Allá en mis años

Allá en mis años Poesía usaba por cifra una equis,
y su conciencia se llamaba quince.
¿Qué van a hacer las rosas
sin quien les fije el límite exacto de la rosa?

¿Qué van a hacer los pájaros (hasta los de cuenta)
sin quien les mida el número exacto de su trino?

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Booz canta su amor

Me he querido mentir que no te amo,
roja alegría incauta, sol sin freno
en la tarde que sólo tú detienes,
luz demorada sobre mi deshielo.
Por no apagar la brasa de tus labios
con un amor que darte no merezco,
por no echar sobre el alba de tus hombros
las horas que le restan a mi duelo.

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Celos y muerte de Booz

Y sólo sé que no soy yo
el durmiente que sueña un cedro Huguiano, lo que sueñas,
y pues que he nacido de muerte natural, desesperado,
paso ya, frenesí tardío, tardía voz sin ton ni son.

Me miro con tus ojos y me veo alejarme,
y separar las aguas del Mar Rojo de nuestros cuerpos mal fundidos
para la huida infame,
y sufro que me tiñe de azules la distancia,
y quisiera gritarme desde tu boca; ‘No te vayas’.

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El infierno perdido

Por el amor de una nube
de blanda piel me perdí
duermo encadenado al cielo
sin voz sin nombre sin ser
sin ser voz suena mi nombre
mas donde sueña no sé
que se me enredó la oreja
descifrando un caracol
tras una reja de olas
lo hará burbujas un pez
mas mi boca ya no sabe
la sílaba sal del mar
sílaba de sal que salta
del mar a mis ojos sin
lágrimas que la desposen
y el frío mal traductor
mal traidor ángel del frío
roba mi nombre de ayer
y me lo vuelve sin fiebre
sin tacto sin paladar
contacto bobo del cero
grados que era su inicial
con su tardes de ceniza
en mi lengua de alcohol
en su verde voz de llama
de menta ahoga en mi voz
con su blando amor de nube
que el orden me encadenó.

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El martes

Pero me romperé. Me he de romper, granada
en la que ya no caben los candentes espejos biselados,
y lo que fui de oculto y leal saldrá a los vientos:

Subirán por la tarde purpúrea de ese grano,
o bajarán al ínfimo ataúd de ese otro,
y han de decir: ‘Un poco de humo
se retorcía en cada gota de su sangre’.

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El naufragio

Esta mañana te sorprendo con el rostro tan desnudo que temblamos;
sin más que un aire de haber sido y sólo estar, ahora,
un aire que te cuelga de los ojos y los dientes,
correveidile colibrí, estático
dentro del halo de su movimiento.

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Espera, octubre

Espera, octubre.
No hables, voz. Abril disuelve apenas
la piel de las estatuas en espuma,
aún canta en flor el árbol de las venas,
y ya tu augurio a ras del mar, tu bruma
que sobre el gozo cuelga sus cadenas,
y tu clima de menta, en que se esfuma
el .pensamiento por su laberinto
y se ahonda el laberinto del instinto.

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Final

Mañana. Acaso el sol golpea en dos ventanas que entran en erupción.
Antes salen los indios que pasan al mercado tiritando con todo el trópico a la espalda.
Y aún antes
los amantes se miran y se ven tan ajenos que se vuelven la espalda.

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Interior

Las cosas que entran por el silencio empiezan a llegar al cuarto. Lo sabemos, porque nos dejamos olvidados allá adentro los ojos. La soledad llega por los espejos vacíos; la muerte baja de los cuadros, rompiendo las vitrinas de museo; los rincones se abren como granadas para que entre el grillo con sus alfileres; y aunque nos olvidemos de apagar la luz, la oscuridad da una luz negra más potente que eclipsa a la otra.

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Llagado de su desamor

Hoy me quito la máscara y me miras vacío
y ves en mis paredes los trozos de papel no desteñido
donde habitaban tus retratos,
y arriba ves las cicatrices de sus clavos.

De aquel rincón manaba el chorro de los ecos,
aquí abría su puerta a dos fantasmas el espejo,
allí crujió la grávida cama de los suplicios,
por allá entraba el sol a redimirnos.

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Llagado de su mano

La ilusión serpentina del principio
me tentaba a morderte fruto vano
en mi tortura de aprendiz de magia.

Luego, te fuiste por mis siete viajes
con una voz distinta en cada puerto
e idéntico quemarte en mi agonía.

