Y casi espíritu de fuego, casi la empuñadura de una idea del fuego
aire de pájaro o espada, pero espía,
en tu interior hay ciervos y prodigios,
acaso un charco de oro.
Poemas españoles
De su ventana, tras el verde herraje,
entre flores de invierno prisionera,
una mujer, humana primavera,
teje, soñando, delicado encaje.
Sus manos, palomitas sin plumaje,
hacen labor paciente y duradera,
y su alma, mariposa volandera,
libre va de un paraje a otro paraje.
Fuimos… entre espigas y olivares:
el uno esperó al otro en la lactancia,
y en el primer pinito de la infancia
ya escribimos comedias y cantares
Después… libros, y novias y billares
¡memorias que ilumina la distancia!
luego… una juventud cuya fragancia
envenenan agobios y pesares.
Dime, «¿por qué es ese llanto?»
«Por una ilusión perdida,
por una reciente herida,
por un nuevo desencanto…»
«Pues no llores más… y olvida»
«¿Porqué lloras, flor de flores?»
«Porque él era dueño mío,
el que me hablaba de amores,
me hiere con desvío…»
«Pues olvídalo… y no llores.»
«¿Porqué sollozas ahora?»
«¡Ay!
Era un jardín sonriente;
era una tranquila fuente
de cristal;
era, a su borde asomada,
una rosa inmaculada
de un rosal
Era un viejo jardinero
que cuidaba con esmero
del vergel,
y era la rosa un tesoro
de más quilates que el oro
para él.
En un rincón de un patio fresco y ameno,
que alegran y perfuman aves y flores,
una niña morena, que tiene amores,
duerme, puestas las manos sobre su seno.
Sueña, y al grato hechizo de cuanto mira
a través de la bruma de lo soñado,
se dilata su seno blanco y rosado,
y su boca de grana se abre y suspira.
Un secreto esplendor que aún no es ceniza
Francisco BrinesSi Brittles prefiere abrir la puerta en presencia
de testigos -dijo Gilles después de una larga pausa-,
me presto sin duda a acompañarlo
Charles Dickens
Podrías huir.
-¿Y tú quién eres?
-La Ocasión poderosa
PosidipoRaya algún destello histórico allá
entre las lobregueces del siglo
Edward GibbonPara Evelyne Sinnassamy y Michael Nerlich
No existían.
¡Qué vida más tranquila parece llevar mi familia!
-pensó Gregorio
Franz KafkaLa voluntad y los apetitos… ah!
Edmund Burke
¿Lo recuerdas? Tuvimos
la Luna en la palma de la mano.
Algún Dios de amor avía
CartagenaComo la adormidera del desierto
Juan ArolasLa súbita luz de este conocimiento,
surgido en medio del horror,
obró un efecto extraordinario en mí
Henry James
Son cosas que suceden
en los hoteles.
Como a Bennvenuto Cellini -hacia quien experimento mayor
inclinación de la que tengo por los otros maestros del
Quattrocento-, me gusta vagar por la arena abandonada por
la marea, recogiendo conchas, guijas
Claude Lévi–Strauss
…Las viejas playas.
Míos fueron, mi corazón,
los vuestros ojos morenos.
¿Quién los hizo ser ajenos?
Cancionero anónimoEn estos tiempos que corren, provechoso es disponer
de una mujer hermosa
Alessandra Mancinghi-StrozziEstas divertidas divagaciones levantaron por un
momento su ánimo, y entregose a la contemplación
Joris-Karl Huysmans
El oro de la tarde
sobre el mar de tu cuerpo
El crepúsculo ardiendo en tu mirada
El ulular de sirenas de tus entrañas
Nuestras lenguas enlazándose como pájaros suntuosos
Contemplando tu belleza y mi deseo
acepto la vida
Así nosotros, desesperanzados, ya sin esforzarnos ni cuidar la
razón, resueltos ibamos de lodazal en lodazal, por la alta mar
de esa líquida basura
Giordano Bruno-Caballero, yo no me mezclo en esos asuntos;
no estoy aquí para eso
Condesa de Espoz y MinaQuiero que veáis -dijo el Conde- que soy de nobles sentimientos
Heldris de Cornualles
El otro día, Cintia, me decías
que siempre me quedaba en la puerta, que no
daba el paso «decisivo» decías, del que ya no hay retorno,
y que era cobardía ante la vida,
que me estaba perdiendo no sé qué.
