¡Oh!, ¡quién sabe si el Caribe,
como las marinas aves,
con alas de la tormenta
cruzó de noche los mares,
y en las playas de Borinquen
movió sus huestes falaces
como serpientes astutas,
como zamuros cobardes,
si hora gimes en prisiones
muy lejos de tus hogares,
y si mi nombre pronuncias
en medio de tristes ayes!
Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
jardinero de oro de la vida,
jardinero de fuego de la muerte,
en el carmen fecundo de mi vida.
Pico de cuervo con olor de rosas,
aguijón enmelado de delicias
tu lengua es.
Yo hacía una divina labor, sobre la roca
creciente del orgullo. De la vida lejana
algún pétalo vivo voló en la mañana,
algún beso en la noche. Tenaz como una loca,
seguía mi divina labor sobre la roca,
cuando tu voz que funde como sacra campana
en la nota celeste la vibración humana,
tendió su lazo de oro al borde de tu boca;
-¡Maravilloso nido del vértigo, tu boca!
Engastada en mis manos fulguraba
como extraña presea, tu cabeza;
yo la ideaba estuches, y preciaba
luz a luz, sombra a sombra su belleza.
En tus ojos tal vez se concentraba
la vida, como un filtro de tristeza
en dos vasos profundos… yo soñaba
que era una flor de mármol tu cabeza;…
Cuando en tu frente nacarada a luna,
como un monstruo en la paz de una laguna
surgió un enorme ensueño taciturno…
Ah!
Ven, oye, yo te evoco.
Extraño amado de mi musa extraña,
ven, tú, el que meces los enigmas hondos
en el vibrar de las pupilas cálidas.
El que ahondas los cauces de amatista
de las ojeras cárdenas…
Ven, oye, yo te evoco,
extraño amado de mi musa extraña!
A ti vengo en mis horas de sed como a una fuente
límpida, fresca, mansa, colosal…
y las punzantes sierpes de fuego mueren siempre
en la corriente blanda y poderosa.
Vengo a ti en mi cansancio, como al umbroso bosque
en cuyos terciopelos profundos la fatiga
se aduerme dulcemente, con música de brisas,
de pájaros y aguas…
y del umbroso bosque salgo siempre radiante
y despierta como un amanecer.
¿Acaso fue en un marco de ilusión,
en el profundo espejo del deseo,
o fue divina y simplemente en vida
que yo te vi velar mi sueño la otra noche?
En mi alcoba agrandada de soledad y miedo,
taciturno a mi lado apareciste
como un hongo gigante, muerto y vivo,
brotado en los rincones de la noche
húmedos de silencio,
y engrasados de sombra y soledad.
Mas, ¡ay!, si mi amor olvidas
como el yagrumo variable;
si has dejado que otros ojos
con sus miradas te abrasen,
que otras manos te acaricien
y que otros labios te llamen.
Si oculta en la verde gruta
al declinar de la tarde,
borras mis ardientes besos
con los besos de otro amante…,
pues sabes que en ti no puedo
de tus traiciones vengarme;
permita el cielo, Cacica,
que en el próximo combate
caiga sin honra ni gloria
y que el pecho me traspase
una flecha de Caribe
mojada con el curare;
que al fin por tu amor muriendo
tal vez llegues a llorarme,
hermosísima Cacica
de los montes tropicales,
la de la negra melena,
la de los ojos muy grandes.
Soñé que la mujer a quien adoro
con infame perjurio me engañaba
y a otro amante feliz, le abandonaba
de su amor el bellísimo tesoro.
Soñé que apasionado, que sonoro
su beso en otra boca resonaba
y aunque el sueño mis párpados
cerraba los abrían las fuentes de mi lloro.
Bajo el sol tropical de las Antillas
marchítase la flor;
como ella palidecen tus mejillas
al fuego del amor.
Mas la pálida rosa, vida mía,
la reina es del pensil,
y la besan, temblando de alegría,
las auras del abril.
Vente, niña, a mi bohío
vente, niña, a mi conuco
ven, que ya está mi cayuco
junto a la orilla del río.
Abandona las murallas
de los campos por la alfombra
y ven a gozar la sombra
de un bosque de pitahayas.
1. Lo que dices de mí…
Lo que dices de mí:
un extraño camino que nunca he recorrido,
un camino que enlosan tus palabras
y que si miras bien se corresponde
con una de las líneas de tu mano.
