Hoy has venido a compartir
mi soledad de estar contigo.
Partiste el pan, tomaste un sorbo
de vino nuevo, te llevaste
hasta los labios la manzana
y allí quedó tu mordedura,
la viva huella de tu sed.
Luego anduvimos de la mano
por los pasillos silenciosos,
como dos sombras o dos niños
desamparados de estar juntos,
ciegos de tanto conocer.
Salta el botón, y la seda
de la blusa se desliza
sobre tus hombros. Ceniza
es el momento. No queda
ni un pájaro en la alameda
y el poniente ha dicho adiós.
Sueltas tu falda. Los dos
temblamos.
Llueve silencio, Pasas. Hace hastío.
Hace sueño esta noche. Pasas. Queda
un retazo de ti. Por ti la seda
del alma se desdora. Llueve frío.
¿Vienes o vas? ¿Retorna tu desvío,
peregrino de azul, por mi vereda?
¿O torna tu dulzura, porque pueda
dormir mi corazón?
…y yo no me conozco
sino en la prisa de tus ciegas aguas…
Octavio Paz
Por estas tierras de mi Andalucía cruza un río.
No es el Guadalquivir, con mirtos y naranjas,
Ni el Genil hortelano, ni el Darro oscuro, ni el Guadalete olvidadizo y manso,
Ni el Tinto tinto, ni el Guadiaro serrano, ni el Guadalhorce tortolero.
Creímos que todo estaba
roto, perdido, manchado…
-Pero, dentro, sonreía
lo verdadero, esperando-.
Juan Ramón Jiménez
Serenamente digo:
«Empiezo.» La mañana
se desnuda. Testigo
único, la campana.
Su son, su son lejano
me salva, me convoca.
Si en brumas me hablas, callo y no te digo
que en bruma no comprendo tu llamada,
ni conozco tu voz, ni la delgada
gracia de la cintura te persigo.
Si en bruma me acaricias, sumo y sigo:
caricia, más amor, más bruma: nada;
ni pájaro sangrando en enramada,
ni amapola trinando sobre trigo.
Dios está aquí, sobre esta mesa mía
tan revuelta de sueños y papeles;
en esta vieja, azul fotografía
de Grindelwald cuajada de claveles.
Dios está aquí. O allí: sobre la alfombra,
en el hueco sencillo de la almohada;
y lo grande es que apenas si me asombra
mirarlo compartir mi madrugada.
Ya no va más. La voz ha enmudecido.
El envite final se ha consumado.
Varón mortalecido,
Cristo comienza su reinado.
Jugó y perdió. Ganó, sencillamente.
De la cruz pende el Hombre, de la pena
pende ya la alegría.
Habitaba un infierno íntimo y clausurado,
sin por ello dar muestras de enojo y contrición.
En el club le envidiaban el temple de sus nervios
y el supuesto calor de una hermosa muchacha
cariñosa en exceso para ser su sobrina.
Nunca le vi aplaudir carambolas ajenas
ni prestar atención al halago del público.
Por más que aburras esa melodía
monótona y brumosa de la vida diaria,
y que te amansa;
por más lobo sin dientes que te creas;
por más sabiduría y experiencia y paz de espíritu;
por más orden con que hayas decorado las paredes,
por más edad que la edad te haya dado,
por muchas otras vidas que los libros te alcancen,
y añade lo que quieras a esta lista,
hay un pozo salvaje al fondo de ti mismo,
un lugar que es tan tuyo como tu propia muerte.
Que otras vidas más hondas sofoquen mi nostalgia
y que el don del valor me sea concedido.
Que el amor se engrandezca y sea fiel y dure
y que ajenos paisajes impidan la tristeza.
Que el olvido y la muerte, que el tiempo y el dolor
formen por esta vez en el bando vencido.
A Vicente Gallego
Durante un meditado desayuno,
en una portentosa mañana de verano
-lo gloria de un verano escolar y salvaje-,
pelé la fruta lento, fervoroso.
