Hija de la palabra
sobrina de la vida
condenada a mirar y traducir el mar
a un lenguaje imposible
ella
era un desequilibrio luminoso:
de su roce interior saltaban chispas
Por orden del amor sembró sus sueños
recuperó las llaves
como hija del adiós a sus amores
despidió en el altar de lo desconocido
pero un golpe de gracia
mereció la cena
solar el pan y el vino
Cuando murió le dieron
tratamiento de flor privilegiada:
la tendieron sin tallo entre las páginas
de alguno de sus libros
y envuelta en un poema
regresó
al silencio sonoro de donde procedía.