Así como los meteoros celestes abren
pétalo tras pétalo para descubrir el polen
y la miel
así buscan mis dedos y abrazos
donde poner sus huesecillos de vida.
Poemas salvadoreños
Porque te cansas de estar sola,
de encontrar en tu cama
la sombra de la noche anterior.
Porque te mueres de mirar
las parejas d casados
que de alguna parte vienen.
Porque te desmayas de soledad.
Porque la casa está vacía.
La infancia era la noche especialmente,
y pensar en el día que vendría mañana,
mamás enfermas, papás que no llegaban nunca,
hermanos que se iban olvidando
a medida que ya no regresaban.
Y era la muerte la mátalascallando,
como si se enojara todo el tiempo.
Los garrobos crecían en los árboles
pero llegaron los venenos.
Las hojas amarillas
comenzaron a morir.
Cuelgan los frutos secos
suspendidos en las ramas altas.
Ríos sin agua. Tierra desolada.
Los garrobos crecían en los árboles
pero llegaron los venenos
a destruirlo todo.
Como un ángel en llamas localizo el sonido
de tu casa en el cerro. Cuando acudes a abrirme
solamente la calle, un silencio que huye.
Miras el aire de oro mecido por la noche
que se acerca y golpea tu ventana de miedo.
Si suceden las cosas como anuncian los horarios solares.
Si aves emigrantes se funden a las constelaciones
o nieves extrañas descienden a la luz del invierno.
Si el lecho es de cenizas y no de crisálidas,
o si hay soledad en el universo, tómalo con calma
que un ángel guardián poeta duerme a tu costado
dibujando mapas de los ríos internos, descubriendo
en los sístoles de vida la geografía del mundo.
Mi país, tierra de lagos, montañas y volcanes.
Pero no vengas a él
mejor quedas en casa.
Nada de mi país te gustará. Los lirios no flotan sobre el agua.
Las muchachas no se parecen a las muchachas de calendarios.
El hotel de montaña se cuela como una regadera.
Juro no alzar la voz. No sublevarme.
No decir la verdad cuando nos duela.
Ofrecer la mejilla cada vez
que me ofendan. A los pobres
daré limosnas. Comeré pan duro
para ser bueno con todos.
Sólo dinero (pues no tengo nada)
no habré de repartir… Después morir
tranquilamente libre de pecados,
de bronconeumonía o de un callo
en el pie
o de un catarro en el alma.
Me da miedo quererte, por eso me conformo
con dibujar tu nombre con mi miel y mis ojos,
navegar en las ondas de tu cuerpo de mar.
Me da miedo llamarte. Cada palabra tuya
a la distancia son tus labios que vuelan
y tu celo que tiembla al ritmo de mi cuerpo.
Hamaca de siete paños
en que se mece la brisa.
Listón que han puesto las nubes
colgando en la lejanía.
Banderola de señales;
semáforo sin esquinas.
Alada cuerda de seda
donde los pájaros brincan.
Alfabeto del color
con que se escriben los días.
Dame la mano, Antípoda. Tú, el hombre de ese lado;
yo, el hombre de este lado.
Pudiente o proletario, sencillo o complicado,
dame la mano.
Levanta la amarilla faz del arrozal chino
en que sudas tu pan diario; deja la mina,
apaga tu incensario, y en paz dame la mano.
Estoy en un apuro, lo confieso.
Pronto voy a inaugurar un hijo inédito;
y aunque me halaga ver que a de afirmar mi varonía,
puesto no soy precisamente un Creso
y cobran la partera, el cura, y el médico
y hay que comprar pañales, medicinas,
leches pasteurizadas,
me muero porque llegue nunca el día.
¡Vamos! ¡De nuevo no me acoséis,
no hagáis preguntas huecas
y mucho menos esa.
La intención inicial era un paseo,
y me quede a vivir.
Por un rato nomás, no para siempre.
Y me objetáis que miento,
que vine para ver si era posible,
sí, por fin, se revelaba
la oculta, luminosa sombra..
Oídlo: esta es mi voz y este es mi acento
y es esta su más casta vestidura.
Esta es mi voz que se fugó en el viento
de los fieles cristales de su altura.
Esta la voz que me inspiró el acento
para ser un Quijote en la aventura:
en su aliento prospera el sentimiento
de que es cielo esta gris arquitectura.
Señor,
cuando se muera —porque, como el tiranosaurio, por grande y por feroz que sea, por agrio y bien armado que esté, ha de morir, y será entonces como un pequeño volcán de huesos sobre el que los otros animales del bosque se orinen impunemente—
Cuando se muera,
Señor,
no te acobardes como se acobardó tu iglesia, que puso sus blancos odres
para llenar sus odres esperanzada en robar sus odres;
no te acobardes,
Señor,
y no te niegues:
Tú mismo abre la puerta
—no mandes una virgen, ningún ángel
te cumpla ese mandato—;
abre tú mismo y lo verás:
un alma enjuta, un alma miserable que moró como gusano y que gusano
es y será, que se arrastró de milagro pata tocar a Tu puerta,
para llegar hasta ella con el juego de siempre.