Lascivia temblorosa de las tardes de lluvia
cuando tu cuerpo balbucía en Morse
su respuesta al mensaje del tejado.

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Nombres

Preso mejor. Tal vez así recuerde
otra iglesia, la catedral de Taxco,
y sus piedras que cambian de forma con la luz de cada hora.
Las calles ebrias tambaleándose por cerros y hondonadas,
y no lo sé, pero es posible que llore ocultamente,
al recorrer en sueños algún nombre:
‘Callejón del Agua Escondida’.

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Propósito

Todavía mis ojos, por tus ojos,
en tu alma, como el día del encuentro;
que el amor, como siempre, nos presida,
pero ya nunca lo nombraremos.

Mejor la insensatez de nuestra efímera
voz sonando en lo eterno,
puestos en entredicho tus románticos,
dueña, la Geometría, del sendero.

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Rasgos (II. Pinar)

Apuntamos aquel cielo
que se nos desplomaba, verdinegro.
Los que pasaban a lo lejos eran
—sombras chinescas
en la pantalla del crepúsculo—
nuestras sombras en otros mundos.

El cielo verdadero
estaba, afuera, preso,
y se asomaba entre los troncos, viéndonos
con su ojo de luna, huero.

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Rasgos (III. Camino)

¿Y aquel otro
caminito del cielo
por donde anoche fueron
nuestros ojos?

Cuatro príncipes iban sobre él;
cuatro pilares de aquel puente
que soñamos tender
del hoy al siempre.

¡Oh dolor, sin tu vino acedo
ni la pildora de opio de la luna,
ya estaríamos en lo eterno!

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Rescoldos de sentir

En esa frente líquida se bañaron Susanas como nubes
que fisgaban los viejos desde las niñas de mis ojos púberes.

Cuando éramos dos sin percibirlo casi;
cuando tanto decíamos la voz amor sin pronunciarla;
cuando aprendida la palabra mayo
la luz ya nos untaba de violetas;
cuando arrojábamos perdida nuestra mirada al fondo de la tarde,
a lo hondo de su valle de serpientes,
y el Ave Rokh del alba la devolvía llena de diamantes,
como si todas las estrellas nos hubiesen llorado
toda la noche, huérfanas.

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Sombra

Mi estrella -óyela correr- se apagó hace años. Nadie sabría ya de dónde llega su luz, entre los dedos de la distancia. Te he hablado ya, Natanael, de los cuerpos sin sombra. Mira ahora, mi sombra sin cuerpo. Y el eco de una voz que no suena.

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Tu nombre, poesía

Y saber luego que eres tú
barca de brisa contra mis peñascos;
y saber luego que eres tú
viento de hielo sobre mis trigales humillados e írritos:
frágil contra la altura de mi frente,
mortal para mis ojos,
inflexible a mi oído y esclava de mi lengua.

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Viento

Recuerdo el paraje del aire donde se guardan las cartas perdidas, las palabras que decimos, cuando pasa un tren, seguros de no ser oídos, y los globos de colores que el cielo va deshaciendo, bolas de caramelo cada vez más pequeñas, hasta ser sólo un punto en su boca azul, y luego nada, sino el llanto abajo, de los niños a quienes se escaparon.

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Y tu poética

Primero está la noche con su caos de lecturas y de sueños.
Yo subo por los pianos que se dejan encendidos hasta el alba;
arriba el día me amenaza con el frío ensangrentado de su aurora
y no sabré el final de ese nocturno que empezaba a dibujarme,
ni las estrellas me dirán cuál fue, cabal, mi nombre.

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Y tu retórica

Si lo escribió mi prisa feliz, ¿con qué palabras,
cómo dije: ‘palomas cálidas de tu pecho’?
En sus picos leería: brasa, guinda, clamor,
pero la luz recuerda más duro su contorno
y el aire el inflexible número de su arrullo.

Y diría: ‘palomas de azúcar de tu pecho’,
si endulzaban el agua cuando entrabas al mar
con tu traje de cera de desnudez rendida,
pero el mar las sufría proras inexorables
y aún sangran mis labios de morder su cristal.

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Fragmento de ventana (Fragmentos)

Ahora estoy en un paisaje de zenzontles
Cada vez estoy más cerca
Cuando posea esa inmensidad
apenas tendré fuerza para despertar en la brevedad
de la muerte
La luz golpea el aire. Estamos donde los colores
se abren
Son días largos y apretados como la migraña
Y todo se repite
Los árboles desamarrados
La noche se deshace
¿Y después?

