Pues los dioses perciben los hechos futuros;
los hombres, los ya ocurridos; los sabios, los que se aproximan.
Filóstrato, Vida de Apolonio de Tiana, VIII, 7
Los hombres conocen los hechos que ocurren al presente.
Pues los dioses perciben los hechos futuros;
los hombres, los ya ocurridos; los sabios, los que se aproximan.
Filóstrato, Vida de Apolonio de Tiana, VIII, 7
Los hombres conocen los hechos que ocurren al presente.
Que me detenga aquí.
Que también yo contemple por un momento
la naturaleza,
el luminoso azul del mar en la mañana y del cielo sin nubes
y la amarilla arena: estancia
hermosa y grande de la luz.
Dejadme
que me detenga aquí y crea que esto veo
(ciertamente esto vi un instante tan sólo cuando aquí me detuve)
y no, incluso ahora, mis sueños, mis recuerdos,
la rediviva imagen del placer.
A un día monótono otro
monótono, invariable sigue: Pasarán
las mismas cosas, volverán a pasar –
los mismos instantes nos hallan y nos dejan.
Un mes pasa y trae otro mes.
Lo que viene uno fácilmente lo adivina:
son aquellas mismas cosas fastidiosas de ayer.
Es un viejo.
Agotado, encorvado,
vencido por los excesos y los años,
por la calleja avanza con pie lento.
Sin embargo, cuando entra en su casa para esconder allí
su ancianidad y su miseria, piensa
en todo la que aún comparte con él la juventud.
Sería la una de la noche
o la una y media acaso
En un rincón de la taberna,
tras el tabique de madera.
Los dos tan sólo en el lugar vacío.
Una lámpara de petróleo vagamente lo iluminaba.
Dormía el sirviente a la puerta la fatiga de la vigilia.
Cuando de repente, a medianoche, se escuche
pasar una comparsa invisible
con músicas maravillosas, con vocerío,
tu suerte que ya declina, tus obras
que fracasaron, los planes de tu vida
que resultaron todos ilusiones, no llores inútilmente.
Como preparado desde tiempo atrás, como valiente,
di adiós a Alejandría que se aleja.
Recuerda, cuerpo, no sólo cuánto se te amó,
no solo los lechos donde estuviste echado,
más también aquellos deseos que, por ti,
en miradas brillaron claramente
y en la voz se estremecieron –y que un
obstáculo fortuito los frustró.
Ahora que todo se halla en el pasado,
parece casi que a los deseos
aquellos te hubieras entregado –cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
cómo en la voz por ti se estremecían,
recuerda, cuerpo.
Vuelve otra vez y muchas veces, cógeme,
amada sensación, regresa y cógeme,
cuando la memoria del cuerpo se despierta
y un antiguo deseo atraviesa la sangre,
cuando los labios y la piel recuerdan,
cuando las manos sienten que aún te tocan.
Vuelve a menudo y tómame,
amada sensación, regresa y tómame.
Cuando la memoria del cuerpo despierta,
su viejo deseo vuelve a rodar en la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan
mis manos sienten como si tocaran de nuevo.
Sí, yo recuerdo muy bien esta habitación!
Esta pieza y la otra se han alquilado
a empresas comerciales:
toda la casa está ocupada
por comerciantes, agentes, compañías.
Ah, yo conozco muy bien esta habitación…!
El diván estaba allí, junto a la puerta,
y al pie de él un tapiz de Turquía.
La habitación pobre y vulgar,
escondida en los altos de la taberna equívoca.
Desde la ventana la calleja,
estrecha y sucia. Y las voces abajo
de unos cuantos obreros
distrayendo su tiempo con las cartas.
Y allí, sobre aquel lecho ordinario y humilde,
el cuerpo tuve del amor, los labios
voluptuosos de la embriaguez, purpúreos
de tal embriaguez que cuando ahora,
después de tantos años, esto escribo
en mi casa vacía me embriago de nuevo.
