Cualquier piedra que levantes

Cualquier piedra que levantes-
desnudas
a los que piden la salvaguardia de las piedras:
desnudos
renuevan el entramado desde hoy.

Cualquier árbol que abatas-
armas
el lecho en donde
las almas nuevamente se acumulan,
como si no temblase
a su vez este
eón.

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Elogio de la lejanía

En la fuente de tus ojos
viven las redes de los pescadores de la mar del extravío.
En la fuente de tus ojos
el mar cumple su promesa.
Aquí arrojo yo,
un corazón que se detuvo entre los hombres,
mi ropa y el esplendor de un juramento:

Más negro en lo negro, más desnudo voy.

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Esa única

Esa única
noche
de estrellas
propias.

Enhebrada de aliento de cenizas
hora va, hora viene,
por el sombreado de los párpados
de ojos cerrados de sueño,
reafilados
en almas
finas como flechas,
enmudecidas en la plática
con tartaleantes
carcajes con barbas
de algas aéreas.

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Estaba

Estaba
la pizzca de higo en tu labio,

estaba
Jerusalén a nuestro alrededor,

estaba
el aroma de los pinos albares
sobre el barco danés que regraciamos,

yo estaba en ti.

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Fuga de la muerte

Negra leche del alba la bebemos al atardecer
la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus
mastines
silba a sus judíos hace cavar una tumba en la tierra
ordena tocad para la danza

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos en la mañana y al mediodía te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita cavamos una tumba en el aire no
se yace estrechamente en él
Grita cavad unos la tierra más profunda y los otros cantad sonad
empuña el hierro en la cintura lo blande sus ojos son azules
cavad unos más hondo con las palas y los otros tocad para la
danza

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y la mañana y al atardecer
bebemos y bebemos
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita él juega con las serpientes
Grita sonad más dulcemente la muerte la muerte es un maestro
venido de Alemania
grita sonad con más tristeza sombríos violines y subiréis como
humo en el aire
y tendréis una tumba en las nubes no se yace estrechamente allí

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es un maestro venido de
Alemania
te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos
la muerte es un maestro venido de Alemania sus ojos son azules
te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
azuza contra nosotros sus mastines nos sepulta en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro venido
de Alemania
tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita

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Había tierra en ellos

Había tierra en ellos y
cavaban.

Cavaban y cavaban y pasaba así
el día y pasaba la noche. No alababan a Dios
que, según les dijeron, quería todo esto,
que, según les dijeron, sabía todo esto.

Cavaban y nada más oían;
y no se hicieron sabios ni inventaron un canto
ni imaginaron un lenguaje nuevo.

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Habla también tú

Habla también tú
sé el último en hablar,
di tu decir.

Habla-
Pero no separes el No del Sí.
Y da a tu decir sentido:
dale sombra.

Dale sombra bastante,
dale tanta
cuanta en torno de ti tú sabes extendida entre
medianoche y mediodía y medianoche.

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Los años de ti a mí

De nuevo se ondula tu cabello cuando lloro. Con el azul de tus ojos
cubres la mesa de nuestro amor: un lecho entre verano y otoño.
Bebemos lo criado por alguien que no era yo, ni tú, ni un tercero:
saboreamos algo vacío y último.

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Los cántaros

Para Klaus Demus

En las largas mesas del tiempo
beben los cántaros de Dios.
Beben hasta el fondo los ojos de los videntes y
los ojos de los ciegos,
los corazones de las sombras imperantes,
la mejilla hundida de la tarde.

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Mandorla

En la almendra -¿qué hay en la almendra?
La Nada.
La Nada está en la almendra.
Allí está, está.

En la Nada -¿quién está? El Rey.
Allí está el Rey, el Rey.
Allí está, está.

Bucle de judío, no llegarás al gris.

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Marianne

Sin lilas, tu cabello, tu cara, cristal de espejo.
De ojo en ojo pasa la nube, como Sodoma hacia Babel:
como fronda destroza la torre y brama en redor del zarzal de azufre.
Entonces te brinca un relámpago en torno a la boca -esa cañada con los restos del violín.

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No es ya

No es ya
esa
gravedad, cayendo
a veces contigo
en la hora.
Es otra.

Es el peso que retiene el vacío
que iría
contigo.
Como tú, no tiene nombre. Tal vez
seáis lo mismo.

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Oí decir que en el agua

Oí decir que en el agua
hay una piedra y un círculo
y sobre el agua una palabra,
que pone el círculo en torno a la piedra.

