Género profesor

Ser necio y tener trabajo:
eso es la felicidad.
Gottfried Benn

Nos enseñaba a odiar la poesía,
y estas fueron sus víctimas: tantísimos
tontos de facultad, muy licenciados
en cháchara semiótica.
Los logros
conseguidos (menos lectores, menos
competencia) aseguran el relevo
en la especie académica (o el pincho
de las 12 entre clase y seminario).

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Historia de G.

“El amor es un miedo: una moneda,

un bien de cambio” -susurraba su voz

de borracho creíble, y sonriendo

añadía: “Cualquier amante es sólo

un chantajista”.

Y en las noches aquellas, como extraños libertos,

dejábamos atrás mi trabajo y sus libros

para beber, beber.

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Huecos

Perder placer es triste
Luis Cernuda

Cuando estoy en su casa duermo solo.
No me he atrevido nunca a afrontar el pasillo
que velan los ronquidos frágiles de sus padres.

A veces, en la noche,
noto el hueco invisible que no ocupamos juntos.

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Iván y Arancha en Praga

Si en la cena se hablaba de la noche
me apuntaba a los planes en que estuvieran ellos:
saberlos entre el grupo
era la vida en orden de una forma inconsciente.
Sus besos adornaban el verano.

Juro que los amé sin yo quererlo,
que no escogí el dolor ni la codicia
ni preguntarme cómo se querrían a solas
o qué significaba yo en sus vidas.

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Malo

Yo soy malo. ¿Recuerdas cuando Gina
me lo llamaba -Malo-, no con esa
complicidad coqueta tras mi típica broma
cruel a costa de alguien, sino en serio
y con la gravedad de lo que es cierto
y muy triste (ya estábamos
a punto de dejarlo).

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Mecánica nacional

Me deprimen los tíos que esperan en un coche,
el codo necesario sobre la ventanilla
y la radio ofendiendo con la canción de moda.

Quedan bien en las tardes de sol, y los veranos,
por extensión, son suyos. Cuando cruzas
la calle sola y pesan
la calle, el sol, el día que te vive,
ahí están ellos, fuma que te fuma,
dueños del sol, del día, de la calle y del coche.

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Palabras de Caín adolescente

Yavé se complació en Abel y su ofrenda, mientras
que le desagradó Caín y la suya. Caín entonces se
encolerizó y su rostro se descompuso. Yavé le dijo:
¿Por qué te encolerizas y te muestras malhumorado?
Gén. 4, 4-6

Me he pasado la vida malgastando favores en personas que nunca me
quisieron.

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Retiro sentimental

En mi familia no se dijo nunca “te quiero”.
Jamás oí decir “lo siento” a mi padre o a mi madre.
No sé si era vergüenza: una ternura demasiado estridente para enser
cotidiano.
¡Incluso leer poemas! Eso sí que era algo sospechoso,
tanto como una mancha repentina o un suspiro o una puerta cerrada
con demasiada llave.

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Tostadero

Mientras muchachas que serán catequistas cantan y tocan la guitarra
como quien eleva una protesta sentimental a un dios tímido o como
quien se rasca la panza con mansedumbre
y aquí en el tostadero ya son indiferentes las piernas y los brazos ya
sin dueño,
mientras la fuente sigue siendo útil para fauces sedientas y espaldas
sonrientes de pura caricia
y allí abajo en el pueblo tañe una canción de siseo de rezos total-
mente impropia de la estación
y el agua en todas partes es sobre todo sonido y no frescura
pero quizá humedad amiga para quien es lamido en el hombro duran-
te un verano ideal,

yo pienso:

estoy oyendo el tañido de una campana y un zumbido de canción
y abrasándome al sol en el tostadero,
lo que vale decir: solo en mitad del mundo.

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Baltimore

Para María José

Te quiero porque hay nubes amarillas
tu vestido en la lluvia
campanillas azules en los pies
se quieren cuando entra lentamente la luz

Te quiero cuando llegan los piratas
y la luna y la arena son todo mi tesoro
y acabo de lavar la ropa de los niños
y he perdido un recuerdo
los he visto quererse flotando sobre el mundo

Y ella tuvo la espuma yo la quise en el aire
y cogió él la luz cuando os besabais
nos queremos callando se quisieron a gritos
y las islas subieron y tocaron el sol
sí la quiso desnuda te he querido y dormías
en un mar infinito y un planeta naranja

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País poético en Rochester

Cuando la tierra sea poesía
volaremos despiertos por detrás de las nubes
habrá una estrella en todos los tejados
y veremos las cosas que hasta entonces no vimos
la luna rubia baña los hoteles
hay una fiesta en el ático muchachas con los ojos de cerveza
bailar con ellas mientras se hunde el mundo
en la violeta claridad de junio
con monedas de espuma saltando en el bolsillo deseando llegar
y contar la aventura a los amigos mirad este es el cielo
os haré un mapa con palabras verdes
aquí está la verdad aquí está la belleza cuidado con el bosque
seguid este camino para entrar en el oro
aquí está la ciudad donde es imposible morir
comprad su luz famosa
llamando a las ventanas llegar tarde después
nuestra vida empapada por la lluvia naranja
ya lo veis ya lo veis
os dije que podíamos cantar
y entraremos cansados de volar
en una casa llena de manzanas
donde todo es muy lento y el mar aún no ha nacido
todo eso será cuando vivamos
cuando la tierra sea poesía

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Plenitud

Cuando murieron los poetas ingleses y franceses
la rosa florecía.

