Ella me dio el cuchillo y dijo: «Clávalo
en el segundo espacio intercostal».
«¿Cuál es?», le pregunté. Se abrió la blusa
y señaló, risueña, un punto: «Aquí».
Algo debía de haber en aquel viaje
que lo hizo diferente.
Ella me dio el cuchillo y dijo: «Clávalo
en el segundo espacio intercostal».
«¿Cuál es?», le pregunté. Se abrió la blusa
y señaló, risueña, un punto: «Aquí».
Algo debía de haber en aquel viaje
que lo hizo diferente.
Mi placer te creó. Cuando naciste
te destiné ya un hombre. El apropiado
para que él y tú fuerais muy felices.
Modelé tu figura como un barro
precioso, tiernamente, con esmero.
Y forjé tus costumbres con cuidado
artesanal, aislándote del medio.
He estado en muchos sitios. Todos ellos
guardaban algo malo para mí,
como guarda la nube su relámpago.
Pasé por las ciudades. Por los pueblos.
Por casas que crecían junto al trigo.
Ninguna voz sin daño me detuvo.
Así me acostumbré a caminar solo
y odiar a los que encuentro en torno mío.
1
Y de pronto una voz, mirada, un gesto
tropieza con mi idea de mí mismo
y veo aparecer en el espejo
a un ser inesperado, insospechado,
que me mira con ojos que son míos.
Ese desconocido que soy yo.
11
Y ha de ser cada día más difícil.
Ya no se acercará a mí desde el alba.
Su tierna adolescencia detendrían
letreros de «Prohibido», «No», «Ya es tarde».
¿De dónde llegará? Si en su figura
deslumbra el mediodía, otros amores
habrán puesto en su oído usados sueños.
16
Es falso el entusiasmo de las voces
y todos lo sabemos. Mas se charla
para evitar preguntas que en las sombras
aguardan con temor que se las llame.
Y se beben cervezas cual si fuera
a batirse algún record para el Guiness
Nadie pregunta nada.
23
Me detengo a fijarme en otros cuerpos.
Gordos, delgados, altos, grandes, bajos.
Cuerpos pequeños, ínfimos, enormes,
huesudos, desgarbados y contrahechos.
Vigilo cuando allegan a mi lado
por si entre ellos surgiera, de improviso,
el cuerpo que tenía, ansiosamente
buscándome, él también, entre el tumulto.
31
Me paro ante una iglesia altiva, estática,
emboscada en la noche, como un monstruo
enorme dormitando a la intemperie.
Un día ella fue centro jubiloso
de una palabra mágica, increíble.
Una palabra sola, inmensa, grande.
4
Si me dieran más tiempo con mi cuerpo,
con el otro, el antiguo, el que era mío,
iría apresurado a recoger
todo aquello que me correspondía.
Lo que debía ser mío estos años
en que el lino elabora su blancura
y el hombre se elabora de sus sueños.
7
Es la angustia, la angustia de existir.
La angustia de pensar todos, cada uno,
que en torno hay enemigos sólo y fuera
del alcance de nuestras manos todo.
Es una muda angustia la que fluye
inagotable sobre las aceras.
No vendrá. De verdad. No vendrá nunca.
Mi cuarto es muy modesto para el éxito.
Ni hallaría la casa tan siquiera.
Mi cuarto es muy austero para amigos.
Nadie viene a reunirse entre estos muros.
Mi cuarto es también frío y muy pequeño.
Todos tienen derecho a usarla. Todos.
La lluvia no mojó sólo una calle
ni el sol nunca salió para uno solo.
La mujer es para eso, paraíso,
para uso de los hombres. Campo abierto.
Es fácil de entender. Es bien común.
Hoy me ha dicho mi madre: «Ya he tenido
en mis brazos los hijos de mis hijas.
Quizás un día alcance a ver los tuyos».
Yo no la he contestado. No acostumbro
a hacerlo. Rara vez. Sigo comiendo
mientras leo un periódico cualquiera.
