Que burla señor, que has puesto en mi boca
preces y bendiciones, y en mi cintura
el fuego de los dioses que dominó la muerte,
ahora que solo clamo por ti, noche,
por tu desasimiento, yo , como exiliado, condenado,
solo en la noche libre, odiando toda luz, odiando
toda belleza, señor que burla, que burla ,
el largo camino
que conduce del sueño del niño solar,
a éste que ahora su cuerpo baña con las cenizas del
recuerdo,
– porque nadie puede saltar sobre su sobre su sombra,
ni coincidir con ella, cuando el mediodía se retrasa-,
– Oh señor- , y en mi solo crece el desierto,
el olvido que no puede olvidar el olvido
que lo revela todo-, las pequeñas muertes,
los pequeños duelos, abiertos en las confesiones
de las encenizadas lagrimas, – las que lloro por mi -,
y por aquella belleza que no engendró mi corazón
aquí, en ésta soledad a la que me condenaste,
al igual que Timón, Calibos, Catilina.
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