¡A Lilita!

En vez de una carta

En vez de una carta.
El humo del cigarrillo consumía el aire,
El cuarto parecía un capítulo
del «Infierno» de Kruchoni¹.
¿Recuerdas,
detrás de esta ventana,
por primera vez,
acaricié tus manos extasiado?

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A mí, al autor, dedico estos versos

Cuatro,
pesadas como un golpe.
Al César lo que es del César,
y a Dios lo que es de Dios,
y al que es como yo,
¿dónde se mete?
¿Dónde estará listo ese ataúd?
Si yo fuera pequeño,
como el océano grande,
parado de puntas,
en las crestas de las olas,
en flujo nocturno,
acariciaría la luna,
¿Dónde hallar una amada
que a mi se parezca?

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Barato se liquida

A ti, mujer,
a quien enredo en conmovedora aventura,
o a ti, transeúnte, a quien miro simplemente.
Todos pasan temerosos apretando los bolsillos.
¡Ridículos!
¡A los pobres,
qué pueden robarles!
Pasarán los años
lo sabrán ustedes,
tal vez, yo,
candidato a dos metros de la morgue municipal,
soy infinitamente más rico,
que cualquier Pierpont Morgan.

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El violín y algo nervioso

El violín se estremecía, imploraba,
y sollozó de súbito,
tan infantil
que el tambor no se contuvo;
-¡Bien, bien, bien!
Y cansado, sin escucharlo hasta el fin
desapareció por la agitada calle Kusnieski¹
La orquesta escuchaba indiferente,
el llanto del violín,
sin palabras, ni compases,
sólo un plato tonto repicó:
-«¿Qué es eso?

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¡Escuchen!

¡Escuchen!
¿Si las estrellas se encienden,
quiere decir que a alguien les hace falta,
quiere decir que alguien quiere que existan,
quiere decir que alguien escupe esas perlas?

Alguien, esforzándose,
entre nubes de polvo cotidiano,
temiendo llegar tarde,
corre hasta llegar hasta Dios,
y llora,
le besa la mano nudosa,
implora,
exige una estrella,
jura,
no soportará un cielo sin estrellas,
luego anda inquieto,
pero tranquilo en apariencia,
le dice a alguien:
«¿Ahora estás mejor, verdad?

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Himno al crítico

De la pasión de un cochero
y una lavandera charlatana,
nació un hijo mediocre.
El niño no es una basura, no se puede arrojar al tacho.
La madre lloró y lo llamó Crítico.

El padre recordando sus antecesores,
gustaba discutir los derechos de maternidad.

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La blusa fatua

Yo me haré pantalones negros,
del terciopelo de mi voz,
y una blusa amarilla,
de tres metros de atardecer,
y pasaré por la mundial avenida Nievski¹
por sus lustrosas veredas,
compadreando con paso fatuo de Don Juan.

Dejen que la tierra gima en descanso amujerado.

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Amo

Escrito en 1922, dedicado a Lili Brick. Es
de carácter autobiográfico.

1. Comunmente es así

El amor le es dado a cualquiera
pero…
entre el empleo,
el dinero y demás,
día tras día,
endurece el subsuelo del corazón.

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AMO 2

Escrito en 1923, dedicado a Lili Brick
durante un encierro voluntario de dos meses
en su habitación de tres metros por dos de ancho.

Para ella y para mí

En este tema.
personal,
y modesto.

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Balada de la cárcel de Reading

«Recuerdo, estuve de pie,
tenía ese brillo, y esto,
entonces se llamaba el Neva.»
(El Hombre» de Mayacovski)

Balada de baladas

No es muy novedoso el compás de las baladas,
pero sí duelen las palabras,
de lo que les duele,
las palabras hablan,
entonces rejuvenece el compás de las baladas.

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Amor 3

Tal vez,
quizá,
alguna vez,
por el camino de una alameda del zoológico,
entrará también ella.
Ella,
ella también amaba a los animales,
y sonriendo llegará,
así como está,
en la foto de la mesa.
Ella es tan hermosa,
a ella con seguridad la resucitarán.

