Yo os diré lo que lleva.
Lleva este río crecido,
Y llevará cada día
Las cosas que por la vía
De la cámara han salido,
Y cuanto se ha proveído
Según leyes de Digesto,
Por jüeces que, antes desto,
Lo recibieron a prueba.
Yo os diré lo que lleva.
Lleva este río crecido,
Y llevará cada día
Las cosas que por la vía
De la cámara han salido,
Y cuanto se ha proveído
Según leyes de Digesto,
Por jüeces que, antes desto,
Lo recibieron a prueba.
Que pida a un galán Minguilla
Cinco puntos de jervilla,
Bien puede ser;
Mas que calzando diez Menga,
Quiera que justo le venga,
No puede ser.
Que se case un don Pelote
Con una dama sin dote,
Bien puede ser;
Mas que no dé algunos días
Por un pan las damerías,
No puede ser.
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
Que se nos va la Pascua!
Mozuelas las de mi barrio,
Loquillas y confiadas,
Mirad no os engañe el tiempo,
La edad y la confianza.
No os dejéis lisonjear
De la juventud lozana,
Porque de caducas flores
Teje el tiempo sus guirnaldas.
Raya, dorado Sol, orna y colora
Del alto monte la lozana cumbre;
Sigue con agradable mansedumbre
El rojo paso de la blanca Aurora;
Suelta las riendas a Favonio y Flora,
Y usando, al esparcir tu nueva lumbre,
Tu generoso oficio y real costumbre,
El mar argenta, las campañas dora,
Para que desta vega el campo raso
Borde saliendo Flérida de flores;
Mas si no hubiere de salir acaso,
Ni el monte rayes, ornes, ni colores,
Ni sigas de la Aurora el rojo paso,
Ni el mar argentes, ni los campos dores.
Rey de los otros, río caudaloso,
Que en fama claro, en ondas cristalino,
Tosca girnalda de robusto pino
Ciñe tu frente, tu cabello undoso,
Pues dejando tu nido cavernoso
De Segura en el monte más vecino
Por el suelo andaluz tu real camino
Tuerces soberbio, raudo y espumoso,
A mí, que de tus fértiles orillas
Piso, aunque ilustremente enamorado,
Tu noble arena con humilde planta,
Dime si entre las rubias pastorcillas
Has visto, que en tus aguas se ha mirado,
Beldad cual la de Clori, o gracia tanta.
Segundas plumas son, oh lector, cuantas
Letras contiene este volumen grave;
Plumas siempre gloriosas, no del ave
Cuyo túmulo son aromas tantas:
De aquel sí, cuyas hoy cenizas santas
Breve pórfido sella en paz suave;
Que en poco mármol mucho Fénix cabe,
Si altamente negado a nuestras plantas.
Señora doña puente segoviana,
Cuyos ojos están llorando arena,
Si es por el río, muy enhorabuena,
Aunque estáis para viuda muy galana.
De estangurria murió. No hay castellana
Lavandera que no llore de pena,
Y fulano sotillo se condena
De olmos negros a loba luterana.
Servía en Orán al Rey
Un español con dos lanzas,
Y con el alma y la vida
A una gallarda africana,
Tan noble como hermosa,
Tan amante como amada,
Con quien estaba una noche
Cuando tocaron al arma.
Sobre unas altas rocas,
Ejemplo de firmeza
Que encuentra noche y día
El mar, estando quedas,
Aquel pescadorcillo,
A quien su ninfa bella
Dejó el año pasado,
La red sobre la arena,
¡Oh, cómo se lamenta!
De una parte las aguas,
De otra parte las fieras,
Y de entrambas el viento
Le escuchan y se enfrenan;
Que a todas ellas hacen
Igual sabrosa fuerza,
Lo dulce de la voz,
La razón de las quejas.
