Llegada

Llegado marzo, esposa,
no sosiega la tierra.
El corazón avanza
nutrido por el gozo.
La dicha que marcea
como una gota fértil,
quiera colmar de anhelo
la clara sed del valle.

Llegado marzo, esposa,
los pulsos como fuentes
saltan, y salta el río,
y salta en la verdura
un latido sembrado
por la lluvia en los muertos,
que confían en marzo
como en la prima vera.

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Y tú que eres el que temes

¡Y tú que eres el que temes. Tú el que juras
un día de fracaso, que no avanzas!…
Tú el que te desesperas, cuando alcanzas
el límite fatal en que maduras.

Tú quien desdeña a veces las más puras
virtudes de su ser: tus alabanzas
Tú que cantando alumbras esperanzas
en pechos de difíciles ternuras…

Cálmate amigo, amansa la tristeza,
y vuelve a repasarte cual el día
sencillo, con sus noches y mañanas.

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Alma, buscarte has de mí

Alma, buscarte has en Mí,
y a Mí buscarme has en ti.

De tal suerte pudo amor,
alma, en mí te retratar,
que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar.

Fuiste por amor criada
hermosa, bella, y así
en mis entrañas pintada,
si te perdieres, mi amada,
Alma, buscarte has en mí.

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En Cristo mi confianza

Sea mi gozo el llanto,
sobresalto mi reposo,
mi sosiego doloroso
y mi bonanza el quebranto.
Entre borrascas mi amor
y mi regalo en la herida,
esté en la muerte mi vida
y en desprecios mi favor.

En Cristo mi confianza
en su imitación mi holganza
en Cristo mi confianza
y en su imitación mi holganza.

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Véante mis ojos, dulce Jesús bueno

Véante mis ojos, dulce Jesús bueno;
véante mis ojos, muérame yo luego.

Vea quién quisiere rosas y jazmines,
que si yo te viere, veré mil jardines,
flor de serafines; Jesús Nazareno,
véante mis ojos, muérame yo luego.

No quiero contento, mi Jesús ausente,
que todo es tormento a quien esto siente;
sólo me sustente su amor y deseo;
Véante mis ojos, dulce Jesús bueno;
véante mis ojos, muérame yo luego.

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Vivo sin vivir en mí

(Versos nacidos del fuego del amor
de Dios que en sí tenía)

Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero.

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Autobiografía del ojo

Cosas invisibles, enraizadas en el
frío, creciendo
hacia esta luz
disipada
en todo lo que alumbra. Nada
tiene fin. La hora regresa
al comienzo de la hora
en que respiramos: como si
nada fueran. Como si yo
no pudiera ver
nada
que no es lo que es.

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Desapariciones

1. Empieza de nuevo, a partir
de la soledad:

como si ahora respirara
por última vez,

y es ahora, por tanto,

cuando respira por vez primera
más allá del abrazo
de lo singular.

Vive, y no es por tanto
sino lo que se aloja
en el insondable hueco
de su ojo,

y lo que ve
es todo lo que no es: una ciudad
del hecho
indescifrable,

y, por tanto, un lenguaje de piedras,
pues sabe que en el total de la vida
una piedra
dará paso a otra piedra

para hacer un muro

y que todas esas piedras
formarán la monstruosa suma

de pormenores.

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Efigies

Sendas de eucaliptos: un resto del pálido cielo
temblando en mi garganta. A través del zumbido
lastre del verano

la cizaña que acalla
incluso tu paso.

*

Los innúmeros fantasmas de luz.
Y lo que fue pérdida: memoria

de lo que nunca ha sido.

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Fragilidad del alba

Fragilidad del alba: en el límite
de tu lámpara oscurecida: aire
sin palabras: flor de ceniza, corola
plegada. Desde el más pequeño
de tus soles, retienes
la escaldadura: vaina
de luz aplacada. Tu palma
en barbecho: su semilla
entrando en la mudez.

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Inmune al gris suplicante

Inmune
al gris suplicante
de la niebla, fue el odio
-el odio, pronunciado mañana
y tarde en el alero-
quien te mantuvo cerca. Sabíamos
que sólo la ebriedad
había hecho al sol
arrastrarse por las persianas.
Sabíamos que un vacío
aún más profundo
era construido por gaviotas
que barrían sus propios gritos.

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Lapsario

Esta tierra abierta en pedazos.
El relinchar de ramas
en la arboleda.
La noche mural, fundiéndose
con el mediodía.

