Peces de piel fugaz

El borde es una boca finísima, una escisión aguda y deslumbrante
-el negro como una forma de luz que marca orillas, espacios entor-
pecidos, fuegos limítrofes-. A medida que avanzo el agua cambia.

La fiesta estaba impregnada de pequeños monos inabordables.

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Sobre el amor

Encendido en los boscajes del tiempo, el amor
es deleitada sustancia. Abre
con hociquillo de marmota, senderos y senderos
inextricables. Es el camino de vuelta
de los muertos, el lugar luminoso donde suelen
resplandecer. Como zafiros bajo la arena
hacen su playa, hacen sus olas íntimas, su floración
de pedernal, blanca y hundiéndose
y volcando su espuma.

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Sobre las mesas: el destello

El rizoma, como tallo subterráneo (…)
tiene, en sí mismo, muy diversas for-
mas: desde su extensión superficial
ramificada en todos sentidos, hasta su
concreción en bulbos y tubérculos.
El deseo es un creador de realidad
(…) produce y se mueve mediante
rizomas,
Un rasgo intensivo comienza a ac-
tuar por su cuenta…
Deleuze y Guattari, Rizoma

En la palabra seca, informulada, se estrecha
rancia membrana parda ((decir: fina gota de aceite para el
brillo matinal
de los bordes, para la línea
tibia, transitada que cruza, como un puro matiz, sobre
el vasto crepitar, sobre el lomo colmado,
bulbo -una gota de saliva animal:
para las inflexiones, para el alba fecundada (caricia)
que se expande a la orilla, como una espuma, un relieve;
un pelaje frutal- una llaga de luz, un hilván: para
los gestos aromados al tacto, a la sombra rugosa, codiciante;
una voz, una fibra desprendida -un vellón- al azar de las
gubias, del frote (plectro),
Tientos
y el idioma capilar de los roces en el cuenco lobular
de los cuerpos.

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Sus brillos graves y apacibles

Vivo junto al hombre que amo;
en el lugar cambiante;
en el recinto que colman los siete vientos. A la orilla del mar.
Y su pasión rebasa en espesor las olas.
Y su ternura vuelve diáfanos y entrañables los días. Alimento
de dioses son sus labios; sus brillos graves
y apacibles.

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Tus lindes: grietas que me develan

We must have died alone,
a long long time ago.
D.B.

Has pulsado
has templado mi carne
en tu diafanidad, mis sentidos (hombre de contornos
levísimos, de ojos suaves y limpios);
en la vasta desnudez que derrama,
que desgaja y ofrece;

(Como una esbelta ventana al mar; como el roce delicado,
insistente,
de tu voz.)
Las aguas: sendas que te reflejan (celaje inmerso),
tu afluencia, tus lindes:
grietas que me develan.

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Una avispa sobre el agua

La superficie del agua es tensa
para una avispa,
es un sendero múltiple fluyendo siempre
como el tacto del tiempo
sobre la hondura quieta
de un corto espacio.

Corto es el tiempo
en que flota; corta
la distancia en que gira
por incesantes laberintos,
remolinos inciertos, llamas,
y transparencia
inextricable.

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Una piedra en el agua de la cordura

Una piedra en el agua de la cordura
abisma las coordenadas que nos sostienen
entre perfectos círculos

Al fondo,

Pende en la sombra el hilo de la cordura
entre este punto
y aquél
entre este punto
y aquél

y si uno
se columpia
sobre sus rombos,
verá el espacio multiplicarse
bajo los breves arcos de la cordura, verá sus gestos
recortados e iguales
si luego baja
y se sienta
y se ve meciéndose.

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Romance de la lluvia

Corazón, bajo la lluvia
herido de amor te llevo;
te cerca el campo mojado,
la lluvia te dice versos,
el agua gime al caer
en tus abismos de fuego.
La roja tierra del monte
entreabre el húmedo seno;
en el regazo del valle
ríen los pétalos tersos,
y hacen blanco en el río
las flechas de los luceros.

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Aunque tu nombre

acaba de entregarte ya de vero.
San Juan de la Cruz

Aunque tu nombre es tierno como un beso
Y trasciende como óleo derramado,
Y tu recuerdo es dulce y deseado,
Rica fiesta al sentido y embeleso;

Y es gloria y luz, Amor, llevarlo impreso
Como un sello en el alma dibujado,
No basta al corazón enamorado
Para alcanzar la vida todo eso.

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La canción de Sulamita

Indica mihi, quem diligit anima mea, ubi
pascas, ubi cubes in meridie, ne vagare
incipiam post greges sodalium tuorum
Cant. 1, 6

Hazme saber, Amor, donde apacientas,
Dó guías tus rebaños, dónde vagas,
No huelle tras las ínsulas aciagas
Las rutas de la tarde cenicientas.

