Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
con un beso de amor imposible
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.
Llovía largamente por todos los rincones.
Gotas dulces llovían por su espalda,
miel de venas azules el cabello,
arco ciego del mar.
Nalga rosa perdida,
húmeda luz, la clara
porosidad de nieve de sus pómulos.
Arroyos, mar, cascadas inundando
los brazos y las cuevas,
golondrina en el borde su mirada.
Y ahora soy
tan igual a ti, madre,
que no me reconozco en el cristal
de este retrato tuyo tan presente.
Sí supieras que todo
lo que de ti he odiado y maldecía
ahora en mí lo descubro
tan exacto y reciente como el cerco
de una piedra en el agua, repetida.
La muerte es una alondra descubierta en la noche.
Ahora sé que, transida, con su brazo
fervoroso de arándanos me acecha.
De mi alcoba, tan lejos maduraba,
tan secreta y tan dulce, certera de mi olvido,
que sólo tras el mar, en otra orilla,
su manto desplegaba de ternura.
(A una niña, mientras
le taladran los oídos.)
Llora pequeña.
Te están circuncidando la belleza, llora,
tus tenues agujeros de esclava
pregonarán tu rol desde la sangre.
Te están atando al oro
para que no recuerdes
ni voluntad ni inteligencia,
para que seas eternamente la muñeca
presa de adornos y miradas.
Esta tarde en el campo piafaban las bestias.
Y yo me quedé quieta, porque padre
roncaba como cuando,
zagal, dormíamos en la era.
Me tiró sobre el pasto
de un golpe, sin palabras. Y aunque hubiera podido
a sus brazos mi fuerza,
no quise retirarlo, porque padre
era padre: él sabría qué hiciera.
Lo quiero con la sangre, con el hueso,
con el ojo que mira y el aliento,
con la frente que inclina el pensamiento,
con este corazón caliente y preso,
y con el sueño fatalmente obseso
de este amor que me copa el sentimiento,
desde la breve risa hasta el lamento,
desde la herida bruja hasta su beso.
¿Qué es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besóme las manos, y en ellas,
¡oh gracia! brotaron rosas como estrellas.
Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisa con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.
Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.
Ahora que tengo la carne olorosa
y los ojos limpios y la piel de rosa.
No sé de donde regresó el anhelo
De volver a cantar como en el tiempo
en que tenía entre mi puño el cielo
Y con una perla azul el pensamiento.
De una enlutada nube, la centella,
Súbito pez, hendió la noche cálida
Y en mí se abrió de nuevo la crisálida
Del verso alado y su bruñida estrella.
A quienes disimulen tus milagros
y se laven el alma:
a quienes siembren lanza entre tus páginas
Hijo nuestro perdónalos
clavados en la cruz de la Palabra
¡no saben lo que nacen!
Una nostalgia de islas yo tenía:
prisionera del mar
Venecia retenía mi niñez: sus canales
recordaban mis rizos
y rezos solitarios.
Toscana me esperaba
y como siempre ocurre
la vocación de amor tendió los puentes.
Y hoy aquí en la Florida me confirma
el prisionero mar:
a quien vive en Florencia con amor
le sobra isla.
La música vuelve a ser luz, y la poesía
sentido inefable. La sencillez es lo último:
no se puede empezar por el final.
Chopin
1
Si has tenido la audacia
de visitarme en sueños,
tu presencia será sin fin.
13
Velar dentro del sueño
mejor que en la vigilia,
no sea que se fugue el ritmo.
14
De arremansarse o desquiciarse
no puede darse el lujo
fatal la mano izquierda.
15
Dar con una armonía
nueva se logra a costa
de perderse en la realidad.
Isla
lejos de ti es cerca del punto
más sensible
de la herida del tiempo:
lejos de ti mi cuerpo elástico
en un lecho de filos
que amenazan al viento
Lejos de ti la sed y el hambre
no se sacian
con halagos de frutas y chorros de agua:
lejos de ti es la soledad concreta
(los que viven en ti sólo conocen
la otra soledad:
esa que tiene siete letras)
isla
lejos de ti es dentro del pozo
vacío de los sueños
Lejos de ti mis manos corren
con avidez
por las carnes de un mundo de poema:
hasta el dolor
hasta el placer
se me desplazan
por un gemido abstracto al borde de la tierra
Isla
lejos de ti mi vida es la ironía
el garabato tierno de un escritor ausente:
una paja
en el ojo simbólico del cielo.