El sacrificio ha sido favorable
AristófanesLa gloria conquistada por los adolescentes
Píndaro
El otro día, hojeando un viejo álbum
de fotografías,
apareciste. En una playa
que ciega el sol (seguramente,
Le Lavandou), orgullosa y alegre
sobre las brasas
de aquel Verano.
Armonía cosmopolita
Zoilo Escobar
Deliciosa la cena,
señora,
y aún más delicioso
todo lo que la cena ha convocado.
Yo os miraba y pensaba:
Reina Carme Riera
-sobre las copas de excelente vino-
feliz,
dosificando la inteligencia de los invitados.
Prefiero a lo que miro lo que creo
Francisco de Quevedo
Es dichoso vivir en estos climas que permiten
relaciones normales
Montesquieu
Suavemente (si
lo considero
con ecuanimidad, acaso
sin rescoldos de pasión, es más,
sin interés; pero al fin y al cabo, suavemente)
te
miro,
mientras un norteamericano de origen africano
(obsérvese cómo venero la solidaridad y el pensamiento liso)
toca al fondo del bar, en piano blanco,
una pieza -y esto es lo importante-
cuya letra en tiempos menos lisos
fue «Easy living» y la cantaba Billie Holiday.
Hace el amor gran villanía al no enlazarte a ti
Jacopo da Lentino
Como un desnudo con alhajas
la noche de Verano languidece
en este bar junto a las aguas.
Desazón del calor.
¿Qué debemos hacer hoy para salvar la Cultura?
Curzio MalapartePara Vicente Gallego
Sólo dos cosas, Filis, yo quisiera
decirte, hacer que aniden
en tu desvergonzado corazón: Es la primera
un consejo de Ovidio, cuando escribe: Si a una de vosotras
Venus negó sensual naturaleza,
fingid.
«La nostalgia que siento no está ni en el pasado ni en el futuro…»
Fernando Pessoa
«-En el coche queda una botella de ginebra.
-Por qué no lo dijo antes, en vez de hacerme perder el tiempo
hablando tonterías?»
Daniell Hammettt
«La resistencia se organiza en todas las formas puras»
Tristán Tzara
A Jaime Gil de Biedma
Qué importa ya mi vida.
En medio de tantos desórdenes siempre reinó una alegría
que los hizo menos funestos
Voltaire
Para Hélene y Bobo Ferruzzi
Este pasador… En el oro más fino
cincelado. Cuántas veces
dedos anhelantes lo habrán apartado
para que una melena oliendo a mujer
cayese abandonada
sobre unos hombros mórbidos.
(Retrato de una niña con «Vingt mille lieues sous lesmers»
o como alecciona Flaubert: quelle joie ce serait que de voir
ce bon petit être que de voir ce bon petit etre sèpanouir
aux splendeurs de l’art et de la nature!)
Al corazón gentil acude siempre el amor
Guido Guinizelli Da Principi
Que arda en el Deseo
Y que sus besos quemen
Cuando la estreche entre mis brazos
Auguste Kopisch
Dulcísima criatura, de una felicidad
que aún no ha salido de Watteau.
Musafir «Huésped; visitante»-
El que viaja por medio de la reflexión mental (Fikr) sobre los
inteligibles; lo cual es entender las cosas invisibles a través
de la antología de las visibles (I’Tibär), de modo que pueda
cruzar (Ábara) desde la orilla de este mundo a la otra
Ibn Al’ Arabi
Esta prenda, suave, delicada,
casi caliente aún, aún húmeda
de ti.
Es muy propio de nuestra naturaleza ir muy lejos en
la perfección
Lawrence de Arabia
No tengo ninguna objeción grosera que oponer a la
circunnavegación del globo con fines de Arte, de
estudio y de benevolencia
Ralph Waldo Emerson
Quien ha contemplado la Belleza
Deja su suerte en manos de la muerte
August von Platten-Hellermünde
Noche legendaria
Ópalo de los Ángeles
Noche de plata en llamas
Ah esa hora
Cuando sacudes, con la mirada turbia
Tu pelo sobre tus hombros
Desnudos
Y el deseo roza con sus labios
El cristal de tu copa Ah esos labios
Canallas, húmedos
De divinos licores
Tus pensamientos passiuos
Deuen ser contenplatiuos
Pedro de Veragoe
Ese
relamerse, esos labios
brillantes de saliva, ese mohín
entre infantil y disoluto,
esos ojos burlones que cruzan como un rayo
el universo de plástico del aeropuerto…
Su amiga, sin embargo,
aún siendo hermosa, acaso más hermosa, no
excita.
