó, rimas sonoras,
Culta sí aunque bucólica Talía,
Oh excelso Conde, en las purpúreas horas
Que es rosas la alba y rosicler el día,
Ahora que de luz tu niebla doras,
Escucha, al son de la zampoña mía,
Si ya los muros no te ven de Huelva
Peinar el viento, fatigar la selva.

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Frescos airecillos

Frescos airecillos,
Que a la Primavera
Le tejéis guirnaldas
Y esparcís violetas,

Ya que os han tenido
Del Tajo en la vega
Amorosos hurtos
Y agradables penas,

Cuando del estío
En la ardiente fuerza
Álamos os daban
Frondosas defensas;

Álamos crecidos
De hojas inciertas,
Medias de esmeraldas,
Y de plata medias;

De donde a las ninfas
Y a las zagalejas
Del sagrado Tajo
Y de sus riberas

Mil veces llamastes
Y vinieron ellas
A ocupar del río
Las verdes cenefas;

Y vosotros luego
Calándoos apriesa
Con lascivos soplos
Y alas lisonjeras,

Sueño les trajistes
Y descuido a vueltas,
Que en pago os valieron
Mil vistas secretas,

Sin tener del velo
Envidia ni queja,
Ni andar con la falda
Luchando por fuerza;

Ahora, pues, aires,
Antes que las sierras
Coronen sus cumbres
De confusas nieblas,

Y que el Aquilón
Con dura inclemencia
Desnude las plantas,
Y vista la tierra

De las secas hojas,
Que ya fueron tregua
Entre el Sol ardiente
Y la verde yerba;

Y antes que las nieves
Y el hielo conviertan
En cristal las rocas,
En vidrio las selvas,

Batid vuestras alas,
Y dad ya la vuelta
Al templado seno
Que alegre os espera.

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Grandes, más que elefantes y que abadas

Grandes, más que elefantes y que abadas,
Títulos liberales como rocas,
Gentiles hombres, sólo de sus bocas,
Illustri cavaglier, llaves doradas;

Hábitos, capas digo remendadas,
Damas de haz y envés, viudas sin tocas,
Carrozas de ocho bestias, y aun son pocas
Con las que tiran y que son tiradas;

Catarriberas, ánimas en pena,
Con Bártulos y Abades la milicia,
Y los derechos con espada y daga;

Casas y pechos todo a la malicia;
Lodos con perejil y yerbabuena:
Esto es la Corte.

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Hermana Marica

Hermana Marica,
Mañana, que es fiesta,
No irás tú a la amiga
Ni yo iré a la escuela.

Pondraste el corpiño
Y la saya buena,
Cabezón labrado,
Toca y albanega;

Y a mí me podrán
Mi camisa nueva,
Sayo de palmilla,
Media de estameña;

Y si hace bueno
Trairé la montera
Que me dio la Pascua
Mi señora abuela,

Y el estadal rojo
Con lo que le cuelga,
Que trajo el vecino
Cuando fue a la feria.

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Ilustre y hermosísima María

Ilustre y hermosísima María,
Mientras se dejan ver a cualquier hora
En tus mejillas la rosada aurora,
Febo en tus ojos, y en tu frente el día,

Y mientras con gentil descortesía
Mueve el viento la hebra voladora
Que la Arabia en sus venas atesora
Y el rico Tajo en sus arenas cría;

Antes que de la edad Febo eclipsado,
Y el claro día vuelto en noche obscura,
Huya la aurora del mortal nublado;

Antes que lo que hoy es rubio tesoro
Venza a la blanca nieve su blancura,
Goza, goza el color, la luz, el oro.

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La desgracia del forzado

La desgracia del forzado,
Y del corsario la industria,
La distancia del lugar
Y el favor de la Fortuna,
Que por las bocas del viento
Les daba a soplos ayuda
Contra las cristianas cruces
A las otomanas lunas,
Hicieron que de los ojos
Del forzado a un tiempo huyan
Dulce patria, amigas velas,
Esperanzas y ventura.

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Lloraba la niña

Lloraba la niña
(Y tenía razón)
La prolija ausencia
De su ingrato amor.
Dejóla tan niña,
Que apenas creo yo
Que tenía los años
Que ha que la dejó.
Llorando la ausencia
Del galán traidor,
La halla la Luna
Y la deja el Sol,
Añadiendo siempre
Pasión a pasión,
Memoria a memoria,
Dolor a dolor.

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Los blancos lilios que de ciento en ciento

Los blancos lilios que de ciento en ciento,
Hijos del Sol, nos da la Primavera,
A quien del Tajo son en la ribera
Oro su cuna, perlas su alimento;

Las frescas rosas, que ambicioso el viento
Con pluma solicita lisonjera,
Como quien de una y otra hoja espera
Purpúreas alas, si lascivo aliento,

A vuestro hermoso pie cada cual debe
Su beldad toda.

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Los dineros del Sacristán

Los dineros del Sacristán
Cantando se vienen y cantando se van.

Tres hormas, si no fue un par,
Fueron la llave maestra
De la pompa que hoy nos muestra
Un hidalgo de solar;
Con plumajes a volar
Un hijo suyo salió,
Que asuela lo que él soló,
Y la hijuela loquilla
De ámbar quiere la jervilla
Que desmienta al cordobán.

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LUTO POÉTICO

Por una negra señora
un negro galán doliente
negras lágrimas derrama
de un negro pecho que tiene.

Hablóla una negra noche,
y tan negra, que parece
que de su negra pasión
el negro luto le viene.

