El cuerpo es ser, estar en su arte

El cuerpo es ser, estar en su arte… en el misterio
de los ojos
donde perfectos bosques, aguas, aves,
hierven la luz dulce del atardecer,
viejas maderas se pudren de brillo lunar
o de extraña pureza, bálsamo de sombra,
salvaje forma vegetal o verde serpiente en fuego
acariciando el fondo -¡qué transmigración
de exquisita dulzura de veinticinco años!-,
tarro oculto de miel tras los sueños,
toda una flor terrible pensativa
hasta un fulgor, un relámpago, una pasión,
en los ojos
viven doradamente mariposas brillantes
y ternuras de llama de rojo crepúsculo,
en el hervor de sedas de violenta caricia,
algo malva y constante, un incendio imprevisto
roza el ala de un sueño en tus ojos tan súbitos
de alegría florida, de fuente estrellada,
de almendro o ave,
en tus ojos poblados
por la antigua belleza de un abismo nocturno,
entre destellos, látigos, un delicado almíbar de melocotones de luna,
entre ardientes espadas, un anisar claro, un lobo enternecido,
estrellas con gemido en tus profundos ojos
donde las palabras hierven hasta el amor amado.

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I – Ese amor transparente que llevamos en los ojos

Ese amor transparente que llevamos en los ojos
con tal silencio puro de flor intensa y clara
y con esa dulzura vegetal que se sueña
en el interior del silencio, inspiraciones continuas
de lugares y ángulos con ternura y con carne
de poro perfumado, cuerpos de libre paso
por el jardín de las albas añadidas al mundo,
perspectivas de estrellas levitadas y absortas
en miradas brillantes de visibles resplandores,
miembros de adolescencia sensitiva que estallan
lentamente en ideas de anhelos prolongados
hasta un gozo inflamado de sangre en nuestra sangre,
elementos tan íntimos del corazón que habla
en sílabas blandísimas de emoción que estremece
el tiempo que se vive de amor grande y florido,

ese amor transparente que llevamos en los ojos
con permanencia suave de viento y luz y sueño
de presencias doradas, cabellos ondulados,
crepúsculos de seda sobre hombros perfectos
de redondez desnuda, elegancia delgada
para esas criaturas de paso suave y fino,
frentes de íntima luna, deseos como labios

para beber de un cáliz con apurado deleite,
brazos de un universo de música armoniosa
para abrazar espacios de azul intimidad,
dedos interminables de caricias profundas
sobre una piel amada con siglos de luces,
figuras absolutas en cuerpos pensativos
en el territorio inmenso para la feliz blancura
avivada en músculo amante y solidario
del verso que se estrecha para el amor y la vida,

ese amor transparente que llevamos en los ojos
desde el comienzo mismo de la visión que ilumina
existencias hermosas, maravillas constantes,
sensaciones que se anuncian como tibios destellos
cuando es lúcida la carne en los cuerpos liberados
por la pasión abierta dentro del espíritu.

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II – Tanta belleza pura que agiganta el sentido

Tanta belleza pura que agiganta el sentido
puede cegar el día, invadir llama a llama
y quemar de silencio una posible muerte,
tanta desnuda belleza puede ser un prodigio
de: viva fantasía siempre inalcanzable
pero el amor existe desde los ojos al viento
y vive sin fin en los cuerpos futuros
que habiten largas noches de placer transmigrado
de estas arenas profundas que el tiempo nos destina,
querencias de las raíces más sensibles de la sangre,
vívidas como un fuego crepitando en el abismo
que nos abraza el alma en delirio infinito
de muertes transparentes, amor eternizado
de infinitos deseos, transmutación de la carne
en indecible verso, pleno conocimiento
en el corazón de la vida, encarnación invisible
de la entraña misteriosa que nos vive y desborda
en un amor para los cuerpos sol a sol, luna a luna,
en un amor de mil días con mil horas amadas
hasta la muerte más dulce, silenciosa y continua,
hasta el silencio puro de las venas colmadas
de luz líquida, sangre que resiste el incendio
del corazón abierto, carne al viento en desmayo
de nieve y lirios, rosas como estrellas ardientes,
tanto amor transfigura, puede herir sin pausa
largas tardes desiertas para un júbilo a voces
de múltiple silencio, aves de amor, ventura
en el horizonte del sueño, cuerpos como esperanzas,
deseos como un cielo o muertes tan amigas
para vivir las noches con albas esperadas,
para vivir el mundo amaneciendo todo
en ese amor transparente que llevamos en los ojos.

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Poema crepuscular

De qué constan las lunas del tiempo hecho ocaso
de tardes que no vuelven a derivar en noches,
qué materiales suspendidos de un único momento
permanecen sonámbulos en la luz de aquellas horas.
Queda detenido el gesto interior del recuerdo,
el sentido y las formas, la exactitud intensa
del brillo del crepúsculo en los ojos conmovidos.

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Primavera

Hay un país de sangre verde que corre inmensamente por los
campos y eleva brillos altos en los árboles despedidos al cielo.

Es un reino de mil tierras al sol. Un fuego mineral y azul.

Estallan bajo el aire los nudos del tiempo y un hueco de
fervor anuncia la música de la luz, las alas puras que extiende la
transparencia en el corazón del espacio.

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Qué sosiego, qué alivio, qué dulzura en la noche frente al aire

Qué sosiego, qué alivio, qué dulzura en la noche frente al aire,
en la alta hora brillante, cuando un fluido intenso
de calma luz se diluye en el tiempo y en la frescura sueña
una cálida brisa que viene del mar delgado de la playa,
oh delicada ala distante de la noche, pureza de ese labio
que sueña tan adentro de lo oscuro, cuerpo pleno y vibrante,
cántico, palpitación abierta que irradia el grave templo
del misterio estrellado, suave tránsito de las esferas azules
en la bóveda insondable del espacio, qué paz de indescifrables
signos, qué remanso en las olas del tiempo que transmigra
de un mar antiguo e ignoto la emoción reposada,
el estremecer de un astro en el corazón nocturno de la vida,
en la luz silente y profunda del corazón del hombre.

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Retrato privado

Tal vez la ceniza azul que brilla en sus ojos
sea el temblor del aire, lo lejano
tantas veces sentido cuando muere la tarde.
Y la luz, un enigma, un destello en la sangre.
En esa mirada que regresa a sí misma perdida,
entre fiebre y asombro -dolor de un laberinto-,
está muerto el deseo; raíz que muerde aún
el corazón que un día se invadió de belleza.

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Ría I

Polvaredas de luz suspensas sobre la ría. Aire vegetal inmóvil
sobre el aliento antiguo del agua. Fluyente ser submerso en el
polvo de la tierra ebria de lunas diluidas. Reverdor ceniciento,
voracidad lentísima de una simiente líquida de incesante textura.

La ría es una hembra yaciente que desnuda sus frutos sin
viento.

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Terra Cha I

Analizo el cóncavo milagro de la luz trazada sobre las últimas
líneas de la llanura.

Inscribo un surco de texturas doradas en los ojos enlazados a
la insuperable franja donde la tierra es un volumen de bóvedas
construidas en el aire de un posible abismo.

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