Otra vez el verano

El verano pone su color tranquilo
sobre todas las cosas y las hojas;
de nuevo alborota el viento
a las muchachas, cierra
los cuadernos y junta la tarde
perezosa a las naranjas.
Arena de luz la playa, tranquilo
el mar, en paz el ave, solo el polvo
arrastra su camisa a otro lugar.

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Poética a dos voces

Aves corola que deshoja sin preguntar el viento
» -… vinieron en la noche, derribaron la puerta…»
por sus propios colores perseguidas
» -… hirieron al hermano y quemaron los libros…»
con las alas mojadas en estanques de altura
«-… bajaron a registrar hasta abajo del suelo…»
flechas del paraíso clavadas a su aliento
«-… rompieron los retratos, desgarraron mis ropas…»
las lineales celosas ahogadas del aire
«-… entre caballos se llevaron al marido…»
otoños en exilio forasteras del tiempo
«-… le colgaron de los dedos quebrándole las manos…»
guareciendo su pluma en bodas de algodones
«-… le han dejado con los pies en agua helada…»
amor que se adormece en la ola del vuelo
«-… ha muerto y lo enterraron no sé en dónde…»
con burbujas de nube entre los remos
«-… hoy se llevaron ya hasta a los niños.»

Yo quería añadir: Su orden de aluminio…
Pero no puedo, pero no me dejan
y no quiero y me callo.

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Pont St. Michel

los jóvenes han invadido la tierra por parejas
un pescado abrazado a otro pescado
y en todos los rincones del desierto
el doble animal el montón único
ciegos que se reconocen oliéndose la oreja
o sordos que se oyen con la lengua

en esta fría devoración quién de los dos es ella
quién pondrá entre los dos una guitarra
quién envidioso los separará con una espada
o les dará colérico noticias de la guerra

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Surrealismo al aire libre

El insólito encuentro de una máquina de coser
y un paraguas en un mesa de operaciones

o relojes con ojos.
De modo que pensabais
que había que inventar los increíbles.
Pero, entonces, ¿no habéis estado
en mi país, en mis países, nunca supisteis
lo que pasa en su paisaje de colores
en cólera, por ejemplo una bota
con espuela y un sombrero de cura
encima de un cadáver, de un indio
por más señas, como si no bastaran
los piojos de su historia, cuentas
de avemarías?

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Al pie de la diosa blanca

Es cierto que te he traicionado.
Por años te pospuse con argumentos vanos.
¡Cómo desatendí tus llamados!
Quise taparme los oídos con la dorada
cera de las abejas, pero
no era de sirenas tu canto.
Hasta en sueños me perseguías
e hiciste yunque de mi pobre cabeza
y yo, necia, me negaba a obedecerte.

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Mensaje urgente a mi madre

Fuimos educadas para la perfección:
para que nada fallara y se cumpliera
nuestra suerte de princesa-de-cuentos
infantiles.
¡Cómo nos esforzamos, ansiosas por demostrar
que eran ciertas las esperanzas tanto tiempo
atesoradas!
Pero envejecieron los vestidos de novia
y nuestros corazones, exhaustos,
últimos sobrevivientes de la contienda.

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Qué manos a través de mis manos

Las anchas manos pecosas y morenas de mi abuelo
con igual destreza vendaban una herida,
cortaban gardenias
o me suspendían en el aire feliz de la infancia.
Las manos de mi abuela paterna
artríticas ya cerca de su muerte,
una vez fueron frágiles manos, filigrana de plata,
argolla de matrimonio en el anular izquierdo;
pitillera y traguito de scotch o de vino jerez
en atardeceres de blancas celosías
y pisos de madera olorosos de cera,
recostada en su chaise-longue leyendo trágicas historias
de heroínas anémicas o tísicas.

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Astillas

A mi madre

Mueres de día. Sobrevives de noche.
Paisaje de guerra
de posguerra
paisaje después de la batalla.

Piedra sobre piedra donde sólo se escuchan, en la
(noche a los gatos,
a las parejas de amantes que no tienen dónde meterse,
chillando.

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Calvert Casey

Cuando vio La Habana en Roma
la miseria de La Habana en Roma
no pudo seguir lactando
de las tetas de la madre de Remo.
Luego reconoció a Roma en La
Habana del paleolítico inferior.

San Petersburgo
París
La Habana
Roma,
las alucinaciones son reales.

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Césped inglés

Los segadores
tienen una rara vocación por la simetría
y recortan las palabras sicomoro,
serbal, abeto, roble.
Guardan las proporciones
como guardan sus partes pudendas.
Y ejercen sin condescendencia
el orden universal
porque el hombre
-como el pasto-
también debe ser cortado.

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Cielo boca abajo

No,
el cielo no se tiende
como un paciente
anestesiado
sobre la mesa
El paciente
en su camilla
anestesiado de sí mismo
no mira al cielo
espera
el corte
el bisturí
que haga saltar al potro de su infancia
y las canciones natales que volverán
con las agujas hipodérmicas.

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Huesos fuertes

El viento entra
por los huesos
una flauta
una cañería de desagüe.
‘Podrían tocar
toda la noche
y pedir
durante tres generaciones.
Si se le mira de cerca
no están hechos
para el trabajo
y ostentan su miseria
en carteles escritos
en lengua ajena’
Los rumanos
de los campos
de concentracíon
(y los otros)
escaparon

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Riberas del Mapocho

Una ciudad atravesada por un río
una mujer por su hombre
una garganta por una espina.
Mapocho vertical
donde desembocan el Sena y el Aconcagua,
el Nilo y el Almendares,
¿el camino de bajada es el mismo?
Los pájaros picotean con fruición
las cáscaras de plátanos
y los cuerpos ahogados.

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Santiago Humberstone

Yo, Humberstone,
hijo de un modesto empleado de correos
y nieto del Director de la Banda de Guardias Escoceses,
llegué aquí a hacer la América.
Yo, un oscuro químico
lustrado ahora por la sal,
inventé esa ficción: el pampino:
cruce de animal soñador necesitado con nativas de la zona.

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MONSTRUOS

Todos los días rezo esta oración
al levantarme:

Oh Dios,
no me atormentes más.
Dime qué significan
estos espantos que me rodean.
Cercado estoy de monstruos
que mudamente me preguntan,
igual, igual, que yo les interrogo a ellos.

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