Lleva una negra guitarra,
negras las cuerdas que tiene,
negras también las clavijas,
pues negro es el que las tuerce.

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Manda Amor en su fatiga

Manda Amor en su fatiga
Que se sienta y no se diga;
Pero a mí más me contenta
Que se diga y no se sienta.

En la ley vieja de Amor
A tantas fojas se halla
Que el que más sufre y más calla,
Ese librará mejor;
¡Más triste del amador
Que, muerto a enemigas manos,
Le hallaron los gusanos
Secretos en la barriga!

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Mientras por competir con tu cabello

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Mientras a cada labio, por cogello,
Siguen más ojos que al clavel temprano,
Y mientras triunfa con desdén lozano
Del luciente cristal tu gentil cuello,

Goza cuello, cabello, labio y frente,
Antes que lo que fue en tu edad dorada
Oro, lilio, clavel, cristal luciente,

No sólo en plata o vïola troncada
Se vuelva, más tú y ello juntamente
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

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Ni en este monte, este aire, ni este río

Ni en este monte, este aire, ni este río
Corre fiera, vuela ave, pece nada,
De quien con atención no sea escuchada
La triste voz del triste llanto mío;

Y aunque en la fuerza sea del estío
Al viento mi querella encomendada,
Cuando a cada cual de ellos más le agrada
Fresca cueva, árbol verde, arroyo frío,

A compasión movidos de mi llanto,
Dejan la sombra, el ramo y la hondura,
Cual ya por escuchar el dulce canto

De aquel que, de Strimón en la espesura,
Los suspendía cien mil veces.

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No destrozada nave en roca dura

No destrozada nave en roca dura
Tocó la playa más arrepentida,
Ni pajarilla de la red tendida
Voló más temeroso a la espesura;

Bella ninfa la planta mal segura
No tan alborotada ni afligida
Hurtó de verde prado, que escondida
Víbora regalaba en su verdura,

Como yo, Amor, la condición airada,
Las rubias trenzas y la vista bella
Huyendo voy, con pie ya desatado,

De mi enemiga en vano celebrada.

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No vayas, Gil, al Sotillo

No vayas, Gil, al Sotillo
Que yo sé
Quien novio al Sotillo fue,
Que volvió después novillo.

Gil, si es que al Sotillo vas,
Mucho en la jornada pierdes;
Verás sus álamos verdes,
Y alcornoque volverás;
Allá en el Sotillo oirás
De algún ruiseñor las quejas,
Yo en tu casa a las cornejas,
Y ya tal vez al cuclillo.

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Noble desengaño

Noble desengaño,
Gracias doy al cielo
Que rompiste el lazo
Que me tenía preso.

Por tan gran milagro
Colgaré en tu templo
Las graves cadenas
De mis graves yerros.

Las fuertes coyundas
Del yugo de acero,
Que con tu favor
Sacudí del cuello,

Las húmidas velas
Y los rotos remos
Que escapé del mar
Y ofrecí en el puerto,

Ya de tus paredes
Serán ornamento,
Gloria de tu nombre,
Y de Amor descuento.

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Oh, bien haya Jaén

Oh, bien haya Jaén, que en lienzo prieto
De luces mil de sebo salpicado
Su túmulo paró, y de pie quebrado
En dos antiguas trovas sin conceto.

Écija se ha esmerado, yo os prometo,
Que en bultos de papel y pan mascado
Gastó gran suma, aunque no han acabado
Entre catorce abades un soneto.

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¡Oh claro honor del líquido elemento

¡Oh claro honor del líquido elemento,
Dulce arroyuelo de corriente plata,
Cuya agua entre la yerba se dilata
Con regalado son, con paso lento!,

Pues la por quien helar y arder me siento
(Mientras en ti se mira), Amor retrata
De su rostro la nieve y la escarlata
En tu tranquilo y blando movimiento,

Vete como te vas; no dejes floja
La undosa rienda al cristalino freno
Con que gobiernas tu veloz corriente;

Que no es bien que confusamente acoja
Tanta belleza en su profundo seno
El gran Señor del húmido tridente.

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Oro no rayó así flamante grana

Oro no rayó así flamante grana
Como vuestra purpúrea edad ahora
Las dos que admitió estrellas vuestra aurora,
Y soles expondrá vuestra mañana.

Ave (aunque muda yo) émula vana
De la más culta, de la más canora,
En este, en aquel sauce que decora
Verdura sí, bien que verdura cana,

Insinuaré vuestra hermosura: cuanta
Contiene vuestro albor, y dulce espera
En horas no caducas vuestro día.

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PARA UN RETRATO DE DON JUAN DE ACUÑA

Éste, que en traje le admiráis togado,
Claro, no a luces hoy de lisonjero
Pincel, sino de claro caballero,
Esplendor del Buendía que le ha dado;

Éste, ya de justicia, ya de estado,
Oráculo en España verdadero,
A quien por tan legal, por tan entero,
Sus balanzas Astrea le ha fiado:

Clava serán de Alcides en su diestra,
Que de monstruos la edad purgue presente,
Y a los siglos invidia sea futuros:

Éste, pues, gloria de la nación nuestra,
Don Juan de Acuña es, Buril valiente
Al tiempo le vincule en bronces duros.

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Por niñear, un picarillo tierno

Por niñear, un picarillo tierno,
Hurón de faltriqueras, subtil caza,
A la cola de un perro ató por maza
(Con perdón de los clérigos) un cuerno.

El triste perrinchón en el gobierno
De una tan gran carroza se embaraza;
Grítale el pueblo, haciendo de la plaza
(Si allá se alegran) un alegre infierno.

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