Cuando murieron los húmedos poetas alemanes
la rosa florecía.

Cuando murió Montale y el cielo se llenó de diamantes asmáticos
la rosa florecía.

La rosa florecía
cuando murió también Whitman el núbil.

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Ausente

Este sol va dorando lentamente mi alcoba,
que es un raro navío que ha perdido su rumbo;
de tristeza se duelen abatidos velámenes
porque la brisa esconde su ráfaga inocente.

Esta tarde se incendia lentamente mi alcoba
con los últimos dardos de algún sol que consigue
alejar más errantes por el cielo mis sueños.

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Bazar Egipcio

Desde el Bazar Egipcio
se expande por el aire una oleada
de esencias. El humo primitivo
de los hogares adormece a la tarde,
que huele a mar y a profecía.
Triunfa en el aire, loco por el perfume,
la oración desgarrada de las mezquitas,
la que gime o invoca
el nombre santo de Alah.

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Desde la Torre Gálata

Contempla allá esa luz
que hacia el poniente es sangre.
Esa luz que parece inventarse la ciudad
en sus atardeceres. Distinta cada día,
contémplala desde aquí y mira cómo asciende
desde la urbe que la sueña,
mientras se van haciendo eternos los perfiles
de cúpulas y de minaretes.

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Días celestes

Hay versos que guardaron la nostalgia
de hermosos cuerpos que abracé otro tiempo
y que aún avivan la memoria, inerme,
de muchos besos y de algunos nombres.

En otros aún resuenan las semillas,
las cuentas del azar que fue mi vida
y dejan sus sonidos en la mente,
las huellas de aquel paso de la gloria.

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El largo Angelus

Aquí aguardo sentado
cerca del sol, sin prisa,
contra el muro de luz
que es parte de mi casa.
Aguardo a que termine
lo terminable un día;
mi sombrero me cubre,
apenas si levanto los ojos
hacia el cielo:
prefiero la victoria mil veces
de la cabeza baja,
y el corazón quebrado
en un sinfín de partes.

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El retorno

Es la hora del regreso:
el camino que verde desafiaba a la tarde
habrás de desandar en esta hora nocturna.
Te alumbrarán las débiles luciérnagas
y las cumbres lejanas vigilarán tus pasos.
Las mismas ramas, aún cuajadas de trinos,
te saldrán al encuentro.

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Jardín

Delgada es esta tarde de julio,
inmóvil,
asida a las columnas
que se alzan
sobre la hierba blanda

Delgada es esta tarde de julio
que decae con dulzura,
como las manos
que no atienden al sol,
ni están alerta
al paso de las horas…

¡Qué tristes dan los cuerpos
una vez y otra vez
contra esta paz eterna,
para perderse ardientes
por la trama olvidada
del asombroso cielo!…

(Sentados en el banco del parque
se presiente la noche
tras de la luz en calma,
desnuda, sorprendida
en su propia penumbra
y silenciosa):

Las palabras, la gente,
en su nuevo color
la misma tarde ahora,
nuestro amigo que calla:
todo se borra al filo de los árboles,
todo es oscuridad que se remonta
azul, veladamente,
lo mismo que el Jardín
cerrado, se suelta en el olvido
para perderse
en la aventura del ensueño.

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Jardín de Colva

Guarda mi corazón el balanceo
de las altas palmeras, que un aire azul
agita en la noche benigna.
Siento en mí sus raíces nutrirse de mi sangre
y que sus altos troncos, ingrávidos, insomnes,
llevan las cicatrices, las marcas cenicientas
de mi alma, que un día tatuaron los dioses.

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La despedida

Aquí en lo oscuro
quedo pulsando mi dulcémele,
mientras veo que te alejas
feliz, contra la línea del horizonte.
Mueves el cuerpo al son de mis acordes,
cada vez más distante, más cómplice,
y un ritmo de secreto te hace tan diminuto.

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Mañana en Kovalam

Asisto al despertar del nuevo día
en las hermosas playas de Kovalam.
Saludan a mis ojos las palmeras
agitando sus ramas solemnes como brazos
y el mar, el Mar de Arabia, con sus peldaños
de espuma hacia el infinito.
Sobre la orilla lenguas de sal que se suceden
en un vaivén sin tregua: mueren, viven,
vienen del horizonte borroso por la bruma,
desde aquel horizonte que el misterio ha trazado
y hasta mis plantas llegan en su oscilar salvaje.

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Marie Claire

Una noche en París me raptó Marie Claire;
me tomó de la mano, me llevó a su mansión,
me tendió sobre un lecho, se quitó el camisón
y mostró sus encantos, que eran dignos de ver.

Derramó sus oscuros cabellos sobre mí
y abrazó bien mi vida, que no vale un real.

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Mirador umbrío

Desde la torre observas cómo cae la tarde,
las últimas montañas perdidas con la niebla,
los árboles que ascienden levemente, el abismo,
el fulgor de los astros que brillan por tus ojos.
Cerca quedan las playas del Sur, amplias
y lentas, vacías a esta hora en que el mar
se desvanece en fuegos.

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