-Media filiación-
A Manuel de la Escalera
Preso, mi nombre. Y Preso, mi apellido.
Prisión como lugar de nacimiento.
Mi madre, mi condena -y mi aliento-.
Mi padre, este cerrojo maldecido.
¿Mis años?: diez (más tres) aquí metido.
-Media filiación-
A Manuel de la Escalera
Preso, mi nombre. Y Preso, mi apellido.
Prisión como lugar de nacimiento.
Mi madre, mi condena -y mi aliento-.
Mi padre, este cerrojo maldecido.
¿Mis años?: diez (más tres) aquí metido.
Me preguntas qué ha sido de mi vida
es estos años últimos. Tú llegas con un brillo
exótico en los ojos que tanto amé, sonríes
de mágica manera como entonces
y conocen tus pasos el polvo
de todos los caminos.
The year´s garbage
R. L.
La dorada basura de los años
me ha ido acostumbrando a vivir entre sueños;
ninguna sonrisa se desvanece en mi memoria;
los ojos que una vez me miraron
incitantes o quizá sin verme
siguen fijos para siempre en mí;
una amable palabra distraída
para todo el invierno enciende un fuego;
cualquier borroso amor
que apenas si llega a ser amor
se transforma en un árbol inmenso cuyas ramas
me protegen de sol inclemente.
All you have to do is take your clothes off
Frank O´Hara
Cuando me veas deprimido, ansioso, malhumorado,
todo lo que tienes que hacer es quitarte la ropa,
y entonces brilla el sol y se revela el secreto:
que somos carne y respiramos y estamos
cerca el uno del otro.
Ha llegado la noche para todos:
yo reclino mi frente en esta piedra,
donde los siglos, ciegamente, pasan,
mientras fulgen, arriba, las estrellas.
Entre duros peñascos me arragazan
los brazos maternales de la tierra.
Soy un hombre desnudo. Hoy he nacido,
como una larga luz, en su corteza.
Si supiera, Señor, que Tú me esperas,
en el borde implacable de la muerte,
iría hacia tu luz, como una lanza
que atraviesa la noche y nunca vuelve.
Pero sé que no estás, que el vivir sólo
es soñar con tu ser, inútilmente,
y sé que cuando muera es que Tú mismo
será lo que habrá muerto con mi muerte.
Déjame que, tendido en esta noche,
avance, como un río entre la niebla,
hasta llegar a Ti, Dios de los hombres,
donde las almas de los muertos velan.
Los cuerpos de los tristes que cayeron,
helados y terribles me rodean;
como muros, encauzan mis orillas,
pero tengo desiertas mis riberas.
Sólo la amistad es un hecho consumado
Sully Prudhomme
Nos vemos a menudo. Cenamos mucho juntos.
A veces, a la hora peor, cogiendo el taxi,
los miro como a extraños. Despedirse
y sonreirnos tanto son muecas del alcohol.
Aquí,
sin novia y con hermano
casado hace muy poco (con problemas
laborales pequeños y prolijos detalles
sobre el piso), tú eres
el convidado menos importante.
Se te recuerda apenas que has de sentirte solo
en la casa ya grande, con tus padres,
o quizá te pregunten para cuándo
será lo tuyo (pero
a Lo Tuyo hoy no la han invitado).
Tras el pasillo al fresco, la escalera
y el sol que nos bañaba de repente.
Entonces en la hierba el barro se secaba
y no dejaba rastro que no llevase al río.
¿Tú crees que un río nace en cualquier sitio?
Siempre las cabalgatas me pillaron
yendo hacia alguna parte y en constante
lucha con el gentío. Verbigracia:
en el 92 quedé con Cuesta
cerca de Riego, en el 91
iba a la biblioteca, en el 90
algo en la calle Uría…, y siempre el mismo
molesto rebrincar y los ahogos
entre niños pasmados y vejetes
que tienen frío y padres de iracunda
mirada y los camellos y los pajes.
Verla partir y amarla como nunca
Nicolás Guillén
La quise sin querer, sin elegir,
contra mí mismo,
y ahora que se ha ido
saber que está en el mundo no me deja dormir.
Estoy perdido.
Y recorro su calle a ver si hay suerte,
que no me atrevo
a llamarla y me juego
la tarde en encontrarla, qué sé yo, casualmente.
X, el más implacable cazador de autógrafos de Asturias, siempre acechante ante cualquier popular, famoso o importante que aterrice en nuestra región, consiguió cobrarse varias piezas en la fiesta de…
(Leído en la prensa)
Vestido con mal gusto y ese aspecto
de perro triste, eres mi pesadilla
y también una incógnita.
