Más que la muerte
el miedo.
(Mujeres vestidas de negro,
vacunadas de amnesia.
Son tristes. No olvidan).
Un muerto,
más que un muerto
el miedo
de ser sangre corriendo,
de ser una sombra vaciada de vida.
Más que la muerte
el miedo.
(Mujeres vestidas de negro,
vacunadas de amnesia.
Son tristes. No olvidan).
Un muerto,
más que un muerto
el miedo
de ser sangre corriendo,
de ser una sombra vaciada de vida.
¿Permanece la memoria?
(La sangre es certeza horrible.
El agua el semen del tiempo).
¿Acaso el tiempo quiso llamarnos
para reconocerse en el aliento de los mares?
Nuestros pies gastan la tierra
dejando láminas de piel en las rocas.
cuánta luz tragan las horas
en mí el llanto
de las criaturas perdidas
respirar en un insomnio
que haga de los huesos un cálido refugio
negro es el plasma de la noche
mucha la tierra que aparta a los enterrados
qué ser si no memoria
en este caos sin resguardo
del sol vivo quemante de la sangre
o la aventura del mal
o el amargo fondo de los ceniceros
la penumbra devela el origen
el nacimiento de algo antes muerto
que escapa por las rendijas de los siglos
pienso una palabra
al unísono mueren miles de hombres
nace de la muerte este susurro
que mojará los caminos de la carne
Desde mi calabozo
ensimismadas
redoblan gotas
de azufre
contra el fuego.
Se encienden candiles
con el viento
me ven
borrando lágrimas
en el crisol
de la otra mesa.
Deletreo los abismos
los desfloro
uno a uno
para que el miedo
(con sus gastados espectros)
en la noche
no persista.
¿Qué seremos ahora?
Enormes cóndores
que surcan los vastos empíreos
brindando su fealdad al orbe.
Camellos obstinados,
jorobados de tormentos,
cargando aguas amargas
para el susurrante desierto.
¿O es que somos paquidermos
armados de marfil
y nuestras patas son las torres
que encarcelan al miedo?
A JAVIER PAYERAS
Que este verso se oponga al siguiente.
Ah, la sustancia liminar del mundo.
La palabra tiene tentáculos
que el poeta esquiva
para encontrar raíces.
Si bien vale reconciliarse,
saber decir, verbigracia:
«la vida avanza cual velamen roto».
¿De qué sirve esperar
lo que nunca llega?
Un torrente de seres
se agolpa en la noche
y no dice algo nuevo.
Dice lo dicho. Nada más.
El que duerme está solo.
Todo aquel que duerme está solo.
A MAURICE ECHEVERRÍA
ser una sombra
(la luz malgasta su ser
no traduce el enigma)
ser la sombra de algo
una lengua de oscuridad
(torrente sin voz
instalado en el sueño)
a qué venir a quejarse
si los insectos siguen naciendo y muriendo
y viven su tránsito como ráfaga gozosa:
sus horas son mucho más largas
que nuestras horas
ser la sombra de algo
que quiso ser y no es
una piedra es legítima
y merece ser
aunque su destino sea
destrozar un cráneo
Tiembla la tierra
(todas las raíces desnudas)
llega el silencio
(memoria del relámpago).
Un ser nace y muere.
No le da tiempo
para pensar en palabras.
Nadie supo.
No-hombre:
efímero balbuceo de carne.
Carne sin palabras.
A BEATRIZ COSENZA
Contenerlo todo
(el vaso del universo)
y pulir piedras con miradas.
No cabe la poesía en la palabra:
la estira/ la tensa/ la quiebra.
Hay quien lo sabe y llora.
Entrega silencios
para parecerse a Dios.
Con los ojos de la despedida
os vi aquel día,
cosas de nuestra vida.
Con los ojos de la despedida,
la vida parecía
una cosa perdida.
La casa estaba vacía
en la hora de la despedida,
y sin embargo quedaban
las cosas de nuestra vida.
Mi vida
es un destierro sin retorno.
No tuvo casa
mi errante infancia perdida,
no tiene tierra
mi destierro.
Mi vida navegó
en nave de nostalgia.
Viví a orillas del mar
mirando el horizonte:
hacia mi casa ignorada
pensaba zarpar un día,
y el presentido viaje
me dejó en otro puerto de partida.
