I
En brazos de la inocencia
cruzando voy candoroso
ese crepúsculo hermoso
preludio de la existencia.
Del valle la flor galana5
me da sus limpios colores;
el bosque sus ruiseñores,
y sus tintas la mañana:
y el astro consolador
que al mundo su luz envía,
me manda al nacer el día
la sonrisa del Señor.
Poemas españoles
CANTO
I
Silencio… las campanas…
¡Ay del hombre mortal! ¡ay del doliente!
de la noche en el seno
sin pena dormirá sueño tirano,
y su entusiasmo ardiente,
como lienzo fecundo
que borra el tiempo con impura mano,
se borrará del mundo…
¡Ah!
Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman tocando a muerto,
la campana y el cañón;
sobre tu invicto pendón
miro flotantes crespones,
y oigo alzarse a otras regiones
en estrofas funerarias,
de la iglesia las plegarias,
y del arte las canciones.
Perdido ando, señora, entre la gente
sin vos, sin mí, sin ser, sin Dios, sin vida:
sin vos porque de mí no sois servida,
sin mí porque con vos no estoy presente;
sin ser porque del ser estando ausente
no hay cosa que del ser no me despida;
sin Dios porque mi alma a Dios olvida
por contemplar en vos continuamente;
sin vida porque ausente de su alma
nadie vive, y si ya no estoy difunto
es en fe de esperar vuestra venida.
(fragmento)
¿Pues que diré de la hermosura y brío,
gracia, donaire, discreción y aseo,
altivez, compostura y atavío
de las damas daeste alto coliseo,
nata del mundo, flor de la belleza
cumplida perfección, sin del deseo,
su afable trato, su real grandeza,
su grave honestidad, su compostura,
templada con suave y gran llaneza?
Qué otra cosa podría ver un explorador cansado
dentro de los límites de un metro cuadrado de tristeza,
sino Caminos que los limoneros acompañan, sino Colinas
y ondulados Campos donde el vino ya se presiente;
Qué podría ver sinó Islas de Cristal, Ciudades
plateadas, áureas, Amaneceres, Barcos Rojos
que tripulaciones enloquecidas llevan sin rumbo;
Serpientes gigantescas, tigres, podría ver también
ballenas blancas sumergiéndose también en un océano cálido;
Podría ver dos mujeres de vestidos anaranjados
sentadas junto a una pared incendiada por el sol;
Podría ver todos los días irrecuperables
posándose como una bandada de pájaros imaginarios.
Nadie representaría este sol sábado tarde
como un tigre con la boca llena de fuego,
ni como una bombilla grande, ni siquiera
los párvulos de la escuela, tan pequeños.
Este sábado el sol es una bolsa, por la tarde,
con muchas campanillas y caramelos dentro;
sus rayos bisbisean en el cielo, al girar,
corno los radios de una bicicleta nueva.
Enfermó Adán el primer invierno después de su salida del paraíso y asustado con los síntomas, la tos, la fiebre, el dolor de cabeza, se echó a llorar igual que años más tarde lo haría María Magdalena, y dirigiéndose a Eva, «no sé qué me ocurre» gritó, «tengo miedo» «amor mío, ven aquí, creo que ha llegado la hora de mi muerte».
Todas las tardes
se reunen las gaviotas
frente a la estación del tren:
Allí repasan sus amores.
En su libro de memorias
dos flores de sándalo:
una señala la página de los puentes,
otra la de los suicidas.
«Los ojos ven, el corazón presiente.»
Octavio Paz
Que pocas cosas duelen. Digamos, por ejemplo,
que se puede no amar de repente y no duele.
Duele el amor si pasa
hirviendo por las venas.
Duele la soledad,
latigazo de hielo.
La costumbre me trae hasta tu cuerpo
o la necesidad de los planetas.
Esa costumbre ciega de semilla,
la que hace descender por las gargantas
el agua ciegamente,
la que guía a las aves migratorias
año tras año por la misma ruta,
la que impulsa en algún lugar remoto
esta brisa que ahora desordena
tu pelo.
«Esa vana costumbre que me inclina
Al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.»
J. L. Borges
Todo se ha ido borrando tiempo adentro
y he vuelto al sur inmóvil de la siesta.
