Amor es mar

Llegas, amor, cuando la vida ya nada me ofrecía
sino un duro sabor de lenta consunción
y un saberse dolor desamparado,
casi ceniza de tinieblas;
llega tu voz a destrozar la noche
y asciendes por mi cuerpo
como el cálido pulso hacia el latir postrero
de quien a solas sabe
que un abismo de duelo lo sostiene.

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De tiempo a espacio

Naciste desde el fondo de la noche,
del sueño donde el tiempo comienza a ser raíz
y la mirada sólo tibio aire,
cuando aún no era ojo sino apenas un viento suave,
un aroma erigido sin mano que lo toque.

Eras la flor ahogada flotando sobre el cuerpo
en nuestro amanecer hacia la luz;
destrozabas la noche con tus ojos,
hundida en mi desnudo
tal un vivo rumor de brisa que al oído
volcara la virtud de su marea,
y mi aliento en tu savia navegaba,
y tu voz en mi pulso se moría
como sombra de ave agonizante,
transformando mi cuerpo en sueño tuyo,
en vivo espejo abandonado
o silencio que cruza los espacios.

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Desvelado amor

Cayó desnuda, virgen, la palabra;
cayó la virgen desnudada
bajo mi cuerpo, trémulo latir
que hoy apenas si me pertenece
y me embriaga con cálido rumor,
rodea mi epidermis,
se introduce letal bajo mi lengua,
y mis párpados no lo miran
pero lo sienten desalado,
desolado que busca entre la noche
la amarga conjunción
de dos manos eternamente unidas
en el estrecho abrazo de la muerte.

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El hijo natural

A su pregunta, yo sobre la piel
veía los silencios cruzar el transparente
origen del pecado.
Quizá fue por la tarde
o cierta madrugada, cuando el insomnio era
escándalo antes y después, y al alma
en sordo interrogar de prisionero
urdía entre la sombra la varonil espera
de la perduración.

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Elegía del marino

Los cuerpos se recuerdan en el tuyo:
su delicia, su amor o sufrimiento.
Si noche fuera amar, ya tu mirada
en incesante oscuridad me anega.
Pasan las sombras, voces que a mi oído
dijeron lo que ahora resucitas,
y en tus labios los nombres nuevamente
vuelven a ser memoria de otros nombres.

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Espejo de zozobra

Me miro frente a mí, rendido,
escuchando latir mi propia sangre,
con la atención desnuda
del que espera encontrarse en un espejo
o en el fondo del agua
cuando, tendiendo el cuerpo, ve acercarse
su sombra, lenta e inclinada,
a la suprema conjunción
de dos pulsos perdidos en sí mismos,
como doble sueño o palabra
inserta en eco hasta llegar
a la primera orilla del silencio.

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La forma del vacío

Pienso que el sueño existe porque existo;
pero si contra el mundo cruzo rostros
y de ligeros vientos alzo vuelos,
túnicas que no han de vestir estatuas,
y con palabras que después desaparecen,
violadas de improviso,
evoco su mirada y sus palabras: «cielo», «vida»
que eran como un andar a oscuras,
tan tristes como yo y como mi alma,
como cuando la noche se derrumba
y viene hasta mis manos decaída,
pienso que existo porque el sueño existe.

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Mujer deshabitada

De rosa y canto saturada,
contra el origen de tu ser sublevas
un recuerdo de labios naufragando
y la temida enemistad
de presuroso y fugitivo aroma,
bajo el silencio idéntico
a tu inútil sosiego de virgen desolada.

Mudas fueras al tiempo, pero sabes
dejarte abandonada y te sometes
como la flor al mar,
igual que entre los labios vuela el canto,
e insiste sobre el mundo tu fatiga,
la dura soledad de tus sentidos,
suma de amor y lágrimas que mi latir inundan
de este vano sentirte agonizando.

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Poema de alta flor

Y cuando el viento sea flor marchita,
y la noche no viva sino en puro recuerdo;
cuando el silencio reine
y descienda implacable sobre lunas y estrellas.

Y cuando sólo quede la ceniza
de todo aquello que fue luz, montaña y sombra;
al final de los límites vertidos en los seres;
más allá de los tiempos.

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Poema donde amor dice

Eres el tallo que los ojos hiere
murmurando una luz anochecida;
eres aliento encadenado al fuego,
paloma navegando en la mirada
con inocencia de disuelto aroma.

Eres perfume espeso, flor vencida,
caricia de un aroma enamorado;
eres espacio donde se origina
un oscuro gemido prisionero,
como latido de ala en el rocío.