Sabía ya que el verano y la fruta
son tesoros a flote de un paraíso hundido.
In memorian Rosa Casal
Junto a un apeadero de tren, ya fuera de servicio.
Bajo el inmisericorde sol, un verano cualquiera,
un corro de muchachos apalean a un perro
y apuestan por saber cuál será el golpe
con que el juego concluya.
En la tiniebla urgente de esas casas
que uno acaba pidiendo a los amigos;
en asientos traseros de los coches,
abusando de los malabarismos;
en la frecuentación de los hoteles,
tarde o temprano todos parecidos;
sobre la arena tibia de la playa
pasado ya esl peligro de ser vistos;
en la cama de casa, que ya es
como una parte de nosotros mismos,
y en los lugares más insospechados
de donde quiera que haya sucedido,
hay una rara tregua de los cuerpos
que es más que el decaer del apetito
(cuando ella va camino de la ducha
o busca entre su bolso cigarrillos,
mientras coge las ropas esparcidas
o se entrega al silencio como a un rito),
porque desaparecen las distancias
y vuelvo a padecer un espejismo:
todas las camas son la misma cama
y un mismo cuerpo todos los que han sido,
todo el tiempo del mundo es ese instante
y en ese instante, el mundo, un laberinto
del que conozco todas las salidas,
porque conozco todos los sentidos.
En otra esquina más del laberinto,
una cualquiera, en otra arruga más
de la desfigurada cara de este mundo,
nuestros pasos se cruzan sin saberlo.
Alguien pierde la historia de su historia,
por no pararse a tiempo en un escaparate,
mientras, al otro lado de aquel mismo cristal,
alguien ya se ha dolido
de una definitiva carencia incomprensible.
A Felipe Benítez Reyes
Los monstruos nunca mueren.
Si crees que retroceden, si parece
que han olvidado el rastro de tus días,
tus lugares sagrados, tus rutinas,
el bosque inabarcable de tus sueños;
si sonríes porque ya no recuerdas
la última noche en que te atormentaron,
ten por seguro que darán contigo.
A Manuel A. Benítez Reyes
Hay una geografía de la mente,
Hay paisajes nocturnos, igual que territorios
en donde un sol dichoso eterniza.
Hay países de sombra que regresan
en el maldito tren de largo recorrido
con parada en nosotros.
A Luis Antonio de Villena
Unos cientos de libros, una casa en la playa,
muebles que el corazón fue envejeciendo
y que hicieron el mundo hospitalario,
fetiches de algún viaje, talismanes
que no pudiron nada contra el mundo,
un puñado de cartas de unos cuantos amigos,
alguna carta oculta, inconfesable,
papeles ordenados, papeles sin sentido,
medicamentos, cuadros, ropa usada
y ropa por usar, varias cuentas bancarias,
una viuda aturdida, un automóvil,
una amante aturdida, un peine con cabellos,
una caligrafía que ha perdido el pulso de su mano,
un olor familiar camino de la nada.
La crítica, tan crítica, tan lista me ha indicado
que soy nieto cercano de don Manuel Machado.
Y aunque lo puse fácil, lo normal es el hecho
de que jamás los críticos embistan por derecho.
Hay que enseñar el trapo, embarcarlos muy lento,
darles tiempo a pensar, lidiar con fundamento.
Quiero tu sangre joven, que es querer
todo lo que la vida aún no ha podido hacerte.
De lo que me alimento
es de esa inútil sangre esperanzada,
de cuanto sé que ignoras hasta hoy,
y que más nos valdría que no supieses nunca.
Si se da cuenta de mi modo
Si lo logro
Si le da la vuelta mi modo
Entera y en redondo
Y si mi modo a su manera
Se le presenta como
Se le recomienda solo
Si la despierta con su codo
Si le restriega un ojo
Para que vea con el otro
Y si se le pega su tono
Y ya le suena como propio
Si lo logro
Si de mi modo se da cuenta
Tomo lo todo que la quiera
Porque el modo es el hombre.
