Yo vivo para el crimen,
pero para el crimen de cada día,
el crimen sin porvenir.
Es por eso que paso y camino por esta ciudad
vegetante,
tercermundista
(Guatemala,
que es como una especie de Latinoamérica
de América Latina),
sin bellos poetas en las esquinas,
muy parecida a sí misma cada vez,
quizá porque no es una ciudad,
quizá es sólo la fosilización de un espacio.
Poemas guatemaltecos
Quiero mirarte, dejar encendida la luz.
Quiero no estar seguro de mis cegueras,
encender las esquinas de esta cama constante.
Porque demasiado sabemos de las cosas tristes
y de las cosas mudas, y demasiado
de los ojos, los apenas-ojos
de los cadáveres rosados.
A lo lejos,
los espantapájaros distantes
se hunden en su gloria.
Escuchar la máquina contestadora,
descubrir que nadie llamó
a tiempo.
Haciendo turnos
en las filas
y los itinerarios,
las criaturas se excusan y no saben por qué.
No: no los otros son mejores
el niño atrofiado
en el sentido de que no están conscientes los odia
sus formas de ajar los odia a todos
de irrumpir en la realidad están allí, cicatrizados,
nada saben y su brutalidad oh indigestos
consiste en lamer hospitales
histéricos de hueso
esqueletos deflagrados por las calles hambrientas
El comportamiento humano en sociedad
el niño ha optado
por hacer de sí otra cosa
y hoy responde a una especie de rapto sepultarlos
a todos
es el rapto de la lucidez
hacerlos humanos en la muerte
en ese enrarecimiento que es la muerte
devolverlos a una piel
negra y humana la mucosidad del silencio
Yo soy ese que se suicida en las esquinas.
Es cierto. Yo soy eso que se corta
con las orillas de su tiempo,
con el grito de las miradas,
de las escaleras,
de los insignes idiotas,
de los susurros anónimos.
Yo,
aquí,
entre las torturadas guitarras,
entre otros ciegos convocados,
ciegos
vecinos de los vasos
constantes,
pobres locos amarillos
que aturden la noche
elemental.
Qué sitio de mudos muros,
de muerte decorada en la soledad
y en las pastillas.
Nací mujer
predestinada
al llanto
desde siempre
bebí palabras
sumergidas en sueños
en mis dos países
hubo muros que
aún quiero derribar
-botar piedras de siglos
no es fácil
para cuatro niñas
de cinco años –
en mis dos países
aprendí a amar
a las de mi piel
de mi voz
de mi cuerpo
de mis lenguas
nunca encontré
mi camino
lo sigo buscando
nací mujer
nací sola
crecí sola
sigo
sola
(Cantata)
1954
¡Patria de las perfectas luces, tuya
la ingenua, agraria y melodiosa fiesta,
campos que cubren hoy brazos de cruces!
¡Patria de los perfectos lagos, altos
espejos que tu mano acerca al cielo
para que vea Dios tantos estragos!
dedos
desgajando
las penas de la infancia
allí
la carne viva
la carne fresca
y el cuchillo
escarbando
por fin
el recuerdo
Hay algo de dinosauria en mí
de ojo limpio y torpe pisada
de piel resistente llamada al exterminio
en el cuello alto
en los roncos gemidos
en el espasmo
algo de fósil cavernaria
de saliva inmóvil
de ternura y asco
qué luego llegaste al panteón
del arrepentimiento
qué afán de penitencia ahora
levanta el telón don tenorio
la escena anterior fue tu engaño
deja ya el ridículo
te lo exigen
estos tiempos
Inés
sobre la tumba
te lo ordena
entonces
no encontré la contraseña
y revolví
y busqué
y volví a revolver
y tiré la bolsa
y maldije
y lloré
porque algo
estaba fuera de control
abandonado en el sueño
despojado y mudo
como mi bolsa
Estrangulada
entre dos tiempos
ella frente a la puerta
el cordón umbilical
revirtiéndose
impredecible vínculo femenino
atando fuertemente
como nunca antes
Cuando ya no esperé encontrar tu nombre
en la pantalla
y no me asustó el silencio
cuando ya no fuiste referencia en el tiempo
cuando la lejanía fue real
el olvido había borrado nuestros mejores archivos
éramos dos usuarios anónimos
en una intemperie infinita
a veces
nostálgica
me formulo
las preguntas obstinadas de las novelas rosa
y digo serás tú el hombre
existe en verdad el destino
y me río ni destino ni hombre ni nada
solo la ilusión pasajera
el recuerdo lujurioso que se queda
este
es mi búnker
mi refugio subterráneo
el de estructuras firmes
el incognoscible
lo he bautizado
Mejor signo de libertad
no encuentro
que esta noche a solas sin miedo al teléfono
babeando deliciosamente
la almohada
la pierna atravesada
el camisón enrollado
oscuridad total como me gusta
y la seguridad