Cuando uno de ellos atravesaba el ágora
de Seleucia al caer la tarde,
en la figura de un hombre joven, alto y hermoso,
perfumada la negra cabellera
y la alegría de la inmortalidad en sus pupilas,
los que al pasar le contemplaban
se preguntaban uno a otro si alguien acaso le conocía,
si era tal vez griego de Siria o un extranjero.
Los días del futuro están delante de nosotros
como una hilera de velas encendidas
-velas doradas, cálidas, y vivas.
Quedan atrás los días ya pasados,
una triste línea de velas apagadas;
las más cercanas aún despiden humo,
velas frías, derretidas, y dobladas.
Ideales y profundamente amadas voces
de aquellos que murieron, o de quienes
se perdieron para nosotros como los muertos.
A veces nos hablan en los sueños;
a veces, pensando, la mente los escucha.
Y por un momento con su eco otros ecos
regresan desde la primera poesía de nuestra vida,
como música que extinguieran las lejanas tinieblas.
(En voluptuosidad)
Dicha y perfume de mi vida el recuerdo de las horas
en que hallé y tuve la voluptuosidad como la anhelaba.
Dicha y perfume de mi vida, de mi vida en que evité
todo goce de amores rutinarios.
Y miré hacia atrás contenta
de estar lejos de todo
engrandeciendo los recuerdos
convertida en poeta.
Y estaba allí sola pensando
allí sola me quedaré.
Dos amantes caminan por un muro húmedo
y aparece frente a ellos una ciudad.
Suave es el animal que abre su mirar,
disuelve su respiración
y se desnuda entre espacios sin límites.
-Te dejaré pacer en mis mejillas,
mientras una gota de agua fresca trae consigo
un olor a este mismo instante.
En el cuadro hay un niño sonámbulo, pero no se puede
saber si camina o vuela. El movimiento de la retina
no quiere terminar el juego de lo que reposa o se alza.
El hilo de luz crea una transparencia en la mano que hace
ver su anillo.
No reconozco mi color.
En Alejandría perdí mi sombra
y toda apariencia de ciudad
ha sido belleza de lo inútil.
Todas mis coartadas sólo
sirvieron para estrechar
los lazos con la muerte.
Mi cuerpo encuadernado de lino
y la operación final
de enrollar mis venas.
Se extiende la escritura desatada
ante los espejos del cuerpo.
Las imágenes son pródigas
y el chispazo delicado del gozo
se cierran sobre la cintura
mientras se declara disidente.
Con fragmentos se construye el ánfora.
El descenso de la rueda termina.
1
En los espejos
diez esferas y diez decires
especulan a libro abierto:
la luz del ojo brota de la pupila
de la siempre sorprendida.
2
Pintar el mundo al revés
es recordar:
la risa del rey estalla
sobre la corona y la volatiliza.
1- 2- 3-. Juegos alquímicos, memorias de tesoros de Alvaro Cunqueiro y un viaje al observatorio de Julio Cortázar. Un escuchar y decir con Abraham Abulafia (Zaragoza 1240-Barcelona 1292) y la Cábala profética. El camino hacia la judería de Gerona en el siglo XIII: el punto de llegada, el call y la casa de Jonáh.
Encontrado entre los papeles inéditos de George Sand.
Se cree que esta carta fue escrita en Mallorca
en medio de su pasión por Federico
Respiro y descanso
al mirarte desnudo.
Este acompañarnos y saber callar
por los caminos de nuestro dolor:
mi escritura se teje
sobre las paredes
del incomparable acorde de tus manos.
«La bandada de aves cruza el viento por encima del río»
Inscripción egipcia
Entre la palabra y la música
llevo mi rubor ceñido
hasta los tobillos.
Ojos, párpados, labios, uñas…
vigilan la suerte
de la quietud imposible.
Henri:
Je pense à toi tous le temps.
Anaïs
Lo único que quiero saber es
si detrás del espejo
me esperan tus ojos.
Kess me quick, my dear,
que la vida es breve.
