Max Ernst

En un rincón el incesto ágil
Gira en torno a la virginidad del vestido corto
En un rincón el cielo liberado
Entrega esferas blancas a las espumas de la tormenta

En un rincón más claro que la totalidad de los ojos
Esperan a los peces de la angustia
En un rincón el carruaje de verdor del verano
Gloriosamente inmóvil para siempre

Al brillo de la juventud
De las lámparas encendidas con retardo
La primera muestra senos que matan a los insectos rojos.

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Nusch

Los sentimientos aparentes.
Ligereza del acercarse.
La cabellera de las caricias.

Sin preocupación, sin sospechas.
Tus ojos se entregan a lo que ven:
Son vistos porque ellos miran.

Confianza de cristal
entre dos espejos.
Tus ojos se pierden en la noche
para añadir el insomnio al deseo.

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Ser

Con la frente como una bandera perdida
te arrastro cuando estoy solo
por calles heladas
por cuartos negros
proclamando infortunios

No quiero abandonar
tus manos claras y complicadas
nacidas en el encerrado espejo de las mías

Todo lo demás es perfecto
todo lo demás es todavía más inútil
que la vida

Excava la tierra bajo tu sombra,
un estanque junto a los senos
donde hundirse
como una piedra.

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Sin rencor

Lágrimas de los ojos, los infortunios de los infortunados,
Infortunios sin interés y lágrimas sin color.
Él no pide nada, no es insensible,
Está triste en prisión y triste si está libre.

Hace un muy triste tiempo, hace una noche negra
Sin lugar para un ciego.

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Solamente deseo amarte

Solamente deseo amarte
Una tempestad llena el valle
Un solo pez el río

Te he hecho
A la medida de mi soledad
Todo el mundo para esconderse
Días y noches para comprenderse

Para contemplar en tus ojos
Todo lo que pienso de ti
Y de un mundo hecho a tu imagen

Y las noches y los días gobernados por tus párpados.

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Te amo

Te amo por todas las mujeres que no he conocido.
Te amo por todos los tiempos que no he vivido.
Por el olor del mar inmenso y el olor del pan caliente.
Por la nieve que se funde por las primeras flores.

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Toque de queda

Que íbamos a hacer, la puerta estaba bajo guardia
Que íbamos a hacer, estábamos encerrados
Que íbamos a hacer, la calle habían cerrado
Que íbamos a hacer, la cuidad estaba bajo custodia
Que íbamos a hacer, ella estaba hambrienta
Que íbamos a hacer, estábamos desarmados
Que íbamos a hacer, al caer la noche desierta
Que íbamos a hacer, teníamos que amarnos.

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Un solo pensamiento

Sobre mis cuadernos de escuela,
sobre el pupitre, sobre el roble,
sobre la nieve y en la arena
escribo tu nombre.

Sobre las páginas leídas,
sobre las páginas incólumes
-piedra, sangre, papel, ceniza-
escribo tu nombre.

En las imágenes doradas,
sobre los signos de la Corte,
sobre tizonas y corazas
escribo tu nombre.

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Vivir aquí

Cuando la he visto, la he perdido,
La huella de un armiño entre cristales escarchados,
Una estrella, apenas una estrella, la luz,
Sus uñas en el despierto mármol de la noche.

No hablo ya para nadie,
El día y la noche se mezclan tan bien en su cabellera,
Bajo mi mirada, bajo sus cabellos ella se marchita,
Ser virtuoso, es estar solo.

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De L’amour la poèsie

1. En voz alta
Se elevó el amor ligero
Con tan brillante esplendor
Que en su desván la cabeza
Tuvo miedo a confesar todo.

En voz alta
Cubrieron los cuervos de la sangre
La memoria de otros nacimientos
Después derramados en la luz
Futuro pulverizado de besos.

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Abro mi boca y se alboroza el mar

Abro mi boca * y se alboroza el mar
Y lleva mis palabras * a sus cuevas oscuras
Y a las pequeñas focas * se las susurra
Las noches en que llora * e la tortura del hombre.

