Gajes del oficio

Sentirse bajo la lupa escrutadora
de una sombra indefinida

no mover la pluma ni los labios
que suenan como hielo
al contacto del cristal

andar de puntillas en la casa
para no despertar sospechas
para no engordar la duda
que flota en el ambiente

la duda en cuanto al oficio
parasitario y nada noble
de escribir
y volar
y suspirar
y decir
y decir
que en un brote
de tinta
se erige
la esperanza

contorno
certero
y verde
inalterable
de la razón
y el corazón
que a paso lento
camina hacia la cima
iluminada
con el foco
del idioma

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Te estoy llamando

Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.

Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.

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Más sobre mi perro

Kafu se parece tanto a mí que
cuando muera tendré que disecarlo

para que lo entierren a mi lado
si es que muere antes que yo

tiene mas o menos mi edad
pisa la zona fronteriza que

separa la adultez de la vejez
como poeta que se cree

es un glotón de la belleza
eso lo distingue del resto

de los animales con cola
y hay que ver como la mueve

-en eso si me gana-

cuando regreso de algún viaje
hace gala de su ritmo

y a pesar de ser inglés se contonea
como el mejor costeño

es tan goloso que no queda satisfecho
con el orden de las estaciones

si llueve llora
si hace calor tiembla de rabia

las puestas de sol y
las auroras boreales

solo consiguen aumentar
su adicción a la hermosura

así es mi amigo siempre
tomando por asalto

el lugar que supone merecer:
la silla frente al escritorio donde escribo.

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Sin embargo, a veces la tierra es cariñosa

Que hermoso abandonarse
a los besos que la tierra

con sus labios hinchados
le regala a los pies

antes de escupir y hacernos
temblar con sus reclamos

yo aprovecho esos días
para acariciarla descalza

le froto
el vientre
el ocre
la grama
el fruto

abro ventanas
y le grito
-¡ te quiero!-

a veces se queda callada
como cuando estas ausente

a veces me contesta
con florecillas blancas
o algún durazno

y otras veces se humedece
de puro cariño que me tiene.

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Ya no

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.

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Leandro y Hero

Musa, tú que conoces
los yerros, los delirios,
los bienes y los males
de los amantes finos,

dime quién fue Leandro,
qué dios o qué maligno
astro en las fieras ondas
cortó a su vida el hilo.

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La plegaria de los niños

« En la campana del puerto
¡ Tocan, hijos la oración…..!
¡ De rodillas…, y roguemos
a la madre del Señor
por nuestro padre infelice,
que ha tanto tiempo partío,
y quizás esté luchando
de la mar con el furor.

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María

Allí en el valle fértil y risueño,
do nace el Lerma y, débil todavía
juega, desnudo de la regia pompa
que lo acompaña hasta la mar bravía;
allí donde se eleva
el viejo Xinantecatl, cuyo aliento,
por millares de siglos inflamado,
al soplo de los vientos se ha apagado,
pero que altivo y majestuoso eleva
su frente que corona eterno hielo
hasta esconderla en el azul del cielo.

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Al sol

¡Oh Sol! Yo amé tu luz, yo amé tu fuego.
Acarició en los trópicos mi frente
tu roja lumbre, para mí clemente,
y bienestar me dio, paz y sosiego.

Hoy tus favores a pedir me niego,
mi helado tronco tu calor no siente,
tu rayo ofusca mi ojo deficiente…
¡Inicuo Sol, me estás dejando ciego!

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Ipandro Acaico

Triste, mendigo, ciego cual Hornero,
Ipandro a su montaña se retira,
sin más tesoro que su vieja lira,
ni báculo mejor que el de romero.

Los altos juicios del Señor venero,
y al que me despojó vuelvo sin ira
de mi mantel pidiéndole una tira,
y un grano del que ha sido mi granero.

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Al amor

¿Por qué, Amor, cuando expiro desarmado,
de mí te burlas? Llévate esa hermosa
doncella tan ardiente y tan graciosa
que por mi oscuro asilo has asomado.

En tiempo más feliz, yo supe osado
extender mi palabra artificiosa
como una red, y en ella, temblorosa,
más de una de tus aves he cazado.

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Por los gregorianos muertos

(Banquete fraternal de la Sociedad Gregoriana, 1872)

Cesen las risas y comience el llanto.
Esta mesa en sepulcro se convierte.
¡Vivos y muertos, escuchad mi canto!

Mientras que vinos espumosos vierte
nuestra antigua amistad, en este día,
y con alegres brindis se divierte;

y en raudales se escapa la armonía;
y la insaciable gula se despierta;
y va de flor en flor la poesía;

y el júbilo de todos se concierta
en una sola exclamación: ¡gocemos!,
y gozamos… La muerte está a la puerta.

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Soneto

Heme al fin en el antro de la muerte
do no vuelan las penas y dolores,
do no brillan los astros ni las flores,
donde no hay un recuerdo que despierte.

Si algún día natura se divierte
rompiendo de esta cárcel los horrores,
y sus soplos ardientes, erradores
sobre mi polvo desatado vierte,

yo, por la eternidad ya devorado,
¿gozaré si ese polvo es una rosa?,
¿gemiré si una sierpe en él anida?

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La gota de hiel

¡Jehovah! ¡Jehovah, tu cólera me agobia!
¿Por qué la copa del martirio llenas?
Cansado está mi corazón de penas.
Basta, basta, Señor.
Hierve incendiada por el sol de Cuba
mi sangre toda y de cansancio expiro,
busco la noche, y en el lecho aspiro
fuego devorador.

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Nocturno

Tomo la miel y duermo
y el pesado párpado en llamas
no cesa de mirar el mundo.
Qué decir de la ciudad,
sus espacios baldíos.
Las luces carburantes de los anuncios
rozan las nubes,
el sabor crispado de unas tardes de muladar,
el círculo enrejillado
de una plaza gris.

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Regreso

A San Fernando quiero ir en el vapor Delta.
Desde las escalerillas ver cómo el barco separa
las cargas de troncos de los aserraderos
y los lomos florecidos de los caimanes.
Llegar a su puerto de tablones
donde el río entrega las aguas de cien barrancas
y el recuerdo de algún pueblo orillero.

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Marítimo

“… la huida la ciega huida la mía la verdadera…”

Y arrojaré mi vestido sobre la arena aún tímida
triunfará mi pie sobre la ola
que fiera abrazará mi cuerpo.
Toda, mi piel será presa dócil
moldeable bajo tu tacto aún no sometido.

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Karma

En los últimos años,
Ulises y Penélope
han realizado algunas visitas a una bruja:
Siempre salía yo.

Y por más que él negara cualquier cosa,
me dice que Penélope
se ha puesto como loca a restaurar las redes
y a la vez a buscar apartamento.

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