NADIE sabrá
de las piedras
ni del agua
con que el odio
construye
su cuerpo
MUCHO ANTES
de que el deseo
ahogase
su vientre
en la rabia,
él
ya volvía
de la muerte.
NADIE sabrá
de las piedras
ni del agua
con que el odio
construye
su cuerpo
MUCHO ANTES
de que el deseo
ahogase
su vientre
en la rabia,
él
ya volvía
de la muerte.
SIEMPRE que él la toca,
ella
se hace unos cortes
en la frente.
El rojo de la sangre
se vuelve tierra,
tierra mojada
y fría,
en sus ojos oscuros.
LA SANGRE
le oculta las lágrimas
que no han caído,
que no caerán.
EL DOLOR,
como el deseo,
es una estatua
de polvo.
ABRO la boca,
y te golpeo.
Abro la boca,
y me pides
el aire
de un grito.
Mi VOZ
es el sueño
de la muerte,
la escritura
sobre un cuenco
de sangre.
29 de marzo
Qué tristeza
el gris vencido
de tus ojos,
cuando callas
la ironía del fuego.
Sólo entonces
soy culpable del aire.
Sucede
cuando te miro.
Todo queda lejos
y abandonado
a la hondura sin límites
de lo intransferible.
En la blanda cavidad de mi cuerpo
ardes.
En el espacio donde impera la noche
tiemblas.
En las sombras donde los dementes clemencia piden
te arrodillas.
En la profundidad del sueño roto
apareces.
En nombre del Maestro que llegó a salvarnos
imploras.
Reina de las profundidades de la tierra,
fiera devorando la vida,
brazo de río en medio de un océano enfermo soy.
No siento mi carne.
Nada sostiene mi esqueleto.
Mi lengua está agrietada y ciega.
Mis abismos en silencio te reclaman.
Dios ¿dónde estás?
Acaso en la débil ala de una mariposa,
en el monótono zumbido de la abeja
o en la gaviota que roza vagamente la playa.
Te busco
en el crepúsculo vacío de invierno,
en la luz sin frontera de mis ojos,
en la melancólica sombra del ciprés.
¿Qué harás?
Si sobrevivo sin ti a la furia de la noche,
entre balas este campo minado de recuerdos,
si descubro un aljibe de amor en el desierto
y a solas bebo en la noria de las ansias.
¿Qué pasará amor?
Duermo en la ondulación de tu cuerpo.
Besándote despierto y besándote duermo.
Sueño con el mar desnudo de tu piel.
Desnuda duermo para tenerte en mí desnudo.
Te visto con el calor de mis labios
y mi tibia boca te desviste.
Mi piel nunca será cercada frontera
ni apacible galaxia
ni éxodo de golondrinas…
Será flama que asciende,
desciende
y asfixie tu piel en llamaradas.
Nuestras danzantes lenguas rojas
cuerpo abajo rodarán
hasta sucumbir
a voraces caricias.
Este desánimo eterno y pegajoso,
esta intransigente búsqueda perfecta de ti.
Ya no hay lunes malhumorados
ni eufóricos viernes
ni domingos depresivos.
Ni siquiera soy simétrica como los miércoles
ni me parezco al aburrido jueves.
Debería inventar otros nombres a los días,
restarle semanas a los meses,
abolir las tardes de lectura,
los arrumacos en los parques
de parejas clandestinas,
nuestra imagen cotidiana,
Tal vez regresaría el ánimo de continuar aquí.
Llegó el momento de partir
el hogar en dos.
Bien:
comencemos por los rincones donde las arañas
tejieron también su historia.
Hablemos de los muros y sus cuadros.
¿Cuál eliges?
¿El del día de la boda,
el retrato de la niña
o el de vacaciones en verano?
Me lastiman tus ojos que destrozan
con impaciencia mis contornos.
Tus manos que pordioseras sobre mi cuerpo se tienden.
Tu sexo
que falto de esplendor,
prefiere huir temprano de la fiesta.
Qué lástima saber que ningún poema recuerda ya
en mis adentros tus espasmos.
¿Quién es aquel Caballero
herido por tantas partes,
que está de expirar tan cerca,
y no le socorre nadie?
«Jesús Nazareno» dice
aquel rétulo notable.
¡Ay Dios, que tan dulce nombre
no promete muerte infame!
Después del nombre y la patria,
Rey dice más adelante,
pues si es rey, ¿cuándo de espinas
han usado coronarse?