–Yo pintaré un hombre con una linterna.
–Hazlo. Pero qué le pondrás
alrededor para que se vea?
–Pues, noche dijo, ya iracundo.
I
La Juventud no tiene donde reclinar la cabeza.
Su pecho es como el mar.
Como el mar que no duerme de día ni de noche.
Lo que está en formación
y no agrupado como la madurez.
Como el mar que en la noche
cuando la tierra duerme como un tronco
da vueltas en su lecho.
¿Quién es esa mujer que canta
en la noche? ¿Quién llama a su hermana?
De país en país, esa rapsoda que vuelva en el viento
por encima del mar tenebroso donde culebrea el cielo?
¡Salidle al encuentro!
Ella, la enamorada.
I
Sí. Ya sé.
Ya sé yo que lo que os gustaría es una Obra Maestra.
Pero no la tendréis.
De mí no la tendréis.
Aunque se vuelva, comentando, algún maestro
del humor entre vosotros: -Poco trabajo le costará cumplir…
Aunque sepa hasta qué extremo las amáis.
Dios hizo el agua
El Diablo la echó en el vino
Dios hizo la ventana
abierta para el hombre
interior
El Diablo la puerta
cerrada para el de afuera
Dios hizo el pan
El Diablo su precio
Dios hizo las mejores
palabras ocultas
El Diablo las que sobran
Dios nos hizo juntos
El Diablo nos falsificó
separados
Dios te hizo una
El Diablo otra
Yo te esperaba
Pasaste sin mirarme.
Me presentan mujeres de buen gusto
Y hombres de buen gusto
Y últimos matrimonios de buen gusto
Decoradores bien avenidos viviendo en medio
de un miserable e irreprochable buen gusto
Yo sólo disgusto tengo.
Un excelente disgusto, creo.
Van dirigidas estas líneas a quien poseyó:
la Belleza, sin la arrogancia
la Virtud, sin la gazmoñería
la Coquetería, sin la liviandad
el Desinterés, si la desesperación
el Ingenio, sin la mofa
la Ingenuidad, sin la ignorancia
todas las trampas de la feminidad, sin usarlas.
Caminantes camineros
de Madrid a San Sebastián
hemos visto cómo toda la tierra
está cantada por el mar.
Y al borde de tu misa oímos
un océano universal
y el rumor de todas las hostias
que se venían a quebrar.
No nos equivoquemos sobre este punto.
Las niñas marimachas, chinvaronas, tom-boys
–como se diga–
que juegan sólo con muchachos, beisbol de lustradores
trepadoras de rodillas raspadas,
con cicatriz visible y permanente en la ceja izquierda
impresa contra el filo de la piedra
de la poza absoluta de la infancia;
son sensibles, intensas bajo sus overoles,
y despliegan más tarde mamalias adorables
y hacen hombre al hombre porque lo trataron
desde niñas y se lo saben desde dentro,
y ya adultas le amortiguan todo lo que
es demasiado duro, pulido e hiriente
como ebanistería enemiga.
Me trajeron de Roma una caja vacía.
Para que encierres milagros, me dijeron, camaleones
quizás te ayuden a cambiar
porque deben ustedes saber que siempre he sido cruel
y desertor y anodino.
Pesaba.
La cerradura era de sangre. Las esquinas reforzadas de perfecto
metal.
Llámenosla novia o nieve cuando falte al hotel: detengan en la cama las sábanas su curso, tiemble la lámpara, salte de rasguños la cortina.
Que en la calle arda un perro.
Que todas las esquinas y las luces escuálidas den a un taxi escarnecido Que el taxi viaje leguas, plazas, mentidos horizontes y llegue al fin t una estación donde aguarde solo un tren escarnecido.
Mañana se cumplirá otro año y no la encontrarás.
No acudirá puntual a esta plaza-de-lima vestida
de astillas multicolores y de trapos.
