Ángeles traviesos

Viven encadenados
A sus sueños,
Escuchando silbidos de montañas,
Silencio de cavernas.

Son víctimas de sus delirios.

Preñada lluvia de melancolía,
Esclavos indomables de versos,
Sagitarios de miradas,
Brasa viva en su propio incendio.

Luz fulminante
En el claroscuro,
Vasallos sumisos ante la tórrida lumbre.

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Los ángeles amantes

Fatuos de la noche,
Sierpe de lo desconocido,
Provisorio de emociones.

Los ángeles amantes,
Llegan justo a la hora
Exacta de la soledad.

La voz entrecortada del deseo
Y su órgano mudo de proezas,
Es un valiente guerrero
Dispersando al enemigo,
Enredándose hasta escuchar
La dulce melodía del vientre.

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Mi madre: ese ángel

Mi madre vino a la Tierra,
Con la esperanza
De romper lo malo y coser lo bueno,
Tijera y aguja en mano.

Su afán por matizar
Arcoiris y ternura,
Hizo un jardín de esperanzas
De donde brotaron tres espliegos,
Que a fuerza de arrullos,
Manos balsámicas,
Sortearon las travesías del pasado.

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Un ángel demoníaco

(A Claudia Hérodier)

Ella hace llover fuego del cielo
Y con madeja de nubes entrelaza los sonidos.

Esculpe la palabra con fragua y martillo,
En un ángel demoníaco que adora su libertad.

Bálsamo que florece en mayo,
Cáscara inexpugnable de las dudas,
Guarida de pájaros heridos,
Ciclón de cabellos largos
Señalada por índices acusadores.

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Con ellos

El corazón era un pájaro…

¿Recuerdas, tú, Rosario?
¿Recuerdas mis harapos escondiendo mis sueños?
¿Recuerdas mi juguete de niño pobre,
mi estómago vacío
y mi rostro destruido?
¿Recuerdas aquel carro que me dio un presidiario?
¿Aquellos campesinos que morían
sin nombres,
sin cosechas
y sin lágrimas?

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María del Carmen

Es que la vida no había traído un dolor
tan perennemente extraño.
Y como la ceniza que se vierte
las manos arden
y arde la sonrisa
las uñas se rebelan
y el corazón se sale de su orbita.
Es que el dolor tiene un vestido en todo, y es invierno y es verano,
musgosa soledad
y piedra en sombra.

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Por el amor vivido

Vosotros estaréis aquí esperando mi muerte
Y yo os diré:
Recoged esta voz,
Lanzadla a cualquier sitio,
Escondedla en el último rincón,
Yo estaré libre nutriéndome de nuevo.

Quiero escribir para los dos días últimos,
Para cuando se empiece a formar dentro de mi piel
La fuente mineral de mi terrestre
Deformada materia.

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Primera lluvia

¡Arriba! ¡A perforar los siete cielos
con vuestros brazos nudos o cubiertos!
¿Vais con amor? Pues elevad los brazos
verdes, frondosos, apacibles, mansos.
J. Moreno Villa

??Ven, vamos a caminar juntos esta vez,
Mañana volveré a estar solo
Y entonces de mi brazo
Irá sólo tu sonrisa

??Ven, pienso que mi camino
Puede aún ser muy corto,
O alargarse de pronto hasta el final encuentro
De tu sangre y la mía.

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Recado

Esto para un recuerdo que se quedó encendido
abriendo el mar, a veces, desde su misma tumba,
y en donde el sol caía como un romero líquido
la tarde era una sola gaviota suspendida.

Esto es para una calle completamente absorta
que espera nuevos pasos para nombrar sus huellas,
el polvo es una copa de longitud desierta
cubriendo más de un árbol estacionado cerca.

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La flor de izote

El izote, a que llaman bayoneta,
¿Qué anuncia o qué defiende
Con su explosión de espadas?
Francisco Gavidia

Catedral de marfil petalecido,
campanularia emerges entre espadas…
Triunfo de la blancura, tus nevadas
corolas que el rocío ha bendecido…

Territorio de albura protegido
por verdes bayonetas sublevadas,
que con fiel vocación de ser espadas,
¡defienden tu ascensión a blanco nido!

