Ala del sur

La gran selva dormida:
gritos bramar de monos
crujir de ramas leves
y un silencio magnífico después

Desde la fronda
un billón de ojos miran el estrellado cielo:
su reflejo

El ancho río fluye como una vena dulce en la espesura

La densa noche tropical
y su vaho amoroso
bajo la blanca Luna.

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Ala que no vuela

Para Gertrude Duby

I

Aquí
la selva

Larga la soledad con que nos nutre
Hora de lentos pies donde el puñal se hunde
Raíz de luna helada sus venenos más fuertes

Aquí el árbol anclado en el asombro:
lagunas congregadas al silbo de serpientes

El saraguato rasca su viejo cuerpo
El quetzal pierde la hoja más larga de su cola
La piel come los huesos al jaguar
Muerden balas y fuego su elegante silencio
Su hermosura

¿Se escucha el canto que hinca sus uñas sobre las ramas secas?

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Cartas desde Bonampak

Para Balam, mi hijo

I

Llueve.
Llueve desde hace días.

Hoy desperté con una sensación de tibia soledad.

Desde mi hamaca escucho el chasquido parejo de la lluvia.

Días atrás los chicleros mataron un gran tigre:
me dolió, pero me gustaría llevarme la piel para que
en ella duermas.

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Casa de los monos

Para qué hablar
del guayacán que guarda la fatiga
o del tambor de cedro donde el hachero toca

A qué nombrar la espuma
en la boca del río Lacanjá
Espejo de las hojas Cuna de los lagartos
Fuente de macabiles con ojos asombrados

Quizá si transformara en orquídea esta lengua
La voz en canto de perdiz
El aliento en resoplar de puma

Mi mano habría de ser una negra tarántula escribiendo
Mil monos en manada sería mi pecho alegre
Un ojo de jaguar daría de pronto certero con la imagen

Pero no pasa nada Sólo el verde silencio

Para qué hablar entonces

Que se caiga este amor de la ceiba más alta
Que vuele y llore y se arrepienta
Que se ahogue este asombro hasta volverse tierra
Aroma de los jobos
Perro de agua
Hojarasca

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Cielo y tierra

Y las aguas de Arriba amaron a las de Abajo
y eran las aguas de Abajo femeninas
y las de Arriba masculinas…

¿Has oído, amada?

Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
Tú eres el lecho de los ríos y el asiento del mar
y el continente de las aguas dulces
y el origen de las plantas
y de los tiernos o duros o feroces animales
de pluma o pelo o sin pluma ni pelo

Yo soy la lluvia que te fertiliza

En ti se cuecen las flores y los frutos
y en mi el poder de fecundar

¿Has oído, amada?

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Donde habla la ceniza

Don Juán Ballinas (1842-1905),
primer explorador de la selva lacandona,
in memoriam.

I

Con regusto de ciervo entre las fauces
el puma tiene sed
Su pupila apuñala el corazón del aire

Todo futuro es verde

Entrar ahí
Dejar en las espinas la piel y la memoria
Ser sobre el humus sol
que se arrastra y trastorna su espina dorsal
como los gatos

Entrar
hasta que no se note si es sangre o clorofila
lo que nos quema dentro

Andar Andar Andar
Aprender el oficio de los ríos
Erosionar el tiempo hasta volverse un puro centelleo

Así era papá Juan

La mirada del puma atraviesa el presente

Todo futuro es sepia.

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El agua desdichada

Todo quiere ser agua
Quiere licuarse la montaña entera

Las atalayas hunden en el río sus leves pies calcáreos

Quemados por la boca espumeante del calor los
cactos arden
amando ya su polvo su ceniza que un día
descenderá sobre las aguas

Se quieren agua el lirio y la sombra y la piedra
y el amarillo ardiendo

Ya la montaña lenta se desliza
como una vena verde
por la lenta cascada.

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El caldito

Cuando el Fuego ama al Agua,
y la acaricia, la enciende y la calienta hasta la ebullición,
nace un producto nuevo
que integra a los amantes en alquímica unión
y al que nombramos caldo.

Trabajé todo el día,
labrando en una piedra una vasija blanca,
y después me dormí.