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Aventura

No sé cómo viniste hasta mis manos
a llenar las tinieblas de mi lecho,
y a juntar tus encantos con mi pecho
realizando las horas que gozamos.

Aventura perfecta que libamos
en un secreto, bajo el mismo lecho,
hasta llegar al goce satisfecho
y sin saber por qué nos encontramos.

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Búsqueda espacial

I

Antes de haber nacido, cuando apenas
en las galaxias era calofrío,
o sed en rotación por el vacío,
o sangre sin la cárcel de las venas;

antes de ser en túnica de arenas
un angustiado palpitar sombrío,
antes, mucho antes que este cuerpo mío
supiera de esperanzas y de penas:

ya buscaba tu nombre, tu semblante,
el disperso latir de tu vivencia,
tu mirada en las nubes esparcida;

porque, desde el asomo delirante
de mis instintos ciegos, tu existencia
era ya por mis ansias presentida.

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El mismo amor

a J.G.M.

Amor, desnudo amor que haces regreso
en otro cuerpo de distinto aroma,
pero siempre el amor, amor eterno,
adolescente amor, inmadurable.
Reconozco en la luz de tus locuras
los mismos astros, la ternura misma,
el ave tierna de imbesados labios,
y vuelvo a comenzar lo inacabado…
Otro nombre y el alba de otra risa;
otras manos de tacto diferente,
otro bosque de frutos imprevistos;
pero dentro de mí —fiera indomable—;
el mismo amor que florecí hace siglos,
el mismo amor, enamorado siempre.

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Idilio incorpóreo

¿Por qué temer a la muerte, sí es ella la que
diariamente desciende por las noches,
a dormirnos y a dormir con nosotros?

Todas las noches, a la misma hora,
una paloma de penumbra blanca
llega volando a tranformarse en sueño
para dormirnos en sereno idilio.

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Intima

Estás en mí, como latido ardiente,
en mis redes de nervios temblorosos,
en mis vetas de instintos borrascosos,
en los mares de insomnios de mi frente.

Estás fuera de mí, como corriente
de voces imprecisas, de sollozos,
de filos de secretos tenebrosos.

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Mi primer amor

El azul es el verde que aleja
-verde color que mi trigal tenía-;
azul… de un verde, preso en lejanía,
del que apenas su huella se despeja.

Celeste inmensidad, donde mi queja
tiende su mudo velo noche y día,
para buscar el verde que tenía,
verde en azul… allá donde se aleja…

Mi angustia, en horizonte liberada,
entreabre la infinita transparencia
para traer mi verde a la mirada.

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Milagro

Con mis labios valoro tu presencia
ungida en sombra -oscurecido vino-
siguiendo el suave litoral marino
de la medrosa flor de tu inocencia.

El tacto, al deletrear tu adolescencia,
percibe la belleza del camino,
que aumente mi pasión y yo me obstino
en ganarme el azúcar de tu anuencia.

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Nocturno

Cada mañana, al despertar, resucitamos;
porque al dormir morimos unas horas
en que, libres del cuerpo, recobramos
la vida espiritual que antes tuvimos
cuando aún no habitábamos la carne
que ahora nos define y nos limita,
y éramos, sin ser, misterio puro
en el ritmo total del Universo.

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Nocturno cuerpo

Cuando de noche, a solas, en tinieblas,
fatigado de no sé qué fatiga
se derrumba mi cuerpo y se acomoda
en la impasible superficie oscura
que le sirve de apoyo y de mortaja,
yo me tiendo también y me limito
al inerme contorno que me entrega,
a la isla de olvido en que se olvida.

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Nocturno difunto

A la memoria de mi padre

En vida nunca pude llevarme con mi padre.
Cuando este murió, la muerte, milagrosamente,
le dio vida dentro de mi corazón.

Desde que despojado de tu cuerpo
te escondiste en el aire,
yo siento mi existencia más honda en el misterio,
como si mis manos, alargadas por las tuyas
inmensas en el cielo,
en levantado avance
ya tocaron la astronomía sin fin…

Estoy como en los ríos
que a pesar de correr sumisos a su cauce,
por su mortal marino abocamiento
también están ligados
a las aguas del mar donde se acendran.

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Nocturno llanto

Ese llanto invencible que brota a media noche,
cuando nadie nos ve ni nuestros propios ojos
pueden atestiguarlo,
porque es llanto reseco, privado de su sal,
desvestido de linfa,
con aridez de fiebre
y amargo como el humo de los remordimientos.

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Perfección fugaz

Para el poeta Carlos Pellicer

Pinté el tallo,
luego el cáliz,
después la corola
pétalo por pétalo,
y,
al terminar mi rosa,
la induje
a soñar su aroma.

¡Hice la rosa perfecta!

