Ni la vieja gloria de los maravillosos imperios
se ha salvado.
Ni el orgullo de las catedrales,
ni siquiera el remanso de la fe en los monasterios
compiten con esa otra arquitectura
de cerros y nubes en el Valle de Oaxaca.
Poemas mexicanos
El vandalismo literario y la casa de las palabras:
poca cosa para los que viven solos o a la intemperie,
donde son presa fácil de la lluvia, pero nunca más
de sus colegas.
Firman su sentencia de muerte
los que publican su vida
en algunos versos incipientes
que les quitan el amor, los sesos, los días.
Pero esto no lo digo yo, sino el idiota ese
del espejo.
Por eso me da risa.
La gran selva dormida:
gritos bramar de monos
crujir de ramas leves
y un silencio magnífico después
Desde la fronda
un billón de ojos miran el estrellado cielo:
su reflejo
El ancho río fluye como una vena dulce en la espesura
La densa noche tropical
y su vaho amoroso
bajo la blanca Luna.
Para Gertrude Duby
I
Aquí
la selva
Larga la soledad con que nos nutre
Hora de lentos pies donde el puñal se hunde
Raíz de luna helada sus venenos más fuertes
Aquí el árbol anclado en el asombro:
lagunas congregadas al silbo de serpientes
El saraguato rasca su viejo cuerpo
El quetzal pierde la hoja más larga de su cola
La piel come los huesos al jaguar
Muerden balas y fuego su elegante silencio
Su hermosura
¿Se escucha el canto que hinca sus uñas sobre las ramas secas?
Para Balam, mi hijo
I
Llueve.
Llueve desde hace días.
Hoy desperté con una sensación de tibia soledad.
Desde mi hamaca escucho el chasquido parejo de la lluvia.
Días atrás los chicleros mataron un gran tigre:
me dolió, pero me gustaría llevarme la piel para que
en ella duermas.
Para qué hablar
del guayacán que guarda la fatiga
o del tambor de cedro donde el hachero toca
A qué nombrar la espuma
en la boca del río Lacanjá
Espejo de las hojas Cuna de los lagartos
Fuente de macabiles con ojos asombrados
Quizá si transformara en orquídea esta lengua
La voz en canto de perdiz
El aliento en resoplar de puma
Mi mano habría de ser una negra tarántula escribiendo
Mil monos en manada sería mi pecho alegre
Un ojo de jaguar daría de pronto certero con la imagen
Pero no pasa nada Sólo el verde silencio
Para qué hablar entonces
Que se caiga este amor de la ceiba más alta
Que vuele y llore y se arrepienta
Que se ahogue este asombro hasta volverse tierra
Aroma de los jobos
Perro de agua
Hojarasca
Y las aguas de Arriba amaron a las de Abajo
y eran las aguas de Abajo femeninas
y las de Arriba masculinas…
¿Has oído, amada?
Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
Tú eres el lecho de los ríos y el asiento del mar
y el continente de las aguas dulces
y el origen de las plantas
y de los tiernos o duros o feroces animales
de pluma o pelo o sin pluma ni pelo
Yo soy la lluvia que te fertiliza
En ti se cuecen las flores y los frutos
y en mi el poder de fecundar
¿Has oído, amada?
I
Miro la masa verde desde el aire
Hierve
Es una masa informe
que se agita en un sueño difícil inquietante
Tiembla la furia verde
El sueño manotea viscosidades tiernas
Tiernos odios
Su ciega cerrazón de verde espuma herida.
Don Juán Ballinas (1842-1905),
primer explorador de la selva lacandona,
in memoriam.