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El poeta revela a las criaturas el nombre de su amada

Toda la página del cielo para poner un Nombre
Todas las palomas traspasando la niebla matinal para erigir un sueño

Despierten cúpulas somnolientas de la Ciudad
Ya el joven sol se filtra
haciendo restallar su luminoso látigo en la mitad brillante de los árboles

Vaya una mano inmensa para apartar la última capa gris
Vaya una mano inmensa para otra vez teñir de azul el cielo
Una mano para trazar con pájaros el Nombre:
el Alto Nombre de la Amada

Al suelo el polvo el humo el aire sucio
A las lentas alturas la Delicia

El Nombre de mi Amada viene del Manzanar
El Nombre de mi Amada incendia la Penumbra
El Nombre de mi Amada alimenta palomas en los parques semidormidos

Un sueño un Alto Sueño: una breve Semilla
y habrá de germinar la Eternidad

Claveles blancos para escribir su Nombre
Todas las gotas de rocío para trazar las letras de su Nombre

Con los rayos más cálidos escribiré su Nombre sobre el frío
y el día entero se estremecerá

Con aroma de mangos y de piñas
Con violetas con flores amarillas con tulipanes rojos
escribiré su Nombre

Estoy hablando de Ella criaturas perezosas
¡Despertad!

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Fuego en voz alta para encender la primavera

Vibro
Estoy cantando
Ilumino la oscuridad cantando
De la fruta ligeramente amarga del corazón
se levantan delgadas capas de una suave corteza
Capas ligeras como el aroma que se desprende bajo el sol
de un paquete compacto de grandes hojas de tabaco

Estoy cantando
Me descubro extendiendo mi voz como la piel de un animal
que se pone al sereno llena de sal y estacas
estirada en la noche como una mancha

Estoy cantando
Voy extendiendo la noche como una piel enorme
y clavo las estacas de mi canto en la piel de la noche
y la cubro de sal con la sal de mi canto
y la pongo a secar con el calor pálido de la Luna
bajo el temblor de las estrellas

Abro la noche en dos
Afilo las estacas doradas de mi canto
Parto su corazón luminoso
Y lanzo la blanca sal de mi palabra
sobre la piel recién desollada de la noche
y la pongo a secar con las estrellas pálidas

Abro en dos cada estrella
y de su corazón cercenado por la estaca feroz de mi palabra
brota mi canto para regar de polvo estelar mi corazón sombrío

Y parto en dos mi corazón sombrío
y en mi mano sólo brilla una estrella alargada
y en el fondo de mi sombrío corazón sólo hay polvo de estrellas
que cae sobre la piel recién cortada de la Medianoche
que se extiende clavada contra un cielo vacío
donde sólo hay un canto como sal derramándose

Estoy aquí Oigo las cosas crepitar bajo un incendio subterráneo
Me persigue cada ínfimo sonido de la noche cada rama delgada
cada crujido leve de la hojarasca

Cantando
he hundido mi mano hasta el fondo de mi sombrío corazón
y no sangre
y no dolor
sólo mi mano resplandeciendo de polvo estelar vibra bajo la noche

Y estoy cantando
Y estoy ardiendo
Y hay un enjambre luminoso en mi palabra negra
Yo soy la lengua de la noche
Soy sus negros pulmones
Y canto
Y ardo
Y me desprendo en capas sucesivas
en delgadas cortezas de mí mismo
como el aroma de las hojas compactas de tabaco
bajo la mano bienhechora del sol

Ah pero la noche hizo fogatas bajo las construcciones
Y hay hombres calentando sus manos junto a las fogatas
Y los hombres tiemblan de frío y repiten entre dientes mi canto
y una fogata interna los calienta y humean
y se desprenden de sí mismos cantando
como en delgadas capas como en cortezas sucesivas

Y en las casas hay madres preocupadas agitando termómetros
que vigilan la fiebre de sus hijos

Y hay hijos convalecientes que agradecen
con la flor débil de su risa
los labios de las madres sobre su frente febril
Y los niños febriles y las madres cansadas
cantan entre dientes conmigo
Y la luz los arropa