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Pythia (Fragmentos)

A Eduardo
…¿quién, qué hombre o qué dios puede, ha podido,
podrá decirme a mí qué es mi vida y
mi muerte, qué no es?…
Juan Ramón Jiménez

La luz sube en oleadas
vagido
en lo callado inmenso del nombre
mortal y sola en su errancia
la traspasada palabra

a tientas
la oficiante
vieja madre cómplice

intercede

Ay convocada
nocturna
como un charco de miedo

Con tus ojos de viuda
abriéndote en tu hambre
te clavas en lo extenuante del amor

y la noche temblando con todas sus ramas
se arrodilla ante el abismo
me cubre helada como una lágrima

y caemos por la misma pendiente
cómplices

Ábreme con tu saliva
empújate hasta mi hondura hasta el desamparo

recíbeme como si fuese un puñado de tierra

tránsito yo misma

Las palabras
brevísimas húmedas

rozan la superficie
como una serpiente

y la voz sabe que no sabe

Avalancha de hojas
y su lamento seco y rojo

el río se inclina
hacia su sed
el tiempo va más aprisa que yo

la noche se desgaja
toco tu desnudez de agua
y ella grita dentro del grito

Entré al lugar éntreme huérfana

¿dónde están las palabras por qué no comparecen
por qué no me socorren?

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Ulises cotidiano

Traes en tu cuerpo la leyenda
de un navegante cansado.
Es tan grato, en silencio,
descalzarte de barcos,
recoger de tus ojos
las sirenas perdidas,
las redes enlamadas,
los sonidos ocultos de las olas.
Te espero cada noche
cuando levantas anclas en mi espacio
y una lluvia de estrellas
te hace perder el rumbo
y un enjambre de peces y caricias
nos recobra el naufragio tan deseado.

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Bajo amorosa sombra

Cúrame con tus manos,
toca de mí el olvido
que se fue acomodando entre los pliegues.
No venga la tormenta a amordazar mis sueños,
sólo esta lluvia suave, vespertina
despierte en mí los pétalos dormidos.
Desnúdame en silencio,
hoja por hoja
hasta dejar al descubierto el punto
del estremecimiento.

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Amatorio

Desnuda
me miro en el espejo perturbable.
No tengo rostro
mi signo del zodiaco es el desorden.

Sola estoy
cuando podría ser otra vez el lento
obstinado presagio de tus dedos.

Este es sólo el exordio del placer.

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Maitines

El sueño parpadea en los ojos.
Frágiles rudimentos de paloma me vuelven al deseo,
a la reminiscencia de tu abrazo.

A esta mañana
atrio del día que aguarda,
municipio del aire,
hora primera.

Loa a esta ciudad sombría y desvelada
en que rostros sin rostro pasan y están soñando.

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Para la voz que calla

…Y sin demandar nada
salvo el misterio perenne de una boca.

Misterio cuando calla, revela la escritura silenciosa,
abre un mundo, organiza memorias.
-Es el llamado.
La memoria desciende al oscuro precipicio de tu boca,
palabra luminosa
-distracción del llanto-
acaso el vuelo prodigioso de una historia
que va y regresa:
se oculta en las orillas de la rosa,
asciende, palpitando, a la mirada;
se guarda,
juega en la lengua, cierra la puerta…
Ensaya una vocal,
una tras otra,
tropieza a veces;
se hunde y se encamina en la memoria.

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Para un cuerpo ausente

Busco tu esqueleto bajo la cama
entre los libros
ahí
donde estuviste
en los pasillos
en los rincones
en los dobleces de mi cuerpo
entre las altas torres del lenguaje.

O quizá un gesto de la mano izquierda
en la pared proyecta con su sombra
el rostro de una palabra

Guardé tu nombre que late en una página

No quiero recordar
y aun la voz no alcanza para ir
-despacio-
consonante y vocal
aire y vacío
llenando lo que dice
lo que en verdad nombra
ese nombre que tiene tu cuerpo

Y no hay voz que lo abarque

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Ahí, donde la piel se funde

Voy a tu cuerpo,
agazapada,
cautelosa
de la mirada del miedo;
verdugo que asesina
a golpes de soledad.

Fugitiva,
arribo a tu blanda estación
recorriendo a besos lentos
el refugio donde desvalijo caricias
que me enmohecían las manos.