Yo miré mi álamo descender hacia el agua,
miré cómo su brazo se alargó hacia la hondura,
miré sus raíces vueltas al cielo implorando noche.

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¿Por qué este brusco hogar, medio afuera, medio adentro?

¿Por qué este brusco hogar, medio afuera, medio adentro?
Yo puedo sumergirme en ti, mira, como un glaciar,
tú misma asesinas a tus hermanos:
antes que ellos
estuve contigo, Neviscada.

Echa tus tropos
al resto:
uno quiere saber
por qué no estuve
ante Dios de otro modo que ante ti,

uno quiere ahogarse dentro,
dos libros en lugar de los pulmones,

uno que se punzó en ti
insufla la punzada,

uno que fue para ti el más cercano,
se extravía a sí mismo,

uno adorna tu estirpe
con tu traición y la suya,

tal vez
era yo cada uno

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Que seas como tú

Que seas como tú, siempre.
Stant vp Jherosalem inde
erheyff dich *.

También quien cortó la ligazón contigo,

inde wirt
erluchtet**

la anudó de nuevo, en la remembranza

trozos de fango tragué, en la torre,

lenguaje, lindero de tinieblas

kumi
ori***

* Lévantate, Jerusalén
y álzate.

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Reja de lenguaje

Redondez del ojo entre los barrotes.

El párpado, animal ciliar,
boga hacia arriba,
deja libre una mirada.

Iris, nadadora, sin sueños, sombría:
el cielo, gris-corazón, ha de estar cerca.

Sesgada, en la férrea arandela,
la tea humeante.

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Salmo

Ya nadie nos moldea con tierra y con arcilla,
ya nadie con su hálito despierta nuestro polvo.
Nadie.

Alabado seas, Nadie.
Queremos por tu amor
florecer
contra
ti.

Una nada
fuimos, somos, seremos,
floreciendo:
rosa de
nada, de nadie.

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Shibboleth

Junto a mis piedras
crecidas bajo el llanto
tras las rejas,

me arrastraron
al medio del mercado,
allá,
donde se iza la bandera, a la que
no he prestado nunca juramento.

Flauta,
flauta doble en la noche:
piensa el sombrío
y doble rojo
en Viena y en Madrid.

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Sueño y sustento

El aliento nocturno es tu sábana,
la tiniebla se acuesta a tu lado.
Los tobillos te roza, las sienes;
te despierta a la vida y al sueño,
te rastrea en el verbo,
en el deseo, en las ideas,
duerme con cada una de ellas
y te atrae con halagos.

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Tardío y profundo

Maligna como palabra de oro esta noche comienza.
Comemos las manzanas de los mudos.
Hacemos un trabajo que bien puede dejarse a su fortuna;
en pie permanecemos en el otoño de nuestros tilos, como rojas
banderas pensativas,
como abrasados huéspedes del Sur.

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Tenebrae

Estamos próximos, Señor,
próximos y apresables.

Ya apresados, Señor,
uno en otro enzarzados, como
si la carne de cada uno de nosotros fuese
tu carne, Señor.

Ora, Señor,
invócanos,
estamos próximos.

Ladeados por el viento íbamos,
caminábamos para inclinarnos
sobre la zanja y la oquedad.

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Toda la vida

Los soles del sueño ligero son azules como tu cabello una hora antes del amanecer.
También ellos crecen rápido como la hierba sobre la tumba de un pájaro.
También los enreda el juego que jugamos como ensueño en los barcos del placer.
En las rocas calcáreas del tiempo también los encuentran los puñales.

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Tubinga, enero

A la ceguera per-
suadidos ojos.
Su -«un
enigma es
manantía pureza»- su
recuerdo de
flotantes hölderlinianas torres en
un vuelo circular de gaviotas.

Visitas de carpinteros ahogados con
estas
sumergidas palabras:

Viniera,
viniera un hombre,
viniera un hombre al mundo, hoy, llevando
la luminosa barba de los
patriarcas: debería,
si de este tiempo
hablase, de-
bería
tan sólo balbucir y balbucir
continua, continua-
mente.

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A la entrada del café

Algo que dijeron al lado mío
dirigió mi atención a la entrada del café.
Y vi el hermoso cuerpo que parecía
como si el Amor lo hubiese forjado con su más consumada experiencia
plasmando sus armoniosas formas con alegría,
elevando esculturalmente la estatura;
plasmando con emoción el rostro
y dejando a través del tacto de sus manos
un sentimiento en la frente, en los ojos, y en los labios.