En que el mentido robador de Europa
Media luna las armas de su frente,
Y el Sol todo los rayos de su pelo,
Luciente honor del cielo,
En campos de zafiro pace estrellas,
Cuando el que ministrar podía la copa
A Júpiter mejor que el garzón de Ida,
Náufrago y desdeñado, sobre ausente,
Lagrimosas de amor dulces querellas
Da al mar; que condolido,
Fue a las ondas, fue al viento
El mísero gemido,
Segundo de Arïón dulce instrumento.
Que a recibillo con sediento paso
De su roca natal se precipita,
Y mucha sal no sólo en poco vaso,
Mas en su ruina bebe,
Y a su fin, cristalina mariposa
No alada, sino undosa,
En el farol de Tetis solicita.
al Duque de Béjar
Pasos de un peregrino son, errante,
Cuantos me dictó versos dulce Musa
En soledad confusa,
Perdidos unos, otros inspirados.
¡O tú que de venablos impedido
Muros de abeto, almenas de diamante,
Bates los montes que de nieve armados
Gigantes de cristal los teme el cielo,
Donde el cuerno, del eco repetido,
Fieras te expone, que al teñido suelo,
Muertas, pidiendo términos disformes
Espumoso coral le dan al Tormes!:
Arrima a un frexno el frexno, cuyo acero,
Sangre sudando, en tiempo hará breve
Purpurear la nieve;
Y, en cuanto da el solícito montero,
Al duro robre, al pino levantado
Émulos vividores de las peñas
Las formidables señas
Del oso que aun besaba, atravesado,
La asta de tu luciente jabalina,
O lo sagrado supla de la encina
Lo Augusto del dosel, o de la fuente
La alta cenefa, lo majestuoso
Del sitïal a tu Deidad debido,
¡O Duque esclarecido!
¿Son de Tolú, o son de Puertorrico,
Ilustre y hermosísima María,
O son de las montañas de Bujía
La fiera mona y el disforme mico?
Gracioso está el balcón, yo os certifico;
Desnudadle de hoy más de celosía.
Goce Cuenca una y otra monería,
Den a unos de cola, a otros de hocico.
Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
Que lanza el corazón, los ojos llueven,
Los troncos bañan y las ramas mueven
De estas plantas, a Alcides consagradas;
Mas del viento las fuerzas conjuradas
Los suspiros desatan y remueven,
Y los troncos las lágrimas se beben,
Mal ellos y peor ellas derramadas.
El Conde mi señor se fue a Cherela,
Lio el volumen y picó el bagaje,
Segovianos de a ocho, buen viaje,
Que no os pienso ver más en mi escarcela.
En lebrel convertidos, o en lebrela,
Os llevará de la traílla un paje,
Que en este ya canicular linaje
Gasta lo que a presbíteros repela.
Tras la bermeja Aurora el Sol dorado
Por las puertas salía del Oriente,
Ella de flores la rosada frente,
Él de encendidos rayos coronado.
Sembraban su contento o su cuidado,
Cuál con voz dulce, cuál con voz doliente,
Las tiernas aves con la luz presente
En el fresco aire y en el verde prado,
Cuando salió bastante a dar Leonora
Cuerpo a los vientos y a las piedras alma,
Cantando de su rico albergue, y luego
Ni oí las aves más, ni vi la Aurora;
Porque al salir, o todo quedó en calma,
O yo (que es lo más cierto), sordo y ciego.
1
Un buhonero ha empleado
En higas hoy su caudal,
Y aunque no son de cristal,
Todas las ha despachado;
Para mí le he demandado,
Cuando verdades no diga,
Una higa.
2
Al necio, que le dan pena
Todos los ajenos daños,
Y aunque sea de cien años,
Alcanza vista tan buena,
Que ve la paja en la ajena
Y no en la suya dos vigas,
Dos higas.
Una moza de Alcobendas
Sobre su rubio tranzado
Pidió la fe que le he dado,
Porque eran de oro las prendas;
Concertados sin contiendas
Nuestros dulces desenojos,
Me pidió sobre sus ojos
Por lo menos un doblón;
Yo, aunque de esmeralda son,
Se le libré en Tremecén.