Inmutable e infinito
es tu cuerpo
de venado salvaje:
Es tu pelo
todos los árboles
Son tus ojos
todas las luces
Es tu nariz
todos los puentes
Son tus labios
todos los caminos
Es tu cuello
todas las canteras
Son tus hombros
todos los pilares
Tu pecho
todas las geografías
tus brazos
todos los vientos
Tu vientre
todas las espesuras
Tus piernas
todas las transformaciones
Inmutable e infinito:
eres
CONCÉDENOS, oh señor, la medida de nuestro infierno
O, si no, una lucidez para vivir tranquilos.
No esta desazón de la barca sin mar
Ni puerto que la ampare?
Que el amor también ha muerto.
Haz de nosotros
Tu pasto de sabiduría.
INMÓVILES os abandoné
De cara a la desafiante luz de entonces.
Si vuelvo
Sin voz miráis
En el fondo cada vez más lejano
De aquello que envié en mi busca?
Que conmigo partió a la deriva.
Si vuelvo
La vista atrás
Una enamorada constelación me aleja
De las palabras.
Imperceptible, un sol
Declina por las ramas de la costa
Hasta las ondas de poniente
Que agitan los insectos.
Aquí reposa el cuerpo en la húmeda
Tierra de la memoria.
Un grito hubiera roto la distancia.
El único retorno
Murmura en lo más alto de la densa arboleda
De eucaliptos bajo el cielo cubierto.
Al fondo de esta tarde de tormenta
Nada huye del sabor a duelo
En las nubes que pasan.
La confianza de que vendrá
Otro amanecer, la cabaña
Entre los sombríos redobles
Del viento,
Como invitando a danza
O fin de asedio.
Carece de importancia cómo dicen que me llamo.
Carece de importancia la reputación que me sostiene.
El primer cuerpo con que tropiece será el primero y el
más hermoso, si no quiero morir bajo un montón de
lealtades.
El auténtico perdedor debe de ser un ganador nato,
pues sólo así se entiende la insistencia, la
meticulosidad que pone en la derrota.
FUERA de juventud
Nace la vida verdadera.
Infancia sólo es tierra,
Ya sólo tierra lo que beso.
Si yo abro la memoria
El aire allí su tumba encuentra.
LIGERO como el canto que no acaba
Se ondula tu recuerdo en el verbero.
Regresa y es el mismo.
Despierto y no es un sueño,
A tu vuelta inocente encadenado.
La voz no sabe lo que canta.
Tallas mi vida y no lo advierto.
Nos obligaron a olvidar
Dónde estábamos
Tan sólo dónde estábamos.
¿Es mi patria la lengua?
¿Habita
En la ciudad que ya no existe?
En la memoria,
Silencio de un cielo sin despedidas.
Al pie de otro volcán,
¿Hay patria que cantar?
Nubes vanas en la noche,
Así pasan las palabras
Por la aurora irreversible de las cosas.
Todo pensar se declina
En el grito oscuro de lo pleno.
Y yo entre las vorágines te buscaba
Como si así pudiera con tu rescate
Cumplir un luminoso pasado.
Por salvarte del horizonte
Enterré mi cuerpo una tarde de mar en furia,
Incluso sin vestigio
De isla fatal,
que a ti y a mí
Debió a lo lejos de iluminarnos.
Ausencia y temblor enhebré,
Ceguera e ignorancia en cruz,
Por hacer entera en mis ojos
Tu primera mirada.
SI fuésemos algo
Seríamos dos abismos,
Nada más que dos abismos?
En el tuyo arrojaría
La sombra vertiginosa de mi ser.
VIENDO el revuelto manojo de las palmas
Acuciadas por las sombras multiformes
Siento en el combate la blancura de tu imagen,
Los suaves y agitados muslos cuando
Con la fuerza de mi aliento los palpaba.
Tu casa ahora es la celeste,
El cielo desplomado bajo el agua,
Casa del padre que apenas ha sido,
Sólo un puñado de reflejos
Traídos y llevados por el aire,
Todo el cielo amansado,
Por encima y por debajo del cielo,
Tu imagen en las olas que se vierten,
Todo el mar en silencio,
Las olas deshojadas, sin volumen,
Todo el mar sin sabor,
Entero, ignorándose.
