La luna

La luna mientras duermes te acompaña,
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello, y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la luna refulgente
dichoso he de seguir, o amor me engaña.

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La araña cuelga demasiado lejos de la tierra

La araña cuelga demasiado lejos de la tierra,
tiene ocho patas peludas y rápidas como las mías
y tiene mal humor y puede ser grosera como yo
y tiene un sexo y una hembra -o macho, es difícil
saberlo en las arañas- y dos o tres amigos,
desde hace algunos años
almuerza todo lo que se enreda en su tela
y su apetito es casi como el mío, aunque yo pelo
los animales antes de morderlos y soy desordenado,
la araña cuelga demasiado lejos de la tierra
y ha de morir en su redonda casa de saliva,
y yo cuelgo demasiado lejos de la tierra
pero eso me preocupa: quisiera caminar alegremente
unos cuantos kilómetros sobre los gordos pastos
antes de que me entierren,
y ésa será mi habilidad.

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Animal de invierno

Otra vez es tiempo de ir a la montaña
a buscar una cueva para hibernar.

Voy sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas
son como huevos vacíos donde recojo mi carne
y olvido.
Nuevamente veré en las faldas del macizo
vetas minerales como nervios petrificados, tal vez
en tiempos remotos fueron recorridos
por escalofríos de criatura viva.

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Paracas

Desde temprano
crece el agua entre la roja espada
de unas conchas

y gaviotas de quebradizos dedos
mastican el muymuy de la marea

hasta quedar hinchadas como botes
tendidos junto al sol.

Sólo trapos
y cráneos de los muertos, nos anuncian

que bajo estas arenas
sembraron en manada a nuestros padres.

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Tercer movimiento

(affettuosso)

Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavia.

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De la poesía

El niño entró en la sombra de su árbol de extramuros
donde dejaba diariamente sus quehaceres de intestino.
Y si otro niño en árbol vecino se acuclillaba
y se aliviaba
brotaba entre ambos
la honrosa complicidad en la depuración
del buen animal.

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El devoto

En este profundo depósito
de catedral, hieráticos
como una triste cuadrilla de obreros de yeso
los santos esperan al restaurador.
En un altar y otro
fueron deteriorándose, atacados por las moscas,
las polillas y los abusos
de la fe.

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Tranvía nocturno

Sido como fui el fauno real de Niza, la pantera -de
Argel- en el Hyde Park, gárgola alegre del
valle de Huamanga,
oh vedme convertido en el gorgojo tuerto del Danubio:
pimientos y vigilias sin rumbo y sin respuesta.
Virgen necia entre las vírgenes prudentes, un solo ojo
apestado que no ve
el cielo atrás del cielo, el triunfo de los hombres
que vendrán.

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El guardián del hielo

Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.

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El inocente

Bien voluntarioso es el sol
en los arenales de Chicama.
Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza
y anda tras la lagartija inútil
entre esos árboles ya muertos por la sollama.
De delicadezas, la del sol la más cruel
que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara.

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Un perro negro

Un perro. Un prado.
Un perro negro sobre un gran prado verde.

¿Es posible que en un país como éste aún exista un perro
negro sobre un gran prado verde?

Un perro negro ni grande ni pequeño ni peludo ni pelado
ni manso ni feroz.

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El lenguado

Soy
lo gris contra lo gris. mi vida
depende de copiar incansablemente
el color de la arena,
pero ese truco sutil
que me permite comer y burlar enemigos
me ha deformado. He perdido la simetría
de los animales bellos, mis ojos
y mis narices
han virado hacia un mismo lado del rostro.

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El maestro de kung fu

Un cuerpo viejo pero trabajado para la pelea
madruga y danza
frente a los arenales de Barranco
Se mueve como dibujando
una rúbrica antigua, con esa gracia, y
sin embargo, está hiriendo, buscando el punto
de muerte
de su enemigo, el aire no, un invisible
de mil años.

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Hombre adentrado en el bosque

Está sentado sobre un pino caído.
Entre el balanceo de los árboles observa el espejear
de la esfera de aluminio
que corona la torre puntiaguda del Pabellón del Cáncer.
Difícil símbolo
la esfera.
El hombre baja la mirada. Su alrededor es más amable:
los pétalos de la ‘Cati en Llamas’ parecen crepitar en el verdor
de la yerba,
un insecto que sería avista si no fuera tan azul
taladra su nido en un alerce.