Y hay un enamorado con los ojos llenos de noche
que prepara una soga
y hay un adolescente arrodillado frente a un arma pequeña
y hay una joven fea preparando somníferos
y una muchacha hermosa preparando veneno
y desde la ceniza de su amor quebrantado
asoma poco a poco mi canción
y sube a su garganta
y mueve con dificultad sus mandíbulas tensas
y entre dientes repiten mi canto
y una sonrisa cada vez menos triste va naciendo en sus ojos
y el Orgullo comienza a crecerles por dentro como una rama tierna

Canto
Y mientras canto la Noche se desliza por el tren subterráneo
donde los hombres danzan una danza lentísima
con los brazos en alto sujetando quién sabe qué Seguridad inútil
con los ojos vacíos
o llenos hasta el borde de un material vacío
o mirando al vacío y reflejándolo en el espejo tibio de sus ojos
Danzando apenas con un ademán ciego y detenido en el aire
y sus piernas valsando un ritmo cada vez más ruinoso
a medida que el tren comienza a detenerse para entrar en la próxima estación

Y las manos
otra vez empuñando con desesperación ese poco de Seguridad
mientras beben el aire narcótico y la noche del túnel se alarga nuevamente
con un temblor que vibra bajo la danza insomne
de los hombres que avanzan con los ojos abiertos
hacia un futuro pequeño

Y yo canto
mientras la noche y su billón de pies danzando muellemente
sobre el tren subterráneo
les da a los hombres un espejo sucio donde ellos sólo miran el vacío

Pero todos los hombres cantan de pronto conmigo
y el cielo vuelve a descansar sobre sus rostros con sueño
Y sueltan la seguridad
y flotan
y van a la salida levitando
mientras la Noche teje un alba lentísima
Cantemos todos ahora
Sumerjamos nuestras manos en el polen oscuro de la noche
Hundamos nuestras manos hasta el fondo del corazón sombrío
Veamos nuestras manos iluminadas por el polvo estelar
Lavemos nuestras manos en el agua celeste

Con la mano derecha
hagan más grande la concha de su oido:
mi canto llega más allá de la estrella polar
porque de más allá viene mi canto.

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Heridas entre el cuarto menguante y la luna negra

¿Quién es el muerto en traje de bodas de este día?

La una de la tarde:
su campanada resquebraja el interior del día:
resquebraja la luz:
me resquebraja

La una: su lentísimo bronce

Hacia nosotros vuela la una de la tarde:
la paloma:
la paloma podrida de la tarde

Urde el tiempo la trama de su crimen

Fulge un escupitajo en la frente de la virgen

Una mujer hermosa escupe escarabajos:
la luz amarga fermentó en la sombra.

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Imágenes dispersas bajo la Luna llena

He sido siempre un hijo de la Luna.
Siempre vi, desde niño, las Lunas
más hermosas: la enorme Luna en llamas de Ocosingo saliendo allí, justo
detrás del cerro, tras la casa del rancho.
La enorme Luna roja sobre el
inmenso valle, en el Anochecer, bajando de las tierras altas de San
Cristóbal hacia mi húmedo pueblo, cuando tenía veinte años.

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Invocación

Lengua de mis abuelos habla por mí

No me dejes mentir

No me permitas nunca ofrecer gato por liebre
sobre los movimientos de mi sangre
sobre las variaciones de mi corazón

En ti confío
En tu sabiduría pulida por el tiempo
como el oro en pepita bajo el agua paciente del claro río

Permíteme dudar para creer:
permíteme encender unas palabras para caminar de noche

No me dejes hablar de lo que no he mirado
de lo que no he tocado con los ojos del alma
de lo que no he vivido
de lo que no he palpado
de lo que no he mordido

No permitas que salga por mi boca o mis dedos una música falsa
una música que no haya venido por el aire hasta tocar mi oreja
una música que antes no haya tañido
el arpa ciega de mi corazón

No me dejes zumbar en el vacío
como los abejorros ante el vidrio nocturno

No me dejes callar cuando sienta el peligro
o cuando encuentre oro

Nunca un verso permíteme insistir
que no haya despepitado
la almeja oscura de mi corazón

Habla por mí lengua de mis abuelos
Madre y mujer

No me dejes faltarte
No me dejes mentir
No me dejes caer
No me dejes
No.

