DEFINICIÓN

También hay un silencio enamorado.
Existe entre las cosas. Existe entre nosotros.
En un patio con luz hipnotizada
(las dos del día) yendo hacia septiembre.

En el suspiro misericordioso
del pecho de un enfermo.

En lo que hablan en voz baja los amantes:
cuando callan
y no se oye ni pasar el viento,
silencio enamorado.

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DIFERENCIAS SOBRE LA FOLÍA

Acércate a la Locura de la España
para que sepas lo que es en el mundo
clamar por la pared a golpes de hueso ilíaco usado como llana
hasta dejarla en puro pecado original,
hacer vibrar por todo el valle de la vida
los quijarazos de hueso afilado
hasta el extremo de navaja barbera o cuerda de viola:
para que sepas lo que puede ser clamar
en el valle multitudinario de la tarde
y no obtener de nadie más piedad
que si tocaras vigüela d’arco cara a la pared,
con rayos de sol limón
por toda consolación
los ratos que las nubes clementes lo consienten,
y no apremiar el arco en esa colofonia:
afilar el rencor.

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EN EL TRASMUNDO TIEMBLA UNA BOMBILLA

I

¡Valtellina aprendida de memoria
hace diez años, sobre los papeles,
en figura cambiante de lo que nunca fuiste!:
ni pergamino casi transparente,
ni ternilla de un blanco repulsivo
ni trémula cuajada para fauces.

II

Valtellina bufanda sin sombrero,
malhumor ascendente desde el amanecer,
humor agrio de sol entre las barbas,
minuto centelleante carretera abajo.

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PADRE DE TODAS LAS CRISMAS

(paisaje pasoliniano)

Se colmulga también en templos de la sordidez:
has de reconocerlos
por los ojos de arcadas aturdidos
que tienen en las plazas los patios de caballos
y, en sus puertas, montantes
con el cristal de medio real saltado
al modo guerra de la independencia
por turbas que convierten estaciones de tren abandonadas
en catedral del vómito en ayunas.

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PERIÓDICO

No quiero ver más fotos de estropicios de guerra,
sino, a lo sumo, lo que les ha hecho el temporal
a los troncos de pino:
mandarlos crecer en bucle,
dejarlos astillados hasta media cepa
para que giman cautelosamente al acercarme
y pueda yo mecerme sobre tal cautela;
descuajarlos para que aromen a tierra humanitaria;
tronchar un fuste para que perfume
en forma de cabeza tonsurada,
un olor hemisférico a trasquileo humano.

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QUE AL SON DE NUNO JÚDICE

Los campos de la patria son una lección retórica de austria-hungría a caballo,
una baladronada de schumann cabalgando en un leño,
una sabihondez del abate liszt,
unos ojos exoftálmicos pidiendo limosna al cielo:
la consapevolezza
del mulo que sueña
con nubarrones desde la tibieza de su cuadra
mientras pasta ante la pesebrera.

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VISEU – VISIÓN

I

Tú fuiste el que encontraba a Dios en los aromas
(pero no al diablo en los hedores), hasta el día
en que un dios descendió con su divina coima
a la Sé de Viseu, al sol del claustro
y a los olfatos de humildes oledores
que andaban por allí a lo que cayese,
o pedían a las bóvedas maná que contemplar,
o zurcían exasperados la tarde
o fregaban sus suelos cada hora:
a todos vino a visitar la celestial pareja
y para todos tuvo palabras de consuelo en forma olfativa.

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Maelstrom (Fragmento)

El día no quiere despertar
en ti mis sueños se prolongan
lo real imaginario
vivo despierto en tu diluvio
trébol de tiempo de una sola hoja
de ti a mi sueño no hay distancia
te había soñado pero eras real
como un vilín germinando
como un surtidor de cimitarras
como una catedral
ardiento den la alta noche en la mar alta
yo no quiero dormir solo
en la incestuosa noche fraternal
cuando no estás me acompañas
y porque eres verdad puedo tocarte
en tu cielo giratorio
en tus palacios errantes
como jauría de arpas carniceras
como el vino el ángel la ventana
como una cornucopia de centellas
cuando mis tigres saltan en tu cama
el mar tiene la forma de mi amor
llueve dentro de mí tu rosa bárbara
tu carne es mía bajo la guillotina
besamos el sol cuando nos besamos
gracias doy a la vida
tu amor tiene la forma del mar.

