La ciudad de agosto

Baja el avión por fin,
estoy bajando a la ciudad de agosto.
La sombra de las alas deja huellas azules
sobre la tierra seca
y recorre los campos con una vibración
de película antigua.
Estoy bajando, llego
a la ciudad tomada por los brazos desnudos,
llego a la lentitud de los museos,
a terrazas que ponen en los árboles
un brillo de cerveza.

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La muerte (I)

Si alguna vez las aguas se retiran,
comprenderé el vacío,
conoceré la muerte sin disfraces.

Como una hierba seca
atrapada en el humo de los cirios,
me reveló muy pronto su disfraz.
No sé, debió de ser el año
sesenta y seis, tal vez sesenta y siete,
en una tarde de silencio frío.

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Las confesiones de don Quijote

Casi nadie me llama por mi nombre,
vulgar y cotidiano como la rebeldía.

Prefieren otorgarme
la nobleza ridícula que yo mismo elegí,
el título de un pobre caballero,
de una triste ilusión,
y me recuerdan hoy
por el delirio de mis noches,
alunado, valiente
en la cabalgadura de los sueños
al confundir gigantes y molinos.

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Las razones del viajero

Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.

Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.

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Life vest under your seat

Señores pasajeros buenas tardes
y Nueva York al fondo todavía,
delicadas las torres de Manhattan
con la luz sumergida en una muchacha triste,
buenas tardes señores pasajeros,
mantendremos en vuelo doce mil pies de altura,
altos como su cuerpo en el pasillo
de la Universidad, una pregunta,
podría repetirme el título del libro,
cumpliendo normas internacionales,
las cuatro ventanillas de emergencia,
pero habrá que cenar, tal vez alguna copa,
casi vivir sin vínculo y sin límites,
modos de ver la noche y estar en los cristales
del alba, regresando,
y muchas otras noches regresando
bajo edificios de temblor acuático,
a una velocidad de novecientos
kilómetros, te dije
que nunca resistí las despedidas,
al aeropuerto no,
prefiero tu recuerdo por mi casa,
apoyado en el piano del Bar Andalucía,
bajo el cielo violeta
de los amaneceres de Manhattan,
igual que dos desnudes en penumbra
con Nueva Cork al fondo, todavía
al aeropuerto no,
rogamos hagan uso
del cinturón, no fumen
hasta que despeguemos,
cuiden que estén derechos los respaldos,
me tienes que llamar, de sus asientos.

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Me persiguen

Me persiguen
los teléfonos rotos de Granada,
cuando voy a buscarte
y en las calles enteras están comunicando.

Sumergido en tu voz de caracola,
me gustaría el mar desde una boca
prendida con la mía,
saber que está tranquilo de distancia,
mientras pasan, respiran,
se repliegan
a su instinto de ausencia
los jardines.

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Noche de nieve

Asume Tus errores.
Visto para sentencia queda el tiempo
de las manzanas y la luna blanca.

Como en noche de nieve,
el lobo que cruzó los almanaques
ha marcado sus huellas. Las conoces,
sabes qué significa
dejar de amar, dejar de ser amado,
sentir que los minutos se corrompen
en el embarcadero de la vida.

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Quién eres tú?

Se deshizo la luz,
equivocó su horario por dejarte desnuda,
desdibujó tus ojos mientras me sonreías.

mientras me soreías
vi una sombra inclinada desvestirse,
abrir la cremallera despacio del silencio,
dejar sobre la alfombra
la civilización.

Y tu cuerpo se hizo dorado y transitable,
feliz como un presagio que nos enfurecía.

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XI (de Diario Cómplice)

Sospechan de nosotros. Ha pasado
el primer autobús, y nos sorprende
en el lugar del crimen,
desatados los cuellos y las manos
a punto de morir, abandonándose.

Nos da el alto la luz,
sentimos su revólver por la espalda,
demasiado indeciso,
su temblor en nosotros, encubierto
bajo el pequeño bosque de las sábanas.

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XVII (de Diario Cómplice)

Nada más solitario que el dolor
porque también excluye a quien lo siente,
si con él se traiciona o se acompaña.
De mi propio vacío
siempre yo el excluido.
Tú,
tan desaparecida,
tragada por la tierra como lluvias de paso,
puedes estar debajo de las sombras
que comparten la noche con mi sombra,
en los bares abiertos igual que las heridas,
las hamburgueserías
que la ciudad habita y condecora
con la tristeza inmóvil que vende un cabaret,
donde las gentes pierden
el pudor de saberse atormentadas.