Dicen que es del tamaño
de mi puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner en marcha
todo ésto.
Es un obrero
que trabaja bien
aunque anhele el descanso,
y es un prisionero
que espera vagamente
escaparse.
Ella se siente a veces
como cosa olvidada
en el rincón oscuro de la casa
como fruto devorado adentro
por pájaros rapaces,
como sombra sin rostro y sin peso.
Su presencia es apenas
vibración leve
en el aire inmóvil.
Mis manos,
débiles, inciertas,
parecen
vanos objetos
para el brillo de los anillos,
sólo las llena
lo perdido,
se tienden al árbol
que no alcanzan,
pero me dan el agua
de la mañana,
y hasta el rosado
retoño de mis uñas
llega el latido.
Ya que no tengo alas,
me bastan
mis pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el mundo.
Por praderas en flor
corrió mi pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a donde llegan.
Dame, señor
un silencio profundo
y un denso velo
sobre la mirada.
Así seré un mundo
cerrado:
una isla oscura;
cavaré en mí misma dolorosamente
como en tierra dura
Y cuando me haya desangrado
ágil y clara será mi vida
Entonces, como río sonoro y transparente,
fluirá libremente
el canto encarcelado.
¿Quién eres tú?
¿Quién eres tú, hijo tardío?
De los otros me parece
que algo sabía
desde el primer día
de duda y esperanza.
Pero tú, inesperado,
¿Quién eres?
en ti nunca había pensado.
¿Cómo vas a llegar
a este mundo enemigo
si ni siquiera yo te conozco?
Qué es
Es amor
Es dolor
O un espantoso resentimiento
De siglos
Por ser mujer
Por lo que implica
Por los dolores
En la sala de parto
Por el postparto
Por la neurosis del postparto
Por la memoria colectiva
Por todas las otras mujeres
En las que a veces me resumo
Por esta sempiterna necedad
De asumir
El sexo débil
Siento que veo
Siento que toco
Estás en mi empuñada
Mano
Solitario
Íngrimo
A mi merced
Como un agujero en el mar
Que de profundo y salado
No pueda explicarse
Algo diferente al sueño
Como un intento de soñar
Quizás algo como un hueco
Mejor algo como un pozo
Y el hombre en el pozo
Mejor sí con un hombre en el pozo
Con un hombre escondido
Con un hombre que muera de misterio
Que la conjura sea el olvido
Que el pozo se convierta en hueco
Que el hueco no sea otra cosa que un sueño
Que sólo sea un intento
Que no se explica con ninguna teoría
Que cuando lo pruebe sea salado
Que cuando lo busque
No lo encuentre
Que sea como al inicio
Sólo deseo
Y ferviente
Nosotras
No le cantaremos al amor
A ese dios que de por vida nos condena
A morir en el cenote
Cantaremos al miedo
Al terrible miedo de vivir a solas
Y de masturbarnos en silencio
Al miedo de un televisor
Encendido por las noches
O de un insidioso gato
Maullando insomnios
Por la noche sueño
Con su boca
Y es su boca la
Que succiona mis pezones
Son sus dientes mordisqueando
Por mi cuello y
Es un cuerpo
Posesionado de otro cuerpo
el que lo inventa
Sube hombrecito le digo y
Se transforma en gato
Sube gatito le digo y
Se transforma en cabro
Sube cabrito le digo y
Se transforma en perro
Sube perrito le digo y
Se transforma en asno
Sube asnito le digo y
Se transforma en león
(Ruge ruge ruge)
Sube leoncito le digo y
Se transforma en mono
Sube monito le digo y
Entonces sube
Fustigada por mí
Una mujer escribe
Se pregunta si soy
La mujer ideal
La que no fuma ni bebe
La mujer ideal
La que cocina y es para la cama
Por eso escribe mi nombre
En la pantalla
una a una
Las letras de su nombre
En la pantalla
Y espero
espera
La respuesta
La respuesta
dejar de soñar despierta
lavarse temprano los recuerdos
decir los buenos días a los (tus) fantasmas
desayunar olvidos
tomarte el juguito de qué te importa
preguntarle al espejo qué tan bonita
calentar el corazón para que arranque
salir a la calle e indagar
con el primer fulano que aparezca
que cuál es el misterio que lo anima