Yo quiero que tú sufras lo que sufro:
aprenderé a rezar para lograrlo.
Yo quiero que te sientas tan inútil
como un vaso sin whisky entre las manos;
que sientas en el pecho el corazón
como si fuera el de otro y te doliese.
Esta es la mujer mía. Pueden verla,
no tengan pena, de perfil, de frente.
Pueden acariciarla con los ojos.
Está desnuda bajo su vestido.
Es hermosa, ¿verdad? Todos lo dicen.
Ella también lo sabe. Es muy hermosa.
Mírenla de perfil, de frente.
Yo sé que a ti te gusta aunque lo niegues.
Lo sabemos los dos. Tú te complaces
sumisa obedeciendo mi deseo.
Aparentas desgana, mas te agrada.
Quiere ser dominada la mujer.
Le gusta ser forzada. Opone siempre,
aun débil, resistencia a ser amada.
Dicen que arrodillarse es humillante.
Que es esta posición la del vencido,
del sumiso, del vil, del que renuncia
a la última esperanza de salvarse.
Que estar arrodillado en una calle,
en un templo o salón, afrenta incluso
a aquel que lo contempla y no lo impide.
Ama a quien quieras con el corazón,
pero ámame, a mí solo, con tu cuerpo.
Nadie ama solamente un corazón:
un corazón no sirve sin un cuerpo.
Debiera liberarse la mujer
de la opresión en que la tiene el hombre.
Bien es verdad que algunas son verdugos
que sin piedad castigan a sus machos.
Mas, por lo general, es la oprimida.
No cuenta como igual individualmente.
No me vengan con cuentos. Que la vida
es algo espiritual y, por lo tanto,
superiores los bienes del espíritu.
Que el ser útil, cuidar a los enfermos,
el teatro, la pintura, libros, música,
los deportes, el cine, el gran dinero…
al ánimo lo colman las delicias.
Tener hijos es cosa de mediocres,
ineptos sensualmente, analfabetos
sexuales o de gente irresponsable.
O es un pobre y mezquino agarradero
para dejar constancia de su paso
por el tiempo de la vida. A través de otros.
La adopción de este medio deshonesto
delata su estulticia y su ignorancia.
El mundo nos resulta ajeno, inhóspito.
Debiera ser destruido por completo.
Construir un mundo nuevo sin sus ruinas.
Y estrenar una vida diferente.
Pero al pasar el tiempo el nuevo mundo
tampoco hallarán propio nuevos hombres..
También ellos querrán un mundo nuevo.
Hacemos el amor de una manera
imperfecta, mezquina y temerosa.
Nunca profundizamos. Nos quedamos
en la simple epidermis del instinto.
Y el placer obtenido se nos mezcla
con una sensación de desagrado.
Porque ponemos bridas al amor.
Puede hacerlo cualquiera. Comprobado.
Si en ti hay la aberración, rara e inútil,
de querer ser un nombre que trascienda,
no estudies ni te esfuerces. Simplemente
aprende a manejar una pistola.
Y piensa en esas rémoras que viajan,
sin billete, montadas en ballenas.
No sé qué es lo que ocurre. Los mayores
como a un igual me tratan y los jóvenes
me miran desconfiados, como si algo
les hiciera de golpe distanciarse.
Me siento como el viento al penetrar
en alguna mansión desconocida.
Yo le tenía miedo. No sabía
que un delgado cuchillo entra en la carne
sin despertar la piel. Como entra el frío.
Como una piedra agujerea el agua.
Pensaba que su grito subiría,
como una lagartija, por mi brazo,
haciendo que soltara mi cuchillo.
No reparaste en mí, sino en los otros
cuando nos conocimos. Me miraste
fríamente, indiferente y enseguida
conversaste animada con los otros.
Las casas no conocen la piqueta
que roerá sus cimientos algún día.