Rajo mis venas * y enrojecen los sueños
Y se producen aros * en los barrios de niños
Y sábanas en * las muchachas que velan
Para escuchar secretas * las maravillas del amor.

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Del Egeo

I
El amor
El archipiélago
Y la proa de sus espumas
Y las gaviotas de sus sueños
En la vela más alta el marinero hace ondear
Una canción

El amor
Su canción
Y los horizontes de su viaje
Y el eco de su nostalgia
En la roca más mojada la novia espera
Un barco

El amor
Su barco
y la despreocupación por sus vientos etesios
Y el foque de su esperanza
En su más suave oleaje una isla acuna
La llegada.

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Clima de la ausencia

I
Todas las nubes a la tierra se confesaron
Tomó su puesto una pena mía

Y entre mis cabellos cuando se puso melancólica
La mano impenitente

Quedé atado en un nudo de tristeza.

II
La hora se olvidó atardeciendo
Sin recuerdos
Con su silente árbol
Hacia el mar
Se olvidó atardeciendo
Sin un aleteo
Con su vista inmóvil
Hacia el mar
Atardeciendo
Sin amor
Con su boca inflexible
Hacia el mar

Y yo – en la Serenidad que he hechizado.

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Dichosa Donna

A la estrella de A.

¡Toma un polen de destello de queja
Un lugar que resplandezca en el infinito
Más arriba de la más alta esperanza tuya
Dichosa Donna! Y desde la punta del mundo de los rayos de sol
Rodó la esmeralda derretida
Olas para el céfiro de la música del austro

Olas para el céfiro de la música que toma
La virginidad de la noche lejos
Con viajes en inmensas cuevas
Con muchachas que aman los abrazos de los lirios
Y cantan la melodía de la hondura del cielo
Y sienten nostalgia de la santificación de la soledad del éter

¡Toma un lugar que relumbre en el infinito
Una muchacha de azul ojo inconmensurable
Con estambres de deseo en tu porte
Dichosa Donna!

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Dormida

La voz se corta en el trémulo viento y en sus árboles ocultos tú respiras

¡Es rubia cada página de tu sueño y según mueves tus dedos un incendio se esparce

Dentro de mí con vestigios tomados del sol! Y propicio sopla el mundo de las imágenes

Y el mañana exhibe totalmente desnudo su pecho marcado por la inmutable estrella

Que anochece la mirada como cuando va a agotar un firmamento

Oh no florezcas más en los párpados

Oh no remuevas más en las matas del sueño

Sabes qué suplica en los dedos el aceite enciende que guarda los portales del alba

Qué fresca revelación susurra en la espera el recuerdo convertido en hierba

Allí donde tiene esperanza el mundo ¡Allí donde el hombre no quiere sino ser hombre

En soledad y sin ningún Destino!

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El concierto de los jacintos

I
Ponte un poquito más cerca del silencio y recoge los cabellos de esta noche que sueña, desnudo su cuerpo. Tiene
muchos horizontes, muchas brújulas, y un destino que arde incansable cada vez y sus cincuenta y dos papeles. Después
vuelve a empezar con otra cosa – con tu mano, que le da perlas para hallar un deseo, una islita de sueño.

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Eva

Te abandonas con ola en el silencio
Que asola mi habitada esperanza

Una antorcha al lado de la hoguera
Apuesta de los vientos nocturnos
Una marcha de sombra a la orilla de la Quimera
Una habitación
Habitación de hombres sencillos
Un misterio
Lavado y tendido en la mirada que deleita

En tu mirada o en la altura de su sol
Toda mi vida se vuelve una palabra
Todo el mundo tierra y agua
Y todas las llamas de mis dedos
Violan los labios del día
Cortan en los labios del día
Tu cabeza

Enfrentada a la soledad del sueño.

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La bella de las bellas en el jardín

Despertaste la gota del día
Sobre el comienzo del canto de los árboles
¡Oh qué bella que estás
Con tus alegres cabellos desplegados
Y con la fuente donde viniste abierta
Para que te oyera que vives y que avanzas!