Va a seguir, pero duda, y se detiene
a saludar mejor. Acaso entiende
que la frecuencia obliga a cierto aumento
en lo que atañe a calidad y tiempo.
Recuerdo que hace sólo unas semanas
nos cruzábamos y él me saludaba
con hastaluego y mínima sonrisa,
sencillez que también se agradecía
por cómoda y ausente de embarazo
(nunca he sido muy hábil en el trato
social).
Yo aprendí en el hogar en que se funda
la dicha más perfecta…
Gabriel y Galán
Aquí donde no tienen cabida los maricas
y a cometer los propios errores se prefiere
cometer los errores tranquilos de los padres,
uno es merecedor de este legado:
seguridad y pan,
paz y severidad y algún consejo.
Tu torpe Ich komme aus salva la tarde
de un día atroz. Pronuncias
encantadoramente
mal todas las palabras. Te has dejado
el libro en casa y yo te lo agradezco
sin decir nada. Llueve
tras el cristal oscuro que duplica
nuestras cabezas juntas.
Me acuerdo de las noches, siempre muy tarde, que tocaba tu timbre
y me obligabas a subir.
Y yo estaba borracho, como siempre, y traía mi lista de pecados mor-
tales, y a lo mejor temía molestar y tú decías: venga, no seas
tonto, cuéntame qué te pasa.
La mitad de las chicas con las que me he acostado eran lesbianas.
He querido a mujeres con las que días antes no me hubiera atrevido ni
a soñar.
No sé, les atraía
mi aspecto de vampiro que bebe la sangre entre sus piernas,
de adolescente enfermo que mira fijamente,
tiene oscuras costumbres y el pulso tembloroso.
(Por P. F.)
Ese vértigo-abajo de los días peores
al fin no es más terrible
que ese vértigo-arriba de la infancia
mientras alguien se inclina hacia nosotros
desde torres monstruosas y nos deja
un pellizco de susto en la mejilla.
¿Recuerdas una tarde que estuvimos en ese bar que no me gusta, en
Foncalada,
entre viejos que leían periódicos temblones y una mujer absurda
merendando.
Y tú firmabas sobre una servilleta, una vez y otra vez, una vez y otra
vez, como una autómata, silenciosa y mecánica.
Mientras anochecía, los cristales
estaban empañados.
Se levantó y miró por la ventana,
la frente en el cristal.
Sus nalgas de muchacho
y su espalda aún brillaban en la sombra
mucho, mucho después.
Dónde estamos, qué ha sido
de los dos, de nosotros.
Ser necio y tener trabajo:
eso es la felicidad.
Gottfried Benn
Nos enseñaba a odiar la poesía,
y estas fueron sus víctimas: tantísimos
tontos de facultad, muy licenciados
en cháchara semiótica.
Los logros
conseguidos (menos lectores, menos
competencia) aseguran el relevo
en la especie académica (o el pincho
de las 12 entre clase y seminario).
“El amor es un miedo: una moneda,
un bien de cambio” -susurraba su voz
de borracho creíble, y sonriendo
añadía: “Cualquier amante es sólo
un chantajista”.
Y en las noches aquellas, como extraños libertos,
dejábamos atrás mi trabajo y sus libros
para beber, beber.
Perder placer es triste
Luis Cernuda
Cuando estoy en su casa duermo solo.
No me he atrevido nunca a afrontar el pasillo
que velan los ronquidos frágiles de sus padres.
A veces, en la noche,
noto el hueco invisible que no ocupamos juntos.
Si en la cena se hablaba de la noche
me apuntaba a los planes en que estuvieran ellos:
saberlos entre el grupo
era la vida en orden de una forma inconsciente.
Sus besos adornaban el verano.
Juro que los amé sin yo quererlo,
que no escogí el dolor ni la codicia
ni preguntarme cómo se querrían a solas
o qué significaba yo en sus vidas.
Nosotros no dormimos. Hay un gesto
de araña en cada sombra amenazante
y el silencio se llena de presagios.
No dormimos. Quemamos
las horas como extraños cigarrillos.
Sabemos que ahí afuera la vida es deseable,
las chicas huelen bien,
y nada de eso es nuestro.
Los discípulos se miraban unos a otros,
pues no sabían de quién hablaba.
Mt. 13, 22
Largamente adiestrados en la sospecha, y hartos
de mentirnos los unos a los otros,
canallas que sonríen
mientras sorben sus whiskys.
Tiempo de contrición: nos hemos hecho daño.
Yo soy malo. ¿Recuerdas cuando Gina
me lo llamaba -Malo-, no con esa
complicidad coqueta tras mi típica broma
cruel a costa de alguien, sino en serio
y con la gravedad de lo que es cierto
y muy triste (ya estábamos
a punto de dejarlo).