I
Con regusto de ciervo entre las fauces
el puma tiene sed
Su pupila apuñala el corazón del aire
Todo futuro es verde
Entrar ahí
Dejar en las espinas la piel y la memoria
Ser sobre el humus sol
que se arrastra y trastorna su espina dorsal
como los gatos
Entrar
hasta que no se note si es sangre o clorofila
lo que nos quema dentro
Andar Andar Andar
Aprender el oficio de los ríos
Erosionar el tiempo hasta volverse un puro centelleo
Así era papá Juan
La mirada del puma atraviesa el presente
Todo futuro es sepia.
Todo quiere ser agua
Quiere licuarse la montaña entera
Las atalayas hunden en el río sus leves pies calcáreos
Quemados por la boca espumeante del calor los
cactos arden
amando ya su polvo su ceniza que un día
descenderá sobre las aguas
Se quieren agua el lirio y la sombra y la piedra
y el amarillo ardiendo
Ya la montaña lenta se desliza
como una vena verde
por la lenta cascada.
Cuando el Fuego ama al Agua,
y la acaricia, la enciende y la calienta hasta la ebullición,
nace un producto nuevo
que integra a los amantes en alquímica unión
y al que nombramos caldo.
Trabajé todo el día,
labrando en una piedra una vasija blanca,
y después me dormí.
Cada vez que le descubro a mi mujer un gran poeta
y la convenzo con mi entusiasmo y mi memoria y mi alegría
y ella lo lee y lo nombra y lo disfruta
arde mi corazón con unos celos miserables
¿Por qué se me adelanta ese canalla?
Toda la página del cielo para poner un Nombre
Todas las palomas traspasando la niebla matinal para erigir un sueño
Despierten cúpulas somnolientas de la Ciudad
Ya el joven sol se filtra
haciendo restallar su luminoso látigo en la mitad brillante de los árboles
Vaya una mano inmensa para apartar la última capa gris
Vaya una mano inmensa para otra vez teñir de azul el cielo
Una mano para trazar con pájaros el Nombre:
el Alto Nombre de la Amada
Al suelo el polvo el humo el aire sucio
A las lentas alturas la Delicia
El Nombre de mi Amada viene del Manzanar
El Nombre de mi Amada incendia la Penumbra
El Nombre de mi Amada alimenta palomas en los parques semidormidos
Un sueño un Alto Sueño: una breve Semilla
y habrá de germinar la Eternidad
Claveles blancos para escribir su Nombre
Todas las gotas de rocío para trazar las letras de su Nombre
Con los rayos más cálidos escribiré su Nombre sobre el frío
y el día entero se estremecerá
Con aroma de mangos y de piñas
Con violetas con flores amarillas con tulipanes rojos
escribiré su Nombre
Estoy hablando de Ella criaturas perezosas
¡Despertad!
Del repecho más alto del acantilado que fue
se despeñó hasta el fondo de sí mismo.
Tardó toda su vida cayendo.
Ya llegó.
Vibro
Estoy cantando
Ilumino la oscuridad cantando
De la fruta ligeramente amarga del corazón
se levantan delgadas capas de una suave corteza
Capas ligeras como el aroma que se desprende bajo el sol
de un paquete compacto de grandes hojas de tabaco
Estoy cantando
Me descubro extendiendo mi voz como la piel de un animal
que se pone al sereno llena de sal y estacas
estirada en la noche como una mancha
Estoy cantando
Voy extendiendo la noche como una piel enorme
y clavo las estacas de mi canto en la piel de la noche
y la cubro de sal con la sal de mi canto
y la pongo a secar con el calor pálido de la Luna
bajo el temblor de las estrellas
Abro la noche en dos
Afilo las estacas doradas de mi canto
Parto su corazón luminoso
Y lanzo la blanca sal de mi palabra
sobre la piel recién desollada de la noche
y la pongo a secar con las estrellas pálidas
Abro en dos cada estrella
y de su corazón cercenado por la estaca feroz de mi palabra
brota mi canto para regar de polvo estelar mi corazón sombrío