Todo duerme… del aire, el soplo blando
callado va, con temeroso vuelo
el aroma esparciendo de las rosas;
brilla la luna, y sueñan con el cielo
los niños que reposan, contemplando
flores, luz y pintadas mariposas.
¡Niños!, al soplo de mi tibio aliento,
dormid en paz, que os cubren con sus alas
los blancos y amorosos serafines,
y adornándoos a un tiempo con sus galas
hacen que en ondas os regale el viento
blando aroma de lirios y jazmines.
Busca y anhela el sosiego…
mas… ¿quién le sosegará?
Con lo que sueña despierto,
dormido vuelve a soñar.
Que hoy como ayer, y mañana
cual hoy, en su eterno afán,
de hallar el bien que ambiciona
-cuando sólo encuentra el mal-,
siempre a soñar condenado,
nunca puede sosegar.
Del antiguo camino a lo largo,
ya un pinar, ya una fuente aparece,
que brotando en la peña musgosa
con estrépito al valle desciende.
Y brillando del sol a los rayos
entre un mar de verdura se pierden,
dividiéndose en limpios arroyos
que dan vida a las flores silvestres
y en el Sar se confunden, el río
que cual niño que plácido duerme,
reflejando el azul de los cielos,
lento corre en la fronda a esconderse.
Del rumor cadencioso de la onda
y el viento que muge;
del incierto reflejo que alumbra
la selva o la nube;
del piar de alguna ave de paso;
del agreste ignorado perfume
que el céfiro roba
al valle o a la cumbre,
mundos hay donde encuentran asilo
las almas que al peso
del mundo sucumben.
En los ecos del órgano, o en el rumor del viento,
en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
te adivinaba en todo, y en todo te buscaba,
sin encontrarte nunca.
Quizás después te ha hallado, te ha hallado y ha perdido
otra vez de la vida en la batalla ruda,
ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
sin encontrarte nunca.
Adivínase el dulce y perfumado
calor primaveral;
los gérmenes se agitan en la tierra
con inquietud en su amoroso afán,
y cruzan por los aires, silenciosos,
átomos que se besan al pasar.
Hierve la sangre juvenil; se exalta
lleno de aliento el corazón, y audaz
el loco pensamiento sueña y cree
que el hombre es, cual los dioses, inmortal.
VI
De pronto el corazón, con ansia extrema
mezclada a un tiempo de placer y espanto,
latió, mientras su labio murmuraba:
«¡No, los muertos no vuelven de sus antros!
Él era y no era él; mas su recuerdo,
dormido en lo profundo
del alma, despertóse con violencia
rencoroso y adusto.
A la memoria del poeta gallego
Aurelio Aguirre
Lágrima triste en mi dolor vertida,
perla del corazón que entre tormentas
fue en largas horas de pesar nacida,
en fúnebre memoria convertida
la flor será que a tu corona enlace;
las horas de la vida turbulentas
ajan las flores y el laurel marchitan;
pero lágrimas, ¡ay!, que el alma esconde,
llanto de duelo que el dolor fecunda,
si el triste hueco de una tumba anega
y sus húmedos hálitos inunda,
ni el sol de fuego que en Oriente nace
seco su manantial a dejar llega
ni en sutiles vapores le deshace,
¡y es manantial fecundo el llanto mío
para verter sobre un sepulcro amado
de mil recuerdos caudaloso río!
Yo las amo, yo las oigo,
cual oigo el rumor del viento,
el murmurar de la fuente
o el balido de cordero.
Como los pájaros, ellas,
tan pronto asoma en los cielos
el primer rayo del alba,
le saludan con sus ecos.
Los unos altísimos,
los otros menores,
con su eterno verdor y frescura,
que inspira a las almas
agrestes canciones,
mientras gime al chocar con las aguas
la brisa marina de aromas salobres,
van en ondas subiendo hacia el cielo
los pinos del monte.
No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.