Me deprimen los tíos que esperan en un coche,
el codo necesario sobre la ventanilla
y la radio ofendiendo con la canción de moda.
Quedan bien en las tardes de sol, y los veranos,
por extensión, son suyos. Cuando cruzas
la calle sola y pesan
la calle, el sol, el día que te vive,
ahí están ellos, fuma que te fuma,
dueños del sol, del día, de la calle y del coche.
Te juro que de noche vienen a verme todos
aquellos que he engañado a lo largo del tiempo.
Me miran con los ojos terribles de tristeza,
seguro que no saben que me alegro de verles.
Mis amigos y víctimas. No es tan malo en el fondo
estar aquí sentado recibiendo visitas.
Yavé se complació en Abel y su ofrenda, mientras
que le desagradó Caín y la suya. Caín entonces se
encolerizó y su rostro se descompuso. Yavé le dijo:
¿Por qué te encolerizas y te muestras malhumorado?
Gén. 4, 4-6
Me he pasado la vida malgastando favores en personas que nunca me
quisieron.
¿Qué estoy haciendo aquí, qué hacemos todos
copa en mano, apurando el indolente
pitillo de la fiesta, tan tranquilos
y pasándolo bien, como si nada
sucediese en el mundo, como si
tuviésemos derecho y fuese lógico?
Hagamos una pausa.
En mi familia no se dijo nunca te quiero.
Jamás oí decir lo siento a mi padre o a mi madre.
No sé si era vergüenza: una ternura demasiado estridente para enser
cotidiano.
¡Incluso leer poemas! Eso sí que era algo sospechoso,
tanto como una mancha repentina o un suspiro o una puerta cerrada
con demasiada llave.
Mientras muchachas que serán catequistas cantan y tocan la guitarra
como quien eleva una protesta sentimental a un dios tímido o como
quien se rasca la panza con mansedumbre
y aquí en el tostadero ya son indiferentes las piernas y los brazos ya
sin dueño,
mientras la fuente sigue siendo útil para fauces sedientas y espaldas
sonrientes de pura caricia
y allí abajo en el pueblo tañe una canción de siseo de rezos total-
mente impropia de la estación
y el agua en todas partes es sobre todo sonido y no frescura
pero quizá humedad amiga para quien es lamido en el hombro duran-
te un verano ideal,
yo pienso:
estoy oyendo el tañido de una campana y un zumbido de canción
y abrasándome al sol en el tostadero,
lo que vale decir: solo en mitad del mundo.
Para María José
Te quiero porque hay nubes amarillas
tu vestido en la lluvia
campanillas azules en los pies
se quieren cuando entra lentamente la luz
Te quiero cuando llegan los piratas
y la luna y la arena son todo mi tesoro
y acabo de lavar la ropa de los niños
y he perdido un recuerdo
los he visto quererse flotando sobre el mundo
Y ella tuvo la espuma yo la quise en el aire
y cogió él la luz cuando os besabais
nos queremos callando se quisieron a gritos
y las islas subieron y tocaron el sol
sí la quiso desnuda te he querido y dormías
en un mar infinito y un planeta naranja
Cuando la tierra sea poesía
volaremos despiertos por detrás de las nubes
habrá una estrella en todos los tejados
y veremos las cosas que hasta entonces no vimos
la luna rubia baña los hoteles
hay una fiesta en el ático muchachas con los ojos de cerveza
bailar con ellas mientras se hunde el mundo
en la violeta claridad de junio
con monedas de espuma saltando en el bolsillo deseando llegar
y contar la aventura a los amigos mirad este es el cielo
os haré un mapa con palabras verdes
aquí está la verdad aquí está la belleza cuidado con el bosque
seguid este camino para entrar en el oro
aquí está la ciudad donde es imposible morir
comprad su luz famosa
llamando a las ventanas llegar tarde después
nuestra vida empapada por la lluvia naranja
ya lo veis ya lo veis
os dije que podíamos cantar
y entraremos cansados de volar
en una casa llena de manzanas
donde todo es muy lento y el mar aún no ha nacido
todo eso será cuando vivamos
cuando la tierra sea poesía
Cuando murieron los poetas ingleses y franceses
la rosa florecía.
Cuando murieron los húmedos poetas alemanes
la rosa florecía.
Cuando murió Montale y el cielo se llenó de diamantes asmáticos
la rosa florecía.
La rosa florecía
cuando murió también Whitman el núbil.
Sé que mi corazón alguna tarde
recordará estas aguas quietísimas
del Mar de Mármara y este liviano
encantamiento azul
del cielo que las sueña. Sé muy bien
que mi corazón alguna tarde,
en el jardín, quizá, ya del crepúsculo
buscará este frescor, estos reflejos
del lento amanecer que ven mis ojos.