subir al ruletero sentarte debajo encima de
tocar en la séptima puerta roja y en todas
las puertas rojas que se te crucen
sonreir siempre sonreir y darte cuenta
que todo acontece con sangrienta
luz de ciudad universitaria
9 pm regresar a casa
sin encontrar el camino
Era de noche
Una cama
Una colcha
Y tú y yo
dos
Cadáveres jugando
Al coito perfecto
No soy sino alguien
que imagina rostros
que la conocieron
cuerpos
que la avasallaron
Un espectro consistente aún
Lo vivo se reduce a eso
A memoria para soñar
desterrados
tu cuerpo tu voz tus manos
mi casa/
voy habito junto a ti
en cualquier calle
tu cuerpo mi cuerpo
con techo
sobre nosotros
tus ojos mis ojos luz
en el segundo de la entrega/
luna candela foco para
estar sentir compartir tu orgasmo/
así amor
vamos
sobreviviendo
vivificando
lo que no nos aceptan
tu cuerpo tu voz tus manos
mi casa
Relación de un amor
sin nombre
Dos cuerpos deseándose
en contra de todo
ahora
Ni tiempo para los te quiero
me miro en el espejo
y no he dejado de ser
la misma
la que creyó en príncipes
la virgen
la que leía libros en el bus
la misma
con sus faldas cortas
y sus piernas flacas
la de la invariable rutina
de la casa al instituto
del instituto a la casa
la misma
la que medio soñó con hijos
la que pasó seis años con el
mismo novio
la que se equivocó
pensando que lo amaba
la misma
la que no miraron
cuando ella los miró
la que ahora escribe
en tanto un hombre
¿su príncipe tan esperado?
Un árbol luengo, deshojado y seco,
pero que enhiesto, sigue todavía;
una culebra en línea vertical;
un poste de telégrafo en la vía,
eso soy por mi bien o por mi mal.
Soy un hombre de chicle que los dioses
del Popol-Vuh jalaron de los pies
y la cabeza a un tiempo: y que, después
(entre risas y toses,
al mirarlo tan largo y tan delgado)
sin reparar su mísero destino,
dejaron a la vera del camino,
irreal y abandonado.
Ya tengo medio siglo y sin embargo
los ojos se me van tras las muchachas.
He seguido a mis hiijas en la calle
si no me dan la cara.
¿Qué hacemos, corazón, porque envejezcas?
¿Cuándo envejeces, alma?
He amado sucesivas floraciones
del mismo tronco o de la misma rama
y dirigí cumplidos a las nietas
de las mujeres en un tiempo amadas.
Tiene una vista aviesa; una vista embozada
en un párpado grueso. Parece su mirada
una mano con guante que ha blandido una espada.
Cámara fotográfica es su oscura retina.
Es bajo. Es su cabello negro como la endrina;
tiene un rostro moreno: fue algo de tinta china
que un día de trabajo cayó de su paleta,
porque tuvo la audacia de trazar mi silueta
sin recordar que siemrpe fue inviolable un poeta.
De sus manos cruzadas sobre el pecho
separó con ternura la más fría,
y la dio a calentar entre la mía.
Y entonces nustro amor insatisfecho,
aquel inmenso amor, tuvo un derecho.
¡Nada puede negarse a la agonía!
Cuando la enferma pálida moría
me dejaron llegar hasta su lecho.
Porque en dura travesía
era un flaco peregrino,
el Señor que lo veía,
hizo llano mi camino.
Porque agonizaba el día
y era cobarde el viajero,
el Señor que lo veía,
hizo corto mi sendero.
Porque la melancolía
sólo marchaba a mi vera,
el Señor que lo veía,
me mandó una compañera.
La vida cuelga en todas partes:
cuelga en los brazos de una madre
y en las rmas de un árbol
y aun de las manos de una estatua de mármol
hecha nidos de golondrinas.
La vida cuelga por doquier.
Y las columnas de la vida
son el manzano y la mujer.
Le besé la mano y olía a jabón:
yo llevé la mía contra el corazón.
Le besé la mano breve y delicada
y la boca mía quedó perfumada.
muchachita limpia, quien a ti se atreva,
que como tus manos huela a ropa nueva.
Oh simón, andariego dios andino ¿por qué no soltás
De una vez el rayo de tus furiosas libertades
Sobre esta voraz mala yerba que pudre tus
Amadas praderas de américa?