Aunque parezca tierra lo que piso,
bajo mis pies el mar baila unos aires
de no sé qué país desconocido.
La vida nos propone cada cosa!
Y nosotros optamos por dejar
que el arte -desde su fino alero
volado sobre los precipicios-
responda por nosotros.
Mientras aguardo ante el papel en blanco
la precisa intuición
que inaugure el desfile de palabras,
un arqueólogo en Lima saca a luz
una pareja que duró milenios
hasta mostrarnos su soñar gemelo.
Rollizos como infantes
más vestidos al uso de la gente.
Las estrellas binarias
tienen misterio para los pasajes
más oscuros del tiempo y del espacio.
Las hay oriundas de una misma nébula
y las hay que se acercan fugazmente
siendo de tal intensidad y pureza
el mutuo halón que ya forman sistema
aunque la peregrina siga rumbo…
…con la fuerza adquirida,
hacia donde la quieta al fin se impulse.
Fui pintor y me pintas,
poeta eres y soy yo quien te canta
desde mi nueva voz redonda: marinero
se hace en la tarde el sol.
Me extendiste la senda de tus versos
para abrazar con libertad el destino.
Te encomiendo una tía y una madre,
dos hijos y un planeta.
Las campanadas tienen duende
y las fuentes son nómadas.
Los árboles extienden su cultura
con la amistad del hombre
y se hacen confidentes, marineros.
Hablo de la ciudad muy bien mirada
por ti: inventada hasta el colmo.
Aquí se da cobijo a los que se aman
y se desacralizan los relojes.
¿Desde cuándo la lluvia no me daba alegría?
¿Desde qué época lejana de juegos,
carpas blancas y prendas extraviadas?
Hoy durante el desayuno comenzó
a llover más allá de los cristales
y sentí una sonrisa diluirse
en mí al contemplarla.
Gozo es la poesía compartida
y el unísono, música:
melodía de cuello largo
que expande el corazón.
Mira el Cristo, dijimos a la vez
dejando atrás la terminal de barcos,
el café de helados frutales,
la plaza de leones franciscanos.
Su corazón es forja de poemas
y basta alzar la vista a dar con cielos
oblicuos, como Giotto los pintara
en Asís hace unos siete siglos.
Ama con brío El Salvador, del mundo
pa¨ªs breve en los mapas, amplio en temple
y sensibilidad, que a inmenso vibra:
sol ferviente en maizales de esperanza.
La música es el cuerpo
más cumplido para el aura del hombre
porque el hombre es un cuerpo todo oídos
al que acuden las voces en concierto:
tiene oriente la música
como perla recién amanecida.
Pobre de los que llevan aura
de desierto y el cuerpo repoblado
por tatuajes inmundos:
estar envuelto en música cadente,
sudada a propio ritmo,
es el ansia del sordo de nación.
Yo sólo soy el punto de partida:
el bizantino vuelo
hundido en soledades
o rescatado en beso.
El más leve matiz de una discordia
entre el agua y las islas
me sería fatal
de no existir Florencia y sus almohadas
de magnolias y mármoles.
Doble el exilio nuestro: de la isla
improbable que alimenta mitos
y de la siempre verde
ciudad soñada en prójima intención
por algún mago etrusco.
Doble la soledad:
ser huérfanos de calles suficientes
con vecinos de mármol (soportales)
y carecer de techo que se preste
al apremiante impulso de una palma
inaugurándole ventana al cielo.
Qué deberá asentarse de mi viaje:
¿la caricia en el aire y los olores
o la inclemencia de los tiempos?
¿el esplendor oriundo del paisaje
o la humana aflicción?
¿la dicha de vibrar en lar nativo
o la fugacidad de esa vivencia?
No hay isla para mí
(hasta los ciegos pueden ver los signos
pintados en los muros de la vida)
no hay isla y eso es todo
ni aquélla
ni ninguna
ni aún la más querida
de ese vasto archipiélago
que verdece en los sueños
No hay isla para mí
porque no hay playa a toda vela
ni pétalo habitable por mi nombre
(pregúntale a algún Juan si tiene tierra)
si sólo amar
de mar a mar
los brazos extendidos
y el grito a flor de voz
ardiendo a plena ola
pero nunca la arena de la isla
para plantarse allí
sembrando azul a ras del sueño
Pon tus grandes amores
(como Abraham a su hijo
aquella cabizbaja madrugada)
en el altar que te señale el sueño
Y si por un milagro sobreviven
será
transfigurados por el rito en fuerza germinal:
para lanzarse
a poblar el desierto