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La taza de café

Es la musa que anima a los poetas
que van al cafetín
de tarde en tarde.
Mientras hablan de versos y cometas,
la cafeína
en sus cerebros arde.

Allí Mendoza, Suárez,
Castrorrivas,
-fumadores, humosos, tabacales-
concentrando sus fuerzas volitivas
construyen mil cajitas musicales.

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Las conchas negras

Concha negra sensual.
Cuando profano
el misterio
de tu cajita negra,
mi apetito de sátiro se alegra,
fáunicamente,
con tu sexo indiano.

En cópula ritual de amor pagano,
tu cuerpo de ostra india,
pelinegra,
suavemente
en mi boca desintegra
su temblor virginal y cortesano.

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Tu voz

¡Tu voz!
Voz de campana
con húmedo badajo de geranios.
¡Voz que arrodilla el alma!

Voz que viene y no llega.
Que llega y no se va…
Que no se sabe si entristece
o nos hace reír y cantar.

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Ángelus

Incógnitos ángeles
trizaban el agua insomne del miedo
en mis lentos ojos de niño
y trémulo buscaba la cabellera de mi madre
en el ángelus
cuando las sombras hinchaban el sonido de los árboles
y resbaladas luces muertas caían en la estancia
donde mi abuelo auscultaba el corazón antiguo de la Biblia
La tarde era en mis ojos un inmenso silencio
con pequeños elfos que temblaban en los vidrios
mirándome con desolada tristeza
El temor a la noche me invadía
y solitario buscaba el corazón en los ojos de mi madre
porque yo desde que fui un soplo
tuve miedo al misterio iluminado de la noche
y en mi cuarto temblaba al escuchar el viento en los ramajes
y hundía en la almohada la cabeza en congoja
porque creía que una mano
que unos ojos en las tinieblas me buscaban
y que un roce helante me besaba los labios
y me dejaba la piel húmeda de tristeza.

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Antonio Machado

Vi
un ramito de violetas
brotó el llanto

Pensé en Darío agonizando en su Nicaragua natal
Pensé en todos los herederos de Cervantes
que no fueron laureados
ni amados

Lloré por Góngora loco
por Vallejo enfermo
por Gavidia anciano

Maestro
tu prosa
tu verso
me alivian

Nabucodonosor no fue perdurable
El fariseo de Carter lo será menos

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El poeta extranjero

El poeta extranjero camina en la ciudad extranjera
Mira el río las barcas los pájaros saltando en la nieve
En el vago espectáculo se sienta a ver la tarde
los vehículos que pasan las palomas que pasan
y fumando su cigarro se hunde en el invierno
-puñado de frío excitación de la piel tos necesaria
El poeta extranjero se levanta se cala el sombrero
tose otra vez
y se pierde en la noche extranjera.

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Embriaguez

Sólo son los ángeles
del vino que estrujan sus esponjas
y nos llevan a instantáneos laberintos
donde arden las lumbradas del vómito.
Sólo es el vacío,
lo inasible que nos besa los ojos
siluetas de ceniza que nos beben por instantes la tristeza.

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Son cuatro inviernos

Son cuatro inviernos de agonía hermana.
De amanecer el corazón abierto.
Quisiera ser, pero el futuro incierto
me ensombrece la senda del mañana.

Cuatro años de penumbra cotidiana.
De presentir vivir, viviendo muerto.
De abrir el corazón, sentirlo yerto,
sin escuchar su musical campana.

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Amor sintiendo

Dónde están mis ganas de decir tu cuerpo
De hablar de tus olores… de tus fuegos
Dónde la necesidad de decirte amor: «te quiero»
Te quiero amor tan dentro.
Donde el contarte que me siento
hogar
Volcán,
ausol,
fuego de invierno
Con solo imaginar tus labios besándome los dedos
Mal digo imaginar…
si tantas beses…
Si tantas beses me has besado hasta el silencio.