«El aire es inmortal. La piedra inerte…»
F. G. Lorca
Al fondo de rincones escondidos
crecen flores ocultas entre hierba.
Hay raíces clavadas a la piedra
que aguardan impertérritas la lluvia.
Al sur del los veranos agostados
se oye la seca espera de los pozos.
Pasas las horas mirándote las manos.
En esta oscuridad tus manos son el fuego y las antorchas.
Hay un presentimiento que roza las paredes de tu alma.
Tus manos se parecen a árboles desnudos,
a rutas que se pierden en los sueños.
Todas las calles de aquella noche iban al cielo.
Ella surgió del fondo de su vaso.
Quiso beber con él sin prisa.
Quiso saber su historia
mientras le deshojaba el corazón.
Más tarde
le pidió con los labios que se fuera con ella.
“Ante a ficçao da alma
E a mentira da emoçáo”
F. PESSOA
Nos movemos con tanta soltura. Nuestra elegancia es tal.
Gira a mi alrededor para que yo, detenida en mi espacio, te contemple.
Ahora quieres quemarte y por eso te acercas.
Qué nostalgia infinita nos acecha
ahora que las ventanas sólo son
rectángulos vacíos de cristal y madera
contra la densa niebla de la tarde
y el otoño ha llegado
tras esa larga enfermedad que es el verano.
Qué pobre este ahorrar para luego
sin saber para cuándo,
y que las cosas ya no sean,
sólo sirvan,
y que se cierren puertas para siempre,
y marcharme
con lo que quise haber dicho entre los labios
y cruzar la avenida
cuando cambien a verde los semáforos.
«Bien está en otros
sostenerse. Porque nadie soporta la vida solo.»
F. Hölderlin
Y porque estamos solos empezamos un verso.
Porque sentimos frío acercamos las manos
al calor de unos seres imposibles y bellos
que nos prestan sus ojos para observar el mundo.
El verdadero mérito de muchas acciones consiste en saber esperar.
Saber esperar es, en muchos casos, uno de los grandes méritos
de ser hombre.
Es preciso especializarse en esperar
un turno,
un día,
una escena,
el momento.
De una corona de agua, en la otra vida,
cuando era nieve despertar y plata
morirse poco a poco en cada mata
de la montaña del amor mordida.
Cuando llorar era una rosa hundida
en la total pasión que el mar desata
y, estrecha de esperar, fui catarata,
de una corona de agua fui encendida.
Lenta, mordida torpemente inclino
la fresa violeta de mis sueños.
Salgo al dolor de abrirme a mi tormenta,
de regresarme al pozo de estos dedos
por donde vierto ciega tanta vida.
Me llama el viejo oficio de aturdirme
los delicados nudos de mi sangre,
la paz de hundirme tardes en la esquina
que tan tembladamente me ha crecido.
Púrpura ostenta, disimula nieve,
entre malezas peregrina rosa,
que mil afectos suspendió frondosa,
que mil donaires ofendió por breve.
Madre de olores a quien ambas debe
lisonjas, no por prenda de la diosa,
mas porque a los aromas deliciosa
lo más sutil de los alientos bebe.
Tanto puede la afición
cuando con fe perservera,
que donde premio no espera
de allí saca galardón.
GLOSA
De una herida mortal
que sólo amor pudo dalla
quedó mi sentido tal,
que ni vive con el mal
ni bien con el bien se halla,
y cuando más sin remedio,
más contento en su pasión,
entonces de compasión
el mismo amor le dio medio;
tanto puede la afición.
Nunca más vean mis ojos
cosas que le den placer
hasta tornaros á ver.
Si pudiese con la vida
recobrarse el bien perdido,
yo la doy por bien perdida,
que el morir no es á medida
del dolor que he padecido;
y pues veros apartar
fué causa de mis enojos,
pues no queda que mirar
ni lágrimas que llorar,
nunca más vean mis ojos.
Claro que es verdad que tú le miras,
claro que es mentira que te ve,
claro que es igual el dos que el uno,
claro que está claro que eres él.
(El espejo)
Pensando en el invierno
luchan a espada
los dos guerreros.
Es propio de la Realidad
ser poca y no ser verdad.
Es propio de las Santas
que les broten rosas
del tajo de la garganta.
Es propio de la libertad
ser dada y provisional.