Te hablo
de la palabra que se enfanga en el olor
de lo inmediato.
Te hablo del fruto
que extraje a empellones
con la pala.

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Noches blancas

No hay nadie aquí,
y el cuerpo dice: todo lo dicho
no debe ser dicho. Pero nadie
es un cuerpo igualmente, y lo que el cuerpo dice
nadie lo oye
excepto tú.

Nevada y noche. La repetición
de un asesinato
entre los árboles.

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Pulso

Esto que retrocede
se acercará a nosotros
al otro lado del día.

Otoño: una sola hoja
comida por la luz: y la verde
y fija mirada del verde
sobre nosotros.
Allí, tierra sin fin,
allí
también nosotros
seremos esa luz,
incluso mientras la luz
muere
en la silueta de una hoja.

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Tú, indomable

Tú, indomable
en este flujo terrestre:
tú, donde las últimas semillas
auguran cercanía:
tú harás sonar
el delirio coral
de la memoria, e irás
por el camino de los ojos. No te queda
otra, ni más larga, salida: desde el instante
en que te cortes
las venas, las raíces comenzarán
a recitar la masacre
de las piedras.

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A la luz de tu sombra conmovida

A la luz de tu sombra conmovida
deja de escuchar a tantas voces tuyas,
me quedaré desnudo de silencio
cuando me des tu intimidad desnuda.

Los recuerdos que corren por tu sangre
Te han dejado fragante de ternura,
Fuerte eternidad estremecida
Y el color secular que te circunda.

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Ansiedad

Esta flor mía, viva luz sin reflejo,
ahogada en ella misma,
bebiéndose a mi sombra su más íntima savia,
su perfume más puro,
sintiendo en cada pétalo, la clausura del aire
y el secuestro del agua, de la nube, del árbol…

Esta flor mía, encendida, consumiéndose sola,
muerta en su propia música,
apretada en su tallo, quebrado ya de angustia;
quemándose a sí misma,
en tanto que la tierra desnuda su ternura
y es más ancha la vida,
y el canto,
y la mañana…

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Cuba

Cuba, flotante línea suspendida
en la punta del agua sin sosiego;
llama en el centro de su propio fuego,
roja al viento la túnica encendida.

Cuba, de amor extiendes tu medida
y la sombra sepulta su astro ciego:
tu sangre, ardiente luz, es dulce riego
para alzar el tamaño de la vida.

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El mar

Se ha caído al suelo el Mar. Difícil
recogerlo, alzarlo, ayudarle.
La masa espesa se mece y se deshace en espuma,
en olas; se contrae y distiende, se agita y calma,
se enfurece y desborda como en inútil esfuerzo por levantarse.

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Isla en el tacto

I
Cosida al mar y al viento por puntuadas olas
a puro sol prendida,
tu perfil, isla mía, tu contorno en el agua
con tu constante litoral dibujas
revuelto hacia la luz y hacia la espuma,
hacia el húmedo mundo clamoroso
donde pierden la tierra y el árbol sus fronteras,
donde encuentra el azul su razón en los mapas
y se disuelve en sal la geografía.

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No te voy a decir

No te voy a decir
que quiero ser la arena
que tus pies desnudos acaricie,
ni los rayos del sol que bajen jubilosos
a dorar más aún
la fina miel que forma tu epidermis,
ni el agua que la abrace con su espuma
ni el viento que la bese
y agite sus cabellos.

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Nocturno diferente

Hay una noche limpia: la del mar y la luna.
Había un pueblo de luces en el agua tranquila
con calles solitarias por donde, sin quererlo,
dejábamos vagar nuestra inquieta ternura.

Era una noche limpia, brillando entre las sombras.
Nos quedamos teñidos de luna y de horizonte
al ritmo de la voz anciana del botero.

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Soneto

Sigo, Amor, con mi júbilo sin bridas
por senderos de mieles tu carrera,
viajando con tu llama y tus heridas
desde el justo contorno de tu esfera.

El pulso tengo de innombrables vidas
en tu perfil sesgado a tu manera
como tu fortaleza tiene asidas
las campanas al sol de mi bandera.

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Vesperal

No hagas ruido, a ver,
si no se va la tarde.
Dile a tu alma que haga
un silencio absoluto.
Acalla ese ruido de pensamientos,
rompe ese hondo clamor de recuerdos,
ahoga ese sordo rumor de ensueños.
No seas imprudente, no hagas ruidos,
que le molestan a la tarde.