Y parto en dos mi corazón sombrío
y en mi mano sólo brilla una estrella alargada
y en el fondo de mi sombrío corazón sólo hay polvo de estrellas
que cae sobre la piel recién cortada de la Medianoche
que se extiende clavada contra un cielo vacío
donde sólo hay un canto como sal derramándose
Estoy aquí Oigo las cosas crepitar bajo un incendio subterráneo
Me persigue cada ínfimo sonido de la noche cada rama delgada
cada crujido leve de la hojarasca
Cantando
he hundido mi mano hasta el fondo de mi sombrío corazón
y no sangre
y no dolor
sólo mi mano resplandeciendo de polvo estelar vibra bajo la noche
Y estoy cantando
Y estoy ardiendo
Y hay un enjambre luminoso en mi palabra negra
Yo soy la lengua de la noche
Soy sus negros pulmones
Y canto
Y ardo
Y me desprendo en capas sucesivas
en delgadas cortezas de mí mismo
como el aroma de las hojas compactas de tabaco
bajo la mano bienhechora del sol
Ah pero la noche hizo fogatas bajo las construcciones
Y hay hombres calentando sus manos junto a las fogatas
Y los hombres tiemblan de frío y repiten entre dientes mi canto
y una fogata interna los calienta y humean
y se desprenden de sí mismos cantando
como en delgadas capas como en cortezas sucesivas
Y en las casas hay madres preocupadas agitando termómetros
que vigilan la fiebre de sus hijos
Y hay hijos convalecientes que agradecen
con la flor débil de su risa
los labios de las madres sobre su frente febril
Y los niños febriles y las madres cansadas
cantan entre dientes conmigo
Y la luz los arropa
Y hay un enamorado con los ojos llenos de noche
que prepara una soga
y hay un adolescente arrodillado frente a un arma pequeña
y hay una joven fea preparando somníferos
y una muchacha hermosa preparando veneno
y desde la ceniza de su amor quebrantado
asoma poco a poco mi canción
y sube a su garganta
y mueve con dificultad sus mandíbulas tensas
y entre dientes repiten mi canto
y una sonrisa cada vez menos triste va naciendo en sus ojos
y el Orgullo comienza a crecerles por dentro como una rama tierna
Canto
Y mientras canto la Noche se desliza por el tren subterráneo
donde los hombres danzan una danza lentísima
con los brazos en alto sujetando quién sabe qué Seguridad inútil
con los ojos vacíos
o llenos hasta el borde de un material vacío
o mirando al vacío y reflejándolo en el espejo tibio de sus ojos
Danzando apenas con un ademán ciego y detenido en el aire
y sus piernas valsando un ritmo cada vez más ruinoso
a medida que el tren comienza a detenerse para entrar en la próxima estación
Y las manos
otra vez empuñando con desesperación ese poco de Seguridad
mientras beben el aire narcótico y la noche del túnel se alarga nuevamente
con un temblor que vibra bajo la danza insomne
de los hombres que avanzan con los ojos abiertos
hacia un futuro pequeño
Y yo canto
mientras la noche y su billón de pies danzando muellemente
sobre el tren subterráneo
les da a los hombres un espejo sucio donde ellos sólo miran el vacío
Pero todos los hombres cantan de pronto conmigo
y el cielo vuelve a descansar sobre sus rostros con sueño
Y sueltan la seguridad
y flotan
y van a la salida levitando
mientras la Noche teje un alba lentísima
Cantemos todos ahora
Sumerjamos nuestras manos en el polen oscuro de la noche
Hundamos nuestras manos hasta el fondo del corazón sombrío
Veamos nuestras manos iluminadas por el polvo estelar
Lavemos nuestras manos en el agua celeste
Con la mano derecha
hagan más grande la concha de su oido:
mi canto llega más allá de la estrella polar
porque de más allá viene mi canto.
¿Quién es el muerto en traje de bodas de este día?