Es propio de tú y yo
querernos sin con-pasión.
LA CULPA DE QUE AÚN TE QUIERA
mitad es del relojito
y mitad de la cadena.
DESPACIO CRUZA EL TIEMPO
la tortuga
dura, dura, dura…
CONDICIONES DE LUNA
tiene mi amante
tan pronto creciente
como menguante…
Y cuando es llena
no sé qué me pasa
que me da pena
ÉL LA QUERÍA PALPAR,
pero ella era
Audiovisual.
Carne del mar tensa y desnuda,
violenta sombra de nácar oscuro,
hacia el verano tiendes tu lamento,
oh carne de muerte latiendo inmensa
bajo mi corazón embravecido de amor.
Hacia ti los tibios suspiros del alba,
hacia ti los jóvenes miembros adolescentes,
hacia ti los brazos marineros,
la hojarasca poderosa del sueño,
ese semblante cóncavo del miedo,
el horizonte de sal que no te siente
cuando estrechas un pecho maduro,
carne del verano, luz recogida
en este temblor de muslos tensos,
en estos palpitos en que respira el mundo,
fulgor instantáneo de isla,
en ti se concreta la noche
cuando te apaciguas y derramas,
cuando emites tu tierno gemido de ave
en tu lejanía de plata y algas.
Y es la muerte presidiendo mi duro gesto,
mi tiempo disperso en el escombro de las horas,
deshabitadas, las horas yacen muy pálidas,
como manos desnudas de caricias,
como grises tardes envenenadas de silencio.
El tenso vacío me desvive con calma,
se demora en mi cuerpo sombrío
el vasto atardecer ausente y tenaz,
el delgado hilo de la noche
se presenta desértico y curvo,
y ansiosamente hinca su negra dentadura
sobre mis pupilas calientes, y feroz
traza signos de fuego en mis párpados,
signos desprovistos de lenguaje,
un brutal concierto de antiguas voces,
de colores antiguos y música indecisa,
amplias desolaciones me lloran por el vientre,
por la frágil espalda, los quietos hombros,
las caderas combadas por la recia acometida
de la noche, que triste,
sepulta formas en silente combate,
calladamente, porque inocente dibuja
firmas de muerte sobre los cuerpos oscuros.
Paso, desfalleciente, con mi bata traslúcida
al quirófano helado donde yace mi enfermo.
Tiene una arteria ahorcada sobre la mesa fría
y un conjunto de médicos asaltan a su muerte.
Observo desde un ángulo la operación inútil y
me abrasa el deseo de arrancarme los ojos.
Mi coño es negro como carbón
evaporado. Pero se vuelve azul a la luz
de la tele y de la luna.
La característica más peculiar que
explica su color y su forma
es
que tiene circulación lenta y
estremecida que va navegando hacia la
tinta de las venas y se abre al desamparo
de mi dormitorio como si
comprendiese que un dedo impenetrable,
masculino,
no pasara por él ni por las sábanas.
17 de diciembre de 1993
Cuando paso por los pasillos limpios de ginecología
veo a las mujeres desnudas y sin pechos sobre las
blancas camas.
Todas vivas aún bajo la malvada inocencia del cáncer,
rodeadas de flores y pasteles se disuelven en la luz
de la tarde
mientras la masa indefinida de la enfermedad va
creciendo como miles de seres sin conciencia y sin frío.
Ésta es la enfermedad cruel del deseo.
La ruta de los pájaros sonámbulos
en vuelo breve bajo las tormentas.
Conozco sus libreas y sus máculas
Y las motrices ansias eternales,
demasiado bien lo conozco.
Desciende azotándome hasta el cauce
y arranca blancas prendas con su apremio.
El perturbado camina por el pasillo con una vela en
la mano. Entre la velocidad y la luz de su paso se
ven sus lágrimas azules.
Desviado del mal su voz es indefensa.
Rodeado de moscas blancas, encerrado en su círculo,
camina toda la noche por el hospital,
mientras la cristalina luz de la inocencia le protege.
Es un embrión varón el ser que extrajeron los médi-
cos.
Sabemos que crecerá con una luz violeta en una
máquina y que su madre vendrá todos los días.
Sabemos que el corazón pequeño del durmiente está
agitado como una nube negra y que se chupa el pul-
gar y juega con los líquidos.