Valladolid, de lágrimas sois valle,
Y no quiero deciros quién las llora,
Valle de Josafat, sin que en vos hora,
Cuanto más día de jüicio se halle.
Pisado he vuestros muros calle a calle,
Donde el engaño con la corte mora,
Y cortesano sucio os hallo ahora,
Siendo villano un tiempo de buen talle.
Verdes juncos del Duero a mi pastora
Tejieron dulce generosa cuna;
Blancas palmas, si el Tajo tiene alguna,
Cubren su pastoral albergue ahora.
Los montes mide y las campañas mora,
Flechando una dorada media luna,
Cual dicen que a las fieras fue importuna
Del Eurota la casta cazadora.
Despidióse el francés con grasa buena,
(Con buena gracia digo, señor Momo),
Hizo España el deber con el Vandomo,
Y al pagar le hará con el de Pena.
Reales fiestas le impidió al de Humena
La ya engastada Margarita en plomo,
Aunque no hay toros para Francia como
Los de Guisando, su comida y cena.
¿Vos sois Valladolid? ¿Vos sois el valle
De olor? ¡Oh fragrantísima ironía!
A rosa oléis, y sois de Alejandría,
Que pide al cuerpo más que puede dalle.
Serenísimas damas de buen talle,
No os andéis cocheando todo el día,
Que en dos mulas mejores que la mía
Se pasea el estiércol por la calle.
Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.
Celosa el alma te envía
Por diligente ministro,
Con poderes de registro
Y con malicias de espía;
Trata los aires de día,
Pisa de noche las salas
Con tan invisibles alas
Cuanto con pasos sutiles.
Ya de mi dulce instrumento
Cada cuerda es un cordel,
Y en vez de vihuela, él
Es potro de dar tormento;
Quizá con celoso intento
De hacerme decir verdades,
Contra estados, contra edades,
Contra costumbres al fin.
No las comente el ruin,
Ni las tuerza el enemigo,
Y digan que yo lo digo.
Ya no más, ceguezuelo hermano,
Ya no más.
Baste lo flechado, Amor,
Más munición no se pierda;
Afloja al arco la cuerda
Y la causa a mi dolor;
Que en mi pecho tu rigor
Escriben las plumas juntas,
Y en las espaldas las puntas
Dicen que muerto me has.
Ya que con más regalo el campo mira
(Pues del hórrido manto se desnuda)
Purpúreo el Sol y, aunque con lengua muda,
Suave Filomena ya suspira,
Templa, noble garzón, la noble lira,
Honren tu dulce plectro y mano aguda
Lo que al son torpe de mi avena ruda
Me dicta Amor, Calíope me inspira.
Si no hubiera conocido tu piel,
si tus ángeles y sus pájaros
-morenos, desde luego-
no hubieran sido acariciados por mí,
si no hubiera tocado la ternura
de sus cantos y sus arpas
y la seda de sus plumas,
seguramente,
mi mano,
esta mano
tendría la dureza
de una piedra.
Si tus labios en verdad fueran de azúcar
y no solamente dulces,
hace años que habría muerto…
¡Tú sabes que yo soy diabético!
Tú me pides
un poema
y yo te digo:
amor,
si tú lo eres.
Cada parte tuya
es una estrofa
y todo el conjunto,
poesía.
Para escribirte
habría que volver
a la poesía clásica,
habría que volver
gimnastas a los versos.
Así me gusta tu pelo,
tendido y húmedo
como una lluvia.
Ah,
qué infinidad de delgados ríos
se derraman sobre tu espalda,
qué inagotable fuente,
qué cielo el que se deshila.
Si tu pelo no fuera negro,
si fuera transparente
como esta gota,
diría que el día de hoy
principió el invierno
y correría descalzo
hasta empaparme
y vigilaría el momento
en que estallara la primera flor
e insurgiera la primera hierba.