Preguntarás por ella inútilmente. Nada sabrán
los niños, los vendedores de plomo estrellas
amuletos, los mendigos, el mono
y el palo verde de la suerte del organillero.
El horno
porque allí guardan los zapatos de mi padre.
La cama
porque hay duendes debajo
y han cavado una mina
sólo para extraer respiración.
Con el sol hallaba sus restos, sus guijarros
y aprendí que el placer
y la arena son metáforas.
Y por qué se llamaría así este poema
Se llamará porque hay una manzana
Y por una sola vez el cuarto se abrió
Coincidiendo el cuerpo con la fruta
Manzana próxima
excitada
Irrumpiendo como un destino
0 un tatuaje
Fruto con fruto hasta tres
Mientras perdía atónito una de mis manos
No creas ciencia
amor
No hay lecho más cruento ni real
Sabiduría que ahora devoramos
Qué puede en el límite uno conceder
Nada
Tres manzanas
Y un poema un muñón de nuevo una manzana
He debido esperar muchos años para que al fin
me recibieras.
Probé todos los filtros. Me hice de cajas de cuerda,
flores, talismanes
que dejaba en tu casa sin que lo notaras.
Recuérdame corriendo el picaporte.
Oculto entre los árboles enanos y rojos
que dan vueltas al jardín
o en el clavo que sostiene una fotografía
sin rastros de sonrisa.
¿Conocéis a la rubia y tierna Amira?
¡Qué belleza, qué flor, qué luz, qué fuego!
Su andar se ajusta al ritmo de la lira,
Hay en su voz la suavidad de un ruego.
El flamenco nadando en la laguna
Entre el verde juncal, no es más gallardo:
Espira un vago resplandor de luna,
Tiene la fresca palidez del nardo.
Tenía yo dieciocho años, y ella
Apenas dieciséis; rubia, rosada.
No es por cierto más fresca la alborada
Ni más viva una fúlgida centella.
Un día Adriana bella
Conmigo fue al vergel buscando fruta,
Y así como emprendimos nuestra ruta
Absorto me fijé por vez primera:
¡Cuán atractiva y cuán hermosa era!
Esta noble sentencia
Que tengo en blanco mármol ya esculpida,
me dijo un sabio de ática elocuencia
Que recuerda a Platón: «la inteligencia
Es la flor de la vida».
¡Allá van! son hojas sueltas
De un árbol escaso en fruto;
Humildísimo tributo
Que da al mundo un corazón.
Allá van, secas, revueltas
En confuso torbellino,
Sin aroma, sin destino,
A merced del aquilón.
Esas hojas los ensueños
De la vida simbolizan,
Cuando puros divinizan,
La ventura o el afán;
Son emblemas de risueños
Devaneos que en su aurora
La ilusión virgen colora,
¡Y que nunca ¡ay!
Torné a ver la vieja ermita,
se halla todo en su lugar:
la lámpara moribunda,
la flor mustia en el altar.
Doquier quedan las señales
de la dulce, antigua fe:
allí está la Dolorosa,
allí el Cristo que adoré.
Canción Fúnebre
En idioma guaraní,
una joven paraguaya
tiernas endechas ensaya
cantando en el arpa así,
en idioma guaraní:
¡Llora, llora urutaú
en las ramas del yatay,
ya no existe el Paraguay
donde nací como tú
¡llora, llora urutaú!
¿Será un crimen rasgar la tenue gasa
con que oculta el amor gracias terrenas,
o en la pomposa viña las ajenas
uvas gustar y el bien que raudo pasa?
Cuando el amor el alma nos abrasa,
que Venus arde en las henchidas venas,
desciende el cielo mismo a las amenas
ígneas regiones del placer sin tasa.
¡Oh soledad! ¡Oh murmurante río,
A cuya margen espontáneos crecen
Los árboles frondosos, que el otoño
Despoja ya de su hojarasca verde!
