Criaturas de la dicha
y de la pena, pequeñitas,
¿a qué volvieron esta tarde?
Sin ustedes no sería tan cruel
que me detenga mi padre
con una mirada de reproche,
cada vez que sólo
quiero salvarlo.
Criaturas de la dicha
y de la pena, pequeñitas,
¿a qué volvieron esta tarde?
Sin ustedes no sería tan cruel
que me detenga mi padre
con una mirada de reproche,
cada vez que sólo
quiero salvarlo.
El ruido de la heladera que cesa de pronto y se
puede escuchar el murmullo del televisor en el
cuarto. También me pareció escuchar la voz de mi
hijo. No hay nada más y todo parece estar en
orden, pero yo sé por dónde entra el vacío en
esta escena.
Sola
delante de los que cantan sin morir,
los que destruyen el tiempo
con sólo cerrar los ojos,
que aman sanamente
y han podido vivir sin tocar
la demoledora inercia de las palabras
con que se repite tu muerte
desde una mañana cualquiera.