A solas y ya en mi habitación lo recuerdo.
Lo veo a mi lado nuevamente, la sonrisa cálida
y dulce la mirada. Recuerdo el olor a tabaco
que escapa de su boca
y sonrío.
Cómo quisiera poder, al extender los brazos, tomar-
le la cintura, sentir el calor de su cuerpo contra el mío,
sentir sus mejillas,
en las que la barba apenas si es promesa,
contra mi boca ardiente de caricias:
sentirle palpitar entre mis brazos cuando,
muy suavemente,
le susurro en el oído mi ternura y mi deseo.