Como aquel alfarero que rompía las jarras
nada más terminarlas.
Sin perder la sonrisa
destrozaba los platos y los vasos
y luego se ponía a decorar
los fragmentos dispersos por el suelo
con sangre que sacaba gota a gota
de sus dedos y brazos, de sus muslos,
de las callosas plantas de sus pies.
Como un águila,
Dios
también de vez en cuando necesita
descansar de Sí Mismo
y replegar Sus alas
y dejar de volar por un instante.
Nosotros somos árboles plantados por Sus manos,
apenas una mancha en el paisaje
de lo Eterno:
lugares
para que Dios repose.
El saltador se encoge, se agarra las rodillas,
esconde la cabeza entre las piernas.
A punto de llegar da un latigazo
y se estira de golpe contra el agua:
al sumergirse nace, y el mundo, sacudido,
vuelve a iniciar de nuevo sus circunvoluciones,
su salto de gestante que atraviesa el espacio
como una caracola o bosta o piedra
lanzado hacia la luz: le enseña el saltador
al mundo su trabajo, y a convertirlo en juego,
y cómo al zambullirse quedar recién nacido:
le enseña el mecanismo de la vida.
estábamos ahí detrás del seto
hendidos a buril en la espesura
estábamos ahí abrazados e inmóviles
a salvo de los perros de la casa
estábamos ahí
como piedras talladas por el canto del búho
como agua detenida por el canto del liquen
como raíz medicinal que aguardase a una enferma
estábamos ahí tras los arbustos
a salvo del bullicio feliz de las palabras
lo que dices de mí lo que digo de ti
las palabras que dicen
pon la cena el columpio chirría que se laven las manos
he encontrado ese vino que te gusta
estábamos ahí
sin las palabras
hundidos en la noche como huella en el barro
abrazados e inmóviles como el rayo en el tronco
a salvo del Estar y del Ahí
perros que muerden al extraño que salta el muro de la casa
estábamos ahí detrás del seto
como un poco de lluvia secándose en la cuerda de la ropa
besándonos despacio para parar el río
buscándonos despacio viviéndonos despacio
para parar el hielo y el deshielo
para parar las nubes y las águilas
para entrar muy despacio al cuarto donde duermen las
preguntas
para salir del tiempo sin salir de nosotros
estábamos ahí
sin arcos de palabras sin flechas de palabras
desarmados y solos como el óxido que baja por la verja
sin cepos de palabras sin lazos de palabras
sin tirachinas de palabras
abrazados e inmóviles como briznas de un nido
como una mariposa en el cuerno de un toro
como un cadete muerto en su trinchera
a salvo del Decir y del Nosotros
emboscados y tristes
lamiéndonos despacio desde nunca hacia nunca
pulsándonos despacio como a un violín los cambios de
humedad
cerrándonos despacio las madrigueras del deseo
mientras ladran los canes y olfatean
mientras ladra el Decir ladra el Nosotros
mientras ladran a coro las palabras
lo que dices de mí lo que digo de ti
ayúdame a peinarme la leche no está fresca
gracias por el jersey gracias por tu sonrisa
hoy te toca fregar ya mí las camas
ayer no te acordaste de recoger las fotos
se han mustiado las rosas pero no los geranios
estábamos ahí
sembrándonos semillas de dedos y de bocas
la pepita el carozo las costillas los tarsos
sembrándonos el árbol de los huesos
arrojando caricias como grano en el surco
arándonos a espalda de los bueyes pesados del espíritu
estábamos ahí detrás del seto
no en silencio pues éste mana de las palabras
cercados por hurones por babosas
por pistilos y abejas por el viento y un trozo de papel
no en silencio pues éste se calla en las palabras
el silencio se calla dentro de las palabras
a salvo del Estar y del Ahí
que se llenan la panza con todas tus palabras y las mías
palabras como pienso que trituran sus dientes
montones de palabras que les mantienen vivos y excitados
palabras recogidas en platos de silencio
que les hacen saltar mancharte con sus patas aullar a los
de afuera
palabras que alimentan la exclusión
estábamos ahí tras los arbustos
como tréboles setas coccinelas
como asteroides recién precipitados del olvido
como el tallo espinoso de la nada
como torpes alumnos del sauce y la colina
como luz rebotando de tu cuerpo a mi cuerpo de pared a
pared
quitándonos despacio los ladrillos