Ni conoce la lluvia el sitio exacto
en que caerá, agarrada a su alta nube.
Un hombre muerto es nada. Sólo un bulto
pequeño, ahí tirado sobre el suelo.
Su incómoda postura en la calzada,
molesta de aquel peso tan inmóvil,
más bien causa aversión que no respeto.
No hay grandeza en la muerte de esos hombres
que mueren, o los matan, en la calle.
I
¿Quieres, Cándida saber
cuál es la niña mejor?
Pues medita con amor
lo que ahora vas a leer.
La que es dócil y obediente,
la que reza con fe ciega,
con abandono inocente.
la que canta, la que juega.
Mujer de inteligencia peregrina
y corazón sublime de cristiana,
fue más divina cuanto más humana
y más humana cuanto más divina.
Hasta el impío ante tu fe se inclina
y adora la grandeza soberana
de la egregia doctora castellana,
de la santa mujer y la heroína.
Deja la charla, Consuelo,
que una moza casadera
no debe estar en la era
si no está el Sol en el cielo.
Tu hogar tendrás apagado,
y al mozo que habla contigo
le está devorando el trigo
la yunta que ha abandonado.
I
Yo aprendí en el hogar en qué se funda
la dicha más perfecta,
y para hacerla mía
quise yo ser como mi padre era
y busqué una mujer como mi madre
entre las hijas de mi hidalga tierra.
Señol jues, pasi usté más alanti
y que entrin tos esos,
no le dé a usté ansia
no le dé a usté mieo…
Si venís antiayel a afligila
sos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s’ha muerto!
¡Embargal, embargal los avíos,
que aquí no hay dinero:
lo he gastao en comías pa ella
y en boticas que no le sirvieron;
y eso que me quea,
porque no me dio tiempo a vendello,
ya me está sobrando,
ya me está gediendo!
Lejos, bastante lejos,
del pueblo mío,
encerrado en un monte
triste y sombrío,
hay un valle tan lindo
que no hay quien halle
un valle tan ameno
como aquel valle.
Entre sus arboledas,
por la espesura
solitaria y tranquila,
corre y murmura
una fuente tranquilina
y bullanguera,
a que dieron por nombre
Fuente Vaquera.
¿La conoces, musa mía?
Es modelo soberano
bosquejado por la mano
de la gran sabiduría.
Es el más dulce buen ver
de tus visiones risueñas;
es la mujer que tú sueñas
cuando sueñas la mujer.
La discreta, la prudente,
la letrada, la piadosa,
la noble, la generosa,
la sencilla, la indulgente,
la süave, la severa,
la fuerte, la bienhechora,
la sabia, la previsora,
la grande, la justiciera…
la que crea y fortalece,
la que ordena y pacifica,
la que ablanda y dulcifica…,
¡la que todo lo engrandece!
¿Qué tendrá la hija
del sepulturero
que con asco la miran los mozos,
que las mozas la miran con miedo?
Cuando llega el domingo a la plaza
y está el bailoteo
como el Sol de alegre,
vivo como el fuego,
no parece sino que una nube
se atraviesa delante del cielo;
no parece sino que se anuncia,
que se acerca, que pasa un entierro…
Una ola de opacos rumores
sustituye al febril charloteo,
se cambian miradas
que expresan recelos,
el ritmo del baile
se torna más lento
y hasta los repiques
alegres y secos
de las castañuelas
callan un momento…
Un momento no más duró todo;
mas ¿qué será aquello
que hasta da falsas notas la gaita
por hacer un gesto
con sus gruesos labios
el tamborilero?
¡A mí n’ámas me gusta
que dali gustu al cuerpo!