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Tzintzuntzan (Visión desde las yácatas)

Este íntimo tono de plácida dulzura
en que la luz deambula
desnuda
por la tierra

El sol niño que asoma su rostro sobre el lago

Los millares de flores amarillas danzando

A lo lejos
la leve línea azul de las colinas:
ala del cielo añil lamiendo el agua

Un trino de cristal quiebra la transparencia

La quietud crece como un ramaje deslumbrante

¿Es verdad tanta luz?

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Valle de Ocosingo

I

El peso del silencio

El valle que se aleja de sí mismo
a galope

Hoy vine a ver
esta distancia que se fuga
escondida tras el oro del día

Qué hermoso espejo el sol para el valle extendido

Vaga el pensamiento al ras de los potreros

Desciende el alma
culebrita
a la canción del valle

Un sonido de grillos ecos pájaros
rasga la piel del aire
Árboles que se agrupan como pájaros

Palomas cuyas alas descienden hasta el mar

La reunión de los pinos

El rancho que compró la lejanía

La claridad
envuelve la mirada indecisa de la lluvia
que no se atreve a unir su asombro
al mío

Es hora de beber el horizonte:
oír el arco iris
diadema de silencios
en la fronda del día.

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ESA SANGRE

No la veo, no me baña su doloroso color,
ni la oigo correr sobre las piedras,
ni mis manos la tocan,
ni mis cabellos se oscurecen,
ni siquiera mis huesos se ponen amarillos,
ni aún mi saliva es verde, amarga y pálida.

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EUNICE

Día y noche, pero
Más noche que día,
Eunice dialoga y riñe
Con los altos mastines.
De arriba abajo,
De abajo arriba.

A una hora cierta
Triunfa green eyes Eunice.
Los hocicos se cierran.
Eunice duerme.

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Ante el ara

Te brindas voluptuosa e impudente,
y se antoja tu cuerpo soberano
intacta nieve de crestón lejano,
nítida perla de sedoso oriente.

Ebúrneos brazos, nuca transparente,
aromático busto beso ufano,
y de tu breve y satinada mano
escurren las caricias lentamente.

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Claro de luna

Como un cisne espectral, la luna blanca
en el espacio transparente riela,
y en el follaje espeso, Filomela
melifluas notas de su buche arranca.

Brilla en el fondo oscuro de la banca
tu peinador de vaporosa tela,
y por las frondas de satín se cuela
o en los claros la nívea luz se estanca.

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El beso de Safo

Más pulidos que el mármol transparente,
más blancos que los blancos vellocinos,
se anudan los dos cuerpos femeninos
en un grupo escultórico y ardiente.

Ancas de cebra, escorzos de serpiente,
combas rotundas, senos colombinos,
una lumbre los labios purpurinos,
y las dos cabelleras un torrente.

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El duque de Aumale

Bajo la oscura red de la pestaña
destella su pupila de deseo
al ver la grupa de esplendor sabeo
y el albo dorso que la nieve empaña.

Embiste el sexo con la enhiesta caña
igual que si campara en un torneo,
y con mano feliz ase el trofeo
de la trenza odorífera y castaña.

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El vampiro

Ruedan tus rizos lóbregos y gruesos
por tus cándidas formas como un río,
y esparzo en su raudal crespo y sombrío
las rosas encendidas de mis besos.

En tanto que descojo los espesos
anillos, siento el roce leve y frío
de tu mano, y un largo calosfrío
me recorre y penetra hasta los huesos.

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En las tinieblas

El crespón de la sombra más profunda
arrebuja mi lecho afortunado,
y ciñendo tus formas a mi lado
de pasión te estremeces moribunda.

Tu cabello balsámico circunda
los lirios de tu rostro delicado,
y al flotar por mis dedos destrenzado
de más capuz el tálamo se inunda.

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Insomnio

Jidé, clamo, y tu forma idolatrada
no viene a poner fin a mi agonía;
Jidé, imploro, durante la sombría
noche y cuando despunta la alborada.

