A Eduardo
…¿quién, qué hombre o qué dios puede, ha podido,
podrá decirme a mí qué es mi vida y
mi muerte, qué no es?…
Juan Ramón Jiménez
La luz sube en oleadas
vagido
en lo callado inmenso del nombre
mortal y sola en su errancia
la traspasada palabra
a tientas
la oficiante
vieja madre cómplice
intercede
Ay convocada
nocturna
como un charco de miedo
Con tus ojos de viuda
abriéndote en tu hambre
te clavas en lo extenuante del amor
y la noche temblando con todas sus ramas
se arrodilla ante el abismo
me cubre helada como una lágrima
y caemos por la misma pendiente
cómplices
Ábreme con tu saliva
empújate hasta mi hondura hasta el desamparo
recíbeme como si fuese un puñado de tierra
tránsito yo misma
Las palabras
brevísimas húmedas
rozan la superficie
como una serpiente
y la voz sabe que no sabe
Avalancha de hojas
y su lamento seco y rojo
el río se inclina
hacia su sed
el tiempo va más aprisa que yo
la noche se desgaja
toco tu desnudez de agua
y ella grita dentro del grito
Entré al lugar éntreme huérfana
¿dónde están las palabras por qué no comparecen
por qué no me socorren?
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