quitándonos ladrillos uno al otro para poner un claro del
bosque entre los dos
atesorando fórmulas para el tiempo del caos
estábamos ahí
esculpiendo la luz en la espesura
estábamos ahí detrás del seto
como ladrones sin pasado
ladrones sin más plan que no ser atrapados por la Historia
ladrones con las manos vacías de vacío
ladrones sin ganzúas sin linternas sin guantes sin
cronómetros
sin pólvora futura ni el cortafrío del presente
ladrones sin sintaxis ni pistolas
plantados en un robo como en una maceta
plantados en el plano de una casa como alfileres en un
corcho
plantados en el antes y el después como una jabalina
lanzada contra un ñu
estábamos ahí
soldados a la noche como planchas de un barco a la deriva
sorbiéndonos y siendo sorbidos por los líquidos
fantasma naufragando en un fantasma
estábamos ahí
entre el bosque y la casa
tras un seto
a salvo del Decir que rompe el espinazo de los gatos
a salvo del Estar que acorrala a los topos
a salvo del Nosotros que acecha a los gorriones
a salvo del Ahí que gruñe al visitante
a salvo del desfile de palabras que aplastan tulipanes y
magnolias
lo que dices de mí lo que digo de ti
barnizar las persianas me llevará una tarde por lo menos
el paquete de harina me recuerda a tu amigo
me esconderé en el gel cuando te duches
te vi en mi pesadilla con treinta y dos cabezas de lechuga
haz copia de esta llave haz copia de tu lengua
estábamos ahí
abrazados e inmóviles como raíles a la tierra
como una copa al agua que derrama
desmigajados como para un cuervo
desorientados como la brújula prendida de un imán
abrazados e inmóviles como el humo y los troncos
como el mirlo y sus trinos
como el tren y el temblor y el pasajero
estábamos ahí detrás de los arbustos
no escuchando las risas ni los discos ni los coches
frenando al llegar a la curva
no mirando los globos de colores
no oliendo las galletas horneándose
a salvo del Nosotros anfitrión de una fiesta
a salvo del Decir malabarista
a salvo del Estar que sirve canapés
a salvo del Ahí que guarda los abrigos
abrazados e inmóviles como nutrias de agua
como milanos de aire
como arcilla en la piel del alfarero
no sintiendo el relente que empapa las hamacas y los
toldos y riza los cabellos de los que bailan en el
porche
no atendiendo al silencio de todas las palabras
lo que dices de mí lo que digo de ti
nos vamos a tu casa.
Lo que existe parece que no existe
porque tú lo has tocado ser adentro,
porque tú lo has tocado beso adentro
con la nerviosa lengua de la nada.
Me palpas con tus manos infinitas
(no son manos, lo sé, sino estallidos:
el tiempo que no llega nunca a tiempo,
un tiempo adelantado o retrasado
que acaba siendo mar o nebulosa)
y se borra mi cuerpo, y al borrarse
por fin se hace visible: un signo cero
suspendido en el aire entre nosotros.
Todo lo que decimos
da vueltas y más vueltas
rueda desde nosotros a nosotros
baja por la pendiente
que llamamos espalda mundo ser
da vueltas y más vueltas
para encerrarnos juntos
en la bola de nieve en el alud
de círculos que van por la ladera
creciendo y retumbando
aplastando lo frágil
la huella de los lobos
y al Viejo Excursionista expulsado del cielo.
No estés triste‚ mi amor‚
y si lo estás‚
que tu tristeza sea un modo de vengarte
de Dios y de las flores‚ de la alegría inútil
que debe ser la vida según ellos‚
y no estés triste nunca
por las cosas que pasan o no pasan‚
sino solo por esto: porque contempla la tristeza
desde lejos a Dios y a las flores y al tiempo
y nos lleva al lugar donde amar es posible.
No lamento tu ausencia‚ no me alegro tampoco:
esta paz de tenerte como siempre en las manos
es parte de mi amor‚
de este nuevo sentido que has puesto en mis sentidos‚
y no es que estés muy lejos‚
es que madura lento lo que más nos importa
y el tiempo y el espacio son frutas delicadas·
Juan se llevaría la palabra isla. Así,
ante las preguntas sibilinas que siempre
son el crepitar del fuego, el graznido del
cormorán o el repiqueteo de la lluvia,
y de cuya contestación dependen que se
nos entreguen o que nos rechacen,
podría decirles: «me llamo Juan y estoy
en una isla».
