Aliud et Alibi

Como nada gloriosos combatientes
de una guerra perdida, regresáis,
imágenes de mi sesenta y ocho.

Praga pillaba lejos,
no muy cerca París.
La vida me arrastraba de la mano
hacia un verano gris.

Recuerdo un año cruel:
el despertar de un sueño de bonanza católica
y de jardín inglés.

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As man grows older

Por mi edad turbulenta
-o sea, de los veinte a los cuarenta-,
mejor pasar como si sobre ascuas.

Bebí, amé (es un decir)
y gasté por encima
de lo que la prudencia aconsejaba.

Tú, que me envidias, debes
saber que cambiaría sin mirarla
tu juventud oscura por los años
de la edad turbulenta
en que trastabillé más de la cuenta.

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Bárbara

Vuelvo a leer tus cartas de hace un siglo,
de cuando estaba en el cuartel, ¿recuerdas?,
o en la trena, mi amor, no exactamente
en la Cárcel de Amor, o en las terribles

provincias que he olvidado. Amarillean
los sobres de hilo, corazón.

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Cambra de la tardor

Aquí llega el otoño, con su voz de ceniza,
desalentando sueños, cubriendo de hojarasca
las imágenes rotas que el coraz6n conoce.

Ante mi casa lloran las cañas azotadas
por el viento nocturno, y asciende hasta mi cuarto
el olor inquietante de la tierra mojada.

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Katábasis

A Joseba Sarrionandía

¿De dónde vienen esas luces,
dónde están los marinos
del barco antiguo?
Francisco Ibernia

Decid ¿cómo zafarse
de estas tristes anémonas,
arrastrado a la vasta
oscuridad del fondo?

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La casada infiel

Un día de Aberri Eguna
me puso en un compromiso.

Después vivimos una historia
de amor, maría y luna llena
frente a la playa de Zarauz
que habría matado de envidia
a cualquier arábigo-andaluz.

Yo me la llevé a la playa
la noche de Aberri Eguna,
pero tenía marido
y era de Herri Batasuna.

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Lauretta

Ya cesaron las lluvias.
Ya perdieron su flor los jacarandáes.
Pronto me iré de aquí.

No hice muchos amigos.
No bajé a los infiernos como Lowry,
y nada me importabas
cuando te conocí.

Ojalá no te hubiera conocido,
boca de ajonjolí.

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Lemures

Desde las tumbas cándidas
contemplamos con sorna su destino.

Ved cómo se empecinan
sus sexos miserables contra vientres hostiles.

Y la mise-en-abîme de sus conciencias
cuando abrazan la dulce materia prometida.

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Maestu

A Javier Monedero

Río del tiempo
que cruza el alma
fluyendo siempre
desde el mañana.

Orillas mustias
por donde pasa
lánguida y lenta
su lengua el agua.

Juncal del sueño
junto a la mansa
corriente.

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Muchacha en la ventana

Fumas. La tarde lenta
de julio va cayendo
sobre el cercano mar.
En esta larga huida
de la luz, solamente
la brasa del cigarro
y la brisa que mueve
los dos geranios mustios
parecen desasirse
de la paz mineral
(tan oscuros e inciertos
el mar de piedra pómez
y tus cabellos húmedos).

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O dark dark dark

Let’s ask for the bill, decías. No
querías quedarte. Decidimos, no obstante,
pedir un último café.
Nerviosa y aburrida, llamaste al camarero:
… and one tea for me, with milk. Please.
Fuera estaba cayendo mansamente la lluvia.
Se perdía la gente hacia calles extrañas.

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Póntica

Al otro pertenecen
Las escenas que guarda tu memoria:
Imágenes confusas
Que el óxido del tiempo deteriora.

Otro es el que las sueña
Desde un ayer de rabia silenciosa.

Muere con ellas una lengua exangüe
Y una causa llamada a la derrota.

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Rosario

Yo la quería mucho, pero entonces
amar y destruir sonaban parecido,
como en los más confusos poemas de Aleixandre.
Nos casamos con otros. Tal vez así perdimos
lo mejor de la vida. Quién sabe. Hubo una noche
en que ambos acordamos que pudo ser distinto
el rumbo de esta historia de culpa y cobardía.

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Sátira primera (A Rufo)

Te has decidido, Rufo, a probar suerte
en un certamen de provincias donde
ejerzo casualmente de jurado,
y encuentro razonable que me llames,
al cabo de diez años de silencio,
preguntando qué pasa con mi cátedra,
qué fue de aquella chica pelirroja
con quien ligué el ochenta en Jarandilla,
cómo siguen mis viejos, si padezco
todavía del hígado y si he visto
a la alegre cuadrilla del Pecé.

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Tonton macoute

Afirmas que he matado lo mejor que en mí había
y que por eso sueño con crímenes, y aciertas.

En mi interior acecha un asesino,
tonton macoute de negros anteojos,
avezado a tirar contra las emociones
demasiado abultadas.

No me pidas, amiga, que lo trate
con la ingratitud de un Baby Doc.

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Tríbada falsaria

Que torpemente, Lesbia,
ofenderme procuras.

Considera, por caso, el venenoso infundio
que sobre mí propala tu tierna sobrinilla,
esa nauseabunda literata en vernáculo
que languidece -es obvio- por mi eterno desdén.

Sé que de ti procede, pero no ha de ayudarte
mi inmerecida fama de catador de virgos,
pues desoíste antes el consejo del Griego.

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Última erectio

(Oración gnóstica para las postrimerías)

Sólo roza mis labios el extremo del ala
de aquél ángel terrible que fue mi compañero.
Privilegio del légamo: ahora sé lo que espero
de la rosa que muere, de la sal que desala.

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Vers l’ennui

but who is that on the other side of you?

Entonces era el mundo. Qué grande parecía.
En el límite mismo del verano, qué dulce
el tiempo que se abría, la luz indeclinable.

Entre el pinar y el río se extendían los huertos:
los pequeños retazos de maizales y habares
brillaban agolpados bajo el oro de junio.

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Baztán

Cazador entre los pinos,
al acecho de torcaces.
Otoñada.
Tus recuerdos son caminos
que regresan pertinaces
a la nada.

De mozo te conocí,
en este puesto secreto
vigilante,
como un ávido neblí,
por zarpar pugnando inquieto
desde el guante.

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De visita

Cuando llegue la hora, no hagas ruido.
La casa bulliciosa
olvidará tu paso al poco de irte
como se olvida un sueño desabrido.

No te valdrá el amor ni la paciente
entrega a su cuidado.
Márchate silenciosa,
suavemente.

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Il compagno

(Para Antonio Martínez Sarrión)

Yo, o lo que fuera entonces, navegaba
por el plácido mar materno,
cuando, un día de agosto,
doscientos antes de mi nacimiento,
y contando la misma
edad que ahora yo tengo,
del mester de la vida dimitiste.

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Palinodia

(A Martín)

No te roce siquiera la piedad
si, al hojear el álbum de guardas desvaídas,
un colegial de floja cazadora,
cuyos ojos presagian el alcohol
de los años inhóspitos que estaban al acecho,
te mira desde el fondo del retrato
como si nunca hubiese roto un plato.

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Reloj de melancólicos

A Regaña Candina

Como una mala comedia de enredo,
así tus años mozos, por fortuna ya idos.

Querrías, sin embargo, que la frágil ternura
que todavía asocias a ciertas remembranzas
no fuera solamente ilusorio desvío
de la memoria al borde de su disolución.

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