○
La una de la tarde:
su campanada resquebraja el interior del día:
resquebraja la luz:
me resquebraja
La una: su lentísimo bronce
Hacia nosotros vuela la una de la tarde:
la paloma:
la paloma podrida de la tarde
Urde el tiempo la trama de su crimen
Fulge un escupitajo en la frente de la virgen
Una mujer hermosa escupe escarabajos:
la luz amarga fermentó en la sombra.
He sido siempre un hijo de la Luna.
Siempre vi, desde niño, las Lunas
más hermosas: la enorme Luna en llamas de Ocosingo saliendo allí, justo
detrás del cerro, tras la casa del rancho.
La enorme Luna roja sobre el
inmenso valle, en el Anochecer, bajando de las tierras altas de San
Cristóbal hacia mi húmedo pueblo, cuando tenía veinte años.
Lengua de mis abuelos habla por mí
No me dejes mentir
No me permitas nunca ofrecer gato por liebre
sobre los movimientos de mi sangre
sobre las variaciones de mi corazón
En ti confío
En tu sabiduría pulida por el tiempo
como el oro en pepita bajo el agua paciente del claro río
Permíteme dudar para creer:
permíteme encender unas palabras para caminar de noche
No me dejes hablar de lo que no he mirado
de lo que no he tocado con los ojos del alma
de lo que no he vivido
de lo que no he palpado
de lo que no he mordido
No permitas que salga por mi boca o mis dedos una música falsa
una música que no haya venido por el aire hasta tocar mi oreja
una música que antes no haya tañido
el arpa ciega de mi corazón
No me dejes zumbar en el vacío
como los abejorros ante el vidrio nocturno
No me dejes callar cuando sienta el peligro
o cuando encuentre oro
Nunca un verso permíteme insistir
que no haya despepitado
la almeja oscura de mi corazón
Habla por mí lengua de mis abuelos
Madre y mujer
No me dejes faltarte
No me dejes mentir
No me dejes caer
No me dejes
No.
Éste es mi territorio más secreto: he amado a la Diosa. Fui Acteón y soy el corzo ya. Huyo entre matorrales y mi propia manada me persigue: hiere mi amante piel. Con ladridos aún, pero mi entraña sabe que no tardarán mucho en darme alcance.
La tempestad ha comenzado a grabar su nombre sobre el polvo.
Tengo hambre, tengo dolor, tengo tristeza,
tengo un deseo profundo de confundirme con el mar,
de integrarme a la piedra,
de perderme en el aire podrido de la ciudad.
Este íntimo tono de plácida dulzura
en que la luz deambula
desnuda
por la tierra
El sol niño que asoma su rostro sobre el lago
Los millares de flores amarillas danzando
A lo lejos
la leve línea azul de las colinas:
ala del cielo añil lamiendo el agua
Un trino de cristal quiebra la transparencia
La quietud crece como un ramaje deslumbrante
¿Es verdad tanta luz?
I
El peso del silencio
El valle que se aleja de sí mismo
a galope
Hoy vine a ver
esta distancia que se fuga
escondida tras el oro del día
Qué hermoso espejo el sol para el valle extendido
Vaga el pensamiento al ras de los potreros
Desciende el alma
culebrita
a la canción del valle
Un sonido de grillos ecos pájaros
rasga la piel del aire
Árboles que se agrupan como pájaros
Palomas cuyas alas descienden hasta el mar
La reunión de los pinos
El rancho que compró la lejanía
La claridad
envuelve la mirada indecisa de la lluvia
que no se atreve a unir su asombro
al mío
Es hora de beber el horizonte:
oír el arco iris
diadema de silencios
en la fronda del día.
No la veo, no me baña su doloroso color,
ni la oigo correr sobre las piedras,
ni mis manos la tocan,
ni mis cabellos se oscurecen,
ni siquiera mis huesos se ponen amarillos,
ni aún mi saliva es verde, amarga y pálida.