Recórreme la ruta del recuerdo,
tan desierta sin ti que nadie ha impreso
huellas sobre tus huellas, y me pierdo
en la niebla que impide tu regreso.
El ángel del olvido
contra mi mente alzó espada de hielo,
y amanecí en las sombras, abatido,
mi pasado filtrándose en el suelo.
Hay en tu rostro un gesto de embeleso
al ajustar tu mano mi corbata;
y me encuentro vestido con exceso
al ver tu desnudez bajo la bata.
De repente me asaltan intenciones
que sacuden la fibra del sentido,
y que encajan en las incitaciones
que el brillo de tus ojos me ha tendido.
¡Qué dulce dolor de ancla
en el corazón sentías!
Tu corazón reteniendo,
duro coral, mi partida.
Ahogada en amor, tu amor
como un mar me sostenía.
Altos vientos me empujaron
solitario a la deriva.
Si mi nave se fue lejos
más profunda quedó hundida
tu dura rama de sangre,
rota el ancla de mi vida.
Al ver por donde huyes
dichoso cambiaría
las sendas interiores de tu alma
por la de alegres campos.
Que si tu fuga fuera
sobre verdes caminos
o sobre las espumas
y te vieran mis ojos,
seguirte yo sabría.
Mi forma inerte grande como un mundo
no tiene noche alrededor ni día
pero tiniebla y claridad por dentro
hacen que yo, que tú, vivamos.
Mares y cielos de mi sangre tuya
navegamos los dos. No me despiertes.
No te despiertes, no, sueña la vida.
Si para ti fui sombra
cuando cubrí tu cuerpo,
si cuando te besaba
mis ojos eran ciegos,
sigamos siendo noche,
como la noche inmensos,
con nuestro amor oscuro,
sin límites, eterno…
Porque a la luz del día
nuestro amor es pequeño.
Amor, sólo te muestras
por lo que de mí arrancas,
aire invisible eres
que despojas mi alma
manchando el limpio cielo
con suspiros y lágrimas.
Al pasar me has dejado
erizado de ramas,
defendido del frío
por espinas que arañan,
cerradas mis raíces
el paso de las aguas,
ciega y sin hojas la desnuda frente
que atesoró verdores y esperanzas.
Huyo del mal que me enoja
buscando el bien que me falta.
Más que las penas que tengo
me duelen las esperanzas.
Tempestades de deseos
contra los muros del alba
rompen sus olas. Me ciegan
los tumultos que levantan.
Como un ala negra de aire
desprendida de hombro alto,
cuerpo de un muerto reflejo
en duras tierras ahogado,
la sombra quieta, tendida,
flota sobre el liso campo.
La nube, sombra en el viento
de la sombra, flor sin tallo,
de la amplia campana azul
adormecido badajo,
techo azul y suelo verde
tiene en la tarde de mayo.
No estás tan sola sin mí.
Mi soledad te acompaña.
Yo desterrado, tú ausente.
¿Quién de los dos tiene patria?
Nos une el cielo y el mar.
El pensamiento y las lágrimas.
Islas y nubes de olvido
a ti y a mí nos separan.
El cielo de tu tacto
amarillo cubría
el oculto jardín
de pasión y de música.
Altas yedras de sangre
abrazaban tus huesos.
La caricia del alma
-brisa en temblor- movía
todo lo que tú eras.
¡Qué crepúsculo bello
de rubor y cansancio
era tu piel!
El alma es igual que el aire.
Con la luz se hace invisible,
perdiendo su honda negrura.
Sólo en las profundas noches
son visibles alma y aire.
Sólo en las noches profundas.
Que se ennegrezca tu alma
pues quieren verla mis ojos.
El ciego amor no sabe de distancias
y, sin embargo, el corazón desierto
todo su espacio para mucho olvido
le da lugar para perderse a solas
entre cielos abismos y horizontes.
Cuando me quieres, al mirarme adentro,
mientras la sangre nuestra se confunde,
una redonda lejanía profunda
hace posible nuevas ilusiones.
Profeta de mis fines no dudaba
del mundo que pintó mi fantasía
en los grandes desiertos invisibles.
