En el festival de las artes
o en la feria del libro
el poeta expresa
que la poesía
es la cenicienta
nada menos cierto
la zapatilla se revende
de ciudad en ciudad
de puerto en puerto
vale justo sus palabras
En el festival de las artes
o en la feria del libro
el poeta expresa
que la poesía
es la cenicienta
nada menos cierto
la zapatilla se revende
de ciudad en ciudad
de puerto en puerto
vale justo sus palabras
No olvidaré tu rostro,
nunca
ni el mundo inconsistente.
Los habitantes
mezquinos; y tú pálido,
y eso es todo.
Como hoy,
así silbaban aquellos viejos usureros,
pero tu viste dos veces
la Tierra,
el sitio donde amarnos
exactos,
concluidos
como una mano abierta.
No podría llegar aunque camine mucho.
Todo, absolutamente todo, es horizonte.
El movimiento de tus párpados me aleja.
Busco y te escondes,
lanzo al agua una piedra
y no se rizan las ondas,
vuelvo donde tu estás
y pasamos sin vernos,
nada busco en ti que no sea mío.
La gente se amotina de una ventana a otra.
El último sol cae en la calle como un perro.
La ciudad arde,
se arrastra encendida hasta la noche.
¿Cómo vas a ganarte la vida?
Llaga la calle con tu alma que va rodando,
pero muéstrale los dientes al plumaje del mundo.
Mejor levantarse a tiempo,
antes que los poemas
y la vieja música de la infancia.
No se ve el otro brazo del sol.
El día empieza como una marcha de soldados,
caen al suelo blancos de papel los amigos.
Vámonos por las calles donde nadie es intruso,
pisando nuestros dolores,
hasta encontrar el sitio
donde la vida irrumpa
como desde la boca de un hechicero loco
Cerca está el tiempo.
En la arcilla se refrescan algunas formas;
un hombre trabaja un cantero.
Alguien levanta la voz
que reposa en las piedras,
oculto dice una alabanza
a los jardines que un día recorrió,
con la mitad del cuerpo hundida en la luz
y la otra mitad hundida en la sombra.
Las calles son un taller oscuro
donde vi cosas que no dije.
Fui poeta, no pensé en las actas,
quise dar con el peligro.
Una noche llovió y quebré mi espejo.
Las damas se tienden unidas,
los monos tañen sobre ellas,
cargados de flores.
Aquí quedó oscilando mi última furia.
Engullo cada mancha de la pared,
cada clavo.
Y me siento dueña de mi voz descolgándose,
palpo sus aristas y me quedo quieta,
absorbo su semilla y ya no se esparce.
Me tiendo sin una piedra o talismán.
Junto a la ventana está tu rostro,
la tierra firme de tus ojos.
Me acerco y toco tu mano, tus rodillas,
paso mi mano por tu pelo.
Yo te conozco. Me pasaré la vida tentando el fondo
hasta que suba una imagen que se te parezca.
Las palabras no son de este mundo
sino cuando caen a tierra
semejantes a frutos o demonios..
Vivir ha sido convocarlas.
Tengo una sola almohada,
un solo respaldar,
pero cuido mi vaso,
mi risa:
en la espesura de las hierbas inclino mi cabeza.
En la noche cercana alguien me espía.
En las caras una lágrima se alarga.
Voy a entrar donde no logró deslizarse el sol.
Pero no querré enseñarles a llorar
porque soy una buena niña de piedra.
Duele el poema.
Hay una paloma abriendo el pecho.
El sol salta como una llama
hasta quedar en el pavimento.
No hay regreso. Prisa es la mañana.
El perro siguió la cadena de su amo.
Hecho polvo un hueso.
Porque espero
porque parece que nadie viene
por el silencio
y las cosas que son ajenas
por lo repentino y los pájaros
por las puertas
que únicamente al mediodía
en el calor cuando parecen abrirse
crujen y atrapan algunos ruidos
por el fuego
que sombrea su cola
pido perdón
pido perdón porque me inclino
porque espero
casi soplo
casi vida
casi mi cuerpo
abriendo tu cuerpo.
El cuerpo quiere rendirse
y no sé como aguardas todavía
en vez de maldecir.
Nada pasa. Se mueven
algunos tallos; un silbido
entra por la ventana.
Tienes que aprender a alejarte
y no digas después dónde estuviste.
En esta tierra donde debemos vivir
otra alucinación vendrá después.
Falta de cobijo, nuestra vida insepulta.
Un pueblo calla sus muertos
bajo la fuerza de algún resucitado.
En está ciudad aguzada en la espera
no debemos morir, en esta ciudad de cal
nuestras manos se aferran
al sol, al sol entre los cerros.
Todo nos falta,
un cigarrillo,
tiempo para escribir,
una excusa para los acreedores.
El último fósforo está empapado.
La humedad de la casa nos hace temblar.
Llueve.
Dame un mendrugo para el alma,
para el gesto huraño,
para el hambre
y buen tiempo
para los que se marchan.