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Despedida

En el auto ya,
después de cambiar el último franco,
pregunto:
-¿A qué hora partimos hacia Marsella?
París,
corre,
despidiéndome,
con toda su extraordinaria belleza.
Sube a mis ojos,
la humedad de esta separaci6n.
Mi corazón,
de sentimentalismo se ablanda.

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¡A casa!

¡Pensamientos,
volad a casa!
Alma,
abrázate con las honduras del mar.
Aquél,
que todo lo ve constantemente claro,
ése,
a mi juicio,
es simplemente un tonto.
Yo estoy en el peor camarote,
de todos los camarotes,
Toda la noche,
encima mío,
golpean con los pies.

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A plena voz

Introducción a un gran poema sobre el plan quinquenal que dejó
inconcluso. Existe un esbozo a una segunda introducción, también
inconclusa.

Primera introducción al poema:

¡Respetables,
camaradas herederos!
Revolviendo,
la m… endurecida de hoy,
estudiando nuestros días de niebla,
ustedes,
tal vez preguntarán por mí,
y tal vez,
vuestro sabio dirá
con alarde de erudición,
hurgando en los problemas de hoy:
dicen,
que una vez vivió,
un cantor del agua hervida,
enemigo rabioso del agua cruda.

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Ansiedad

Ella:
Sus ojos suplicantes me pidieron
una tierna mirada, y por piedad
mis ojos se posaron en los suyos…
Pero él me dijo : ¡más!

Sus ojos suplicantes me pidieron
una dulce sonrisa, y por piedad
mis labios sonrieron a sus ojos…
Pero él me dijo : ¡más!

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El baño

A Pedro Gil

En un rincón discreto del parque legendario
sus muros que recubren viejas enredaderas
alza el baño, al través de las brumas ligeras
que suben de la tierra como de un incensario.

Dentro de la vacía piscina un solitario
sauce va dejando caer sus postrimeras
hojas.

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La niña jadeante

Te llegas junto a mí, toda agitada
como tras de un divino y largo esfuerzo.

Es un cansancio alegre el que te inquieta,
como el cansancio alegre del que alcanza
con porfiada labor un regocijo.

Tus labios me sonríen entreabiertos
y por ellos se escapa el fuerte soplo
de tu respiración, y cuando luego
tus labios se reúnen, se dilatan
los nerviosos y finos agujeros
de tu nariz.

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Marina

Tus ojos me han llamado.
Hacia ti has atraído mis deseos,
como la luna atrae
las olas de la mar.
Tus ojos buenos
me han dicho «ven, acércate» y en mi alma
las alas han abierto
los impulsos de amor, como gaviotas
que ya emprenden el vuelo.

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Deseos invernales

Lloro los labios ya gastados
donde los besos no han nacido,
y los deseos abandonados
sobre dolores abatidos.
La nieve cubre el arenal.
Del cielo gris, es duro el ceño.
Y en el alcázar de mis sueños
lobos que rondan el umbral,
y observan en mi alma cansada,
mirando aquello que pasó,
toda la sangre derramada
por el cordero que se heló.

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Yo no la vi nacer

Yo no la vi nacer. Me la dieron
porque yo ya lo sabía: ¡qué blanca! ¡qué bien!
¡qué niña más bien plantada!
De surtidores de luz
la compraban vientos claros.
Me la dieron porque yo ya lo sabía:
Si era lado del mar
seco de serenidades,
azul,
rosa,
lirio,
¡columpio de piedra dura!

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También el mar, hoy

También el mar, hoy,
tiene el alma llena de madurez.
-Se le oye la adolescencia
en el vidrio del aire
llena de fragmentos de vísperas
y de intactas navegaciones oscuras.-
Así. Más allá. Ahora de la sombra:
¿No te duele el canto,
-redondez tibia de beso preciso-
del sol en la sombra?

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