Unos pocos minutos en América

aún entre la magia negra del jet lag
y la búsqueda del hotel en calle Veinte Art Decó.
Honestamente, como todo siglo un exceso,
demasiado pronto para situarse entre lo desconocido,
no queda sino la defensa propia contra el titán imposible,
del miedo una huida desesperada que me desborda.

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Revisiones a la duda

Ayer me descubrieron un leviatán silencioso
que se ha alojado en mi más deseado trofeo,
aquel que desatara envidias por igualarlo,
el que despertó la codicia por poseerlo,
el que ofrecí por entero a ese amigo
y enemigo con el que comparto un solar
de sueños afiliados a lo imposible.

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En la aduana

Y cuando en la interminable cola,
perdidos ya todos tus derechos,
todos empujan indignados:
blancos primero, afros y chinos;
latinos, indios y musulmanes;
para que sus familias no sequen
sus calcetines de zurcida rabia
al viento rasante del metro
que taja todas sus gargantas.

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Manifiesto de cualquier nocturno

Reivindico el desenfado
y la desinhibición de mis deseos,
el punto de alcohol compatible con mis sentidos,
el encuentro furtivo con un amante efimero,
el bullicio sin rumbo de un grupo humano,
el golpe mortal a la rutina,
la amargura cuando sale el sol,
el exceso, sobre todo el exceso

Magnifico la valentía
de todos aquellos que viven con ojeras,
que no le ponen precio a la hora,
que desacatan las leyes ordenadas de la Naturaleza,
que amarían sólo hasta el alba,
capaces de todo en el punto exacto de la Medianoche,
de nada cuando unas gotas de luz
rayan la noche descarada,
vencida ya.

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Una oficina propia

Nuestra tarea no es ya recolectar madura fruta
con trampa mortal que se muerda.
Ahora que en la casa dejamos atrás las naves hundidas,
sin olvidar la flor en el cabello
que nos perfuma desde generaciones,
no seremos más
púgiles en un ring sexual de barro,
superdotadas para el teatro del amor,
aficionadas al abalorio antes de iniciar la pubertad,
al ritual de cuerpos engastados en aceites nocivos
para que resbalen todas las enemigas.

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La celebración de la palabra

Desde esta pelliza de toro tan angosta a veces,
gran bazar de la droga, según los diarios,
portaviones de sol, vehemencia y gozo,
preñada de inquilinos que bailan
-y qué remedio- con el alegre subsidio de la palabra,
sólo se puede aceptar una contienda de juego y paz,
aunque la mancha de petróleo en el océano
siga ahogando pateras
y sus inagotables fuegos de artificio
iluminen haciendas y solares encalados.

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Subasta de sueños en la Era Heisei

Sabía que atravesando Akakira
al final se llega a una vieja fábrica de aceros,
donde los prendidos sueños arden
como en plena calle verdes
papeleras de plástico galvanizado.
Era todo un milenio en llamas,
crepitaban utopías y principios,
un viejo sombrero de fieltro de Pablo Iglesias,
y la daga samurai de un múltiple Harakiri.

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Pisos en alquiler

Declaro haber vivido en miles:
de patio interior, oscuro y de vida intensa;
el del sexto sin ascensor
lleno de goteras y fuertes vientos;
del que nos echaron porque nos amábamos
sin control ni reglas fijas;
el que no escondía siquiera letrina;
uno con demasiados recovecos y sin esperanza;
otro compartido sólo viernes noche y ya sabes para qué,
y aquella casita en Cájar de vistas a la vega.

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Esta semana, amor

Esta semana, amor,
cuando te marches de vacaciones
haré un escáner a la ciudad,
agotaré la VISA de compras toda la tarde,
visitaré antiguos amigos que te disgustan,
besaré bares y discotecas de moda,
he de beber toda la rutina con ron helado
y regresar de madrugada,
sin remordimiento quizás me levante a las doce
y si sale, por qué no, compañía
estarás jodiéndome como siempre.

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Verso secreto

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ni escribir de amor a ojos que no sean verdes.
Miro esa fotografía, difunto recuerdo en blanco
y negro de aquella boda que nunca tendremos.
Sobre su pómulo derecho aparto las sombras,
se resisten y no lo consigo
porque el misterio siempre purifica,
y ahorra tantas excusas
que de las miserias nos salva.

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