Teja molida una plaza.
El muchacho hablando solo.
Cruje paso suela.
Cruje.
Allá verde verde.
Y en su pienso y digo
el azul.
El azul
siempre arriba
y en la plaza
el chico hablando solo
de lo que nadie dice nada.
Teja molida una plaza.
El muchacho hablando solo.
Cruje paso suela.
Cruje.
Allá verde verde.
Y en su pienso y digo
el azul.
El azul
siempre arriba
y en la plaza
el chico hablando solo
de lo que nadie dice nada.
Tiene una virtud,
son sus manos remotas.
Vuelve a veces buscando
la roca viva
refugio de finales
y el polvoriento violín
del que brotan
crisálidas perfectas.
Por el suelo,
en oscuro desorden,
las sombras,
móviles claroscuros
mixturan
las trizas detenidas
de una máscara.
De qué hablamos cuando hablamos del tiempo
De qué hablamos cuando decimos
esto, aquello, lo otro, lo que siempre regresa,
lo que se va y no vuelve.
Las palabras se dicen aquí, en este momento
y retornan a su eterno sistema de silencio.
Escribir el instante
que no es poco.
Inventarlo, intentarlo
con palabras indóciles.
Acomodar los signos
en desacuerdo con el día.
Saber un poco más
o un poco menos.
Y adivinar que mañana
habrá otro borrador indescifrable.
Este juego inaudito de los días
ya no puede atraparme en su engranaje.
La estrategia del tejo que se pierde
es el signo de un tiempo sin rescate.
Como el niño que elige los reflejos,
coloreo las copas de los árboles,
una casa, las nubes, los caminos,
y modelo las flores de la tarde.
La primera palabra se anuncia en el silencio.
Es un pliegue del aire, un resquicio del tiempo
y no sabe si es agua, o pájaro o estrella,
y si nombra, si llama, si se niega o espera.
La sustancia del viento se resuelve en un signo:
las farolas, el libro, la cuna, las estatuas.
Mis zapatos rotosos
hoy andan por la casa
explorando
una estela de su euforia.
En cada cosa
hay puntos vigilantes
y un olor a presencia
desgastada.
Yo sé que volverá
con dureza en las manos
y en los ojos,
un tributo de estrellas.
Desgajado de mí,
fue arena movediza y desvarío.
Por las nuevas llanuras
inauguró confines sin espigas
y se hundió
en desarraigos.
Algún recuerdo
lo desvela
de la piel para adentro
y provoca la huella
del camino primero.
Una vez más
los buitres
desgarrarán el centro
de su figura rota.
Desde la piedra falsa que grita y descontrola,
se estremece la celda
que llaga sus espaldas.
Entre los ojos de agua
del cautivo inocente,
se postra una mirada
peregrina
y ancla una mueca sorda
en el muelle de sus labios.
A veces vivo un poco,
y ostento la evidencia
como un coleccionista.
Algún trofeo
rutila en las escarchas de mi nombre
y emerge la que era
en el engaño del verbo flagelado.
Mi intemperie
descansa un instante
en el pedestal de hierba de sus ojos,
hasta volver,
crucificada,
a la oración unitaria de la casa.
Atravesé las dudas de los otros;
las señales absurdas y el asombro.
Me colmé de atavíos nocturnales para hallarte.
Te vi pasar por el ángulo justo
donde se parten el tiempo y las memorias.
Yo apagaba la búsqueda de un ángel de la guarda.
Si pudiera de golpe
arrinconar olvidos y semanas
junto a los nidos de agua
de mi secreta cáscara.
Si lograra arrojar
en las islas neutrales
las cenizas que muerden el árbol y las lágrimas,
y pudiera dejar que una ecuación rotunda
insertase su atmósfera de pétalo
en cada pabellón desamparado;
empapada de estrenos sobre un licor tardío
bebería las notas
de un festival de espigas y de vuelos.
Las pequeñas atrocidades amantes atraen los
cielos
sin nubes, cargan de favores imprevistos
la boca devoradora de la bestia de los salmos.
Ser la vaga inocencia del hombre de una vez,
pero es incertidumbre el matrimonio distinto.
Es el momento propico.
Mientras yo te miro, tú muestras tu alma.
Tus detalles más pequeños me conmueven;
por ejemplo, un cabello sobre tu frente, un
lunar en tu vientre.
Todos los días te descubro y describo;
al día siguiente vuelves a ser la desconocida.
Donde la vida y la muerte cruzan sus límites
se descuelgan las pieles feroces de un deseo interminable
se tropieza con toda rapidez
están rotas las medidas eficaces
armado de lo hondo a la burbuja del vientre
asoma y rompe el vacío de su presencia dejada
por la tenaz ausencia del probable visitante
¡tan a deshora se conmueve el corazón del amante
y de su amante!
Por la mañana
Mar
Mármol
De caricias en las axilas del monstruo
Marca mágica
Campana o cámara de los suspiros
Maravilla en movimiento
Mórbidos malentendidos
Mayúscula y arena
Engarzar pezones móvil modo de la mano
¡Oh esperanza sellada!
El tardío desplazamiento, un guijarro en las grandes praderas
extendidas de la miel.
