Acércame los pétalos de fragante magnolia
con que, en horas de sueño,
el Amor poderoso ilumina mi sombra.
En la sien, en la palma, entre ébanos de noche
tus pétalos reposan.
No los turba el ardiente llamado de mi pulso,
ni del santo madero la grave y sorda música.
Poemas de Esther de Cáceres
Desde un rincón del día dorado
escondidas flores me llaman.
-¡Por tu amor sé escucharlas!-
Me recuerdan tu alma,
¡ay, sólo conocida por los ángeles!
Sólo flores,
las escondidas flores
cantan!
Sabemos sólo flores
sobre ellas,
apenas apoyadas
tu cara -y tu alma
y mi cara- y mi alma.
Cuando te veo
tan solo entre los hombres y los árboles
quiero olvidarme de este Amor en sombra
que sonríe y que arde
para cantarte y dibujar tu imagen
en el aire!
Y tengo que volver a esta penumbra
en que el amor me hace
arder y sonreír para mostrarte
en cristal solitario
tu imagen -otra vez quilla de barco
que rompe el mar y el aire!
Cuando el verano sueña ardientes pausas
entre los árboles,
el ángel del jardín me acerca los jardines
y hace cantar el agua.
Las flores amanecen
porque aquel ángel pasa,
me acerca los jardines
ardientes pausas
pasa…
Él las mira; me mira…
¡todas las flores son una mirada
y ojos y rosas cruzan
su luz de alma!
Ya lejos de los árboles ardientes y mortales,
yo me acerco a cantarte!
Recuerdo la alta llama;
los grandes bosques que tu mano quema;
los muros derribados
entre las voces que la angustia vela;
y el metal de la guerra
por donde corres como vena ciega.
Los pájaros
desde el silencio
cantan.
Desde enjambres de amor y de tormento
cantan.
Desde prisiones y en la dilatada
casa del aire
cantan.
Entre cipreses de la muerte
cantan.
Pero un pájaro solo que ha atravesado el Fuego
solo en lo alto
solo y extático
en misteriosos cielos de silencio y alma
canta.
Es un ciprés que nace entre antiguos cipreses,
plantado por mis manos;
mirado y remirado por los ojos que lloran
en mi cara; los ojos que te amaron
cuando antiguos cipreses eran sólo columnas
de un gran cielo tranquilo.
Música de la Muerte redobla entre tu cuerpo
y mi cuerpo.
Huyes de mis manos,
forma del vaso sencillo y seguro:
-¡pero desde el sueño te canto
como si tú también fueras sueño!
Huyes de mis manos
por caminos que ningún pájaro conoce;
y mi voz te persigue
heroica, como un secreto fino y terco.
Entre árboles extáticos
y flores soñolientas,
cuando todos los astros del verano
caen sobre los jardines con ardiente cadencia
tus surtidores cantan
sobreviviendo!
Remotas aguas, columpiados barcos
descansan en tu dulce cara quieta.
Tus tranquilos mármoles
se dan al aire y sueñan
y la gran noche mágica
del jardín se levanta
para ver nuestro encuentro.
I
Un alto mar de sombra ya invadió todo el Aire,
y en el gran sueño oscuro
relucen, solitarios,
los vastos ébanos con que el Amor talla
arcas insomnes de secretos pianos.
Bajo la noche
busco antiguas estatuas.
Tiembla el aire, desata las fragancias
si cantan las campanas
llamando a los nostálgicos
seres del valle.
Son locas llamaradas
tendidas a una música lejana
que sólo en sueños viene
con acento velado
por un camino tierno de amapolas
y de lento descanso.
¿Qué piano me recuerdan
las nubes esta tarde?
Lejos de acantilados
en donde el mar se rompe
llorando!;
lejos de ciegas llamas
que una mano desata
para su muerte incauta,
ya no eres gris espada
ni violento relámpago!
¡Qué cercanas, qué lejanas,
tu mano y mi mano juntas!
Me enloquezco cuando siento
que entre el amor de sus palmas
una mano taladrada
les separa los dos pulsos.
-Ya se acercan, ya están juntas,
como una flor con su tallo,
tu mano y mi mano juntas!
Cisne tú, como cisnes de un olvidado lago
que se asoma al recuerdo con violetas tranquilas!
Viajas como los cisnes en que el Amor descansa
con una luz antigua
cuando somos el sueño de una sola flor sola,
Tú, Cisne de los cisnes
y Yo -tu melodía!
No pasarás por el camino
a la hora en que mis ojos te buscan,
cuando los pájaros vagabundos se van de la tarde
y llora en la noche mi voz.
Mi corazón te esperará en la puerta de los días
¡pero no llegarás!
Mientras las nubes pasan sobre el tapiz antiguo
del tiempo herido
yo olvido el suave musgo y los pies vivos
porque tu ser tendido
yacente en mis rodillas
me atrae como la sed. Hacia tu muerte
como hacia el mar me inclino
y me busco en tu faz como en espejo
hasta que el día declina.
Porque me traían tu sueño
yo amé los cielos de la tarde
y los árboles solos.
Y amé los mares en el alba
y las barcas abandonadas,
porque en ellas iba encontrando
¡tu recuerdo!
Ya sin los cielos de la tarde
ni los mares del alba
¡te tengo!
Yo estoy dentro de un Mar donde los cantos viven
en tiniebla extasiados…
Llegan, me tocan, vagan
con alguna hoja náufraga
por otoños del Mar suavemente llevada
y juntos reposamos
sobre el gran sueño lento de las algas.
No recuerdo la orilla
de adiós y muerte y luces apagadas…
Sólo recuerdo el Aire separando
con sus secretos dedos
mis dolientes cabellos extraviados
cuando cruzábamos
el Aire y yo
-aire y cabellos vivos derramados-
por la gran Primavera
de ardientes vientos arduos;
cuando nos acercábamos
a una columna erguida,
con hiedra, con saetas,
con ser encadenado,
entre las casas muertas
en un día de violetas
sobre cara en dolor y párpados cerrados.
Tú harás suave mi sueño
cuando todas mis ramas hayan sido cortadas
y no quede más que una
libertad sin recuerdos…
Llegará tu silencio!
Ya mi oído
no se inclina a los días ni a las noches,
ya la última esperanza se me borra en tu cielo…
¡Llegará tu silencio!