Claro cisne del Betis que, sonoro
y grave, ennobleciste el instrumento
más dulce, que ilustró músico acento,
bañando en ámbar puro el arco de oro,
a ti lira, a ti el castalio coro
debe su honor, su fama y su ornamento,
único al siglo y a la envidia exento,
vencida, si no muda, en tu decoro.
[Fragmento]
Éste de mis entrañas dulce fruto,
con vuestra bendición, oh Rey eterno,
ofrezco humildemente a vuestras aras;
que si es de todos el mejor tributo
un puro corazón humilde y tierno,
y el más precioso de las prendas caras,
no las aromas raras
entre olores fenicios
y licores sabeos,
os rinden mis deseos,
por menos olorosos sacrificios,
sino mi corazón, que Carlos era,
que en el que me quedó menos os diera.
La tarde se escurecía
entre la una y las dos,
que viendo que el Sol se muere,
se vistió de luto el sol.
Tinieblas cubren los aires,
las piedras de dos en dos
se rompen unas con otras,
y el pecho del hombre no.
137
Noche fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista,
los montes llanos y los mares secos;
habitadora de celebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos;
la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.
-Boscán, tarde llegamos -¿Hay posada?
-Llamad desde la posta, Garcilaso.
-¿Quién es? -Dos caballeros del Parnaso.
-No hay donde nocturnar palestra armada.
-No entiendo lo que dice la criada.
Madona, ¿qué decís? -Que afecten paso,
que obstenta limbos el mentido ocaso
y el sol depinge la porción rosada.
LXVIII
Buscaba Madalena pecadora
un hombre, y Dios halló sus pies, y en ellos
perdón, que más la fe que los cabellos
ata sus pies, sus ojos enamora.
De su muerte a su vida se mejora,
efecto en Cristo de sus ojos bellos,
sigue su luz, y al occidente dellos
canta en los cielos y en peñascos llora.
178
Mi bien nacido de mis propios males,
retrato celestial de mi Belisa,
que en mudas voces y con dulce risa,
mi destierro y consuelo hiciste iguales;
Ciego, llorando, niña de mis ojos,
segunda vez de mis entrañas sales,
mas pues tu blanco pie los cielos pisa,
¿por qué el de un hombre en tierra tan aprisa
quebranta tus estrellas celestiales?
66
Pasé la mar cuando creyó mi engaño
que en él mi antiguo fuego se templara,
mudé mi natural, porque mudara
naturaleza el uso, y curso el daño.
En otro cielo, en otro reino extraño,
mis trabajos se vieron en mi cara,
hallando, aunque otra tanta edad pasara,
incierto el bien, y cierto el desengaño.
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
No sé qué tiene el aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo,
no puedo venir más lejos.
Sulca del mar de Amor las rubias ondas,
barco de Barcelona, y por los bellos
lazos navega altivo, aunque por ellos
tal vez te muestres y tal vez te escondas.
Ya no flechas, Amor, doradas ondas
teje de sus espléndidos cabellos;
tú con los dientes no le quites dellos
para que a tanta dicha correspondas.
XLIII
Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos,
aquí los ojos de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.
XXXVII
¡Con qué artificio tan divino sales
de esa camisa de esmeralda fina,
oh rosa celestial alejandrina,
coronada de granos orientales!
Ya en rubíes te enciendes, ya en corales,
ya tu color a púrpura se inclina
sentada en esa basa peregrina
que forman cinco puntas desiguales.
151
Gaspar, si enfermo está mi bien, decidle
que yo tengo de amor el alma enferma,
y en esta soledad desierta y yerma,
lo que sabéis que paso persuadilde.
Y para que el rigor temple, advertilde
que el médico también tal vez enferma,
y que segura de mi ausencia duerma,
que soy leal cuanto presente humilde.
Al pie de un roble escarchado
donde Belardo el amante
desbarató un tosco nido
que habían tejido las aves,
de breves pasadas glorias,
de presentes largos males,
así se queja diciendo:
quien tal hace, que tal pague.
En tanto que el hoyo cavan
a donde la cruz asienten,
en que el Cordero levanten
figurado por la sierpe,
aquella ropa inconsútil
que de Nazareth ausente
labró la hermosa María
después de su parto alegre,
de sus delicadas carnes
quitan con manos aleves
los camareros que tuvo
Cristo al tiempo de su muerte.
Al son de los arroyuelos
cantan las aves de flor en flor,
que no hay más gloria que amor
ni mayor pena que celos.
Por estas selvas amenas
al son de arroyos sonoros
cantan las aves a coros
de celos y amor las penas.