Tiemblan sus manos. Ve qué dura ha sido
La vida que le dieron. Como pocas.
Y ahora que empezaba a disfrutar
De un poco de descanso, se le exige
El crimen execrable. Sufre y calla.
Ha sido siempre fiel a su conciencia
Y su Señor.
Tiemblan sus manos. Ve qué dura ha sido
La vida que le dieron. Como pocas.
Y ahora que empezaba a disfrutar
De un poco de descanso, se le exige
El crimen execrable. Sufre y calla.
Ha sido siempre fiel a su conciencia
Y su Señor.
La vida
No volverá a ser sombra o paraíso,
Sino tan sólo un orden
En el que no serás feliz ni desdichado,
Acorde con los años que te quedan.
Como una biblioteca arrinconada
Cuyos últimos libros
Verás casi por alto,
Sin esperar ningún deslumbramiento.
Como el primer poema
Quebrando
El blanco de la página y la vida
Tantos años atrás,
Como el primer amor
Que por completo
Fue pasto del olvido y se mantiene
Tan sólo en un rincón de la memoria,
Como el primer amigo,
Como el primer regalo,
Como el primer encuentro
Con el rumor del mar,
Así quisiera
Volver a hallar momentos
De goce inesperado, de esa mágica luz
Que llega al corazón
Y sin remedio,
Cuando menos lo esperas, te deslumbra.
Después de tantos años,
La lluvia te ha calado hasta los huesos
Y tú sigues en pie bajo la lluvia.
Con la esperanza, al menos
De hallar en las palabras
No tan sólo hermosura, sino ánimo,
Aunque a veces encuentres el desánimo,
Aunque a veces encuentres la tristeza.
Soy el desconocido que se aparta.
El que se queda solo y en silencio, más allá del aplauso.
El que busca en la noche
Unas pocas palabras, ajenas casi siempre.
El que quemó las naves en silencio
Y aguarda todavía.
Un sincero homenaje, como exige
La muerte de un poeta que nos deja tan joven :
Hagámosle. Que brille el epitafio
Para aquel cuyo nombre se escribió sobre el agua.
Pero eso sí. Quemad todas sus ropas,
Papeles y demás.
Ves que apenas te quedan
Algunas esperanzas por cumplir.
Has quemado los años de la vida
Mejores para ti.
Hablemos del presente, lo que importa
En este día gris
En que todo parece haberle dado
La espalda al porvenir.
En la noche, la música lejana,
La amistad silenciosa de los astros,
La sensación de estar en otro mundo,
El mundo del poema.
I
Ahora
Comienzas a vivir de otra manera.
Días que terminaron para siempre,
Caminos que se pierden en la noche…
Y es justamente ahora
El antes y el después en la vida de un hombre.
Un cambio, sólo un cambio.
A Víctor Botas
Ni siquiera la cita más humilde,
Esa gracia que a veces conceden a los idos.
Cuando llegó, ya estaban ocupados los asientos.
Cuando llegó la hora de sentarse, él no supo o no quiso.
Quedándose a las puertas,
Viendo cómo los otros empujaban,
Viendo cómo salían en silencio.
Con Borges y Miguel d´ Ors
Es esta misma lluvia.
La lluvia de las calles de Calcuta.
La lluvia de Gijón en la distancia.
La lluvia que salpica el Capitolio, la Plaza de San Pedro y los tejados del
Kremlin
Es esta misma lluvia interminable.
Lo más duro de esta vida
Todavía no ha llegado.
Que lo peor ha pasado
Jamás lo podrás decir,
Jamás lo podrás sentir
Aunque te duela lo andado.
Que sólo viniste aquí
Al arte de caminar,
Al juego de deambular
Sin ruta, y sin más destino
Que las piedras del camino.
De niño ya te hablaban
De la vida y la muerte.
Qué fácil es hablar
De la vida y la muerte.
Cuándo sabremos algo
De la vida y la muerte.
Cuando no queda tiempo,
Cuando por la memoria va cayendo la lluvia del 80,
Cuando la soledad parte mi vida en la niñez, la adolescencia, ahora,
Cuando es inevitable que la nieve bloquee los caminos
En los helados páramos del tiempo,
Cuando el sol ilumina los rincones,
Cuando a los quince escribo tres poemas vacíos que llenan mi existencia,
Cuando de todos los futuros posibles recorro por mis sueños el más afortunado
En busca de la fuente de la eterna alegría.
Te marcharás un día.
Tan sólo, en este tiempo,
Demoras la partida.
¿ A qué lugar ? Lo ignoras.
Allí donde te dejen
Vivir de alguna forma.
Olvida tu pasado,
Tus errores, y guarda
Un poco de entusiasmo
Para salir indemne,
Para andar por la vida
Y retrasar la muerte.
Quiero escribir los versos más alegres.
Quiero escribir que ella está conmigo
Y relucen los astros a lo lejos.
Quiero escribir los versos más alegres.
Quiero escribir palabras de esperanza.
Nada de versos tristes esta noche.
Sé del dolor que azota el tercer mundo
Y también el segundo, y el primero.
Quizá porque termine nuestro mundo,
Quizá porque perdimos
Una oportunidad en otro tiempo,
Nos llegará la hora del olvido.
Escribimos palabras en la arena.
Nos llevarán las olas, y también
Irán borrando todas las palabras.
A veces, te preguntas
Qué será de tu vida
En caso de que sigas
Y sigas solo.
Asomado al balcón
De la plaza desierta
Las horas no son horas,
Los días no son días
Si nadie los comparte
Contigo, si no sientes
El calor de otra mano
Junto a la tuya.
Lo que han envejecido los poemas
Escritos hace años ( tres de ellos
Podían ser entonces la razón de la vida
Y ahora no los quiere ni el recuerdo ).
También nosotros éramos mejores.
También los días eran otra cosa…
En su rincón perduran las fotos de aquel tiempo
Y guardan la verdad de aquella historia.
Una ciudad y un hombre. Un hombre solo
Que avanza por las calles atestadas
En busca de la paz. No encuentra a nadie.
Pronto será de noche y siente frío.
Busca su propio rostro, el rostro efímero
Que va cambiando el mundo, las razones
De esta ciudad vacía de razones,
Perdida en el espacio y en el tiempo.
Leopardi : un tronco
Que siente y sufre,
Evocando en silencio la retama.
Keats : una sombra apenas
Que erraba por Europa
Con los mejores versos de su tiempo.
Bécquer : tan sólo el huésped
Eterno de las nieblas
Perdido entre el dolor y la miseria.