PAISAJE TROPICAL

Magia adormecedora vierte el río
en la calma monótona del viaje
cuando borra los lejos del paisaje
la sombra que se extiende en el vacío.

Oculta en sus negruras el bohío
la maraña tupida y el follaje
semeja los calados de un encaje
al caer del crepúsculo sombrío.

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POETA, DI PASO

¡Poeta!, ¡di paso
los furtivos besos!…

¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertía
allí ni un solo rayo… Temblabas y eras mía
Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso,
una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
el contacto furtivo de tus labios de seda…
La selva negra y mística fue la alcoba sombría…
En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda…
Filtró luz por las ramas cual si llegara el día,
entre las nieblas pálidas la luna aparecía…

¡Poeta, di paso
los íntimos besos!

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REALIDAD

A M…
En el dulce reposo de la tarde
cuando al ponerse el sol en occidente
su luz dorada, de la vida fuente,
como una hoguera en los espacios arde,
o de la noche en el silencio umbrío
cuando la luna con fulgor de plata
alumbra a trechos el sonante río
y en sus límpidas ondas se retrata,
entre las sombras de la vida hay horas
en que la realidad que nos circuye
a detener el ímpetu no alcanza
de nuestra alma que a lo lejos huye
y a la región de lo ideal se lanza…

Y entonces cuando pienso en tus amores
nuestras dos vidas deslizarse veo
no cual la realidad que aja sus flores
sino cual la ilusión de tu deseo.

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SUB-UMBRA

a A. de W.

Tú no lo sabes… mas yo he soñado
entre mis sueños color de armiño,
horas de dicha con tus amores
besos ardientes, quedos suspiros
cuando la tarde tiñe de öro
esos espacios que juntos vimos,
Cuando mi alma su vuelo emprende
a las regiones de lo infinito
aunque me olvides, aunque no me ames
aunque me odies, ¡sueño contigo!

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SUSPIRO

a A. de W.

Si en tus recuerdos ves algún día
entre la niebla de lo pasado
surgir la triste memoria mía
medio borrada ya por los años,
piensa que fuiste siempre mi anhelo
y si el recuerdo de amor tan santo
mueve tu pecho; nubla tu cielo,
llena de lágrimas tus ojos garzos;
¡ah!

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TRISTE

Cuando al quererlo la suerte
se mezclan a nuestras vidas,
de la ausencia o de la muerte,
las penas desconocidas,

y, envueltos en el misterio
van, con rapidez que asombra,
amigos al cementerio,
ilusiones a la sombra,

la intensa voz de ternura
que vibra en el alma amante
como entre la noche oscura
una campana distante,

saca recuerdos perdidos
de angustias y desengaños
que tienen ocultos nidos
en las ruinas de los años.

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UN POEMA

Soñaba en ese entonces en forjar un poema,
de arte nervioso y nuevo obra audaz y suprema,

escogí entre un asunto grotesco y otro trágico
llamé a todos los ritmos con un conjuro mágico

Y los ritmos indóciles vinieron acercándose,
juntándose en las sombras, huyéndose y buscándose,

ritmos sonoros, ritmos potentes, ritmos graves,
unos cual choques de armas, otros cual cantos de aves,

de Oriente hasta Occidente, desde el Sur hasta el Norte
de metros y de formas se presentó la corte.

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UNA NOCHE

NOCTURNO III

Una noche
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de älas,
Una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas,
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu sombra
fina y lángida
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban.

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VEJECES

Las cosas viejas, tristes, desteñidas,
sin voz y sin color, saben secretos
de las épocas muertas, de las vidas
que ya nadie conserva en la memoria,
y a veces a los hombres, cuando inquietos
las miran y las palpan, con extrañas
voces de agonizante dicen, paso,
casi al oído, alguna rara historia
que tiene oscuridad de telarañas,
són de laúd, y suavidad de raso.

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En boca del último inca

Ya de los blancos el cañón huyendo,
hoy a la falda del Pichincha vine,
como el sol vago, como el sol ardiente.
como el sol libre.

¡Padre sol, oye!, por el polvo yace
de Manco el trono; profanadas gimen
tus santas aras: yo te ensalzo solo,
solo, mas libre.

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Alas de seda

Persiguiendo el perfume de risueño retiro,
la fugaz mariposa por el monte revuela,
y en esos aires enciende sutilisima estela
con sus pétalos tenues de cambiante zafiro.

En la ronda versátil de su trémulo giro
esclarece las grutas como azul lentejuela;
y al flotar en la lumbre que en los ámbitos riela,
vibra el sol y en la brisa se difunde un suspiro.