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Asilo de ancianos

Todos poseen un límite: cada uno
Tiene un matiz de daño muy distinto. La élite
Es capaz de arreglarse por sí misma,
Caminar apoyada en un bastón,
Leer completo un libro, interpretar
Movimientos de fáciles sonatas.
(Pero acaso la libertad carnal
Es el veneno del espíritu:
Conscientes de lo que ha sucedido y el porqué
Abominan su tristeza sin lágrimas.)
Luego vienen los de silla de ruedas, el promedio
Que soporta la tele
Y guiado por amables terapeutas
Canta en comunidad.

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Canción de cuna

El estrépito del trabajo queda mitigado,
otro día ha llegado a su ocaso
y se ha cernido el manto de la oscuridad.
¡Paz! ¡Paz! Desprovee tu retrato
de sus vejaciones y descansa.
Tu ronda diaria ha concluido,
has sacado la basura,
respondido algunas cartas aburridas
y pagado una factura a vuelta de correo,
todo ello frettolosamente.

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Epílogo

Los mundos ficticios e intemporales
de significado manifiesto
no deleitarían,

uno fuera el nuestro
uno temporal donde nada
eslo que parece.

. . .

Un poema; un cuento:
pero cualquiera bueno
nos empuja a querer saber.

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Funeral blues

(De «Dos canciones para Hedli Anderson)

Paren todos los relojes, descuelguen el teléfono,
Eviten que el perro ladre dándole un hueso jugoso,
Silencien los pianos, y con un apagado timbal,
Saquen el ataúd, dejen pasar a los deudos.

Que los aviones nos sobrevuelen en círculos luctuosos
garabateando en el cielo el mensaje Él ha muerto,
Pongan un crespón alrededor de los cuellos blancos de las palomas,
Que los policías de tráfico usen guantes negros de algodón.

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La historia de la verdad

En aquellos tiempos en que ser era creer,
la Verdad era el súmmum de muchos creíbles,
más previa, más perpetua, que un león con alas de murciélago,
un perro con cola de pez o un pez con cabeza de águila,
en absoluto como los mortales, en tela de juicio por sus muertes.

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La ley como el amor

La Ley, dicen los jardineros, es el sol,
la Ley es aquello
que todos los jardineros obedecen
mañana, ayer, hoy.

La Leyes la sabiduría de los viejos,
rezongan lánguidos los abuelos impotentes;
los nietos sacan una lengua atiplada,
la Ley es la razón de la juventud.

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Lo primero es lo primero

Desvelado, yací en los brazos de mi propio calor y escuché
una tormenta que paladeaba su condición de tormenta en la oscuridad invernal
hasta que mi oído, como ocurre cuando estoy medio dormido o medio sobrio,
se afanó en desentrañar ese alboroto exclamativo,
trocando sus etéreas vocales y acuosas consonantes
en un discurso de amor indicativo de un Nombre Propio.

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Musée des beaux-arts

Acerca del dolor jamás se equivocaron
Los Antiguos Maestros. Y qué bien entendieron
Su función en el mundo. Cómo llega
Mientras alguno cena o abre la ventana
O nada más camina sin objeto.
Cómo, mientras los viejos aguardan reverentes
El milagroso Nacimiento, habrá siempre
Niños sin mayor interés en lo que ocurre,
Patinando
En el estanque helado a la orilla del bosque.

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No habrá paz

Aunque el tiempo suave y despejado
sonríe de nuevo sobre el condado de tu estima
y sus colores regresan, la tormenta te ha cambiado:
no olvidarás, nunca,
la oscuridad que borra la esperanza, la tempestad
que profetiza tu perdición.

Debes vivir con tu conocimiento.

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Nosotros también habíamos conocido momentos dorados

Nosotros, también, habíamos conocido momentos dorados
en los que cuerpo y alma estaban en sintonía,
habíamos bailado con nuestros amores verdaderos
a la luz de una luna llena,
y nos habíamos sentado con los sabios y los buenos
mientras las lenguas cobraban ingenio y alegría
degustando algún noble plato
directo de Escoffier;
habíamos sentido la gloria indiscreta
que las lágrimas reservan aparte.

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Otro tiempo

Para nosotros como cualquier otro fugitivo,
como las innumerables flores que no pueden enumerar
y todas las bestias que no necesitan recordar,
es hoy donde vivimos.

Muchos intentan decir Ahora No,
muchos han olvidado cómo
decir Yo Soy, y se
perderían, si pudieran, en la historia.

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