No sirve lo que fui: lo que no he sido
es lo importante. Mi pasado no existe
de tanto no quererlo. Es de los otros, mas no mío.
No reluce ni sabe
cegar como los seres de la nada.
Mas no es fácil volver sobre mis pasos para encontrar
los labios no besados, los cuerpos (no elegidos no para poseerlos:
para darlos también y volverme tan pobre que ni la muerte
sepa qué hacer para matarme).
No es fácil injertarse en ti, ísima mía.
Me doy cuenta de que fue risa y no tos
lo que te dije, y debo despensar las cosas
que puse en tu silencio, y salir de tus bocas de
y dejarte, mitad sola, gastada por mis vellos.
Escapa por tu vida: no mires tras de ti.
Génesis, XIX, 17
Si dijeras, si preguntaras de dónde
viene, quién es, en dónde vive, no podría
hablar sino de muertos, de substancias hace
tiempo descompuestas y de las que sólo
quedan los retratos; si preguntas de nuevo,
diría que transcurre el cuarto al fondo
de la casa, que conserva destruyendo labios
como látigos, rostros, restos de útiles
inútiles y de parientes transitorios
en su soltera soledad.
¿Es posible que esto sea toda
la historia, solo un día? ¿Una noticia
de ayer, perdida en la penúltima
página, la cotización caída ?
Te cobran por la fuerza, los arriendos
vencidos de la tierra, te cobran por las cosas
que tu lámpara hizo agonizar a puro nimbo
y por el corazón y sus jóvenes bestias
que pacen suspirando:
la pólvora, tu amante,
se sacude las manos: «asunto concluido».
y no podré jamás confundirme de puerta
y a nunca equivocarme de rostro de tranvía
comenzar el destino en la otra mano
con una llave o un sombrero diferentes
sin recorrer la misma duda y a la misma hora
la misma calle con el mismo pie
no entrar de nuevo al cuarto de uno
donde uno se espera y nunca sale
esperando al teléfono llamadas de una voz
que antes se escuchaba con el vientre
noticias de ojalá
el horóscopo para ayer que no acierta tampoco
y se mira crecerle los adioses en la cara
y no hay gillette para el recuerdo
no hay jabón para lo sido lo cernido
de las ruinas de uno mismo argamasa de la edad
como un templo donde ya no sucede nada cierto
y tantas moscas rondándome
simple muñón de ti mi antes
y en la mirada también queda lo sucio de estos dolores
puesto su sucio a remojar a fondo
por lo menos con esto me distraigo
me corrijo la vida como debió haber sido
hago cuentas de cuánto debo irme
para no estar conmigo en otra parte
escondiendo analgésicas teorías
olvidando soluciones criminalmente justas
manuscritos de la tempestad al fin y al cabo
con lo demás no hay cómo son las piedras honestas
del que no fui y seguí siendo otras veces
del que quise nacerme sin mancha de pasado
y si remueven un poco me verían debajo
echando una lagrimita por aquello
atónitos con melanosis
santos retorcidos por la sabiduría
equilibristas con espasmo y catalepsia
raquíticos hipertróficos enfisematosos
lánguidos místicos agónicos
esqueletos forrados de pergamino pardo
esqueletos envueltos con mosquitero
dos rodillas recuerdo de otra pierna dos dientes
reliquia de la vieja religión en la mejilla
La cocina estaba todavía salpicada
de harina y oraciones; la nodriza
arropaba al fantasma de la noche,
buscaba el itinerario de las naves
que trajeran de regreso a un vagabundo.
Habían enmohecido las imágenes, envejecido
el ruido. En las grandes tinajas
el eco de voces conocidas repetía
la cuenta del dinero.
de qué carajo sirvió todo el amor sobre todo
si después de todo llegaron las explicaciones
esa excrecencia que le nace al destino
cuando ya se han gastado por el uso los cuerpos
entonces me voy yendo
pero nos quedamos quedándonos
animalmente atados entre nosotros dos
y vivieron felices muchos años
«I’ am not a professional, I work
in an office of the American Army.»
Sus pies dentro del charco de su enagua.
«I’am always short of money
but I do this very seldom.»
Mi sombra era demasiado grande en su cama,
balsa seca de soltera en el suelo.
(Capítulo de novela)
Llamo a la puerta.
-Quién es, pregunto.
-Yo, contesto.
-Adelante, digo.
Yo entro.
Me veo al que fui hace tiempo.
Me espera el que soy ahora.
No se cuál de los dos está más viejo.