La roca viva

Gracias, Amor, por esta dulce herida
y la blandura de mi sufrimiento.
Por la risa y el gozo y el lamento,
en tanta plenitud desconocida.

Bendito siempre, Amor, porque te siento
crecer en la ternura compartida
y por las aguas de tu mar sediento
que arrasa las orillas de mi vida.

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Nueva York

La ciudad estaba allí
monstruosa y gigante,
desnuda en su piedra fría.

Toqué con mis lirios
su insondable aliento.

Nada. Nadie.

Volaban las almas
en su torbellino de dólares
y el tiempo
-centavo descalzo-
se desgranaba
en sangre suicida.

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Salpra (IV)

Al acecho de los minutos
cae
tu pedazo de tiempo.

Insomnio
destierro obligado
con discordias y lejanos
fragores de iracundia.

Las dudas
desgranan tu desvarío
tu tierra dispersa
tus partículas carcomidas.

Atrás
las rutinarias incurias
en ámbitos desiertos
destilando
inmisericordes sentencias.

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