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Soledad (V)

Yo canto porque no puedo eludir la muerte,
porque le tengo miedo, porque el dolor me mata.
La quiero ya como se quiere el amor mismo.
Su terror necesito, su hueso mondo y su misterio.

Lleno del fervor de la manzana y su corrosiva fragancia,
lujurioso como un hombre que sólo una idea tiene,
angustiadamente carnal con la misma muerte devorante,
yo me consumo aullando la traición de los dioses.

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Tres poemas

Deja los lirios, cielos, vanidades
de la utilería de vaguedades.
Gloria de la materia necesaria,
¡oh, absoluto unánime en un cuerpo:
infinita pleamar en un segundo,
vientre elemental, muslo concreto!

2

La realidad no tiene realidad
la realidad es el deseo
hace el deseo la realidad
real la realidad torna el deseo
el deseo es la realidad
vuelve la realidad sueño el deseo
realidad o deseo del sueño
sueño es la realidad del deseo
y deseo la realidad del sueño
deseo sueño realidad espejo
de Narciso trifásico en su infierno.

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Volvía a casa

Volvía a casa entre disparos y engañadas multitudes
ciegas en su tormenta, amado pueblo mío.
Qué trágico, qué duro, qué cruel nuestro destino
de arar sobre el mar y que la luz te enlute.

Desasosiego físico, que podía palpar
como un dolor de muelas en el alma,
me saturaba el cuerpo: zozobra que era náusea,
entre certeza y duda de tu verdad mañana.

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Alma mia gentil, que partiste

Alma mia gentil, que partiste
tan pronto de esta vida descontenta,
reposa allá en el Cielo eternamente,
y viva yo aquí en la tierra siempre triste.

Si allá en el asiento etéreo, en donde subiste,
memoria de esta vida se consiente,
no te olvides de aquel amor ardiente
que ya en los ojos míos tan puro viste.

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A CIERTA DAMA QUE SE DEJABA VENCER

Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
La sangre de su pecho vierte en vano,
Vende Lice a un decrépito indïano
Por cient escudos la mitad del lecho.

¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,
Sabiendo que halla ya paso más llano,
La bolsa abierta, el rico pelicano,
Que el pelícano pobre, abierto el pecho?

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A CÓRDOBA

¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
De honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
Que privilegia el cielo y dora el día!

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A DON ANTONIO VENEGAS

¡Oh, de alto valor, de virtud rara
Sacro esplendor, en toda edad luciente,
Cuya fama los términos de Oriente
Ecos los hace de su trompa clara!

Vuestro cayado pastoral, hoy vara,
Dará flores, y vos gloriosamente,
Del pellico a la púrpura ascendiente,
Subiréis de la mitra a la tiara.

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A DON CRISTÓBAL DE MORA

Árbol de cuyos ramos fortunados
Las nobles moras son quinas reales,
Teñidas en la sangre de leales
Capitanes, no amantes desdichados;

En los campos del Tajo más dorados
Y que más privilegian sus cristales,
A par de las sublimes palmas sales,
Y más que los laureles levantados.

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A DON FRAY DIEGO DE MARDONES

Un culto Risco en venas hoy suaves
Concetüosamente se desata,
Cuyo néctar, no ya líquida plata,
Hace canoras aun las piedras graves.

Tú, pues, que el pastoral cayado sabes
Con mano administrar al cielo grata,
De vestir, digno, manto de escarlata,
Y de heredar a Pedro en las dos llaves,

Éste, si numeroso dulce, escucha,
Torrente, que besar desea la playa
De tus ondas, oh mar, siempre serenas.

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A DON FRAY PEDRO GONZÁLEZ DE MENDOZA Y SILVA

Consagróse el seráfico Mendoza,
Gran dueño mío, y con invidia deja
Al bordón flaco, a la capilla vieja,
Báculo tan galán, mitra tan moza.

Pastor que una Granada es vuestra choza,
Y cada grano suyo vuestra oveja,
Pues cada lengua acusa, cada oreja,
La sal que busca, el silbo que no goza,

Sílbelas desde allá vuestro apellido,
Y al Genil, que esperándoos peina nieve,
No frustéis más sus dulces esperanzas;

Que sobre el margen, para vos florido,
Al son alternan del cristal que mueve
Sus ninfas coros, y sus faunos, danzas.

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A DON LUIS DE ULLOA

Generoso esplendor, sino luciente,
No sólo es ya de cuanto el Duero baña
Toro, mas del Zodíaco de España,
Y gloria vos de su murada frente.