Con una lágrima de luz amarilla al fondo de los ojos
la mujer, desnuda, no obstante cubierta con la saba-
nilla, sentía la exploración del ginecólogo, abajo, des-
cubriendo la mística clausura del bebé.
‘Señora, su embarazo resulta ser un algo luminoso y
animal, como paloma o mariposa o ángel, especial-
mente leve y algo líquido’.
Tengo unas medias blancas de encaje que me pongo
cuando me visto el traje negro de los recuerdos.
Son unas medias finas, hambrientas de fantasmas
que hacen juego con pájaros interiores, oscuros.
Las piernas, penetradas por estas bocas blancas,
levemente se abren con signos vegetales.
Con la misma línea estrangulada
en el talle enfatizando las caderas y los pechos
viene mojada la maniquí.
De dónde esta muchacha que era pobre
ha sacado ese aire de comercio
dónde ha dejado el martirio de Kavafis
la revolución de sus sandalias con suela de pescado,
el negro sentido de su furiosa réplica de Goya
aquella especie de cráneo hermafrodita
ni de varón ni de hembra
sólo un cráneo sediento
interminablemente herido por las moscas
perfecto para dar indiferencia
lento para negar.
Yo sé muy bien que un muerto no se da la vuelta ni
abre las manos, ni gira la cabeza para ver el otoño.
Lo sé, racionalmente, porque he visto a los muertos
con su anatomía parada y exprimida
y nadie viene nunca a verlos cómo crecen.
No he venido a traerte la violencia que habita en mi
corazón.
No he venido a mostrarte mis ojos despintados y mi último
vestido.
No he venido a distraerte ni a olvidar.
Ni vengo a matarte ni a vivir de tu sombra.
Qué triste está la niña con su lunar postizo
y el carmín de los labios espeso y devastado.
A la luz mortecinade la bombilla roja
tiene la niña un rictus de mujerzuela bella.
Sobre la cama, inmóvil, nos mira agonizante
mediando entre las piernas la sábana arrugada.
Mi coño eleva el conocimiento que tú le has enseñado. La velocidad y el violento latido de una
horca.
Mi coño alimentado por una boca física tiene el
oficio azul de ser frágil y exacto.
Flexible y religioso, mi coño es la pirámide de un resplandor de oxígeno que se pone mis bragas.
Por amarte,
A Marte me enviaste,
La Vía Láctea entera recorrí…
Por amarte,
A Marte me enviaste.
Y un putón de Plutón
…Vino a por mí
Sólo es para el burgués.
Y los demás sabéis que sin jugar
Siempre perdéis… Pero entendéis
mucho más que ellos «de palos».
La vida igual que el golf
Un imperfecto swing.Y la esperanza
se nos pierde en el rough del desencanto.
Estoy al borde de ser borde,
me lo noto.
El precipicio crece
estoy cansada.
Estoy al borde de ser borde
estoy a punto
de nieve, mucha nieve.
Estoy helada.
Estoy al borde de ser borde
y duele mucho.
asomarse a un pecho
que a un abismo
Parecido
haber sido amado
que haber sido herido.
Semejante
el aulllido de un lobo
y el de un amante.
Es lo mismo
asomarse a un pecho
que a uno mismo…
(Conviene recitarlas inmediatamente después del siniestro)
Y PARA MATIZAR LA SALVAJADA
no te perdono nada, nada, nada.
Y para matizar el holocausto
me has dejado en el alma mucho asco.
Y para matizar la puñalada
que le llenes de herpes a tu amada.
Mi cuerpo es un silencio con forma Que respira.
Sólo te veo a ti Surges en todo.
Me pierdo en esta casa que me grita.
Voy buscando rincones escondidos
Para pensarte a brotes Y que nadie
Te vea en estos ojos.
Se vende corazón
o se traspasa.
Urge la transación
por desamada.
Sin ti lato en latón
no carne maleada
sin ti ni ton ni son
desfinada.
Se vende corazón
o se traspasa.
Mucha luz con stop
mucha putada.
me suenan muchas cosas
Cruje todo el somier
que sostiene mi historia.
Que soy sólo una sed
de unos ojos. Y estorba
la noche y el cassette
que suena en mi memoria.
Soy sólo una mujer
dilatada y sin horma.