Este sol va dorando lentamente mi alcoba,
que es un raro navío que ha perdido su rumbo;
de tristeza se duelen abatidos velámenes
porque la brisa esconde su ráfaga inocente.
Esta tarde se incendia lentamente mi alcoba
con los últimos dardos de algún sol que consigue
alejar más errantes por el cielo mis sueños.
Desde el Bazar Egipcio
se expande por el aire una oleada
de esencias. El humo primitivo
de los hogares adormece a la tarde,
que huele a mar y a profecía.
Triunfa en el aire, loco por el perfume,
la oración desgarrada de las mezquitas,
la que gime o invoca
el nombre santo de Alah.
Contempla allá esa luz
que hacia el poniente es sangre.
Esa luz que parece inventarse la ciudad
en sus atardeceres. Distinta cada día,
contémplala desde aquí y mira cómo asciende
desde la urbe que la sueña,
mientras se van haciendo eternos los perfiles
de cúpulas y de minaretes.
Hay versos que guardaron la nostalgia
de hermosos cuerpos que abracé otro tiempo
y que aún avivan la memoria, inerme,
de muchos besos y de algunos nombres.
En otros aún resuenan las semillas,
las cuentas del azar que fue mi vida
y dejan sus sonidos en la mente,
las huellas de aquel paso de la gloria.
Aquí aguardo sentado
cerca del sol, sin prisa,
contra el muro de luz
que es parte de mi casa.
Aguardo a que termine
lo terminable un día;
mi sombrero me cubre,
apenas si levanto los ojos
hacia el cielo:
prefiero la victoria mil veces
de la cabeza baja,
y el corazón quebrado
en un sinfín de partes.
Es la hora del regreso:
el camino que verde desafiaba a la tarde
habrás de desandar en esta hora nocturna.
Te alumbrarán las débiles luciérnagas
y las cumbres lejanas vigilarán tus pasos.
Las mismas ramas, aún cuajadas de trinos,
te saldrán al encuentro.
Delgada es esta tarde de julio,
inmóvil,
asida a las columnas
que se alzan
sobre la hierba blanda
Delgada es esta tarde de julio
que decae con dulzura,
como las manos
que no atienden al sol,
ni están alerta
al paso de las horas…
¡Qué tristes dan los cuerpos
una vez y otra vez
contra esta paz eterna,
para perderse ardientes
por la trama olvidada
del asombroso cielo!…
(Sentados en el banco del parque
se presiente la noche
tras de la luz en calma,
desnuda, sorprendida
en su propia penumbra
y silenciosa):
Las palabras, la gente,
en su nuevo color
la misma tarde ahora,
nuestro amigo que calla:
todo se borra al filo de los árboles,
todo es oscuridad que se remonta
azul, veladamente,
lo mismo que el Jardín
cerrado, se suelta en el olvido
para perderse
en la aventura del ensueño.
Guarda mi corazón el balanceo
de las altas palmeras, que un aire azul
agita en la noche benigna.
Siento en mí sus raíces nutrirse de mi sangre
y que sus altos troncos, ingrávidos, insomnes,
llevan las cicatrices, las marcas cenicientas
de mi alma, que un día tatuaron los dioses.
Aquí en lo oscuro
quedo pulsando mi dulcémele,
mientras veo que te alejas
feliz, contra la línea del horizonte.
Mueves el cuerpo al son de mis acordes,
cada vez más distante, más cómplice,
y un ritmo de secreto te hace tan diminuto.
Asisto al despertar del nuevo día
en las hermosas playas de Kovalam.
Saludan a mis ojos las palmeras
agitando sus ramas solemnes como brazos
y el mar, el Mar de Arabia, con sus peldaños
de espuma hacia el infinito.
Sobre la orilla lenguas de sal que se suceden
en un vaivén sin tregua: mueren, viven,
vienen del horizonte borroso por la bruma,
desde aquel horizonte que el misterio ha trazado
y hasta mis plantas llegan en su oscilar salvaje.
Una noche en París me raptó Marie Claire;
me tomó de la mano, me llevó a su mansión,
me tendió sobre un lecho, se quitó el camisón
y mostró sus encantos, que eran dignos de ver.
Derramó sus oscuros cabellos sobre mí
y abrazó bien mi vida, que no vale un real.
Desde la torre observas cómo cae la tarde,
las últimas montañas perdidas con la niebla,
los árboles que ascienden levemente, el abismo,
el fulgor de los astros que brillan por tus ojos.
Cerca quedan las playas del Sur, amplias
y lentas, vacías a esta hora en que el mar
se desvanece en fuegos.