Vos, el infatuado, el incansable,
El sembrador de huracanes, único y verdadero rostro
Del fuego aquí en nuestro fuego, el perseguido y
Perseguidor del buitre criollo, decime ¿cómo no ibas
A irrumpir cabalgando impertérrito con tus épicas hogueras
Errantes caballerías en un libro
Donde se dicen libertades?
Creo
que
no
has
comprendido
bien
mi poesía: ensancha la brisa al alba sus dedos en la quieta arena
no es igual a le es ancha la prisa al alma cuando roe la seca pena.
(Te amo)
Oh AngélicAngélica
a dónde
me has conducido
en este caliente y voraz embrollo de amor.
Mírame. Pálpame.
Acaso en este moreno fideo que soy,
resbalando desnudo allí frente a la cama,
de tronco casi invisible y tambaleante,
reconoces al espumoso búfalo aquél
que
entró
un
día
astillando las puertas de tu vida?
Ves Angélica
esa quejumbrosa gaviota que allá arriba
vuela en laxos, sombríos círculos
en torno a tu cabeza: así suele rondarme la tristeza
cuando me dices adiós
y te alejas
y te olvidas de mí.
Hoy gozo en la poesía obedezco creo en sus oráculos como también empecé
a creer en dios sus profetas potestades desde aquella noche en que falto de fe
me arrastré convalecí hasta ti chorreando tristísimas escamas
amamantando salamandras con mis más negras raíces glaucas lágrimas
que no sé de dónde y a poco me abriste el milagro de tus piernas
angélicas y supremas para que yo amor amor me santificara a perpetuidad
y entonces nazco brillo dolor también adiós.
Que no puedo, digo,
Que no aguanto
esta ave podrida que me ronda aúlla muerde,
esa isla paridora de augustos esqueletos,
esta hedionda, matutina bocanada
que bautiza mi aire de pezuñas y baba.
Supremo cielo de espinas en que vivo.
MANUSCRITO ENCONTRADO EN EL
MONTE PÚBICO DE ANGÉLICA
‘No te lamentes ni rezongues, Angélica,
que en este diario heroísmo
de empuñar entre tus piernas
esta brava y testaruda espada mía
nada ha cambiado
desde aquel primer combate
en que dos pieles desanudaron, temblorosas, su traje
de barro detrás de una higuera:
yo soy tan sólo el paria suicida que acude gozoso a
(la agonía de su propio degollamiento
tú sigues siendo, aunque a veces herida, la más temible,
(inderrotada gladiadora del amor’
ANGÉLICA VERSUS POESÍA
Entre
escribir
apasionados poemas de amor en verso libre
o
vivirlos contigo
en carne viva
he
decidido esto último angélica.
¿En dónde
y en qué altar de la noche o del día
me fue
concedido
este pájaro escarlata
que me habita y me enceguece?
¿Por qué a mí este canto
esta inmerecida espina
este encendido delirio en la sangre?
I
Me llamo Ezequiel
y soy / como ve /
este péndulo oscilando agrio frente a usted:
ayer ebrio / hoy ebrio.
Ni izquierda ni derecha / advierto / sino centro:
el punto exacto donde caigo
después de tanta volandera diaria.
No me importaría
que el reino de la tierra
siguiese siendo lo que hoy es:
una ronca lluvia de sal
una inmensa lengua de fuego sobre el horizonte
un bronco territorio agreste
un murciélago
una vengativa estrella de mar
un jardín, en fin, colmado de hermosos colmillos en flor.
No hay remedio, compañera.
En este país
hasta las hormigas confabulan contra la alegría.
Roguemos que mañana
lluevan sobre nosotros
bestias de amnesia
para quedar, ahora sí, soterrados todos
bajo
un
alud
de
bruma
de la que nunca, oh efímeros, debimos haber salido.
Gracias, compañera, por haber
rescatado mi corazón cautivo
en la maldita región de la bruma,
acaso solitario vicio de mirar por el ojo de una caverna,
gracias por esta ventana abierta al viento,
por esta victoriosa amapola,
por esta palabra ahora cobijada
y ayer apenas flotando, sin tregua y sin mañana,
como un tronco viejo deriva debajo de la esperanza.