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Realidad y sueño

Náufrago de mi propio sueño,
como si transportara en la flor de los labios
el silencio desnudo,
más que la sangre muda de hospital
muerta en el abandono;
con la tristeza del que viaja
por un aire sin viaje,
reducido al silencio
bajo un olor de rosa no pensada,
cuando el jardín no sabe
si la flor es un sueño
o la esperanza presentida;
fijo en mis latitudes
con el límite sueño entre las manos,
en su cauce la sangre detenida
y el temor de que llegue hasta mi tacto
la presión más efímera
o la más fina flor ya derribada;
límite y carne, sueño ilimitado
bajo la sábana, tan blanca,
por la que corre sangre
como la vena rota
en la piel de una virgen;
amigo de mí mismo
igual al hombre que presiente
la altura de su sombra
a la hora del último camino,
cara al ángel que viaja hacia mi encuentro
con la blancura íntima del niño aún no nacido,
me recuesto en mis venas
doloroso y sediento, sin mis nervios
ni el recuerdo inicial,
aquel primer encuentro con la muerte
tan clara, pura y sombra.

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Responso del peregrino

I
Yo, pecador, a orillas de tus ojos
miro nacer la tempestad.

Sumiso dardo, voz en la espesura,
incrédulo desciendo al manantial de gracia;
en tu solar olvida el corazón
su falso testimonio, la serpiente de luz
y aciago fallecer, relámpago vencido
en la límpida zona de laúdes
que a mi maldad desplega tu ternura.

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Retorno

Donde estoy nada queda
y existir es vivir en tu recuerdo,
ver una luz atravesando
el rumor arrancado de un cadáver,
escuchar a pesar del miedo
la palabra de un niño que gemía
y tener en las manos un hálito, un temblor
y un profundo lamento ensombrecido.

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Telenovela

El sitio que dejó vacante Homero,
el centro que ocupaba Scherezada
(o antes de la invención del lenguaje, el lugar
en que se congregaba la gente de la tribu
para escuchar al fuego)
ahora está ocupado por la Gran Caja Idiota.

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Narciso 70

Cuando abro los periódicos
(perdón por la inmodestia, pero a veces
un poco de verdad
es más alimenticia y confortante
que un par de huevos a la mexicana)
es para leer mi nombre escrito en ellos.

Mi nombre, que no abrevio por ninguna razón,
es, a pesar de todo, tan pequeño
como una anguila huidiza y se me pierde
entre las líneas ágata que si hablaban de mí
no recurrían más que al adjetivo neutro
tras el que se ocultaba mi persona, mi libro,
mi última conferencia.

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Adiós a la infancia

Se llamaba Graciela y era en el colegio el patio abierto y la mañana azul. Era su cuerpo un durazno en sazón y en las noches
una rama de estrellas. Yo tenía doce años, Graciela tal vez también. Volaban los pájaros desde el sur para visitarla en el patio
del colegio y sobrevolaban luego los parques y jardines de San Ángel para acompañarla a la hora de la salida.

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Cine ermita

Claro y caro era el mundo para él.
Claro e insólito el filme con la figura del héroe.
Combatiente o artesano, trapecista o estudiante,
da lo mismo, y no importa.
La primera película inicia
a las cuatro veintiocho de la tarde,
y los rasgos del niño se transfiguran en héroe,
y da lo mismo, y qué importa, bailar a lo
Astaire 0 lo Kelly, ser vaquero a lo Wayne,
el gran chulo a lo Gassman.

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Contradictio

El ajedrez de la muerte
se quedó en una pieza

Arrojo los naipes, trémulo, incendiado
y no dicen mi suerte

Y tuve una bestia de orgullo
que arrastró mi bestia

Moribunda,
una mujer pasea triste, descalza en la calle

Y es tarde para ser otro hombre

Salgo de mi casa, pontífice, ajeno,
con el crucifijo -una mujer-
colgado en mi tristeza

Si regreso, Señor
quiero ser otro pero no Campos

¿Para qué vivir agarrado como loco al reloj?

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De «Árboles»

1. Cuando niños somos todos los niños que fantasean y sueñan.
Cuando adultos somos un adulto pero con escasas fantasías y escasos sueños.

2. En la juventud se sueña que se puede soñar,
pero en la madurez sólo enfrentamos nuestra realidad marchita
repitiendo para engañarnos la palabra utopía.

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La muchacha y el Danubio

Como rama al romperse en el invierno blanco,
corazón lloró a la estrella; triste era el olmo,
y hace muchos años; cuánta fuerza y fiereza
en la adolescencia sin dirección, quién se atrevería
a decir: «Por aquí pasó el vendaval»; Dios creció
las ramas y cortó las hojas para que supiéramos
de la felicidad, si la luz pasa.

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Rosas

Las vi a diario, en los meses en flor,
en prados del jardín de aquella iglesia
que atenuaba las calles de Mixcoac,
ventana y pájaro del mundo leve,
nube y árbol para la nube sola,
mientras yo, picoteado fresno,
hacía versos de viajes y de libros,
de jóvenes amores infelices,
y creía que revolución y ética
podían darse la mano y ser bandera.

