Cada día toco con mis manos la dicha
la beso con mis labios
la dejo que se duerma dulcemente en mi pecho
que se despierte luego estremecida como un hermoso sueño.
Enfrente el cielo, los pájaros y tu boca entreabierta
sobre la calle con acacias y niños
delicada y trémula como una sonata.
Poemas españoles
La luz, la luz más pura está en el tiempo,
es su zumo dorado que nos moja
el alma diariamente y la desnuda.
Como la luz, como el amor a veces,
el tiempo es tuyo, y él te tiene, míralo
morando ya en tu carne lentamente
posando en ella su ceniza triste,
sus minutos que brillan amarillos
y tus labios golpean tercamente.
Nace el beso en la sangre y su fuego madura
como el fruto de un árbol a la luz de la tarde.
Ebrias alas secretas van naciendo a su paso
y dorando los labios que esperan entreabiertos.
Gime la flor del beso antes de abrir su rosa,
y sus pétalos arden melancólicamente
mientras sube un rumor por la delgada sangre
y se detiene al borde de la boca hechizada.
Mira el mundo sin flor. Este haz de rocas
sólo sombra da al oro que declina.
Muerto parece el mar. Aquí culmina
el mineral silencio de dos bocas.
Soledad, piedra, amor. La arena yerta
desolada pasión siente en su seno.
Huí de mi lecho a solas por encontrarte, el vino
de la fiebre en los labios, incendiando mis huesos,
y una niebla cegándome los ojos, y un sino
de soledad quemándome y abrasando mis besos.
¿Dónde encontrarte? ¿Estabas junto a mí, bajo el cielo
indiferente al hombre, como un mar que olvidase
su clamor, o soñando bajo un dorado suelo
sin que yo, en mi ceguera, los trigos te apartase?
Quizá perdí mi juventud, quizá
perdí Lloridas increíbles.
Quizá perdí otras cosas, pero tengo
la sal ardiente de tus labios.
Una infancia perdí, quizá un deseo
de una luz entre pinos y el mar puro.
Perdí el cielo del sur, pero ahora tengo
la sal y el fuego de tus labios.
En el amor el tiempo es como un pájaro
aleteante, estremecido, trágico.
Parece detenerse en nuestros brazos,
jadear dulcemente en nuestros labios.
Y fluye tierno como el valle verde
por un secreto afán de vida breve.
Su vuelo cesa bajo el beso largo,
tensas las alas, dulce y hechizado.
Como la playa en soledad, más pura
luce su desnudez, y como el pájaro
más melodioso vuela si más solo,
así este paraíso de ternura
no pide verso para ser cantado.
Su alentar, en su mundo de penumbra
-tibio interior en soledad amante-
deja su llama, y extasiado sueña
su luz, su vuelo entre caricias quietas.
Cuando salgo a la luz de este viernes dorado
estrena la mañana sus pájaros primeros.
Es un viernes de barrio, humilde pero hermoso,
viernes de Las Delicias, viernes arrabalero.
Da gusto ver su piel, fresca como la aurora,
herida tiernamente por la luz del otoño,
esta luz increible que mi corazón bebe
sorbiendo la mañana como una fruta de oro.
…Ya estoy al margen. Lejos.
Subido en las montañas de mi sangre.
Aquí arriba, ¡y de pie!
No necesito nada.
Ríos, bosques, barreras
-fronteras-de glaciares y volcanes
(de sueños y desprecios voluntarios) me separan
de cuanto no soy yo:
una garganta libre.
-Media filiación-
A Manuel de la Escalera
Preso, mi nombre. Y Preso, mi apellido.
Prisión como lugar de nacimiento.
Mi madre, mi condena -y mi aliento-.
Mi padre, este cerrojo maldecido.
¿Mis años?: diez (más tres) aquí metido.
Me preguntas qué ha sido de mi vida
es estos años últimos. Tú llegas con un brillo
exótico en los ojos que tanto amé, sonríes
de mágica manera como entonces
y conocen tus pasos el polvo
de todos los caminos.
The year´s garbage
R. L.
La dorada basura de los años
me ha ido acostumbrando a vivir entre sueños;
ninguna sonrisa se desvanece en mi memoria;
los ojos que una vez me miraron
incitantes o quizá sin verme
siguen fijos para siempre en mí;
una amable palabra distraída
para todo el invierno enciende un fuego;
cualquier borroso amor
que apenas si llega a ser amor
se transforma en un árbol inmenso cuyas ramas
me protegen de sol inclemente.
All you have to do is take your clothes off
Frank O´Hara
Cuando me veas deprimido, ansioso, malhumorado,
todo lo que tienes que hacer es quitarte la ropa,
y entonces brilla el sol y se revela el secreto:
que somos carne y respiramos y estamos
cerca el uno del otro.
Ha llegado la noche para todos:
yo reclino mi frente en esta piedra,
donde los siglos, ciegamente, pasan,
mientras fulgen, arriba, las estrellas.
Entre duros peñascos me arragazan
los brazos maternales de la tierra.
