Soneto LXIII de amor

No sólo por las tierras desiertas donde la piedra salina
es como la única rosa, la flor por el mar enterrada,
anduve, sino por la orilla de ríos que cortan la nieve.
Las amargas alturas de las cordilleras conocen mis pasos.

Enmarañada, silbante región de mi patria salvaje,
lianas cuyo beso mortal se encadena en la selva,
lamento mojado del ave que surge lanzando sus escalofríos,
oh región de perdidos dolores y llanto inclemente!

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Soneto LXIX de amor

Tal vez no ser es ser sin que tú seas,
sin que vayas cortando el mediodía
como una flor azul, sin que camines
más tarde por la niebla y los ladrillos,

sin esa luz que llevas en la mano
que tal vez otros no verán dorada,
que tal vez nadie supo que crecía
como el origen rojo de la rosa,

sin que seas, en fin, sin que vinieras
brusca, incitante, a conocer mi vida,
ráfaga de rosal, trigo del viento,

y desde entonces soy porque tú eres,
y desde entonces eres, soy y somos,
y por amor seré, serás, seremos.

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Soneto LXXXV de amor

Del mar hacia las calles corre la vaga niebla
como el vapor de un buey enterrado en el frío,
y largas lenguas de agua se acumulan cubriendo
el mes que a nuestras vidas prometió ser celeste.

Adelantado otoño, panal silbante de hojas,
cuando sobre los pueblos palpita tu estandarte
cantan mujeres locas despidiendo a los ríos,
los caballos relinchan hacia la Patagonia.

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Ansiedad

Ella:
Sus ojos suplicantes me pidieron
una tierna mirada, y por piedad
mis ojos se posaron en los suyos…
Pero él me dijo : ¡más!

Sus ojos suplicantes me pidieron
una dulce sonrisa, y por piedad
mis labios sonrieron a sus ojos…
Pero él me dijo : ¡más!

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El baño

A Pedro Gil

En un rincón discreto del parque legendario
sus muros que recubren viejas enredaderas
alza el baño, al través de las brumas ligeras
que suben de la tierra como de un incensario.

Dentro de la vacía piscina un solitario
sauce va dejando caer sus postrimeras
hojas.

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La niña jadeante

Te llegas junto a mí, toda agitada
como tras de un divino y largo esfuerzo.

Es un cansancio alegre el que te inquieta,
como el cansancio alegre del que alcanza
con porfiada labor un regocijo.

Tus labios me sonríen entreabiertos
y por ellos se escapa el fuerte soplo
de tu respiración, y cuando luego
tus labios se reúnen, se dilatan
los nerviosos y finos agujeros
de tu nariz.

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Marina

Tus ojos me han llamado.
Hacia ti has atraído mis deseos,
como la luna atrae
las olas de la mar.
Tus ojos buenos
me han dicho «ven, acércate» y en mi alma
las alas han abierto
los impulsos de amor, como gaviotas
que ya emprenden el vuelo.

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Caricia

Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar…

Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar…

Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar…

El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.

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