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Candelabro

En una pieza vacía y pequeña, sólo cuatro paredes,
y cubiertas por telas íntegramente verdes,
está encendido un hermoso candelabro y arde:
y en cada llama suya se abrasa
una pasión lasciva, un impulso lascivo.

En la pequeña pieza, que brilla iluminada
por el fuego vigoroso del candelabro,
no es en absoluto usual esta luz que brota.

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Cuanto puedas

Cuanto puedas
Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
por contacto excesivo
con el mundo que agita movedizas palabras.

No la envilezcas nunca
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de los rostros diarios
y al cabo te resulte un huésped importuno.

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Desde las nueve

Doce y media. Rápidamente el tiempo
pasó desde las nueve, cuando encendí mi lámpara
y me senté aquí. Estoy sentado
sin hablar o leer. ¿A quién podría hablar
en la casa desierta?

La imagen de mi cuerpo joven,
cuando encendí mi lámpara a las nueve,
vino a mi encuentro despertando
un perfume de cámaras cerradas
y pasado placer.

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Deseos

Como hermosos cuerpos que murieron jóvenes
y fueron sepultados, con lágrimas, en rico mausoleo,
coronados de rosas y con jazmines en los pies,
así son los deseos que pasaron sin realización;
sin que ninguno sobreviviera una noche
de sensual deleite o una mañana de plenilunio

Versión de Eduardo López

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Días de 1901

Esto era lo que había de excepcional en él:
a pesar de su vida disoluta,
de su larga experiencia del deseo
y de la habitual correspondencia
con que en él se mostraban la actitud y la edad,
había insólitos momentos,
ciertamente muy raros, en que daba
la impresión de una carne casi intacta.

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El dios abandona a Antonio

Cuando, de pronto, a media noche oigas
pasar una invisible compañía
con exquisitas músicas y voces,
no lamentes en vano tu fortuna
que cede al fin, tus obras fracasadas,
los ilusorios planes de tu vida.
Como dispuesto de hace tiempo, como valiente, dile
adiós a Alejandría que se aleja.

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El viejo

En una esquina del café sonoro de murmullos confusos
un anciano sentado se inclina sobre la mesa,
leyendo un periódico, sin compañía.

Y en el ocaso de su miserable senectud
piensa cuán poco gozó en los años)
cuando tuvo la fuerza y el verbo y la belleza.

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En el puerto

Joven, de veintiocho años, en un barco de Tinos
llegó Emes a este puerto sirio,
con el propósito de aprender perfumería.
Pero en la travesía se enfermó. Y apenas
desembarcó, murió. Su entierro, muy pobre,
se hizo aquí. Pocas horas antes de morir algo
susurró sobre un «hogar», sobre «padres muy ancianos».

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En la calle

Su simpático rostro un poco pálido
y los ojos castaños aún absortos.
Veinticinco años, aunque aparenta más bien veinte.
Algo le da en su atuendo vago aire de artista:
la corbata tal vez o la forma del cuello.
Marcha sin fin preciso por la calle
como aún poseído del placer ilegal,
del prohibido amor que acaba de ser suyo.

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Grises

Mirando un ópalo casi gris
recordé unos hermosos ojos grises
que había visto hará unos veinte años…

Nos amamos un mes.
Marchó después a Esmirna, creo,
a trabajar allí y no nos vimos más.

Se habrán empañado -si vive- aquellos ojos;
ajado estará aquel rostro hermoso…

Guárdalos tú, memoria mía, como eran.

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He dado al arte

Me siento y medito. He dado al Arte
deseos, sensaciones, ciertos entrevistos
rostros o líneas, la insegura imagen
de amores incompletos. Dejad que a él me entregue.
El Arte sabe dar forma a la Belleza,
con toque imperceptible completando la vida
combinando impresiones, combinando los días.

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Itaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los Lestrigones ni a los Cíclopes,
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

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La ciudad

Dijiste: «Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón – como un cadáver – sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.

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Lejos

Quisiera este recuerdo decirlo…
Pero de tal modo se ha borrado… como que nada queda
porque lejos, en los primeros años de mi adolescencia yace.
Una piel como hecha de jazmín…
Aquel atardecer de agosto – ¿era agosto…?-
Apenas me recuerdo ya de los ojos; eran, creo, azules…
Ah sí, azules: un azul de zafiro.

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