Soy un hombre desnudo. Hoy he nacido,
como una larga luz, en su corteza.
Si supiera, Señor, que Tú me esperas,
en el borde implacable de la muerte,
iría hacia tu luz, como una lanza
que atraviesa la noche y nunca vuelve.
Pero sé que no estás, que el vivir sólo
es soñar con tu ser, inútilmente,
y sé que cuando muera es que Tú mismo
será lo que habrá muerto con mi muerte.
Déjame que, tendido en esta noche,
avance, como un río entre la niebla,
hasta llegar a Ti, Dios de los hombres,
donde las almas de los muertos velan.
Los cuerpos de los tristes que cayeron,
helados y terribles me rodean;
como muros, encauzan mis orillas,
pero tengo desiertas mis riberas.
Sólo la amistad es un hecho consumado
Sully Prudhomme
Nos vemos a menudo. Cenamos mucho juntos.
A veces, a la hora peor, cogiendo el taxi,
los miro como a extraños. Despedirse
y sonreirnos tanto son muecas del alcohol.
Aquí,
sin novia y con hermano
casado hace muy poco (con problemas
laborales pequeños y prolijos detalles
sobre el piso), tú eres
el convidado menos importante.
Se te recuerda apenas que has de sentirte solo
en la casa ya grande, con tus padres,
o quizá te pregunten para cuándo
será lo tuyo (pero
a Lo Tuyo hoy no la han invitado).
Tras el pasillo al fresco, la escalera
y el sol que nos bañaba de repente.
Entonces en la hierba el barro se secaba
y no dejaba rastro que no llevase al río.
¿Tú crees que un río nace en cualquier sitio?
Siempre las cabalgatas me pillaron
yendo hacia alguna parte y en constante
lucha con el gentío. Verbigracia:
en el 92 quedé con Cuesta
cerca de Riego, en el 91
iba a la biblioteca, en el 90
algo en la calle Uría…, y siempre el mismo
molesto rebrincar y los ahogos
entre niños pasmados y vejetes
que tienen frío y padres de iracunda
mirada y los camellos y los pajes.
Verla partir y amarla como nunca
Nicolás Guillén
La quise sin querer, sin elegir,
contra mí mismo,
y ahora que se ha ido
saber que está en el mundo no me deja dormir.
Estoy perdido.
Y recorro su calle a ver si hay suerte,
que no me atrevo
a llamarla y me juego
la tarde en encontrarla, qué sé yo, casualmente.
X, el más implacable cazador de autógrafos de Asturias, siempre acechante ante cualquier popular, famoso o importante que aterrice en nuestra región, consiguió cobrarse varias piezas en la fiesta de…
(Leído en la prensa)
Vestido con mal gusto y ese aspecto
de perro triste, eres mi pesadilla
y también una incógnita.
Va a seguir, pero duda, y se detiene
a saludar mejor. Acaso entiende
que la frecuencia obliga a cierto aumento
en lo que atañe a calidad y tiempo.
Recuerdo que hace sólo unas semanas
nos cruzábamos y él me saludaba
con hastaluego y mínima sonrisa,
sencillez que también se agradecía
por cómoda y ausente de embarazo
(nunca he sido muy hábil en el trato
social).
Yo aprendí en el hogar en que se funda
la dicha más perfecta…
Gabriel y Galán
Aquí donde no tienen cabida los maricas
y a cometer los propios errores se prefiere
cometer los errores tranquilos de los padres,
uno es merecedor de este legado:
seguridad y pan,
paz y severidad y algún consejo.
Tu torpe Ich komme aus salva la tarde
de un día atroz. Pronuncias
encantadoramente
mal todas las palabras. Te has dejado
el libro en casa y yo te lo agradezco
sin decir nada. Llueve
tras el cristal oscuro que duplica
nuestras cabezas juntas.
Me acuerdo de las noches, siempre muy tarde, que tocaba tu timbre
y me obligabas a subir.
Y yo estaba borracho, como siempre, y traía mi lista de pecados mor-
tales, y a lo mejor temía molestar y tú decías: venga, no seas
tonto, cuéntame qué te pasa.
La mitad de las chicas con las que me he acostado eran lesbianas.
He querido a mujeres con las que días antes no me hubiera atrevido ni
a soñar.
No sé, les atraía
mi aspecto de vampiro que bebe la sangre entre sus piernas,
de adolescente enfermo que mira fijamente,
tiene oscuras costumbres y el pulso tembloroso.
(Por P. F.)
Ese vértigo-abajo de los días peores
al fin no es más terrible
que ese vértigo-arriba de la infancia
mientras alguien se inclina hacia nosotros
desde torres monstruosas y nos deja
un pellizco de susto en la mejilla.
¿Recuerdas una tarde que estuvimos en ese bar que no me gusta, en
Foncalada,
entre viejos que leían periódicos temblones y una mujer absurda
merendando.
Y tú firmabas sobre una servilleta, una vez y otra vez, una vez y otra
vez, como una autómata, silenciosa y mecánica.