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Esta noche

Esta noche el paisaje soñador se niquela
con la blanda caricia de la lumbre lunar;
en el monte hay cocuyos, y mi balsa que riela
va borrando luceros sobre el agua estelar.

El fogón de la prora, con su alegre candela,
me enciende en oro trémulo como a un dios tutelar;
y unos indios desnudos, con curiosa cautela,
van corriendo en la playa para verme pasar.

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La grulla

Viajera que hacia el polo marcó su travesía,
la grulla migratoria revuela entre el celaje;
y en pos de la bandada, que la olvidó en el viaje,
aflige con sus remos la inmensidad sombría.

Sin rumbo, ya cansada, prolonga todavía
sus gritos melancólicos en el hostil paisaje;
y luego, por las ráfagas vencido su plumaje,
desciende a las llanuras donde se apaga el día.

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Los potros

Atropellados por la Pampa suelta
los raudos potros en febril disputa;
hacen silbar sobre la sorda ruta
los huracanes en su crin revuelta.

Atrás dejando la llanura envuelta
en Polvo, alargan la cerviz enjuta.
Y a su carrera retumbante y bruta
cimbran los pinos y la palma esbelta

Ya cuando cruzan el austral peñasco
vibra un relincho por las altas rocas;
entonces paran el triunfante casco,

resoplan roncos, ante el sol violento.

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Sintiendo

Sintiendo que en mi espíritu doliente
la ternura romántica germina,
voy a besar la estrella vespertina
sobre el agua ilusoria de la fuente.

Mas cuando hacia el fulgor cerulescente
mi labio melancólico se inclina,
oigo como una voz ultradivina
de alguien que me celara en el ambiente.

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Agua

Después pusieron al ahogado en la arena,
de espalda sobre la arena blanca,
de cara al cielo.

Apretaba el puño cerrado,
como si trajera del agua
algo: una concha, un hueso
de pez—

La boca comenzaba a desleírse
en una mueca
y tenía lodo en los dientes,
en el cabello endurecido.

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Una señal

Para Juan José Hoyos

Una señal una flecha tosca un pedazo de tabla clavada en un palo
Se encuentra al borde de la carretera veredal que se anuda al riñón de la montaña

Antes indicaba el camino
Ahora —torcida— apunta al desfiladero

Yo que voy a pie que no tengo prisa
Debo acaso detenerme y enderezarla
Es asunto mío será útil a alguno
Tal vez

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Autógrafo

A los poetas de antes
les pedían, generalmente, un acróstico.
Sólo que ahora,
cuando el rencor es la única palabra
que sé pronunciar,
¿con qué enrevesada caligrafía
(letra palmer, ¿no?)
lograré transmitir el profundo desprecio
que hay en mí?

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Cavafis

Las calles de Alejandría están llenas de polvo,
el resoplido de carros viejos y un clima
ardiente y seco cerrándose en torno a cada cosa viva.
Incluso la brisa trae sabor a sal.
En el letargo de las dos de la tarde
hay un ansia secreta de humedad
y el tendero busca en sueños, con obstinación,
la áspera suavidad de una lengua inventando la piel.

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De viva voz

El amor es monstruoso.
Ya no recordamos
si alguna vez
fuimos otro distinto
de quien sólo existe
para escuchar una voz,
una exigencia brutal,
la dulzura inenarrable
de un ‘te adoro, te adoro, te adoro’,
un sarcasmo helado,
un sol bajo el cual
todo florece de nuevo.

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Nudos

Encadenados a otros ojos,
presos de una risa,
cautivos de la esperanza,
los condenados
dilatan cualquier celda
con un único gesto válido.
Bien puede ser un pan
comprado juntos
o lo que comentan
sobre sus respectivas jaulas.

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Ofrenda en el altar del bolero

¿Habrá entonces otro cielo más vasto
donde Agustín Lara canta mejor cada noche?
¿O seremos apenas el rostro fugaz
entrevisto en los corredores de la madrugada?
Aquel bolero, mientras el portero bosteza
y los huéspedes regresan ebrios;
aquel que habla de amores muertos
y lágrimas sinceras… Los amantes
se llaman por teléfono para escuchar,
tan sólo, su propia respiración.

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Una parábola acerca de Scott

Las mansiones de moda en Long Island están en nuevas manos.
Allí Gatsby había muerto, luego de amar una mujer.
Quedaba el dolor, tan solo, como una presencia fraternal
y los afectos superfluos, aferrándose al cuello.
‘Dilapidé mis esperanzas
en las pequeñas carreteras
que llevan al sanatorio de Zelda.’
Apelaba a frases pastosas, y los hermosos rostros
del año pasado dejaban advertir su vacuidad.

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