Décimocuarta poesía vertical (82) (Póstumo)

No hay regreso.

Pero siempre queda un viaje de vuelta
hacia ciertas cosas anteriores,
que ya son otras
y sin embargo nos llaman
con un signo
similar al de antes.

Nada cambia del todo.
Lo que no cambia
en aquello que cambia
saluda nuestro viaje hacia atrás,
celebra lo que no cambia en nosotros,
su abismal permanencia en el fondo,
su intemporal fidelidad.

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Décimotercera poesía vertical (41)

Desconocer que el río es una espada
y que las cosas sueñan sueños propios
es ignorar que aquí,
junto a nuestra mirada,
existe otra:
la mirada recóndita del mundo.

Cuando se la descubre,
la vida se da vuelta como un guante
que devuelve la mano que encerraba
y el tacto liberado
toca por vez primera cuanto existe.

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Duodécima poesía vertical (29)

El soplo de luz, el temblor concentrado
que brota de ciertos encuentros
contradice a veces su propia brevedad
y se extiende como una alquimia lenta
por todo el resto de la vida.

Poseer así para siempre
algo que nunca se tuvo
y nunca se tendrá,
cambia la condición del hombre,
modifica sus límites.

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El corazón empieza bajo tierra

El corazón empieza bajo tierra,
pero acaba en tus labios y en los míos.
La muerte entonces duda en las cornisas
y una convalecencia de ojos largos
desprende las arrugas del temblor.

No hay que negar que eso nos salva,
pero entre tantas cosas tan perdidas
no es posible aceptar la salvación.

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Hay mensajes cuyo destino es (Poesía vertical VI – 3)

Hay mensajes cuyo destino es la pérdida,
palabras anteriores o posteriores a su destinatario,
imágenes que saltan del otro lado de la visión,
signos que apuntan más arriba o más abajo de su blanco,
señales sin código,
mensajes envueltos por otros mensajes,
gestos que chocan contra la pared,
un perfume que retrocede sin volver a encontrar su origen,
una música que se vuelca sobre sí misma
como un caracol definitivamente abandonado.

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