La canción del paje

Tan abierta de brazos como de piernas,
tocas el arpa y ludes madera y oro.
Dejo al mueble la plaza por el decoro
y contemplo caricias a hurgarme tiernas.

A tu ardor me figuras y subalternas
en la intención del alma que bien exploro,
y en el roce del cuerpo con el sonoro
y opulento artefacto que mal gobiernas.

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La cita

¡Adiós, amigo, adiós! ¡El sol se esconde,
la luna sale de la nube rota,
y Eva me aguarda en el estanque, donde
el cisne nada y el nelombo flota!

Voy a estrechar a la mujer que adoro.
¡Cuál me fascina mi delirio extraño!

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La giganta

II
¡Cuáles piernas! Dos columnas de capricho, bien labradas,
que de púas amarillas resplandecen espinosas,
en un pórfido que finge la vergüenza de las rosas,
por estar desnudo a trechos ante lúbricas miradas.

Albos pies, que con eximias apariencias azuladas
tienen corte fino y puro.

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La nube

¿Qué te acongoja mientras que sube
del horizonte del mar la nube,
negro capuz?
Tendrán por ella frescura el cielo,
pureza el aire. verdor el suelo,
matiz la luna.
No tiembles. Deja que el viento amague
y el trueno asorde y el rayo estrague
campo y ciudad;
tales rigores no han de ser vanos…
¡Los pueblos hacen con rojas manos
la Libertad!

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Mudanza

Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

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Música de Schubert

Crin que al aire te vuela, rizada y bruna,
parece a mis ahogos humo en fogata;
y del arpa desprendes la serenata
divinamente triste, como la luna.

Y del celo ardoroso despides una
fragancia de resina; y él te dilata
ojo que resplandece con luz de plata,
como en la sombra el vidrio de la laguna.

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Nox

Noy hay almíbar ni aroma
como tu charla…
¿Qué pastilla olorosa
y azucarada
disolverá en tu boca
su miel y su ámbar,
cuando conmigo a solas
¡oh virgen! hablas?

La fiesta de tu boda
será mañana.

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Pepilla

Como viste ropaje tan leve
me da pesadumbres,
pues él filtra y enseña vislumbres
de la carne de rosa y de nieve.
¡Y qué andar! La mocita se mueve
con garbo de chula.
Viene y va, y en la marcha modula
un canto de líneas,
y en las formas, apenas virgíneas,
una gracia de sierpe le undula.

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¿Por qué?

Cuando a mis ojos tristes la alegre mariposa,
como una flor errante discurre en el vergel,
¿por qué se me figura que es tu alma caprichosa
que flota en la mañana y va de rosa en rosa
bebiendo hasta saciarse rocío, esencia y miel?

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Rimas

Al ver mi honda aflicción por tus desvíos,
fijas en mi tu angelical mirada
y hundes tus dedos pálidos y fríos
en mi oscura melena alborotada.

¡Pero en vano, mujer! No me consuelas.
Estamos separados por un mundo.
¿Por qué, si eres la nieve, no me hielas?

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Estos versos, lector mío

Estos versos, lector mío,
que a tu deleite consagro,
y sólo tienen de buenos
conocer yo que son malos,
ni disputártelos quiero,
ni quiero recomendarlos,
porque eso fuera querer
hacer de ellos mucho caso.

No agradecido te busco:
pues no debes, bien mirado,
estimar lo que yo nunca
juzgué que fuera a tus manos.

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Finjamos que soy feliz

Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá podréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,

que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.

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Primero sueño

Piramidal, funesta, de la tierra
nacida sombra, al Cielo encaminaba
de vanos obeliscos punta altiva,
escalar pretendiendo las Estrellas;
si bien sus luces bellas
-exentas siempre, siempre rutilantes-
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la pavorosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes,
que su atezado ceño
al superior convexo aun no llegaba
del orbe de la Diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta,
quedando sólo o dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba;
y en la quietud contenta
de imperio silencioso,
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves,
tan obscuras, tan graves,
que aun el silencio no se interrumpía.

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Verde embeleso de la vida humana

Verde embeleso de la vida humana,
loca Esperanza, frenesí dorado,
sueños de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;

alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:

sigan tu sombra en busca de tu día
los que con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;

que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.

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Amor el más oscuro I

Aquí comienzo a amarte,
en estos muros clarísimos,
en esta ciudad cálida al tiempo de las lluvias.
(¿Dónde estás ahora,
esta primavera tarde que pienso en ti?
¿Dónde estás, ignorándolo todo?)
Aquí te descubro
inalcanzable y triste.
Dime qué pasos te trajeron a estas tierras,
cómo abandonaste tu gracia de elegido,
tu ministerio de humildad;
qué suplicios te agobian desde entonces
que violentan tu rostro
y vierten en tu voz la nostalgia y la ira.

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Amor el más oscuro II

Viene la melancolía del principio,
días de incertidumbre y sueño.
Vienen sólo distantes tu risa y tu perfil
y abarcan mi deseo
y me vuelcan a tu rostro,
a tu vehemencia contenida.
Ya siento de algún modo
tus manos previstas de ternura
conduciéndome,
olvidándome,
dejando a medias para siempre mi destino.