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LUBRICA NOX

Miré, airado, tus ojos, cual mira agua un sediento
mordí tus labios como muerde un reptil la flor;
posé mi boca inquieta, como un pájaro hambriento,
en tus desnudas fromas ya trémulas de amor.

Cruel fue mi caricia como un remordimiento;
y un placer amargo, con mezcla de dolor,
se deshacía en ansias de muerte y de tormento,
en frenesí morboso de angustias y de furor.

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METAMORFOSIS

Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve, que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en la agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.

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NUESTRAS VIDAS SON LOS RÍOS

Yo tenía una sola ilusión: era un manso
pensamiento: el río que ve próximo el mar
y quisiera un instante convertirse en remanso
y dormir a la sombra de algún viejo palmar.

Y decía mi alma: turbia voy y me canso
de correr las llanuras y los diques saltar;
ya pasó la tormenta; necesito descanso,
ser azul como antes y, en voz baja cantar.

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A un suicida en una piscina

No mueras más
Oye una sinfonía para banda
Volverás a amarte cuando escuches
Diez trombones
Con su añil claridad
Entre la noche
No mueras
Entreteje con su añil claridad
Por lo que Dios más ame
Sal de las aguas
Sécate
Contémplate en el espejo
En el cual te ahogabas
Quédate en el tercer planeta
Tan sólo conocido
Por tener unos seres bellísimos
Que emiten sonidos con el cuello
Esa unión entre el cuerpo
Y los ensueños
Y con máquinas ingenuas
Que se llevan a los labios
O acarician con las manos
Arte purísimo
Llamado música
No mueras más
Con su añil claridad.

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Au die freude / Oda a la alegría

El cielo tiene varios
Momentos
El momento azul
Cuando no hay
Ni una nube
Y los cuerpos
Bajo el sol
Corren
Se secan
Compran bebidas
Dulces
Como el océano
A través de las cuales
Puedes ver
Un mundo rojo whisky
Sobre las rocas
O cerveza helada S/.15
O algún licor
Que se recuerda
Lejanamente
Bajo un farol
Yuyos anémonas
Hidras asfódelos
Y risas arena
Esparcida
Sobre la playa
Es un horizonte sereno

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De Jean Arp: Rosas pasean sobre las calles de porcelana

A orillas de la fábula teje para sí la noche rosas
El ovillo de las cigüeñas frutos faraones arpas
La muerte conduce su aleteante ramo bajo las raíces del vacío

Las cigüeñas aletean sobre los tejados
La noche es una fábula marchita
Las rosas pasean sobre calles de porcelana
y tejen para sí el ovillo de sus años
estrella sobre estrella

Entre las estrellas yace un fruto
Las vacías comarcas los años marchitos las maletas
sonrientes danzan

Las cigüeñas devoran faraones
En los tejados nacen rosas
La muerte devora año sobre año
Los faraones devoran cigüeñas
Entre los frutos duerme una estrella
y sonríe tierna en el sueño como arpa
de porcelana

Las aleteantes fábulas calles tejidas cigüeñas danzan
Las raíces de los faraones son de rosas
Las cigüeñas llenan sus maletas de tejados
y vuelan a la tierra de los faraones

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Alta mar

Para asomarme, desde mi alma, al mundo
ábrete y serás tú la única puerta.
Ábrete en un amor tan ultrahumano
que se salga del caso de la tierra.

Ábrete en el temblor de la mirada
que más en tu alma que en tus ojos tiembla,
y en el rocío de sangre de lucero
que te untas en los labios cuando besas.

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Anhelos

Oh, los anhelos de mi amor insanos.
Quiero empañar tus límpidos cristales
y ver palidecer esos corales
sobre las perlas de tu boca ufanos.

Quiero que llore, herida en sus arcanos,
tu fuente de rosados manantiales
y que tiemble en tus tiernos maizales
la panoja rindiéndome sus granos.

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Carnaval

Bella ficción de reinas y de reyes…
Oh, carnaval, alegre carnaval,
que unces tus yuntas de mejores bueyes
y aras la carne en el vaivén del vals.

Arado quo revuelcas corazones,
en surcos de dolor y de placer,
y arrancas las raíces y tocones,
que dejaron las siembras del ayer.

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