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intestino

(homenaje a J.E. Eielson)

Qué hace ese intestino
Dormido en una cama
Recogido
Como un animal rosado

Sueña que sale del cuarto
Después de la lluvia
Por la ventana dorada

Se estira y curva
En el horizonte
Como un arco iris
Multicolor por supuesto

En los lejanos extremos
Ollas de barro
Repletas de monedas de oro
Oro del que amanece solo
Y con borborigmos
Oro de pobre
Mierda.

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Y antes que el olvido nos

Lo que quiero recordar es una calle. Calle que nombro por no
nombrar el tambo de Gabriel
y el pampón de los perros y el pozo seco de Clara Vallarino y
la higuera del diablo.
Y quiero recordarla antes que se hunda en todas las memorias así
como se hundió bajo la arena del gobierno de Odría en el año 50.

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La mantis religiosa

Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm. de mis ojos.
Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del Chanchamayo
y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de ramita o palito seco.

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La oruga

Te he visto ondulando bajo las cucardas, penosamente, trabajosamente,
pero sé que mañana serás del aire.

Hace mucho supe que no eras un animal terminado
y como entonces
arrodillado y trémulo
te pregunto:
¿sabes que mañana serás del aire?

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Nuestra leona

Sé que el sol va y viene, inquieto, husmeándome
entre los cañaverales.
Sé que se demora en el cénit mirando ansiosamente el valle.
El sol era nuestra leona.
Una imagen, aún de humilde imaginación verbal como ésta,
va a la mente
y le pide que condescienda
con el poeta.

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Sala de disección

Un cadáver puede provocar una filosofía del ensimismamiento,
sin embargo los estudiantes admirablemente
estaban entusiasmados con su muerto,
lo rodeaban
y discutían con fervor la anatomía de ese cuerpo de piel coriácea.
Yo aprendía otra lección:
la vida y la muerte no se meditan en una mesa de disección.

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Dame, dame la noche

Dame, dame la noche del desnudo
para hundir mi mejilla en ese valle,
para que el corazón no salte, y calle:
hazme entregado, reposado y mudo.

Dame, dame la aurora, rompe el nudo
con que ligué mis rosas a tu talle,
para que el corazón salte y estalle:
hazme violento, bullidor y rudo.

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Los días de luto

Los días de luto dejan
sabor de musgo en la boca
y una nostalgia marchita
de jazmines bajo sombras,
sombra fría y recortada
con negaciones de aurora:
Sufrimos. Y no sabemos
por qué la sangre arroja
en cálices de silencio
sin futuro y sin aroma,
y buscamos ese instante
en ue el llanto nos transporta
caídos, tendidos, rotos
a su alborada remota.

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No mires hacia atrás

No mires hacia atrás: Ya nada queda:
la casa, el sitio, la ciudad, el soto,
escombro, hueco, ripio, humo remoto
o acaso turbia y leve polvareda.

Mira adelante, aunque te retroceda
el ánimo: El futuro no está roto:
si oscuro, intacto; fértil, porque ignoto.

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Paraíso final

Luchando, cuerpo a cuerpo, nos queremos de veras
y es fuego de mi carne la flor de tu mejilla.
El beso en su volumen iguala a la semilla
que brota verdemente con dos hojas primeras.

En la concha del ámbar manan las primaveras
un arroyo sereno de miel y manzanilla.

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La rumba

¡Zumba, mamá, la rumba y tambó!
¡Mabimba, mabomba, mabomba y bomgó!

¡Zumba, mamá, la rumba y tambó!
¡Mabimba, mabomba, mabomba y bomgó!

¡Cómo baila la rumba la negra Tomasa!
¡Cómo baila la rumba José Encarnación!

Ella mueve una pierna, ella mueve la otra,
él se estira, se encoge, dispara la grupa,
el vientre dispara, se agacha, camina,
sobre el uno y el otro talón.

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Pasión

Con estos mismos labios que ha de comer la tierra,
te beso limpiamente los mínimos cabellos
que hacen anillos de ébano, minúsculos y bellos,
en tu cuello, lo mismo que el pinar en la sierra.

Te muerdo con los dientes, te hiero en esta guerra
de amor en que enloquezco.

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ESCENA XII

Como gustéis, igual es,
que nunca me hago esperar.
Pues, señor, yo desde aquí,
buscando mayor espacio
para mis hazañas, di
sobre Italia, porque allí
tiene el placer un palacio.
De la guerra y del amor
antigua y clásica tierra,
y en ella el Emperador,
con ella y con Francia en guerra,
díjeme: «¿Dónde mejor?