Te desea mi carne torturada,
Jidé, Jidé, y recuerdo con porfía
frescuras de tus brazos de ambrosía
y esencias de tu boca de granada.

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Leteo

Saturados de bíblica fragancia
se abaten tus cabellos en racimo
de negros bucles, y con dulce mimo
en mi boca tu boca fuego escancia.

Se yerguen con indómita fragancia
tus senos que con lenta mano oprimo,
y tu cuerpo suave, blanco, opimo,
se refleja en las lunas de la estancia.

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Los besos

Dame tus manos puras; una gema
pondrá en cada falange transparente
mi labio tembloroso, y en tu frente
cincelará una fúlgida diadema.

Tus ojos soñadores, donde trema
la ilusión, besaré amorosamente,
y con tu boca rimará mi ardiente
boca un anacreóntico poema.

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Posesión

Se nublaron los cielos de tus ojos,
y como una paloma agonizante,
abatiste en mi pecho tu semblante
que tino el rosicler de los sonrojos.

Jardín de nardos y de mirtos rojos
era tu seno mórbido y fragante,
y al sucumbir, abriste palpitante
las puertas de marfil de tus hinojos.

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Salomé

Son cual dos mariposas sus ligeros
pies, y arrojando el velo que la escuda,
aparece magnífica y desnuda
al fulgor de los rojos reverberos.

Sobre su oscura tez lucen regueros
de extrañas gemas, se abre su menuda
boca, y prodigan su fragancia cruda
frescas flores y raros pebeteros.

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Tristán e Isolda

Vivir encadenados es su suerte,
se aman con un anhelo que no mata
la posesión, y el lazo que los ata
desafía a la ausencia y a la muerte.

Tristán es como el bronce, oscuro y fuerte,
busca el regazo de pulida plata;
Isolda chupa el cáliz escarlata
que en crespo matorral esencias vierte.

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De sus ojos ornados de arenas vítreas

Desde la exhalación de estos peces de mármol;
desde la suavidad sedosa
de sus cantos,
de sus ojos ornados
de arenas vítreas,
la quietud de los templos y los jardines
(en sus sombras de acanto, en las piedras
que tocan y reblandecen)
han abierto sus lechos,
han fundado sus cauces
bajo las hojas tibias de los almendros.

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Desde esta luz

Desde esta luz que incide, con delicada
flama,
la eternidad. Desde este jardín atento,
dede esta sonbra.
Abre su umbral el tiempo,
y en él se imantan
los objetos.
Se ahondan en él,
y él los sostiene así:
claros, rotundos,
generosos.

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El amor es su entornada sustancia

Encendido en los boscajes del tiempo, el amor
es su entornada sustancia. Abre
con hociquillo de marmota,
senderos y senderos
inextricables. Es el camino
de vuelta
de los muertos, el lugar luminoso en donde suelen
resplandecer. Como zafiros bajo la arena
hacen su playa, hacen sus olas íntimas, su floración
de pedernal, blanca y hundiéndose
y volcando su espuma.

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En la humedad cifrada

Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila
de quien se impregna (de quien
emerge,
de quien se extiende saturado,
recorrido
de esperma) en la humedad
cifrada (suave oráculo espeso; templo)
en los limos, embalses tibios, deltas,
de su origen; bebo
(tus raíces abiertas y penetrables; en tus costas
lascivas -cieno bullente- landas)
los designios musgosos, tus savias densas
(parva de lianas ebrias) Huelo
en tus bordes profundos, expectantes, las brasas,
en tus selvas untuosas,
las vertientes.

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La brisa

La brisa toca con sus yemas
el suave envés de las hojas. Brillan
y giran levemente.
Las sobresalta y alza
con un suspiro, con otro. Las pone alerta.

Como los dedos sensitivos de un ciego
hurgan entre el viento las hojas;
buscan y descifran sus bordes,
sus relieves de oleaje, su espesor.

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Las aves ven

Es el arco
que encierra
y que sostiene la imagen:
la plenitud del mar. Luz
de insaciada transparencia. Bajo la tierra
se entreteje la historia:
aguas que engendran sus recintos. Bullir de peces
Ecos que dejan su opacidad, briznas, rastros
que emergen.

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