¡Amado! Este es aquel amor que conocimos
antaño en nuestra vida; éramos casi niños,
hace ya mucho tiempo,
cuando tu boca me enseñó la risa
y tus labios el beso.
Este es el mismo amor; viene de lejos,
desde la adolescencia;
cuando en la tuya conoció mi mano
el dulce entrelazarse de los dedos
y abrió la noche entre su cielo oscuro
la blanca floración de los luceros.
Poemas de Dora Castellanos
Un día llegarás;
el amor no espera.
Y me dirás:
Amada, ya llegó la primavera.
Un día me amarás.
Estarás de mi pecho tan cercano,
que no sabré si el fuego que me abrasa
es de tu corazón o del verano.
Oculta fuerza de agua soterrada,
nos sorprendió el amor tan de repente,
que al mirarse a los ojos hondamente
se desbordó el amor en la mirada.
Y brotó aquella fuente enamorada,
con fuerza tan vital y jubilosa,
que fue en verdad y amor la más gozosa
en que jamás me viera arrebatada.
Anclado en la mitad de mis sentidos,
corazón, eres barco solitario;
cuéntame el inefable itinerario
de los amores y los tiempos idos.
Velámen roto y mástiles vencidos;
flotando en el refugio del estuario,
tú quisieras un ímpetu corsario
para encontrar océanos perdidos.
Hay algo en ti que nunca permanece
y fluye de tu alma como un río;
algo que te ilumina y te ensombrece,
algo resplandeciente, algo sombrío,
como un ala fugaz que te ennoblece
el placer, el dolor, el albedrío.
Entre la fina red
que siempre estoy tejiendo
con todos los sentidos
prisionera me encuentro.
En la urdimbre sutil
de verdad y misterio,
de amor, olvido, pena,
ansiedad y recuerdo,
yo misma como un pez
me confundo y me enredo;
yo misma día a día
los hilos voy tejiendo;
cuando sé lo que amo
ya no sé si lo quiero.
A Nancy Pulecio Muñoz
Quemadura glacial de fuego y nieve,
contradictorio amor, tierno y violento,
cerebro ardido, loco pensamiento;
ansioso corazón que no se atreve.
Su voz nos extermina y nos conmueve;
su vivo manantial muere sediento.
Era lirio en el aire y fragancia en el viento;
ondas sobre las aguas y temblor en el río;
cuando vi su hermosura, con todo el pensamiento,
grabé su amado nombre para llamarlo mío.
Nunca supe la hora ni el exacto momento
en que amé su mirada.
Alma mía que trémula y ansiosa
te asombras ante tanta maravilla:
el sol en la luciérnaga que brilla,
todo el bosque fragante en una rosa.
Un día el agua eterna y silenciosa
has de surcar en vacilante quilla;
el fuego que encendió tu lamparilla
apagará la noche misteriosa.
Amor, gozo por ti, por ti padezco;
por ti la sombra que ilumina el mundo
y esta sed de fulgor en que anochezco;
por ti mis bellas horas tenebrosas
en que deshoja sin pudor el alma
su túnica de espinas y de rosas;
tus manos con el tacto de la vida,
mi espíritu cubierto de zozobras,
tu cuerpo con la veste desceñida;
mi panal de amarguras y de mieles,
el campo de la frente coronado
con una rama negra de laureles.
De ti se nutren todas mis raíces:
me nutro de tu voz, de tu mirada
y de ti, porque vivo enamorada
de lo que piensas y de lo que dices.
La carne triste y los cabellos grises
iremos al final.
Quedarás como huella sobre mi brazo,
como marca sobre mi corazón.
Cantar de los cantares
No pasarás en vano por mi vida,
ni encontrarnos fue obra del acaso;
que por tu abrazo quedará en mi brazo
la fuerte huella que el amor no olvida.
Vuelvo a la oscuridad donde he vivido.
Tu claridad de mi dolor se aleja
y sobre el alma trémula me deja
un tenue resplandor de luz y olvido.
Soy un ciego que busca el bien perdido;
ya su amor en mi amor no se refleja.
Hay algo en ti que nunca he conquistado;
vana sombra que no me pertenece,
algo que me conturba y me estremece:
flor de amor que jamás he deshojado.
Es algo indefinible, atormentado;
noche que no se acaba ni amanece;
cual sórdido cilicio permanece
entre la carne viva, soterrado.
Gracias, Amor, por esta dulce herida
y la blandura de mi sufrimiento.
Por la risa y el gozo y el lamento,
en tanta plenitud desconocida.
Bendito siempre, Amor, porque te siento
crecer en la ternura compartida
y por las aguas de tu mar sediento
que arrasa las orillas de mi vida.
Náufrago va sobre el ardiente río
el corazón de todos los amantes;
cautivo entre sus aguas fulgurantes
pasa tu corazón; no pasa el mío.
Pródigo entre mis brazos el estío
acendró miel de pomas delirantes.
Oigo vago rumor de aguas distantes;
lejano de mis brazos pasa el río.
Te amo cuando acaricio la madera:
la caoba que sangra, el roble duro.
Tu perteneces el linaje puro
que fragua anillos cada primavera.
Y floreces también como si fuera
tu cuerpo un árbol de nogal maduro;
palisandro de aromas, cedro oscuro,
estoy en ti como una enredadera.
¿De qué terrena claridad dorada,
de qué barros del cielo, de qué arcillas
surgió la morbidez de tus mejillas,
la ciega plenitud de tu mirada?
¿De cuál sarcófago, de cuál morada,
de qué profundidades amarillas,
de qué lejano mundo sin orillas,
la luz de tu cabeza coronada?
A Inés y Adel López Gómez
No sólo por gozarte te he buscado:
también te quiero para padecerte,
porque el solo placer de poseerte
no da la plenitud de haber amado.
El vivo resplandor de lo gozado
menos amor es siempre que aquel fuerte
dolor de corazón que nos advierte
la dicha cruel de estar enamorado.
Lo que cambia es el rostro,
la hondura de unos ojos,
la luz de una mirada;
la penumbra indiscreta
de confidencias íntimas,
la ternura, los besos,
los cuerpos y las almas.
El amor es el mismo;
busca formas distintas:
a veces una frente
de curvas sosegadas,
otras la boca roja,
quizá una boca pálida;
unos brazos ardientes
de tibias manos largas;
el instante amoroso,
la amorosa distancia.
Sobre las ruinas de tu amor caído
levantaré de nuevo mis quimeras,
y serás en mi vida un destruido
monumento, donde un ídolo eras.
Donde tirano fuiste, las primeras
yerbas silvestres gritarán olvido,
y, recordando nuestras primaveras,
gemirás como un dios arrepentido.
Mecen los blandos sauces la verde cabellera;
todo es diáfano y bello cuando estoy a tu lado;
una sutil fragancia de nardo macerado
difunde sus efluvios sobre la tierra entera.
¡Amado! El tiempo es claro, llega la primavera;
regresa en los capullos del jardín olvidado;
y humildes, tiernas, blancas, en el verdor del prado
abren las margaritas su múltiple gorguera.
Asciende a ti la luz del pensamiento.
Brota por ti la flor de mi alegría
y por tu amor enciende cada día
mi corazón su lámpara en el viento.
Que si pierdo tu imagen, al momento
la recobra en tu alma el alma mía
y tu rostro se vuelve melodía
de claridad en el entendimiento.