Tan perfecta,
que al día siguiente
cuando fui a mirarla,
ya estaba muerta.

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Poema en tu cuerpo

¿Por qué no soy yo tu cuerpo
sobre mi cuerpo desnudo
para abrazarme a mi tronco
y sentir que soy yo mismo
ascendiendo por mis muslos?

¿Por qué no soy yo tus ojos
para mirarme los míos
y decirme con miradas
lo que al mirarte te digo?

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Tardío aprendizaje

Para soportar
estos años aciagos,
amargos,
de apretado silencio
en soledad sin muros,
he tenido que aprender
a platicar a solas,
a sufrir sin queja,
a llorar sin llanto
y a crearme,
en las quemantes noches
de los insomnios vagabundos,
la dócil compañía
de mi almohada,
haciéndola que duerma entre mis muslos.

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Vivo y me desvivo

¡Longevidad maldita!
¿por qué si soy ceniza
mi cerebro está en brama
y mi lujuria cunde
hasta las marchitas zonas
de mi carne aniquilada?

¡Longevidad maldita!
llamarada helada,
tantálico averno
de concupiscencia rezagada.

Toda belleza humana
aún me despierta la esperanza
de gozarla
y vivo y me desvivo
eyaculando,
sólo orgasmos de lágrimas.

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Voz de mis soledades (I)

Estoy solo en el grito inesperado
que lanzo en mi sabor de oscuridades
para llenar de voz mis soledades
y revivir mi ser deshabitado.

Mi cuerpo se atormenta, desolado,
en una larga sombra de crueldades
y el pensamiento rueda en tempestades
de presencia de infierno exasperado.

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Voz de mis soledades (II)

al General Eduardo Hay

No sé quién soy en esta llama cruenta
de angustia, de dolor, de goce y llanto,
en que nace el misterio de un encanto
que destruye mi vida y la alimenta.

No sé quien soy en esta red que inventa
peces de espuma en vértigos de espanto
y un venero de siglos que levanto
para saciar la sed que me atormenta.

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Voz de mis soledades (III)

No sé cómo mirar para encontrarte,
horizonte de amor en que me excito,
distancia sin medida donde habito
para matar las ansias de tocarte.

No sé cómo gritar para llamarte
en medio de mis siglos de infinito
donde nace el silencio de mi grito
movido por la sangre de buscarte.

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Consejos de un amigo

Antes de conocerte te adiviné

Sedúcelo. Abrázalo apretado y cántale derecho.
Relata una sensualidad exuberante
y hazle creer que le incumbe su exacto desempeño.
Dile que tus ojeras son memoria del harem
—no tu desvelo, tu edad (menos tu insomnio y sus
delirios).

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Asalto

hace gira, para todos, las heridas en su tronco.
Aimé Césare

De noche el paso del lince
ruido de hojas
en los aserraderos.
De noche
grito de monos,
fulgor cambiante:
mimetismos.

Bebes en la espesura
La fiebre deja en tus labios
cáscaras amargas.

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Canto malabar (fragmentos)

I

La tarde entera se vencía al paso del viento.
Como arcos se doblaban los árboles
y una flecha imprevista me daba al corazón.
Deambulé por aquellas calzadas
donde tanta vida cimentaron tus pasos.
El viento alzaba tolvaneras en medio de los campos,
trastornando a esos pájaros rojos,
borrando campamentos de insectos en las grietas.

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Voz

Tu voz contra el atardecer.
El viento empuja
sobre el cristal
las ramas de los altos encinos.

Tu voz llena el espacio.
Y no hay instrumentos
para tu canto.
Tu voz dibuja signos en el viento

La noche
va bordeando en silencio
ese núcleo
donde la luz se detiene todavía
mientras tu voz,
tu voz sola
borra el instante.

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De Lidia

Gimes, y en vano a la cerrada puerta
llamas de Cloe, que al divino ruego
de amor nunca ha cedido.
Duerme, y no la despierta
ni el más vehemente ruego,
ni el más hondo gemido.

Vete: cual Cloe fría
está la noche; y en la niebla bruna,
ya su disco de plata
tiende a ocultar la luna.

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El vino de Lesbos

Si queréis de mi lira
oír los sones,
dadme vino de Lesbos
que huele a flores.

Y si queréis que dulces
amores cante,
venga Lelia a mi lado
y el vino escancie.

Pero no en cinceladas
corintias copas,
¡porque el vino de Lesbos
se liba en rosas!

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VIENES A MI

Vienes a mí, te acercas y te anuncias
con tan leve rumor, que mi reposo
no turbas, y es un canto milagroso
cada una de las frases que pronuncias.

Vienes a mí, no tiemblas, no vacilas,
y hay al mirarnos atracción tan fuerte,
que lo olvidamos todo, vida y muerte,
suspensos en la luz de tus pupilas.

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