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Amor el más oscuro III

A la desventura voy.
Algo en mí cada día te reconstruye
y me devuelve tu imagen.
Algo me lleva al lugar prohibido
en que te encuentras,
sitio que jamás debió tocar mi pensamiento.
Qué maleficio me extravía
y me oscurece todos los caminos.

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Aparece tu rostro

Aparece tu rostro.
Se hunde en leche,
como el Cordero bienhallado
en los Misterios.

El fuego se acerca sin tocarnos.
El azul es más intenso
que la ebriedad creciendo hacia las islas.

Tembloroso,
como detrás de humo,
aparece tu rostro.

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Canciones del Egeo

1. Amorgós

Para Leonora y Pere

La tarde brilla en el vino
y en el mantel mojado

en palabras que sabemos
y no decimos

en el canto ambulante
y las cuerdas que rasga

en el jardín del templo
y la boda que empieza

en el sol que se acuesta
con el agua

2
A la mañana
la huella de tu oreja
ha tatuado en mi hombro
un caracol

Sus trazos paralelos
se separan
hacen de su voluta
un corazón

En su espiral de espuma
se detiene
el eco de tu voz-
ebullición

3
Toma el silencio la forma
de tus manos

La mañana se abre en la terraza
con el tajo del sol.

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De lejos viene

Cuando lo sepas quisiera ver tu cara.
Por que vas a saberlo
aunque no te lo diga
ni leas estos poemas.
¿Cambiará algo entonces?
Es imposible
que no adviertas aún mi turbación:
tanto desorden de miradas,
tanta avidez
registrando el más breve de tus gestos.

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Lamida por un filo

Lamida por un filo
en tus ojos no turbados,
la luz se escalda
sobre la piedra húmeda.

En sus mínimas cavernas
se detiene
entre musgos e insectos
tu pupila solar.

Rupturas en la piedra,
grietas,
algo que mira
desde el fondo.

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Las Hijas del Viento

1
Murmuran tu Nombre
en las terrazas
inundadas de luz
frente al vinoso mar

2
Serpentean en la hierba
devanan suaves
sus marañas

Sisean
entre las siemprevivas

3
Juntan sus voces
al gemido de las piedras
y los arbustos
Hacen del corazón
un arpa tensa

4
Desatan su grito alucinado
a lo ancho del valle

Braman como terneras
son aullido reseco
trino
inverosímil

5
Se obstinan
como escenas repetidas
de una misma película

golpean en las ventanas
recorren muelles interminables
en el amanecer

6
Azotan las rocas de Haghía Triáda
con sus cuevas para ocultarse
de los piratas

Derriban al caminante
en el monte que se llama
Demonotópos

Alzan el rugido del oleaje
hasta el recinto de los cantos piadosos
junto a la Panaghía

7
Despeinan
al joven eucalipto
hacen caer sus resinas
sobre los barandales

Zumban amorosas
como abejorros
en el hueco de las cañas

Llenan la mirada de hormigas amarillas

8
Despiertan
al espíritu guardián del olivar
Dejan pacer tranquilo
el apetito de las bestias

Afilan
el cincel azulado
de la avispa

9
Someten a su ritmo
las flores encrespadas
el lomo de los cerros

Todo lo vuelven piedra lisa

10
Traen los ecos
de una conversación enfática
de un campanilleo de cabras
de un violín

Cantan en la noche
con sus aires de lamento oriental

11
Se agrandan
sus lenguas arpadas
en el invierno del espíritu

Fuerzan al alma
a agazaparse
en su rincón.

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Noche

Siento que en vano he conocido aquello que te nombra, que no tendrá un cauce mi dolor acumulado. Te amo como al esplendor de cada día, y he visto desgarrarse la quietud que anticipa tu presencia.

Sólo existirán seres mutilados y lacios, máscaras de torpes gesticulaciones, de muecas sin sentido.

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Ofrendas para Kypris

1
Una paloma para Afrodita.
Las tórtolas desgajan
tres notas claras
en el amanecer,
antes que las cigarras enciendan
su grito ríspido.

La montaña de Helios o Elías
deshuesa la roca
sobre los olivares.
El carro de fuego asoma.

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Marzo 10, NY

I. Silencio blanco, sin pájaros,
y los árboles al soplo (nubes)
del ritmo del paisaje.
Entre lo que surge y lo que se va,
nieve deslíe la roca. Y el sonido del viento:
voces inciertas que lejanas
hielan
nuestras dubitativas acciones.

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Mina 1004

Arder, yo vi a mi abuela arder.
Agosto. Chihuahua, 1956. Ella ardió,
su fuera y su dentro, ardió en la calle Mina 1004.
Vi a mi padre envolverla en una sábana, el colchón ardía;
las cortinas, la alfombra, su vestido
ennegrecieron.

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Niebla

I. Breve sustancia la niebla,
su clarísimo carbón, su pátina de viento…
la tierra apenas humedece
la piedra circular donde manan antiguos destellos,
el néctar petrificado,
cristales de este invierno;
y en generosa calma
buscar entre menudos giros
otoño adentro
los recuerdos
cuando todo es cascada acreciendo su abandono.

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A tu voz

Erígese tu voz en mis sentidos
tornándose en mi cuerpo sueño helado,
y me miro entre espejos congelado,
y mis labios en sombra doloridos.

Cuando hablo, mi dolor a ti se vierte,
cálida flor de ceniciento aroma,
y tu voz a mis labios ya no asoma
sino en duro temor de viva muerte.

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