¡Oh qué bella que estás
Corriendo con el plumón de la alondra
En torno a las fragancias que te soplan
Como sopla el suspiro la pluma
Con un gran sol en los cabellos
Y con una abeja en el resplandor de tu danza!

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Segunda naturaleza

I
¡Sonrisa! ¡Su princesa quiso
Nacer bajo la dinastía de las rosas!

II
El tiempo es rauda sombra de pájaros
Mis ojos de par en par abiertos entre sus imágenes

En torno al verdísimo triunfo de las hojas
Las mariposas viven grandes aventuras

Mientras la inocencia
Se desviste de su última mentira

Dulce aventura Dulce
La Vida

III

Epigrama

Antes que mis ojos fuiste luz
Antes que el Amor amor
Y cuando el beso te prendió
Mujer

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Sinuosidad

En las franjas moradas del dolor
En las estatuas de la agonía
En los húmedos silencios
Hay un rostro
Tan a fondo extraído de las lágrimas
Tan incomprensible
Tan caliente en la mano que le hace señas
Otro rostro
Una visión con antorchas que rasga la desolación
A horcajadas la noche en sus cordilleras
Con estrellas como señales que se lanzaron con honda
Antaño desde la edad de su infancia
Y dan el buen viaje de la vida
Sobre las pendientes de la compasión.

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Vinieron en vestido de «amigos»

Vinieron
en vestido de «amigos»
incalculables veces mis enemigos
hollando el antiquísimo suelo.
Y el suelo no se adhería nunca a sus talones.
Trajeron
al Sabio, al Agrimensor y al Colonizador,
Biblias con letras y con cifras,
toda la Sumisión y Prepotencia,
dominando la antiquísima luz..

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Conversación galante

Yo observo: «¡Nuestra amiga sentimental, la luna!
O quizás (es fantástico, confieso)
puede ser el globo del Preste Juan
o una vieja y abollada linterna colgada en lo alto
para alumbrar a los pobres viajeros en su angustia».
Y ella entonces: «¡Cómo divagas!»

Y yo entonces: «Alguien urde en las teclas
ese exquisito nocturno, con el cual explicamos
la noche y el claro de luna; música que agarramos
para materializar nuestra propia vacuidad».

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El primer coro de la roca

Se cierne el águila en la cumbre del cielo,
el cazador y la jauría cumplen su círculo.
¡Oh revolución incesante de configuradas estrellas!
¡Oh perpetuo recurso de estaciones determinadas!
¡Oh mundo del estío y del otoño, de muerte y nacimiento!
El infinito ciclo de las ideas y de los actos,
infinita invención, experimento infinito,
trae conocimiento de la movilidad, pero no de la quietud;
conocimiento del habla, pero no del silencio;
conocimiento de las palabras e ignorancia de la palabra.

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La canción de amor de J. Alfred Prufrock

Vamos, tú y yo,
a la hora en que la tarde se extiende sobre el cielo
cual un paciente adormecido sobre la mesa por el éter:
vamos a través de ciertas calles semisolitarias,
refugios bulliciosos
de noches de desvelo en hoteluchos para pernoctar
y de mesones con el piso cubierto de aserrín y conchas de ostra,
calles que acechan cual debate tedioso
de intención insidiosa
que desemboca en un interrogante abrumador…
Ay, no preguntes: «¿De qué me hablas?»
Vamos más bien a realizar nuestra visita.

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Los hombres huecos

I
Somos los hombres huecos
Los hombres rellenos de aserrín
Que se apoyan unos contra otros
Con cabezas embutidas de paja. ¡Sea!
Ásperas nuestras voces, cuando
Susurramos juntos
Quedas, sin sentido
Como viento sobre hierba seca
O el trotar de ratas sobre vidrios rotos
En los sótanos secos
Contornos sin forma, sombras sin color,
Paralizada fuerza, ademán inmóvil;
Aquellos que han cruzado
Con los ojos fijos, al otro Reino de la muerte
Nos recuerdan -si acaso-
No como almas perdidas y violentas
Sino, tan sólo, como hombres huecos,
Hombres rellenos de aserrín.

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