Autodaguerrotipo

Una mujer
Trata de anular las imágenes que emite.
Las manos
Sobre la rodilla derecha para ocultar
El vacío aliento de la juventud.
Inclinada ligeramente hacia cualquier lado
Una sonrisa falsa pero hermosa.
Callada se pregunta
Cómo demostrar que su cuerpo
No piensa en la muerte.

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Monólogo interior de Rilke

(Pensando en Magda Hingtinberg, París, Invierno de 1917)

Le nombré el dolor de los sentidos
De cómo su aparición supera toda presencia
Le hablé de paisajes que ella ha transformado
En música
Le confesé por escrito que yo ya no soy
Aquel joven que ella admira
Si pudieran los sentimientos esquivar
El peligroso camino de las palabras…
Si hubiera sido músico…
También la música es una sombra sin contrario
El cielo es grandioso y mis ojos
No alcanzar a ver más allá de las nubes
Estoy obligado a dar la cara
A imágenes que no percibo
El mundo como la estupidez es inagotable
En lo más propio de mí mismo
Donde sólo Dios ha estado
Conservo un trozo de usted Magda

(Del libro inédito: Autobiografía Ampliada)

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Paseo nocturno

La noche
derramándose a mis espaldas.
La ciudad no calla
y aunque el silencio es urgente
todos sus gritos están bien.
Nada importa
la pareja es distancia
duplicada en todo caso.
Fragilidad humana inminente
me niego a apreciar las flores de papel
mientras camino.

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Poema auto-referencial

La que sin ser yo
No es otra
La de tirantes dedos para acariciar
El espino
Escribe
Pocos años Pocas horas
No menos de mil
No más de mil
Recoge
La herida de la tierra amarga
Para protegerse
De la orgullosa espesura
Sostenida por siete pájaros azules
Su soledad
No derrama pájaros
Árboles con amplias miradas
Antigua huella de adioses
Guardaron para ella la señal
Y las flores
Grandes triunfadoras
Le cortaron es suspiro inocente
Joven aún
No la conozco
Ella y yo
Dos manos de trazo libre
Para esquivar la espera
Dos pies en forma de pies
Para marchar al combate
Dos ojos
Que siempre miran recuerdos
Diosa y mujer
Nosotras

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Poema de amor

Para Jorge Luis Borges

Me pesan
El bullicio y la injusticia
La marea turbia
Y el olor de un atardecer marino
Que no he de presenciar
Las largas despedidas
Y los encuentros fugaces
Algunas palabras
Y los silencios forzados por la distancia
La noche despoblada de ti
Que avanza indiferente
Hacia el abismo del día
Las letras que componen tu nombre
Inmensa pieza del universo que todo lo encierra
La cifra que define tu número
El género que marca tu cuerpo
El tiempo indefinido de tu existencia.

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Postal

(Enviada por Franz Kafka a Felice Bauer, desde
el sanatorio naturista de Jugborn, Noviembre 1 de 1912)

El aire tiene aquí
Ese olor que tú conoces.
Un olor distinto a mí
Fuerte
Como bálsamo de bestia.
Este es el lugar
Yo estoy aquí
Y lo soporto oscuramente.

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Variaciones

Para la sombra de Octavio Paz

El cuchillo que rasga la luz
La silueta sobre el papel
El rastro terco
Que jamás se aleja de la indecisa forma
La presencia infinita
Que es también la nada
En el camino
La mejor parte de un árbol
El encanto del íntimo rincón
La red que se teje al otro lado de las cosas
Y en cuya presencia reconocemos
Existen
La escultura desprendida del cuerpo
Voluble y dócil
La noche despojada de sus luceros
La marca inconstante en el reloj de sol
Los últimos ojos de Borges
Y su primera visión del paraíso
La segunda opción para un hombre
Que inicia la vida
Y sólo tiene una alternativa
Ante los otros

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La despedida

Nací de honesta madre: diome el Cielo
fácil ingenio en gracias, afluente:
dirigir supo el ánimo inocente
a la virtud, el paternal desvelo.
Con sabio estudio, infatigable anhelo,
pude adquirir coronas a mi frente:
la corva escena resonó en frecuente
aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.

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Elegía a las musas

Esta corona, adorno de mi frente,
esta sonante lira y flautas de oro
y máscaras alegres, que algún día
me disteis, sacras Musas, de mis manos
trémulas recibid, el canto acabe,
que filera osado intento repetirle.
He visto ya cómo la edad ligera,
apresurando a no volver las horas,
robó con ellas su vigor al numen.

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El portón

El portón se abre el día entero
pero en la noche yo mismo lo cierro.
No espero ningún visitante nocturno
a no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.
La noche es tan silenciosa que me hace escuchar
el nacimiento de los manantiales en los bosques.

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El sol de los amantes

El oficio de quien ama es ver
un sol oscuro sobre el lecho,
y en el frío, nacer al fuego
de un verano que no dice su nombre.

Es ver, constelación de pétalos,
la nieve caer sobre la tierra,
algodón del cielo, aire del silencio
que nace entre dos espaldas.

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El sueño de los peces

No puedo admitir que los sueños
sean privilegio de las criaturas humanas.
Los peces también sueñan
En el lago pantanoso, entre pestilencias
que aspiran a la densa dignidad de la vida,
sueñan con los ojos abiertos siempre.

Los peces sueñan inmóviles, la bienaventuranza
del agua fétida.

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Los pobres en la central de autobuses

Los pobres viajan, en la central de autobuses
levantan los cuellos como gansos para mirar
los letreros del autobús. Sus miradas
son de quien teme perder alguna cosa:
la valija que guarda un radio de pilas y una chaqueta
que tiene el color del frío en un día sin sueños,
el sandwich de mortadela en el fondo de la bolsa,
el sol del suburbio y polvo más allá de los viaductos.

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RELATO DE SERGIO STEPANSKY

¡Juego mi vida!
¡Bien poco valía!
¡La llevo perdida
sin remedio!

Erik Fjordsson.

Juego mi vida, cambio mi vida,
de todos modos
la llevo perdida…

Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo…

La juego contra uno o contra todos,
la juego contra el cero o contra el infinito,
la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,
en una encrucijada, en una barricada, en un motín;
la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,
a todo lo ancho y a todo lo hondo
—en la periferia, en el medio,
y en el sub-fondo…—

Juego mi vida, cambio mi vida,
la llevo perdida
sin remedio.

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