de que nadie perturbará
mis sueños
hasta que yo misma lo determine
noche autónoma de absoluto silencio
en la que empiezo
como nunca antes
a gustar de mí
atrás quedan las luces de la oficina
mis párpados signan los cansancios del día
apenas si consigo acomodarme en el carro
enciendo el motor
me adentro en la avenida miserablemente
despoblada
cruzo a la izquierda
y tu risa reflejada en el retrovisor
se convierte en el único indicio de vida
en una noche de total aniquilamiento
Repto en mi cama
me enrosco
tiro el veneno
cambio de piel
y duermo
porque aquí está el paraíso
y no hay evas ni adanes
ni dioses
sola yo
y mi deliciosa
manzana
mi palabra es de pronto el vacío
la inhóspita biblioteca por las tardes
los corredores hondos del metro
las esperas con asepsia de martirio
y la pantalla negra
spéculum inconfundible
de un tiempo para siempre perdido
Detrás de mi dócil palabra
de mi sonrisa de mi erudición
y de mis juegos
la soledad
esa a la que
tu acostumbrado desgano
ha convertido
en una actriz
maquillada de total felicidad
contra la luz
de la propia conciencia
Segura
en esta noche sabia y entera
en que me basto a mí misma
liberta ya
de miedos y afectos
permeable
como nunca
a este tiempo incauto
que llega
Te molesta
el retoñar de mis ramas
las flores que me brotan
lo verde de mis hojas
Estás con miedo
porque va desapareciendo
esa triste palidez
que te gustó al conocerme
Me ves como sombra
que opaca tus deseos
esos…
los que de niño aprendiste
y ahora
no te permiten ver
que aquí
en la cuesta
una mujer
camina.
Libre de ataduras
Eros invadió la tierra,
húmedas cuevas desafiantes
cuerpos erectos, crepitantes
Eros desatado, libre
y ubérrimo
pueblas el mundo de deseo consumado.
El tiempo inexorable
se diluye entre los dedos
descarnados de la muerte
que ávida y voraz
aguarda
mi carne palpitante
y el alma
que escapa a su fatal llamado.
Acre veneno
que corroe mis venas
prolongará mi vida
a cambio del dolor.
Nunca la mano ha sido
tanto
alargamiento de un corazón
que late,
como en la mujer que trabajando
va bordando el mundo,
en los giros del barro que modela,
en la masa del pan que se cocina,
en la áspera tierra que rotura,
en el metal de la herramienta dura,
en las páginas del libro que penetra,
en todos los elementos que transforma,
mujer es el ser y hacer
lo que la iguala al hombre.
Invocando ??si existen-
a los dioses de la creación
ofrecí tiempo y vida
a cambio de palabras.
Hoy, ofrezco mis palabras
por tiempo y vida
con la certeza
de su anticipada negativa.
Los dioses de la creación
-si existen- son sordos
y, en tu caso, es lo mismo
responderán: «No hay trato’
Nuestras voces resuenan
por el mundo
desde el diálogo uterino
que el feto entabla
con el cuerpo que lo alberga
Desde la naturaleza
la cultura y la historia,
que hemos perpetuado
y son nombres de mujeres
Desde la marginalia
e injusta situación
en que estamos sumergidas,
invadimos la tierra
y rescatamos la vida,
las voces milenarias
de mujeres en el tiempo
y el espacio
A Jennifer
Tu mundo de árboles cometas y
castillos
máscaras flores y caminos
es también el mío, Jennifer.
Tú tripulas pompas de jabón
que a mí se me rompen demasiado pronto
y sueñas con tu traje de encajes
de cuando seas señorita
mientras que a mí
el traje de hombre que soñé
me queda a veces demasiado grande.
una bomba
de tiempo
entrelíneas
al poema.
Que
se
derrumbe.
Luego
construya
una poesía
más justa.
Hallará lo necesario
entre los escombros.
La consigna es: fusilar
palabras, en detrimento
-o quizá provecho
de nuestro ‘rico lenguaje’,
romperle el sexo al verbo,
descodificar el caos,
asestarle en suma
un golpe
en el trasero
a lo sublime.
Nada
podrá
contra esta avalancha
del amor.
Contra este rearme del hombre
en sus más nobles estructuras.
Nada
podrá
contra la fe del pueblo
en la sola potencia de sus manos.
Nada
podrá
contra la vida.
Está naciendo
la ternura en tus manos,
esta tarde,
mi dulce visitante.
Acudes
alegremente
al vuelo golondrino
de tus dedos
que se inician
de entrega.
Sabes.
La ternura se despierta
para siempre,
y tus manos descubren
muy pronto
que les gusta su rostro.
Tenemos
por ti
tantos golpes
acumulados
en la piel,
que ya ni de pie
cabemos en la muerte.
En mi país,
la libertad no es sólo
un delicado viento del alma,
sino también un coraje de piel.
Se habían
encontrado hace poco.