Si yo fuera bien rico,
jacía n’ámas eso:
jechalmi güenas siestas
embajo de los fresnos,
jartalmi de gaspachos
con güevos y poleos,
cascalmi güenos fritis
con bolas y pimientos,
mercal un güen caballo,
tenel un jornalero
que to me lo jiciera
pa estalmi yo bien quieto,
andal bien jateao,
jechal cá instanti medio,
fumal de nuevi perras
y andalmi de paseo
lo mesmo que los curas,
lo mesmo que los médicos…
Si yo fuera bien rico,
jacía n’ámas eso,
¡que a mí n’ámas me gusta
que dali gustu al cuerpo!
¡Me jiedin los hombris
que son medio jembras!
Cien vecis te ije
que no se lo dieras,
que al chinquín lo jacían marica
las gentis aquellas.
Ahora ya lo vide, y a mí no me mandis
más vecis que güelva.
Álamos negros
junto al arroyo fresco.
Álamos blancos
junto al arroyo claro.
Álamos blancos
y negros,
cogidos del brazo,
van cantando
al son de la brisa,
por el arroyo abajo.
El barco es más barco
en alta mar,
entre las olas
y el huracán.
Y el águila, en el aire
sabe mejor mirar,
embistiendo a las nubes
que le impiden volar.
Rompe los zancos
y comienza a andar,
sobre la tierra,
sobre la tierra de verdad.
Porque siempre esté la puerta abierta
y sólo esperen ver siluetas.
Porque la luz camine desnuda
y la vistan de sombras mudas.
Porque lleva la mar en su frente
y la resaca no le hiere.
Porque si en tierra hunde su cabeza
sacan luego una calavera.
A Luis Buñuel
¿Dónde se acaba el mar?
¿Dónde comienza el cielo?
Los barcos van flotando.
o remontan el vuelo?
Se perdió el horizonte,
en el juego mimético
del cielo y de las aguas.
Se fundió el movimiento,
en un solo color
azul, el azul quieto.
A Federico G. Lorca
Ladera
cubierta de hierba.
Arroyo
sin fondo.
Un lentisco
extiende sus ramas
en círculo.
El mirlo
se deja caer
con un vuelo rítmico
y clava su flecha negra
en un plano
verde, liso.
Bogaba por alta mar
un marinero en su barca,
velas eran sus deseos,
y su pensamiento, el viento.
Si yo fuera marinero
sólo tendría en mi pecho
una hélice y un remo.
Como marinero no soy,
cuando me embarque en el mar
sólo llevaré el recuerdo
del ritmo de los remeros.
A José María Chacón
Aceituneros del pío-pío,
muertos de hambre
y muertos de frío.
El zagalejo encarnado,
ciñe tu cuerpo arrecido.
¿Mocita, quieres bailar
en medio de los olivos?
Yo cogeré tu tarea
y tu bailarás conmigo.
Mi cabeza inclinada sobre el aire
miraba su cabeza hecha amor por mis ojos
cuando de sus cabellos
saltaban las abejas para dejar su miel
en los labios resecos y sin esperanzas
en los labios hundidos bajo las palabras
llenas de amor y sangre.
Cuerda de guitarra
que se rompe
al templarla.
La punta de la flecha
fue untada
de tristeza.
Gira la estrella
en el vacío,
y deja deslumbrada
la caverna.
Silencio de silencio.José María Hinojosa
Ni abriendo nuevos cauces
al momento,
quita sus letanías
del desierto desierto.
Este brazo de fuego
quemaba mi costado
recubierto de brotes
plenos de savia verde
cuando tu cabellera
fue de piedra en el viento
y mis sueños se abrían
en pétalos de carne.
Estos aires de fuego
derretirán la nieve
lejana de los polos
al cuajar en el árbol
nuestros dos corazones.
Una gota
de agua,
engendra un sol,
sobre las hojas
del pegujal,
después de la rociada.
Una gota de agua,
qué poco es
y qué pronto se acaba.
Yo solo me embarqué,
adónde llegaré?
Si el globo se perdiera,
caería, en qué tierra?
Si el barco naufragara,
me hundiría, en qué agua?
Yo solo me embarqué,
nadie sabe porqué.
¡Pero yo sí lo sé!