Canto a los muros de piedra

La arquitectura salta toda al fondo de los ojos.
Así, la muerte, su caballo y su espada.
O un avión ubicado al irse el sol.
Ayuntando piedra con piedra acontece
en un juego de exacta llama sin tinieblas.
Alianza y pacto de ciudades distantes,
de hombres que adoran dioses obscenos y crueles
u obedecen a reyes o emperadores idiotas.

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Canto al cartero

(a Esteban Santa Coloma)

Hombre que has cruzado todas las civilizaciones
como cualquier astro o insecto alrededor de la noria de la tierra.
Serviste al emperador de la China, entre dragones
de piel de alucinado verde, de un verde de minas de esmeraldas,
en las que hubiéranse derrumbado todas las estrellas.

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Potro de azufre

¡Oh tu Satanás! Taumaturgo nocturno,
sembrador de luceros, de silenciosos y tintas maléficas.
Escenógrafo mágico de los países feéricos, alucinados.
Ahí los buhos. Ahí, las luciérnagas. Ahí, los murciélagos,
los felinos y las lechuzas.

En qué noches. Bajo los cielos de que Gomorra
se gestaron vuestras complejas almas,
sumergidas en antecedentes milenarios.

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Primavera

Del guano de los establos moscos de verde peto.
Fiesta de doncellas tristes para las moscas de negras patas;
ámense las carcomas en las maderas tibias fragantes a mosto viejo.
Agriétense las murallas. Rómpense las corolas. Estallan las pulpas ácidas.

Los insectos, niños traviesos, sacrifican alas nocturnas.

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