Y hace pronto
se habían separado,
llevándose
cada uno consigo
su nunca o su jamás
su afirmación de olvido,
su golpeador dolor.
Pero el último beso
que volara de sus bocas,
era un planeta azul.
De veras, nunca estoy solo.
Tan solo estoy triste
cuando tus ojos
huyen
del sitio
en que debimos
encontrarnos
por la tarde.
Ahora
se pudre la espera
debajo del tiempo,
del tiempo que se ríe
de mí, gran amador,
desprovisto de amada
en búsqueda siempre
Si me preguntaras
qué es lo que más quiero
sobre la anchura de la tierra,
yo te contestaría:
a ti, amor mío, y a la gente
sencilla de mi pueblo.
Dulce eres, como la tierra.
como ella frutal y hermosa.
He vuelto
después de cinco años.
Y sola estaba la calle
para mí.
Este viejo viento
que conozco desde niño,
caracoleó un poco en mis cabellos
y se quedó ahí de pie, y alegre
tal vez por mi regreso.
Tú no sabes,
mi delicada bailarina,
el amargo sabor a luto
que tiene la tierra
donde mi corazón humea.
Si alguien toca a la puerta,
nunca sabes si es la vida
o la muerte
la que pide una limosna.
Para que los pasos no me lloren,
para que las palabras no me sangren:
canto.
Para tu rostro fronterizo del alma
que me ha nacido entre las manos:
canto.
Para decir qe me has crecido clara
en los huesos más amargos de la voz:
canto.
Vámonos patria a caminar, yo te acompaño.
Yo bajaré los abismos que me digas.
Yo beberé tus cálices amargos.
Yo me quedaré ciego para que tengas ojos.
Yo me quedaré sin voz para que tú cantes.
Yo he de morir para que tú no mueras,
para que emerja tu rostro flameando al horizonte
de cada flor que nazca de mis huesos.
Pequeña patria mía, dulce tormenta,
un litoral de amor elevan mis pupilas
y la garganta se me llena de silvestre alegría
cuando digo patria, obrero, golondrina.
Es que tengo mil años de amanecer agonizando
y acostarme cadáver sobre tu nombre inmenso,
flotante sobre todos los alientos libertarios,
Guatemala, diciendo patria mía, pequeña campesina.
Compañeros míos,
yo cumplo mi papel
luchando
con lo mejor que tengo.
Qué lástima que tuviera
vida tan pequeña,
para tragedia tan grande
y para tanto trabajo.
No me apena dejaros.
Con vosotros queda mi esperanza.
Erguido.
Parapetado a ras del cielo.
Las piedras rojas de la cumbre
encaminan pequeñas misericordias.
Un racimo de lluvia pretendió rebelarse,
sus compañeras en marabunta
lo condujeron con gravedad hacia abajo.
Mojó piedras negras.
A MARIO MONTEFORTE,
quien me presentó a Pessoa
Sabe que no pertenece.
Se sabe sin lugar/ sin gente.
Abierto como Onán
a cualquier búsqueda
que no disponga encuentros
estira el papel/ lo mira.
La carne piensa y no llora.
JUAN GELMAN
«La carne piensa», dijimos,
recordando a alguien
que ya olvidamos.
Y es la sangre
la que construye el instinto
y es el instinto
el que seduce a la muerte
y es la muerte
la que desata la sangre
y es la sangre
la que comprueba la vida.
Un hombre vio en el desierto
lampos de luz sobre las rocas
anuncios de la oscuridad que espera.
(las rocas son lágrimas secas
vestigios de alguna memoria
deseosa de asirse a la tierra).
Un hombre vio en la distancia
sorbos de luz separando cielos y arenas
y mares que transpiran ausencia.
A LAUREN MENDINUETA
Algunos vieron el fin
creyendo encontrar el principio.
Pero creyeron.
Así se han hecho las cosas siempre.
Y los cuerpos quieren creer
como saben hacerlo las almas
o escarbar la ausencia
hasta ver un estallido en el aire.
cansa el cuerpo los huesos
el cielo es falso y lo vemos
(cúmulos de gas y mentira)
decir mujer es saberla sal
(esencia genesiaca de todo)
y no tener valor para arrancar
y poseer al amor en la tierra
soledad anuncia el polvo
que nada enseña siendo maestro
ese trazo inerme que recorre la tierra
esa ubicuidad cansada de esperarnos
el cielo es falso y lo vemos
bella lejanía:
una mujer triste
leyendo en la penumbra
una exactitud de carne suave
que no nos mira
Lenta es la luz
cuando quiere alumbrar
los pozos de lo olvidado.
A Brodsky lo encerraron
por huevón,
por «parasitismo social»
y nadie supo entonces,
nadie sabe ahora
que muchos más quedaron
saludando muros eternamente.
Hay quienes esperan,
hay los que confían
en que sus huesos se abracen,
se froten y clamen por ellos.