…. ‘Se va para todos lados’ – las hermosas caderas
la mujer las aposenta en el desplazamiento.
‘la muerte del guijarro cuando tu miel…’ y
sigue cuando la gran falta desata sus motivos inmediatos
El cielo no pasa su color, aúllan los deslizamientos de sus gránulos
no constata si aquello merece una mirada
He compuesto de una manera su ausencia
las caderas hermosas no tienen nada de mayor importancia
Sentarse golpearse un poco las pestañas
Es difícil contemplar la hermosa y ardua presencia del guijarro
en ardua disputa con las hermosas caderas
ardua y difícil horizonte
las hermosas caderas
el guijarro
El horizonte ha enmudecido
Verifiquemos los anuncios
la vida siempre fue
de pronto nada hace falta
¿para anunciar las hermosas caderas, el guijarro;
Ellos necesitan del desplazamiento de los anuncios
‘ahora somos esto, el resto aparte: no nos conviene’
Señálese el punto cuando el sol descubre la primera
de las estrellas
es toda la transparencia del horizonte
Entonces para qué nos llama cuando ya estamos entre las cenizas más pálidas,
oh esperanza, tu resistencia a cualquier resistencia: esperanza
Pájaro frío en la puerta oblicua del verano
Eterno como un perfil negro con rayas blancas
El cura de la valija negra camina por la pared del Salón
de los Pasos Perdidos
Sus piernas de molinete amansador de bestias.
Servicio completo: restaurant de los amantes.
Ella no funciona a engranajes sino a pequeños saltos vibratorios.
Los muertos no dicen esta boca es mía
Sus dulces consecuencias no laten entre los pastos
No respiran
¡Reino incorregible!
Consume la vida no dice adiós
Todo resta entre nosotros
La gran voz de trueno cae con sus claves
¡Imposible cultivo del engaño!
De los cabellos pezuñas endiabladas,
corazones
configurados por la ausencia de los sonidos
en la flor azul sobre el tejado rojo
Los moribundos
no alcanzaron la altura del disco rayado
De los peregrinos
sobre
las huellas bajo los tallos gigantes
en las axilas de la mujer santa.
La experiencia presenta su lado de aventura.
Lanzarse en las entrañas de la vida.
Gozar de todas las primicias.
Tocar, acariciar las partes dulces de las cosas,
perderse en las avenidas entre las multitudes.
Llenar el tiempo en conversaciones con desconocidos.
Tengo un problema:
arranqué los ojos de mi muñeca
y ya no ve. Desde el noveno piso
lancé con ímpetu al patio interno
de mi vecina un ojito, el izquierdo.
En una alcantarilla, único
ojo abierto que permite
entrar a la imagen hecha cuerpo;
es de saliva poderosa
seduce agresiva cualquier intento
de entrega externa, la convierte
en interna destrucción.
Soplo, tiro los cuadraditos sobre el paño de la mesa y soy
feliz. Generala. Mujer déspota y sumisa
de la arbitrariedad.
Observo los tres ases. Son míos. Poderosa canto
aplasto sombreros con mi pierna corta, sonrío a la nuca
de los demás concursantes.
No hay voluntad de persistir sobre este asunto
No quiero hablar
sobre posibles razones respecto
de mi comportamiento: te acaricié
como si estuviera repasando con el dorso de una mano
las miguitas de la mesa
hasta la palma de la mano contraria y no tengo
más que amor para darte
Sin que otros lo sepan ya he profanado todo
lo que dictaminamos sagrado en nuestro amor
y sin que vos lo escuches digo que sí, yo fui
quien escupió todo reflejo
que apareciera en la noche para ayudar
a vernos.
¿Qué te pica? El alma
máter, pero a fuerza de miedo
no fui más que un pobre padre
para vos, hubiera querido
altares de frutas sin carozo
de flores sin centro y de carey
peinecitos sin dientes
para acariciar tus vellos
en la dirección correcta?
Las cigüeñas jóvenes que llegan
no ocupan nidos vacíos
Van al ataque de otros
hogares ocupados por familias,
los arrebatan o mueren. Hijas perdidas
tal vez, que vuelven a vengarse
inadaptadas pajaritas de papel
la mayoría, débiles.
Después de muertas, renacen buenas
y se ocupan de viajar cargando niños
rosados, normales, niñas también.
Después anuncio: yo puedo
consolarte, dejame, hacerte creer que poseo
dedos de valor incalculable. Soy la madre
recién nacida. Soy viento
revolviendo tu cuero
cabelludo o tu cuero sintético
gran asistente de luces
para el efecto: de cuerpo entero
mi nombre.
cuando era pequeño se le cayó un piano
en la nuca, desde ese día sus vértebras
suenan cada vez que baila
sobre la silla eléctrica: no muestra arrepentimiento
con palabras, no entona
baladas de protesta
Se dedicó a grabar sonatas
de guerra, percusión ósea contra
tiritar de dientes.
¿Dónde hay un cuerpo para habitar?
Estos tristes duos no significan el amor,
solo la parte que sobre de cada uno.
¿Dónde un cuerpo abierto en lo estrecho?
¡Entramos a las ciudades con maletas vacías,
arrojamos el corazón
al fuego de la incertidumbre!