¿Quién, pues, región os hizo diferente
Pisar amante? Mal la fuga engaña
Mortal saeta, dura en la montaña,
Y en las ondas más dura de la fuente:

De venenosas plumas os lo diga
Corcillo atravesado.

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A DON LUIS DE VARGAS

Tú (cuyo ilustre, entre una y otra almena
De la Imperial Ciudad, patrio edificio
Al Tajo mira en su húmido ejercicio
Pintar los campos y dorar la arena),

Descuelga de aquel lauro enhorabuena
Aquellas dos (ya mudas en su oficio),
Reliquias dulces del gentil Salicio,
Heroica lira, pastoral avena.

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A DON PEDRO DE CÁRDENAS

Salí, señor don Pedro, esta mañana
A ver un toro que en un Nacimiento
Con mi mula estuviera más contento
Que alborotando a Córdoba la llana.

Romper la tierra he visto en su abesana
Mis prójimos con paso menos lento,
Que él se entró en la ciudad tan sin aliento,
Y aún más, que me dejó en la barbacana.

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A DON SANCHO DÁVILA

Sacro pastor de pueblos, que en florida
Edad, pastor, gobiernas tu ganado,
Más con el silbo que con el cayado
Y más que con el silbo con la vida;

Canten otros tu casa esclarecida,
Mas tu Palacio, con razón sagrado,
Cante Apolo de rayos coronado,
No humilde Musa de laurel ceñida.

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A DOÑA BRIANDA DE LA CERDA

Al sol peinaba Clori sus cabellos
Con peine de marfil, con mano bella;
Mas no se parecía el peine en ella
Como se obscurecía el sol en ellos.

Cogió sus lazos de oro, y al cogellos,
Segunda mayor luz descubrió aquella
Delante quien el Sol es una estrella
Y esfera España de sus rayos bellos.

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A DOÑA CATALINA DE LA CERDA

Tres veces de Aquilón el soplo airado
Del verde honor privó las verdes plantas,
Y al animal de Colcos otras tantas
Ilustró Febo su vellón dorado,

Después que sigo (el pecho traspasado
De aguda flecha) con humildes plantas,
(¡Oh bella Clori!) tus pisadas sanctas
Por las floridas señas que da el prado.

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A FRANCISCO DE QUEVEDO

Anacreonte español, no hay quien os tope,
Que no diga con mucha cortesía,
Que ya que vuestros pies son de elegía,
Que vuestras suavidades son de arrope.

¿No imitaréis al terenciano Lope,
Que al de Belerofonte cada día
Sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas, y le da un galope?

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A JUAN DE VILLEGAS

En villa humilde sí, no en vida ociosa,
Vasallos riges con poder no injusto,
Vasallos de tu dueño, si no augusto,
De estirpe en nuestra España generosa.

Del bárbaro ruido a curïosa
Dulce lección te hurta tu buen gusto;
Tal del muro abrasado hombro robusto
De Anquises redimió la edad dichosa.

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A JUAN RUFO

Cantastes, Rufo, tan heroicamente
De aquel César novel la augusta historia,
Que está dudosa entre los dos la gloria
Y a cuál se deba dar ninguno siente.

Y así la Fama, que hoy de gente en gente
Quiere que de los dos la igual memoria
Del tiempo y del olvido haya victoria,
Ciñe de lauro a cada cual la frente.

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A JUAN RUFO, JURADO DE CÓRDOBA

Culto Jurado, si mi bella dama
—En cuyo generoso mortal manto
Arde, como en cristal de templo santo,
De un limpio amor la más ilustre llama—

Tu musa inspira, vivirá tu fama
Sin invidiar tu noble patria a Manto,
Y ornarte ha en premio de tu dulce canto
No de verde laurel caduca rama,

Sino de estrellas inmortal corona.

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A JÚPITER

Tonante monseñor, ¿de cuándo acá
Fulminas jovenetos? Yo no sé
Cuánta pluma ensillaste para el que
Sirviéndote la copa aún hoy está.

El garzón frigio, a quien de bello da
Tanto la antigüedad, besara el pie
Al que mucho de España esplendor fue,
Y poca, mas fatal, ceniza es ya.

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A LA ARCADIA

Por tu vida, Lopillo, que me borres
Las diez y nueve torres del escudo,
Porque, aunque todas son de viento, dudo
Que tengas viento para tantas torres.

¡Válgame los de Arcadia! ¿No te corres
Armar de un pavés noble a un pastor rudo?

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