Me ha caído un pozo encima
me apedrean los hijos de mis padres,
los hijos de otros padre, mi mujer,
mis amigos -¡hasta aquél!-
y mis hijos que no han nacido
todavía.
Me ven cargando el pozo, y no me ayudan.
Sepulta cuidadosamente las páginas insólitas de
viejos cascarrabias como Marx, el gran culpable;
destruye hoja por hoja los versos de Rambaud,
joven durazno con vicios milenarios, y quiebra
ojo por ojo a todo Baudelaire, harapo brujo,
alcohol mistificado, viejo corozo de durazno
con vicios renovados;
escupe por las rejas de la cárcel en que moran,
empotrados en sus huesos, algunos jóvenes poetas.
Se ha cubierto el San Andrés
de un amarillo amarillo,
a la luz del sol semejante
por lo encendido encendido.
A cada soplo del viento
-de diciembre frío frío-
se le caen las campanas
al San Andrés Florecido.
El negocio es sencillo: toma y daca.
Aún me resta un poco que he de dar
a vosotros.
Después se rinden cuentas, es verdad,
El negocio es sencillo: toma y daca.
Seguidme quitando el corazón
a girones, a mordizcos, a empellones.
en el centro puntual de la maraña
Dios, la araña
Alejandra Pizarnik(Escrito el día fatal)
Allá donde la carne es harapos
mi corazón es reflector.
La araña con su linterna estudiaba tus pasos al alba.
No sabía que volabas,
que subida a un relámpago perdido
pisabas las tripas de la eternidad y sus hijos leprosos.
La barbera cocina bellísimo,
prepara unos aviones sin destino,
sabe que el piloto desprovisto de razón
sueña con sus universales guisos.
Ella, madrugadora cascada tropical,
busca sitio para acomodar su cabeza
en el pecho giratorio del planeta
de corazón perdido en la montaña.
El pintor hacía el amor con ocho espejos,
no veía cuando el alma se le iba.
Mirándose demasiado por dentro enfrentaba al cuerpo amado,
a esa verdad de paisajes pintados por la noche.
Y el abismo lo asedió sin descanso,
no hubo vino que no llevara sismo,
hachís que no alimentara sus telas,
cama que no apestara a hospital.
Canto para que juntemos los alientos en una vertiente,
subamos a la cama del asombro
sin más ropa que la memoria,
sin más escudo que la neblina sin freno.
Honda la montaña,
alto el río.
Seré universo desparramado de tus manos,
fugitiva penumbra a la hora de enfrentarnos,
de ser piel y locura, labio y cataclismo.
Ando caliente por abajo y por los aires.
Subido a un avión de fogatas,
la lengua llega hasta Saturno,
la pasión busca y se come a sí misma.
No sé qué haré si fallezco en este segundo:
Arrojar el Nuevo Testamento contra el viejo sudario,
ahogarme en alcoholes como el barbero,
dibujar la vagina que viene acelerada por las nubes.
a David Escobar Galindo
Sombra, catacumba, delirio,
ciclón, gangrena, pústula, grano,
desesperanza, esputo, roto lirio,
caída, pólvora, cornada, marrano.
Puñalada, tisis, divorcio,
misil, convulsión, úlcera,
abandono, jaqueca, humo, consorcio,
pornoteca, pedrada, cáncer, balacera.
Guerra, perra, sordera, cojera,
guerra, aterra,
guerra, sierra, combate, tontera.
¿Quién nos guía hacia el abismo?
Iilya Kuryaki and the Valderramas
Al fondo del inodoro, el rostro de este día.
¿Quién pisa a la esperanza con tanta saña?
Pasan los minutos con zapatos de alambre espigado,
yo busco el norte en la brújula de plástico,
el niño tiene la mirada perdida.
al mayor de todos,
a 250 años del viaje. Escribió una sonata de 19 hijos
y nos amarró a su corazón eléctrico,
al vuelo de un pájaro besando el sol.
Juan Sebastián Bach,
aquí mi corazón lame su misma sal,
agobiado como está de siglo destripar.
No hables de paisajes a la más bella de todas.
La sola voz enturbiaría su corazón.
Preferible si el incienso inunda de cortinas,
invade con la tibieza de otrora horizontes.
Besa su asombro,
despacio muy despacio dile su beldad en letras de coral,
corónala con los ojos cerrados.
La sombra patea al más valiente,
sea blanco, negro, azul o rojo.
Quema los huesos en salsa de hastío
y el cielo es una ventana nublada de suspiros.
Una cuchillada a la fantasía del homosexual,
el llanto cae al plato vacío,
los zopilotes llegan a investigar.
Me gustas cuando gritas porque trastornas el presente.
Más viva, oscura,
de alas en contrasentido.
Desde la cabalgadura mi sed te toca,
de tierra es el beso que acalla el trueno de los días.