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Injusticias

Lo injusto no son estas paredes,
tan asquerosamente limpias
de ventanas,
ni la blancura estridente
que las cubre.
No son los pocos barrotes
que adornan las cornisas,
ni este colchón sin resortes
ni sábanas.
Lo injusto es esta carne,
esta piel que me detiene,
esta espalda incapaz
de explotar en alas.

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Locura uno

Con esta locura de abatidas alas,
que se le contagia hasta a las nubes,
que anda rebotando de imagen en espejos,
que no conoce ancla,
que nunca llega a puerto.
Con esta locura
de duendes, de dragones, de luceros
de humo, de miradas
sin brida, sin mojón, sin freno,
converso con la aurora
cuando ambas somos fuego.

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Metamorfosis

Hay días en los que me despierto
convertida en agua:
Toda húmeda,
sin fondo,
habitada por luces,
tocándolo todo.
Días en los que me siento océano
bailando al compás del universo,
haciéndome remolino,
subiendo y bajando mis mareas…
Entonces se me antojan tus manos,
azules cuencos infinitos,
como único recipiente
capaz de contenerme…

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Mujeres

Yo he visto a una mujer nacer del agua
con el vientre cargado de promesas,
con el mundo retozando en sus espaldas.
He visto sus ojos que imaginan
un fruto cayendo de su cuerpo
rodando por veredas y caminos
creciendo con raíces arraigadas en su pecho.

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Solo

acompañado por los jades de la hierba
llora el ciruelo
su corazón roto.
Allá, donde nada crece,
donde la raíz es huérfana de todo,
llora el ciruelo
su corazón roto…
¡Cuanta lágrima de almíbar
en el fondo de la copa!

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Terminal de O.

El pequeño demonio,
encorvado,
flaco y harapiento,
con los ojos inyectados de thinner
y la mirada perdida
en laberintos únicos,
propios e irrepetibles.
El pequeño demonio,
andrajoso y repugnante,
salt?de su pedazo de infierno
en la acera
para aterrizar frente a un par de zapatos,
(Nike,
para más señas)
¡Que asco!

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Tu espalda

es la tabla de mi único
mandamiento,
la arena en que se hunden
mis manos saladas de deseo,
la tierra que espera
mis arados
y que le llueve a mi semilla.
El calendario de amor
en el que marco mis orgasmos,
la cartilla
en que aprendí a leerte,
mi único recuerdo en las mañanas,
mi más firme asidero del presente.

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50 ANIVERSARIO

Un hombre sale al patio trasero de su casa
(ahí no llega nunca el duro viento del otoño)

tiene en sus manos una pequeña copa de aguardiente
y se mesa con cariño el cabello

aquí las canas del hambre
aquí las de aquel día en que fue héroe
entre miles de héroes
aquí las huellas del asco
las señales de quien tocó con dedos jóvenes la grandeza
las del temor
la de la inmensa alegría
las del todopoderoso conocimiento

En el fondo del cielo luce una estrella
que él llama esperanza

el hombre alza su copa
y bebe.

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A LA CARTA

Sírvame la ópera Madame Butterfly
término medio
con salsa de maní picante
y un poco de gobierno español
con trocitos de invierno.

Después me trae a un soldado de la Primera Brigada de Artillería
en completo estado de ebriedad
un par de mirtos
la erupción del Krakatoa
y el servicio postal a la luz de la filosofía.

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ALGUNAS NOSTALGIAS

Encallecido privilegio este orgulloso sufrir,
no se rían.

Yo, que he amado hasta tener sed de agua, luz sucia;
yo que olvidé los nombres y no las humedades,
ahora moriría fieramente por la palabrita de consuelo de un ángel,
por los dones cantables de un murciélago triste,
por el pan de la magia que me arrojara un brujo
disfrazado de reo borracho en la celda de al lado…

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