Huésped errante de la selva oscura
Di en estas limpias aguas. ¡Cuántas veces
Me vio la tarde, absorto en mis recuerdos,
Contemplando su plácida corriente!
¡Hijos queridos! En la paz bendita
del heredado hogar hallad defensa
contra el violento entorno que nos tensa
contra el combate cruel que nos agita.
Como en vuestros abuelos se condensa
reconoced caballeresca cita
con la conciencia que a lo heroico invita
y rechazad vivir en la vergüenza.
He nacido en Buenos Aires
¡qué me importan los desaires
con que me trate la suerte!
Argentino hasta la muerte
he nacido en Buenos Aires.
Tierra no hay como la mía;
¡ni Dios otra inventaría
que más bella y noble fuera!
(a modo de un pintor primitivo culto)
Yo, mamá, mis dos hermanos
y muchos peruanitos
abrimos un hueco hondo, hondo,
donde nos guarecemos,
porque arriba todo tiene dueño,
todo está cerrado con llave,
sellado firmemente,
porque arriba todo tiene reserva:
la sombra del árbol, las flores,
los frutos, el techo, las ruedas,
el agua, los lápices,
y optamos por hundirnos
en el fondo de la tierra,
más abajo que nunca,
lejos, muy lejos de los dueños,
entre las patas de os animalitos,
porque arriba
hay algunos que manejan todo,
que escriben, que cantan, que bailan,
que hablan hermosamente
y nosotros rojos de vergüenza
tan sólo deseamos desaparecer
en pedacitos.
I
(casi soneto)
Para tu mudanza, ¿dónde habrá un suelo
de claro polvo y cálido recodo,
en que tus breves pies con tierno modo
equilibren la sangre de tu cuerpo?
O para tu vuelo, ¿cuándo habrá un viento
que llegue a tu costado como un soplo,
y te traslade de uno a otro polo,
pasando el edificio, el valle, el cielo?
Llevarte quiero dentro de mi piel,
Si bien en la lontananza aún te acecho,
Para rescatar la perdida miel.
Contemplándote como un perro fiel,
En el día te sigo trecho a trecho,
Que haberte quiero dentro de mi piel.
Amo a una mujer de larga cabellera
Como en un lago me hundo en su rostro suave
En su vientre mi frente boga con lentitud
Palpo muerdo acaricio volúmenes sedosos
Registro cavidades me esponjo de su zumo
Mujer pantano mío araña tenebrosa
Laberinto infinito tambor palacio extraño
Eres mi hermana única de olvido y abandono
Tus pechos y tus nalgas de dobles montes gemelos
me brindan la blancura de paloma gigante
El amor que nos damos es de noche en la noche
En rotundas crudezas la cama nos reúne
Se levantan columnas de olor y de respiros
Trituro masco sorbo me despeño
El deseo florece entre tumbas abiertas
Tumbas de besos bocas o moluscos
Estoy volando enfermo de venenos
Reinando en tus membranas errante y enviciado
Nada termina nada empieza todo es triunfo
de la ternura custodiada de silencio
El pensamiento ha huido de nosotros
Se juntan nuestras manos como piedras felices
Está la mente quieta como inmóvil palmípedo
Las horas se derriten los minutos se agotan
No existe nada más que agonía y placer
Placer tu cara no habla sino que va a caballo
sobre un mundo de nubes en la cueva del ser
Somos mudos no estamos en la vida ridícula
Hemos llegado a ser terribles y divinos
Fabricantes secretos de miel en abundancia
Se oyen los gemidos de la carne incansable
En un instante oí la mitad de mi nombre
saliendo repentino e tus dientes unidos
En la luz puede ver la expresión de tu faz
que parecías otra mujer en aquel éxtasis
La oscuridad me pone furioso no te veo
No encuentro tu cabeza y no sé lo que toco
Cuatro manos se van con sus dueño dormidos
y lejos de ellas vagan también los cuatro pies
Ya no hay dueños no hay más que suspenso y vacío
El barco del placer encalla en alta mar
¿Dónde estás?