En el taller del alma maduran los deseos,
crece, fresca y lozana, la ternura,
imitando tu sombra,
inventando tu ausencia
tan honda y sostenida.
Hoy te sueño,
amante:
estrella en alto, huella
de una violeta lenta.
Día y noche, pero
Más noche que día,
Eunice dialoga y riñe
Con los altos mastines.
De arriba abajo,
De abajo arriba.
A una hora cierta
Triunfa green eyes Eunice.
Los hocicos se cierran.
Eunice duerme.
Te brindas voluptuosa e impudente,
y se antoja tu cuerpo soberano
intacta nieve de crestón lejano,
nítida perla de sedoso oriente.
Ebúrneos brazos, nuca transparente,
aromático busto beso ufano,
y de tu breve y satinada mano
escurren las caricias lentamente.
Como un cisne espectral, la luna blanca
en el espacio transparente riela,
y en el follaje espeso, Filomela
melifluas notas de su buche arranca.
Brilla en el fondo oscuro de la banca
tu peinador de vaporosa tela,
y por las frondas de satín se cuela
o en los claros la nívea luz se estanca.
Más pulidos que el mármol transparente,
más blancos que los blancos vellocinos,
se anudan los dos cuerpos femeninos
en un grupo escultórico y ardiente.
Ancas de cebra, escorzos de serpiente,
combas rotundas, senos colombinos,
una lumbre los labios purpurinos,
y las dos cabelleras un torrente.
Bajo la oscura red de la pestaña
destella su pupila de deseo
al ver la grupa de esplendor sabeo
y el albo dorso que la nieve empaña.
Embiste el sexo con la enhiesta caña
igual que si campara en un torneo,
y con mano feliz ase el trofeo
de la trenza odorífera y castaña.
Ruedan tus rizos lóbregos y gruesos
por tus cándidas formas como un río,
y esparzo en su raudal crespo y sombrío
las rosas encendidas de mis besos.
En tanto que descojo los espesos
anillos, siento el roce leve y frío
de tu mano, y un largo calosfrío
me recorre y penetra hasta los huesos.
El crespón de la sombra más profunda
arrebuja mi lecho afortunado,
y ciñendo tus formas a mi lado
de pasión te estremeces moribunda.
Tu cabello balsámico circunda
los lirios de tu rostro delicado,
y al flotar por mis dedos destrenzado
de más capuz el tálamo se inunda.
Jidé, clamo, y tu forma idolatrada
no viene a poner fin a mi agonía;
Jidé, imploro, durante la sombría
noche y cuando despunta la alborada.
Te desea mi carne torturada,
Jidé, Jidé, y recuerdo con porfía
frescuras de tus brazos de ambrosía
y esencias de tu boca de granada.
Es en vano que more en el desierto
el demacrado y hosco cenobita,
porque no se ha calmado la infinita
ansia de amar ni el apetito ha muerto.
Del oscuro capuz surge un incierto
perfil que tiene albor de margarita,
una boca encarnada y exquisita,
una crencha olorosa como un huerto.
Saturados de bíblica fragancia
se abaten tus cabellos en racimo
de negros bucles, y con dulce mimo
en mi boca tu boca fuego escancia.
Se yerguen con indómita fragancia
tus senos que con lenta mano oprimo,
y tu cuerpo suave, blanco, opimo,
se refleja en las lunas de la estancia.
Dame tus manos puras; una gema
pondrá en cada falange transparente
mi labio tembloroso, y en tu frente
cincelará una fúlgida diadema.
Tus ojos soñadores, donde trema
la ilusión, besaré amorosamente,
y con tu boca rimará mi ardiente
boca un anacreóntico poema.
Se nublaron los cielos de tus ojos,
y como una paloma agonizante,
abatiste en mi pecho tu semblante
que tino el rosicler de los sonrojos.
Jardín de nardos y de mirtos rojos
era tu seno mórbido y fragante,
y al sucumbir, abriste palpitante
las puertas de marfil de tus hinojos.