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En algún sentido

Escucho tu carne suave
oscuridad
penetrando la mente
como gusano de terciopelo
que desata convulsiones en los dedos
torpes
tristes extensiones venosas
cascadas de sangre fría

Veo tu aliento insinuante
reto
que escala montañas de espeso humo
restaurando caminos cóncavos
abismos casi
tumbas crecientes
al riego de gotas perpetuas
de nubes hinchadas de dolor

Siento tu abandono travesía
tacto
que desciende entre enredaderas mansas
descansando en los bordes
húmedos de profunda grieta
avidez
de cruzar palpitantes tierras
no conquistadas

Quizás sea tarde
de silencio.

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Alba

Orífice del alba, dulce loco,
alucinada estoy en tus colores,
si me pintas la noche de temores
en el amanecer dórame un poco.

Después verás qué pájaros convoco
para que te rindamos los honores
porque eres hacedor de los albores
y principio de todo lo que toco.

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Alondra

Todo el año caído, todo el año,
polen sin rumbo, tierra sin semilla,
algo que muy adentro se apolilla
y algo que por afuera se hace daño.

El aire huele como a desengaño,
algo se pudre, algo está en la orilla
y mientras el otoño se amarilla
el ambiente se torna más huraño.

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Balance

Tanto pugnar por definir la vida,
tanto por detener el tiempo breve
por sostener el pulso que nos mueve
por dejar testimonio de la huida.

Y ver la primavera malparida
o el verano febril que nos remueve,
el otoño temblón que nos conmueve
y el invierno en su muerte desceñida.

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Boca

En donde la sonrisa es un suceso,
agresor el contorno de castigo,
el labio al rastrear, como enemigo,
la mordida ritual y nido el beso,

en donde tiembla el corazón opreso
porque al salirse quiere estar conmigo,
de otra finalidad su fin desligo:
forjada solamente para el beso.

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Cuello

Algo de orgullo, mucho de eficacia.
Por sostener con propiedad la cumbre
el cuello toro se alza en reciedumbre
y afina los contornos de la gracia.

El sol de todos vuelca democracia
y en la nuca te da besos de lumbre,
mientras la voz naufraga por costumbre
en el silencio de tu idiosincrasia.

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Desayuno

Si es que me siento sola, no me importa.
Con el ego me baño narcisista,
ante el espejo me hago una entrevista
y escribo lo que el vidrio me reporta:

la vejez asomada que soporta
un espíritu fuerte y optimista,
hay mucho más de risas a la vista
porque el dolor la vida nos acorta.

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El primer recuerdo

¿Desde cuando tenemos memoria del primer recuerdo? ¿Creen ustedes en los famosos traumas de la tierna infancia? ¿Los psicólogos pediátricos han encontrado una veta minera aún en tiempo de crisis?

Porque luego escucho que al senador Fulano le quitaron el chupón de manera brusca y precoz cuando era bebé y el psicólogo descubre que por eso se dedica ahora al ‘chupe’ (viene de chupón) con grave deterioro del pacto federal.

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Historia

¡Ay primavera, primavera suave!
Érase una mujer que compartía
el humus de la tierra, la armonía,
el árbol fácil y el nidal del ave.

Érase una mujer como una llave
con la que abrir un mundo de alegría,
una mujer, fugaz sabiduría,
pacífica guerrera, beso en clave.

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Homenaje

¿Homenaje?

Cada día recojo mis cenizas
sin darme cuenta de mi decadencia
exenta de quejumbre o de dolencia
asumiendo el trabajo con más prisas.

‘¡Qué bien estás!’ -me dicen con sonrisas
las compañeras de mi adolescencia.
No respondo igual, porque en conciencia,
al revisarlas, están hechas trizas.

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Llanto

Viuda de ausencia toco la mañana,
es tan igual invierno y lejanía,
que quizá se pudiera se podría
abrir la noche junto a tu ventana.

Al gallo inútil con su inútil diana
en el alba su canto estrellaría,
no pasaría el sol no pasaría
envuelto ya de noche en su sotana.

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Paisaje

Amor, amante, amado, yo te digo
con letras rojas toda mi alegría,
por ti la pena entera gozaría,
sin ti la dicha fuérame castigo.

Amor, amante, amado. Me enemigo,
si el amor me retira compañía,
porque sin ti la vida es ironía
y lenta muerte que en afán persigo.

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