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Se escribe

a Michael Rossner

Se escribe contra toda inocencia
del clavel o el lirio, contra el aire
inane del jardín, contra palabras
que hacen juegos vacíos, contra una estética
de vals vienés o parnasianas nubes.
Se escribe abriéndose las venas
hasta que el grito calla, con llanto ácido
que nace de pronto pues imposible
nos era contenerlo, con luz dura
como rabia azul, quemado el rostro,
destrozada el alma, desde una rama
frágil al borde del precipicio,
Se escribe.

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Sankt Peter Friedhof

Haz de muchachas y onduladas sombras
se inclinan leves hacia las tumbas.
Es el delgado cementerio en rombo
de San Pedro y una vieja sonríe
porque yo escribo sobre la lápida
una historia y la mía. Mas la muerte
es del mar, y si llega, y si llego,
que me naufrague siempre el Pacífico,
mi ceniza conduzca a puerto naves.

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Sankt Peter Kirche

En la iglesia, tras la rubia muchacha
y el Cristo en la penumbra, la locura
a la muerte mordía ciega. ¡El derrumbe!
¡Relinchos de caballos en la plaza!
¡Y el carillón, allá! Sobre la iglesia,
el pequeño cementerio de San Pedro
ensombrecía de pájaros; el ciego,
cubierto de pájaros, saludaba
al monte en su oscuridad verde.

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Sonia en el invierno de 1981

Busco precisar a esta hora de la noche
ese instante del invierno azul, cuando al salir
de clases de la universidad nos vimos casualmente
frente a la biblioteca porque desde hacía años
en el fondo anhelábamos vernos.
Inclinaste un poco la cabeza
y el aire leve de las hojas mínimas
de las jacarandas murmuró verde la lengua
de los pájaros que venían del ártico.

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Una carta demasiado tardía

Contudo, esto é urna carta.
Carlos Drummond de Andrade
Carta

No sé en verdad si esto sea una carta.
No sé si disculparme por el retraso
de la explicación, ni si te importan
disculpa o explicación ¿Para qué
hacerlo después de veintisiete años
cuando ya una vida se hizo o se deshizo
y nosotros sólo soñábamos hacerla?

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1968

Éramos como estrellas iracundas
Efraín Huerta
«Borrador para un testamento»

Hay fechas que vuelven
como iluminación o niebla repentina.
Tú no sabías entonces que esa fecha
sería como cuña de plata en pleno oro.

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A una sombra

Sólo te vi un instante…
Ibas como los pájaros:
sin detener el vuelo,
sin mirar hacia abajo…
Cuando quise apresarte
en la red de mis manos,
sólo llevaba el viento
un perfume de nardo,
y ya lejos, dos alas,
borrábanse en ocaso…
¡Oh, visión que brillaste
como fugaz relámpago!

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Al mar

Mientras tu canto resuena,
yo pienso en la patria mía…
Por sólo enterrar mi pena
en tus orillas de arena,
vine de mi serranía.

Vine por dejar mis males
en tus hondos arenales…
Mas, a tu abierto horizonte,
prefiero mi oscuro monte,
y a tus algas, mis rosales…

No cambio mis negras frondas
por tus aguas de colores;
mas vine a oír sus rumores,
porque dicen que tus ondas
curan los males de amores…

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Así dijo el agua

En tanto que caía mansamente, .
díjome el chorro en el pilón derruido:
«Del jardín de tu dueño aquí he venido;
hoy canté mis canciones en su fuente.

El rumor celestial de mi corriente
cosas tan dulces murmuró en su oído,
que el dueño de tu amor, agradecido,
ha puesto en mí sus labios reverente…»

Dijo así en el pilón.

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Renunciación

Sacó la red el pescador, henchida,
y en tanto que, feliz, del mar se aleja,
en voz más dulce que la miel de abeja
el Señor a seguirle le convida.

-Quien por buscarme, su heredad olvida,
será en mi hatillo preferida oveja-,
dice, y el pescador las redes deja
y vase tras Jesús con alma y vida.

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Albur de amor

En el vértigo del pozo angélico
gira y echa flor en los desiertos
de la sal, y les procura puertas
y pájaros cálidos y frutos.
Nueva, la carne se acrisola
bajo la estéril costra; humea
la ciudad corrompida: antorchas
y granizo de azufre.

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Amapola trastorno

Amapola trastorno,
exaltación morada, disparate.
Salga lo que saliere.
Y qué estruendo de alas, y qué dulce
lastre sentimental sobre la lengua,
y amistad en las manos, ofrecida
sin ponderar, qué arrebatada.

Comulgar en la música aspereza,
junto al estribo ya, de amanecida,
con mujer desolada, y el rasgueo,
y la última vez, y el aguardiente,
y sollozar a frutas.

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Área sonante

Área sonante, ovario
de la noche carnal; abrevadero
insistente y monótono en la arena
del oído terrestre.

Y tocar, hacia dentro, el oleaje
como aquel remotísimo, asilado
en lo vacío de las conchas. Urna,
seda contigua que despliega
en hileras cayendo, una por una,
golpes de espuma deslazada.

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