Son cual dos mariposas sus ligeros
pies, y arrojando el velo que la escuda,
aparece magnífica y desnuda
al fulgor de los rojos reverberos.
Sobre su oscura tez lucen regueros
de extrañas gemas, se abre su menuda
boca, y prodigan su fragancia cruda
frescas flores y raros pebeteros.
Vivir encadenados es su suerte,
se aman con un anhelo que no mata
la posesión, y el lazo que los ata
desafía a la ausencia y a la muerte.
Tristán es como el bronce, oscuro y fuerte,
busca el regazo de pulida plata;
Isolda chupa el cáliz escarlata
que en crespo matorral esencias vierte.
El aire es denso para mí
como el agua.
Mi vuelo es real
porque mi sensación del aire
es real, y la cercanía del piso
lo hace factible.
Eres el fuego del inicio.
Eres la luz
en el instante sabio
de hacinarse en el agua.
Eres la voz, la transparencia que penetra,
que engendra;
la nota viva y diáfana
que cae,
con el candor de una certeza
en el centro
del alma.
Desde la exhalación de estos peces de mármol;
desde la suavidad sedosa
de sus cantos,
de sus ojos ornados
de arenas vítreas,
la quietud de los templos y los jardines
(en sus sombras de acanto, en las piedras
que tocan y reblandecen)
han abierto sus lechos,
han fundado sus cauces
bajo las hojas tibias de los almendros.
Desde esta luz que incide, con delicada
flama,
la eternidad. Desde este jardín atento,
dede esta sonbra.
Abre su umbral el tiempo,
y en él se imantan
los objetos.
Se ahondan en él,
y él los sostiene así:
claros, rotundos,
generosos.
Encendido en los boscajes del tiempo, el amor
es su entornada sustancia. Abre
con hociquillo de marmota,
senderos y senderos
inextricables. Es el camino
de vuelta
de los muertos, el lugar luminoso en donde suelen
resplandecer. Como zafiros bajo la arena
hacen su playa, hacen sus olas íntimas, su floración
de pedernal, blanca y hundiéndose
y volcando su espuma.
Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila
de quien se impregna (de quien
emerge,
de quien se extiende saturado,
recorrido
de esperma) en la humedad
cifrada (suave oráculo espeso; templo)
en los limos, embalses tibios, deltas,
de su origen; bebo
(tus raíces abiertas y penetrables; en tus costas
lascivas -cieno bullente- landas)
los designios musgosos, tus savias densas
(parva de lianas ebrias) Huelo
en tus bordes profundos, expectantes, las brasas,
en tus selvas untuosas,
las vertientes.
El agua del aspersor cubría la escena
como una niebla,
como una flama blanquísima, dueña
de sí misma, de su brotar cambiante, de su pulso
ritual
y cadencioso.
Un poco más allá y más allá hasta
tocar las rocas.
La brisa toca con sus yemas
el suave envés de las hojas. Brillan
y giran levemente.
Las sobresalta y alza
con un suspiro, con otro. Las pone alerta.
Como los dedos sensitivos de un ciego
hurgan entre el viento las hojas;
buscan y descifran sus bordes,
sus relieves de oleaje, su espesor.
Entra el lenguaje.
Los dos se acercan a los mismos objetos. Los tocan
del mismo modo. Los apilan igual. Dejan e ignoran
las mismas cosas.
Cuando se enfrentan, saben que son el límite
uno del otro.
Son creador y criatura.
Es el arco
que encierra
y que sostiene la imagen:
la plenitud del mar. Luz
de insaciada transparencia. Bajo la tierra
se entreteje la historia:
aguas que engendran sus recintos. Bullir de peces
Ecos que dejan su opacidad, briznas, rastros
que emergen.
Como una moneda girando
bajo el hilo de sol
cruza la mariposa encendida
ante la flor de albahaca.