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Resolución

¿Qué yo escriba? No por cierto,
no me dé Dios tal manía;
antes una pulmonía,
primero irme a un desierto.

Antes que componer, quiero
tener por esposo un rudo,
mal nacido, testarudo,
avariento y pendenciero;

Educar una chiquilla
mimada, traviesa y boba;
oír vecina a mi alcoba
la Giralda de Sevilla.

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Adolescente desnuda

Cuando en las enredaderas
la voz tiembla de miedo
y se pierden los ojos
en busca de una flecha de diamante
obscuro.

O sea una niña
a la orilla del agua
esperando
tener otra vez las manos
(-La voz ligeramente azul)
los pechos sin herida,
limpios de incertidumbre
y prematuros.

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Arte poética

Escribe sin descanso, con fe, cólera, envidia,
amor, ilusionadamente, sin esperanza.
Escribe como quien cierra ua puerta
de una a otra nada.

Estás vivo: te hiere el engaño de palabras técnicamente
reunidas, lloras por el pequeño hilo del manantial que pasa
olidándote.

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Blues

De gris cristalería, plumas
sobre los puentes ferroviarios.
De veloces astillas. Gacela maniatada.
De compromisos frutales y margaritas.
En hélices que narran la fórmula de las estaciones.
Y silencios de ardida superficie.
En terrenos baldíos donde los niños lanzan
increíbles estrellas al corazón de las hojas futuras,
mi propio corazón guardado por infieles llaves,
mi mano derecha consagrada al olvido,
al fuego de este día que pasa sin detenerse
en acuerdos de índole amorosa
ni en las cartas que se escriben esperanzadamente
ni en el rumor de la sangre en un vaso de rosas fugitivo,
y tiñe de vejez el vuelo de tu falda,
cuando en arcos sonoros, tú, la sonriente,
provocas su ademán adusto,
distraes su intención fluvial.

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Cantares

tú vives en mi mente…

Antes de las estrellas inminentes
Antes del fuego diseminado
Antes de la luz reconstruida
Antes de las voces calladas
Antes de la rosa en la lluvia
Antes de su mano olvidada
Antes de los corazones en la carta de amor
Antes de la tarde inmóvil bajo el árbol
Antes de las cosas que siguen su camino
Antes de la media luna en los fríos corredores
Antes de su pelo ya tiniebla y pasado
Antes de las arenas sumergidas
Antes de los jazmines en el cine rural
Antes de mi voz todavía futuro
Antes de las estatuas de paso vacilante
Antes del jardín donde te escribo
Antes del humo que habitas desolada
Antes de la piedra movida casualmente
Antes de la primavera en el Jardín Botánico
y los aviones densamente lejanos
tú conmigo en la luz de azul enredadera
en el golpe de sangre de mi frente
donde aprendida fábula de viento y encinares
te quedas lentamente

apenas tiernamente arrulladora de ojos brillantes Te deseo

…aunque tal vez el rostro indiferente

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Así

Elevóse en la orilla del arroyo
blanco jirón de gasa,
y al llegar a lo azul, desvanecióse,
cayendo en gotas de agua.

Mi esperanza de amor se alzó ligera
como esa nube blanca,
flotó un punto en el cielo de la dicha,
y se deshizo en lágrimas.

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Contraste

Sobre los troncos de las encinas
paran un punto las golondrinas
y alegres notas al viento dan:
¿Por qué así cantan? ¿Qué gozo tienen?
Es porque saben de dónde vienen
y a dónde van.

En este viaje que llaman vida,
cansado el pecho y el alma herida,
tristes cantares al viento doy:
¿Por qué así sufro?

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El hijo pródigo

El perro en las gradas del umbral.
La luz solicitándonos veredictos imparciales.
Todavía para recordar el río de un puente a otro.
El cielo recobrándose a sí mismo llave perpetua.

Cuando los ojos son
un rumor de palabras, un árbol caído,
y el día distribuye verdes cantidades,
yo recuerdo el calor de su pie desnudo,
secretamente en medio de compañías insólitas.

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Intimas

Yo valgo más que tú, yo pulo el verso
y sé cantar en la florida aurora
y en la noche callada la sonora
palabra de verdad, el universo.

Me fue la vida cual puñal perverso
que se clavó en mi carne gemidora,
me fue la joven ilusión traidora
y amé tu nada.

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