Reconcentrado y penetrante, solo,
mudo, predestinado, esclarecido,
mi aislamiento profundo, mi hondo centro,
mi sueño errante y soledad hundida,
se dilataban por lo inexistente,
hasta que vacilé cuando la duda
oscureció por dentro mi ceguera.
Profeta de mis fines no dudaba
del mundo que pintó mi fantasía
en los grandes desiertos invisibles.
Reconcentrado y penetrante, solo,
mudo, predestinado, esclarecido,
mi aislamiento profundo, mi hondo centro,
mi sueño errante y soledad hundida,
se dilataban por lo inexistente,
hasta que vacilé cuando la duda
oscureció por dentro mi ceguera.
Al ver por dónde huyes
dichoso cambiaría
las sendas interiores de tu alma
por las de alegres campos.
Que si tu fuga fuera
sobre verdes caminos
y sobre las espumas,
y te vieran mis ojos,
seguirte yo sabría.
Hice bien en herirte,
mujer desconocida.
Al abrazarte luego
de distinta manera,
¡qué verdadero amor,
el único, sentimos,
y qué besos eléctricos
se dieron nuestras nubes!
Como el mueble y la tela, tus denudo
no tenía importancia bajo el aire,
bajo el alma, bajo nuestras almas.
Hoy puedo estar contigo. He deseado
para ti todo el bien y me acompaña
la bondad del amor. A ti te debo
gozar en soledad la compañía
más difícil del hombre, la que tiene
consigo mismo. No me causa miedo
reconocerme, ni busco a nadie, no.
Oh libertad errante, soñadora,
desnuda de verdor, libre de venas,
arboleda del mar, errante nube;
si en lluvia el desengaño te convierte,
la forma de mi copa podrá darte
una pequeña sensación de cielo.
Vuelve a la tierra, oh mar, vuelve a la vida,
a las cadenas de los largos ríos,
a las prisiones de los hondos lagos;
vuelve afiliada a penetrar mil veces
angostos laberintos vegetales.
Una clara noche
de fiesta y de luna,
noche de mis sueños,
noche de alegría
?era luz mi alma
que hoy es bruma toda,
no eran mis cabellos
negros todavía?,
el hada más joven
me llevó en sus brazos
a la alegre fiesta
que en la plaza ardía.
Las sendas que me obligo
a recorrer por ti,
no las borra la vida,
y en vez de flores, una venda,
dura como una máscara,
va dividiendo el campo.
Quisiera haber nacido junto a ti,
vivir de rama en rama, sin caminos,
pero veo la distancia, el no alcanzarte
y peregrina el corazón pisando rosas
y llega al tuyo cuando sueña
dentro de una ciudad donde aplastado
quedó el verdor, la risa, las colmenas.
El silencio eres tú.
Pleno como lo oscuro,
incalculable
como una gran llanura
desierta, desolada,
sin palmeras de música,
sin flores, sin palabras.
Para mi oído atento
eres noche profunda
sin auroras posibles.
No oiré la luz del día,
porque tu orgullo terco,
rubio y alto, lo impide.
Éstas son las rodillas de la noche.
Aún no sabemos de sus ojos.
La frente, el alba, el pelo rubio,
vendrán más tarde.
Su cuerpo recorrido lentamente
por las vidas sin sueño
en las naranjas de la tarde,
hunde los vagos pies,
mientras las manos
amanecen tempranas en el aire.
Se agrandaban las puertas. Yo gigante,
con el recuerdo de mi olvido dentro,
atravesaba las estancias,
golpeando las paredes sordas.
¡Qué collar interior en mi garganta
de palabras en germen, de lamentos
que no podían salir, que se estorbaban
en su gran muchedumbre!
Estabas sola y alta.
Yo miraba cómo todos los pájaros
debajo de tu frente se escondían.
¡Qué ir y venir y qué volver!
Cómo todas las cosas
quedándose se iban
a entrarse por tus ojos.
Cómo yo mismo no sabía
si estaba junto al árbol
bajo aquel cielo tan azul,
o si los verdes límites del parque
estaban encerrados en tu frente.
Se levantó sin despertarme.
Andaba lenta, aplastándose tanto
hasta pasar bajo imposibles
sitios huecos,
o estirándose fina como un ala
atravesando puertas entreabiertas.
No tenía vista,
pero salvaba los obstáculos
con previsora maestría.
Ni tacto,
pero evitaba las esquinas
sin recibir un golpe.